domingo, 13 de julio de 2008

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Javier

030. Javier. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Cuando uno se sienta a escribir, por lo general, piensa en todas las ideas que, de alguna u otra forma, podrían llegar mucho más al lector. Se crea ese juego entre el ser creativo y el ser original, de donde nacen excelentes narraciones de los hechos de la vida o sobre ciencia ficción. Hoy no tengo ese interés en buscar en la imaginación, simplemente me remitiré a prestar mis manos para que las mismas les cuenten algo que para muchos pareciera provenir de la fantasía, mientras que para otros representa algo bastante real.

Hace dos noches me encontraba en mi PC, como de costumbre, y me llegó una noticia un poco alarmante sobre un hecho delictivo contra alguien que conozco. No hubo mucho detalle en ese momento, pero se dijeron algunas cosas que encendían la preocupación. El día de ayer una persona cercana al afectado, nos comentó un poco sobre el asunto dándonos más detalles de lo acaecido. Cierta parte de ese cuento me llamó poderosamente la atención, y es por ello que así comienza mi relato hoy…

* * *

Javier es un hombre íntegro de poco más de cuarenta años. Vive con su esposa y sus numerosos hijos. Hombre trabajador, honesto y responsable. Posee un auto que a duras penas se puede denominar “valioso”, una camioneta bastante descuidada, algunos le han llamado “trasto viejo” incluso porque está “más aporreado que una vieja”, pero cumple su función: rueda… algo es algo ¿no?

Hace dos noches estuvo de visita en casa de una vecina, personas de confianza para él, y una de las primas de quienes viven en aquella casa le pidió que llevara a su amigo a cierta parte de la ciudad. Junto a Javier también iría un pequeño niño de un año de edad, nieto de la vecina. Se había acordado llevar al chico al sitio y luego devolverse con el bebe; el niño iría de paseo con él. Javier confiado llevó a la persona hasta donde le indicó, pero al llegar le dijo que lo esperara un momento. Él esperó pero algo le decía que se fuera de allí, su instinto le advertía pero decidió omitir su sentir.

Instantes luego, Javier lo vio venir de regreso pero con paso de apuro, violentamente abrió la puerta del conductor y lo sacó a golpes del auto dándole en la cabeza con un objeto afilado reiteradas veces. El objeto era nada más y nada menos que una pieza de motocicleta, el disco donde va la cadena. El tipo le ocasionó diversas heridas en forma de pequeños agujeros en la cabeza, también rasgó su frente y le proporcionó grandes golpes en la parte baja justo por encima de la nuca. En su intento por tratar de protegerse, Javier colocó su mano hacia atrás lo que ocasionó que uno de los golpes le fracturara su dedo índice, y otro más le quitara la carne que cubría su dedo meñique. Su cabeza se ensangrentó como así también su ropa. Su cuerpo yacía tendido en el piso mientras su agresor no dejaba de golpearlo con toda su fuerza.

En un ataque cualquiera el instinto por lo general tiende a preparar al cuerpo humano para defenderse, intentar alguna cosa para ponerse a salvo, sin embargo, Javier no poseía en ese instante forma alguna de defensa ya que, como él mismo le expresaría a su agresor, él es medio-minusválido ya que sufre de una enfermedad que paraliza sus piernas y lo deja inmóvil temporalmente, tal enfermedad se había hecho presente con el ataque. Con esto la situación es de total desventaja para nuestro amigo.

En un momento dado, el agresor dejó de golpear a Javier. Nuestro amigo pensaba que tal vez ese era su final, el tipo volvió armarse quizás con la intención de seguir golpeando pero Javier le pidió que ya no lo golpeara más, que no lo matara pues él tenía muchos hijos que mantener, su agresor le contestaba que él no lo iba matar pero aún así no dejaba su intención de seguir la golpiza. Minutos luego metió a nuestro desfallecido amigo en los puestos de atrás del auto, fue allí que Javier se dio cuenta que otro niño estaba ahí dormido, así que él yacía en peligro junto a dos bebes de uno y seis años respectivamente. Con sus brazos agarró al bebe de un año y lo metió entre sus piernas para tratar de protegerlo, mientras suplicaba aún por su vida. Allí apareció un segundo sujeto con un cuchillo afilado, Javier pensó lo peor pues creyó que podría ser apuñalado. Pero el cuchillo tenía otro objetivo, resulta que encima de la camioneta yacía amarrado un colchón nuevo que se había acabado de comprar, con el cuchillo rompieron los lazos y se robaron el colchón. En ese momento los delincuentes desaparecieron.

