viernes, 13 de agosto de 2010

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A veces parece...

013. A veces parece.... Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

A veces parece como si la vida nos impusiera el que sólo debemos expresar nuestras alegrías. No sé si muchas personas estarán de acuerdo o no con eso, puesto que algunos tienen la posibilidad de expresar que están tristes, pero otros no… Parece mentira lo que digo, pero es cierto. Existimos personas que por dentro, en ciertas ocasiones, somos un mar de nostalgia y sollozos, pero no podemos gritarlo al mundo porque no faltará el que diga: “¡Pero no estés triste!” y compartirá una sonrisa que apenas alcanzará a ser una curita para la gran herida, pero no diremos eso sino que en su lugar le haremos creer que “ya estamos bien”. Sonreiremos y cuando nos den la espalda, la sonrisa fingida desaparecerá de nuestro rostro. El dolor nos hace ser hipócritas porque no queremos causarles lo mismo a los demás.

Presencio el cómo otros conversan animados, mientras miro hacia otro lado porque mis ojos se han enjugado. ¿La razón? Tú… Mejor dicho: tu ausencia. Quisiera conversar contigo de esa manera tan animada, quisiera formar parte activamente de esa conversación pero contigo, porque tu presencia es razón suficiente para hacerme sonreír y vivir este instante con alegría. Los días de fiesta, no son tal si no estás para vivirlos conmigo; otros bailan, sonríen y participan… yo apenas me quedo apartado en alguna mesa preguntándome qué estarás haciendo ahora, me siento solo…  me siento tan solo.

Espero, como cada día, el momento para conversar contigo. Me emociono al saber que te encontraré en minutos, porque nuestra cita de todas las noches es infaltable. Llega la hora. Enciendo mi computador e inicio sesión. El usuario y contraseña me conectarán contigo. He llegado antes, así que para esperarte me pondré hacer alguna cosa. Reviso un par de correos y me topó con nuestras fotos, las que sacamos la vez en que estuvimos juntos, entonces las miro y sonrío mientras me quedo soñando con esos momentos. ¡Llegaste! Corro a saludarte y apenas me hablas mi corazón palpita de emoción. Conversamos animados por horas hasta el momento de dormir, me despido con un beso imaginario, con uno de esos dibujos que llaman emoticones. Nos desconectamos y hasta allí llega mi sonrisa… la única forma de mantenerla, y a veces lo hago para sentirme acompañado, es seguir pensando en ti y no dejar de hacerlo hasta dormirme. Te extraño.

A veces parece que tu esencia se funde con la mía y que no importa el límite o la frontera, porque yo puedo estar contigo. Pareciera también como si todo el Universo se hubiese confabulado para que nosotros nos encontráramos, para que naciera este amor sin darnos cuenta. Este amor que no tiene lógica para unos cuantos; que algunos bendicen y que otros critican… Por ahí dicen que “el que vive de ilusiones muere de desengaños”, pero eso no es cierto para ti, pues eres más que eso que intentan tildar de “simple ilusión”. Pero, ¿Cómo una ilusión, que siempre las ilusiones son frágiles, puede aguantar tanto? Porque a veces pareciera que nos enfrentáramos al mundo en pleno, porque es tan cruel esto de separarme de ti cuando más feliz me siento, porque no es sólo desconectarse de esa sesión que me acerca a ti, es verte o verme partir en ese avión que al mismo tiempo que nos une, pues nos separa… Volver a separarme de ti hasta Dios sabe cuándo, porque lo único que me queda es la incertidumbre del no saber nada. “Parece difícil” pensarán ¿no? No sólo parece, sino que lo es… No puedo preguntarte si querrías salir a pasear este fin de semana, no puedo tomar un taxi y llegar hasta tu casa, pero puedo amarte como a nadie y con eso me basta, aunque no niego que a veces esta realidad me destroza el alma, y como si esto no fuera suficiente llega aquel que me critica intentando minimizar lo que siento, rebajando mi amor a tan siquiera una ilusión sin pensar a detenerse en todo esto…

A veces parece que la vida nos pone pruebas, pruebas que hemos afrontado y logrado superar. Y hay veces que me quedo pensando en si era mucho pedirle a la vida que viviéramos en la misma ciudad, pues al menos yo podría llamarte y podría buscarte. En alguna ocasión, sentí tantas ganas de correr a ti que, quizás por tres segundos, me olvidé de todo y pensé en buscar dinero para el taxi porque yo quería verte, si tan sólo aquello hubiese perdurado un par de segundos más, yo habría llegado a la puerta para salir de mi casa… pero hubiese sido mucho más feo retornar a la realidad justo cuando pusiera la llave para salir.

