miércoles, 24 de enero de 2007

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Dumbar

013. El Escriba. DUMBAR. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

Cada día es una gran aventura en la vida, ya sea porque este llena de pequeñas cosas hasta llegar a las vivencias un poco más arriesgadas. De las virtudes de la misma -varios concordaran conmigo al decir que- el ejercer con placer una profesión es un sueño alcanzado. Muchas de las carreras llegan a ser honoríficas, y en ésta lista contamos con el periodismo sin lugar a dudas. Por otra parte, las aventuras de un corresponsal son innumerables como las de nuestro amigo Jorge Dumbar; nos pasaríamos mucho tiempo hablando de él y su trabajo, pero quien les relata tiene interés en contarles una vivencia muy particular dónde chocan dos sueños, sí, dos sueños.

Nuestro amigo, un joven corresponsal de unos treinta y tantos años, trabajaba para un reconocido periódico de su ciudad. Su espíritu emprendedor -y quizás un poco de ego- lo habían llevado a luchar por obtener reconocimiento, aunque él muy particularmente le llamaba: Respeto a su trabajo. Tenía una muy buena esposa y un par de niños consentidos. Su vida era exitosa si nos ponemos a compararla, pero él sentía que aún no alcanzaba algo realmente “admirable”, quería tener una experiencia nueva en su labor y se postuló como participante de un reportaje especial que se realizaría en el extranjero. Fue seleccionado junto al resto del equipo y partirían en un par de días, no tenían una fecha de regreso pero esto a él no le importó mucho en ése momento.

Al regresar a casa, su rostro poseía un no sé qué de jovialidad; su esposa Ana - que era muy perceptiva como la mayoría de las féminas - lo notó de inmediato y supuso que algo había ocurrido, sin embargo, no quiso decirle nada hasta que él quisiera comentarlo.

El, a la hora de la cena, le dijo con gran orgullo a su familia que iba hacer un reportaje especial en el exterior, que pasaría algún tiempo fuera pero que descuidasen pues les recompensaría con muchos regalos al volver; su esposa quedó atónita, jamás se había imaginado que su esposo se fuese de viaje así nomás, y de paso tan lejos. La alegría se mostró en la cara de los pequeñuelos, obviamente, resultado de haber dicho: muchos regalos al volver, y abrazaron a su buen papá. Pero, lo mismo no ocurrió con su mujer, ella yacía inerte y no mencionó palabra alguna.

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martes, 23 de enero de 2007

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Amor de niña, entrega de mujer

014. Amor de niña, entrega de mujer. Mi respuesta. Waldylei Yépez.DarkisX.doc

Hace un momento recordé mi farol en la plaza, ése mismo que cada luna nos arropó con su luz, ésa luz que me hizo verte de una manera distinta, o mejor dicho: de una manera perfecta.

Retrocedí al instante en el que entregué mi esencia y hasta un poco más, reviviendo momentos sublimes y soñadores. Aún me cautiva el hecho de pensar en ti:

Con tu camisa blanca, zapato elegante y aquel cuello sin corbata. Una mirada radiante de ojos mágicos, sonrisa tierna y manos suaves. Tono sonoro y generosa personalidad, tu semblante apacible y tus actos de caballerosidad.  

Por mi parte, no tenía ni quince años como decía tener, aún estaba en edad para buscar golosinas en la bodega, apenas estrenaba mi rumbo hacia la mujer que muy pronto sería.

Me perdí en tus palabras bonitas alejándome de la casita de muñecas, cuando jugaba con mis compañeras a la hora del té; de las comiquitas de la televisión… Y en lugar de todo eso comencé a soñarte despierta yaciendo en el sillón.

Fuiste el astronauta de las lunas en mi pecho; el sol del universo que llevo dentro; pintor de las pecas nacidas en mi vientre y el amante que he soñado siempre.

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