Javier viendo la situación tenía que hacer algo, necesitaba ayuda de inmediato pero no podía mover sus piernas; como pudo alcanzó las palancas y el carro comenzó a rodar por la calle empinada unas tres o cuadro cuadras. Cerca de allí unas personas estaban reunidas en una casa, Javier se percató y volvió a colocar el auto en neutro para detenerse y comenzó a gritar pidiendo auxilio. La gente corrió y se asustaron al verlo por la cantidad de sangre que lo arropaba, como así mismo al niño pues él lo abrazó todo el tiempo para protegerlo. Llamaron de inmediato a las autoridades y lo trasladaron al centro asistencial.

Más tarde los familiares de los pequeños intentaron comunicarse con Javier, se preocuparon al ver que no llegaba como se había acordado, y lo llamaron a su celular. Pero resulta que el celular se había caído cuando el agresor lo sacó del auto y había quedado en la calle, pero el delincuente no se dio cuenta. Cierto transeúnte recogió el celular y contestó al verlo sonar, preguntaron por Javier y el señor les respondió que él no sabía nada, que el celular estaba en medio de la calle y que allí había un charco de sangre. La familia sufrió un gran susto y se dirigieron al sitio pero no sabían aún qué había pasado, no fue sino hasta después de la media noche cuando Javier avisó a la casa de su madre (que era el único número de teléfono que recordaba) cuando se avisó a todos de la situación. Juntos se movilizaron al centro asistencial para saber el estado de él y de los dos niños.

* * *

Pareciera un cuento de ficción, o por lo menos parte de las cosas que decimos “no me pasará a mí, ni a nadie que conozco”, pero la vida misma tiene tantas historias de cosas buenas y malas que supera en magnitud a la mejor de las películas. Se da la ocasión de preguntarnos: ¿Qué pasó por la mente de su agresor? Nadie nunca lo sabrá. Fue un ataque injusto, sin motivo valedero y todo apunta a que tan sólo querían robarle el colchón que venía amarrado al techo del auto. Probablemente no contaría la historia si no se hubiese enfocado tanto en proteger como pudo su cabeza.

Me dio escalofríos pensar en la situación e incluso imaginármela, pero como dije hay algo que me llamó poderosamente la atención respecto a esto. El día de ayer, antes de que se me comentara los detalles de lo acontecido, Javier fue hacerse la cura en el centro asistencial porque no pudieron colocarle yeso por la herida en su dedo meñique, hay que esperar que cierre un poco, por eso carga una venda solamente. Resulta que el medico que lo atendió le movió su dedo fracturado, y él dice que le dolió tanto que comenzó a temblar del dolor y decía: “Señor, perdona al que me hizo esto”. “Señor, perdona al que me hizo esto”… esa frase causó tanto impactó en mí que tuve que escribir su historia. ¿Cuántos de nosotros en ésa situación dirían aquello? De hecho, la persona que habló con nosotros expresó que lo que pensaría sería otra cosa muy distinta, mínimo le rayaría la madre. Pero Javier no lo hizo, él pidió perdón para su agresor. Son contadas las personas que actuarían de esa manera. Así de grande es su fe.

No le voy a preguntar a usted si es creyente o no, pero me es imposible no hablarle de la fe de esta persona en el Padre, y por sobre todo del desprendimiento que tuvo porque en un momento de sumo dolor no pensó en sí mismo sino que pensó en la persona (si es que se le puede llamar así) que le causó el dolor.

Para los amigos creyentes que han leído el presente, yo les pido una oración por nuestro amigo y por la protección de los suyos. Ninguna plegaria queda sin contestar aunque no se “vea”. Recuerda que lo bueno que des, regresará al doble.

Para los amigos no creyentes también les pido un favor, no una oración aunque si les nace hacerlo pues adelante. Pueden ayudar con un pensamiento positivo hacia la persona afectada, ya sea por su recuperación o protección. Los pensamientos son cosas, y un pensamiento positivo es más poderoso que cien negativos. Todos estamos conectados de alguna manera así que, aunque pueda dudarlo, si su pensamiento es sincero ayudará.

En algún boletín que recibí hace tiempo decía que era mentira que las cosas malas en el mundo fueran más en cantidad que las buenas, el detalle tan sólo estaba en que las cosas malas eran las que más se publicaban mientras que las cosas buenas, y las constantes luchas de los guerreros de la luz, quedaban en silencio…

Entonces sigamos luchando… aunque sea en silencio.

Despierta…

Despierta…

Despierta…

22/07/08 8:03 p.m.

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