En otra ocasión, mientras te veía en mi pantalla, alzaste los brazos como si quisieras abrazarme y volví a olvidar mi realidad, casi alzo mis brazos en tu busca, cuando me di cuenta me congelé por completo y sentí cómo un puñal me atravesaba… A veces escapar de la realidad y regresar puede ser tan terrible. Imagina amar a alguien y no saber cuándo ni cómo harás para verle de nuevo, parece difícil… yo te aseguro que lo es, créeme que es una gran prueba de la vida… Y aún así dicen, o dan a entender, que no es posible o que lo que siento es una ilusión. ¿Qué saben de la vida? ¿Qué saben del amor? Si no saben que el amor puede crear milagros, no saben nada del amor.
A veces parece que estoy solo frente al computador, que no hago otra cosa que teclear y una pantalla me muestra aquello que tecleo.
A veces parece que estás a miles de kilómetros lejos de mí, cuando en verdad estás aquí.
A veces parece como que quizás no seas tan indispensable, cuando en verdad si me alejo enfermo de dolor, dolor que sin ti es perdurable.
A veces parece que le hablo a una máquina, pero en verdad ella es sólo el medio con el cual le hablo a tu mente y emociones.
A veces parece que te extraño, pero no es a veces sino que todo el tiempo: yo te extraño.

Pero sobre todo, y a unos cientos o miles de kilómetros, aunque sólo a los demás les parezca, es verdad cuando digo:

Yo te amo.

A veces parece… pero no es que parece, sino que es así… Yo te amo a ti, a pesar de los miles de kilómetros: Yo te amo a ti.

13/08/2010 03:19 p.m. – 05:14 p.m. – 09:20 p.m.
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sábado, 24 de julio de 2010

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Mi felicidad imaginada

012. Mi felicidad imaginada. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Hay muchas cosas que quisiera conversar contigo. Permíteme hacerlo de esta manera, permíteme conversar conmigo… para llegar a ti. Muchos intentos fallidos de comunicación he hecho, y no porque nos cueste conversar sino porque no hay una oportunidad para hacerlo. Me quedo pensando en quienes sí tienen la posibilidad de platicar todo el día si quisieran y no lo hacen, y yo que quiero no puedo.

Eres mi felicidad imaginada, no sólo porque representas la felicidad que imagino sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz, porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es… imaginar, imaginarlo.

Me pregunto dónde estás, en qué caminos dejan huellas tus zapatos, si sonríes al recordarme. Me pregunto qué lugares visitaste, si almorzaste temprano o más tarde, me pregunto tantas cosas que sólo puedo imaginarme.

Permíteme creer la mentira que prefiere mi cabeza, así puedo mirarte y no sentirte tan distante; para no sentirme tan vacía al ver que a mi alrededor no puedo hallarte.

Eres la luz que ilumina mi camino, aquella que ilumina pero que está a años luz de distancia. No, que no sea años luz, ni meses, ni días… No, eso me separa de mi felicidad, por eso no quiero enfrentar la realidad, darme cuenta que no estoy y que no estás.

Mi felicidad imaginada, porque sólo imaginando puedo ser feliz… Sólo imaginando logro hablar contigo cada vez que quiero. También logro aferrarme en un abrazo cada vez que puedo. Y logro sentirte cada vez que necesito, pero sólo así porque en verdad, no estoy ni estás conmigo.

Y me imagino a tu lado, mirándote con cara de ternura y amando cada fracción de tu rostro, el timbre de tu voz. Puedo vigilar cada movimiento, estar atenta a cada mirada y reacción… entonces sé que estoy contigo y que estás conmigo, aunque sea imaginando.

Callas y me miras, sonríes y genera una gran emoción en mí, me encanta tanto verte sonreír. No digo nada, quiero eternizar el momento pero despierto, una voz, un alguien o algo presente y real me arrebata la imagen, el pensamiento. Y descubro que no eres como ellos: alguien presente y real, sólo estás viviendo en mi mirar y en mi soñar. Respiro, retomo el pensamiento y allí estás de nuevo. Sonrío y nadie sabe por qué, nadie sabe que me hace sonreír tu sonrisa, que me hace soñar tu mirada, que eres más importante que el resto del mundo, que eres el centro de mi Universo.

Eres mi felicidad imaginada, necesito decírtelo. Necesito conversar contigo de alguna manera, así sea hablar conmigo misma y jamás tener tu respuesta. Es mejor hablarte imaginadamente de mi amor, que callarme esto que soy: quien te ama en pensamientos, quien a ti regala su corazón.

Posiblemente seguiré imaginándote, quizás mucho tiempo más, pero quiero decirte que eres el pensamiento fundamental en mi vida, y que si no te imaginara no sería tan feliz como hoy en día, aunque sea imaginativamente.

Eres mi felicidad imaginada,
no sólo porque representas la felicidad que imagino
sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz,
porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es…
imaginar…
… imaginarlo.
Tú, mi felicidad imaginada. Mi realidad… aún no hallada.

24/07/2010 08:01 p.m.
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viernes, 2 de julio de 2010

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Tú, Dios y yo

011. Tú, Dios y yo. Colección Albor. Waldylei Yépez.docx

En esta noche triste y fría, cuando sentimientos tan profundos me embargan, quisiera volver a escribirte… Sé que dije, la vez pasada, que no volverías a saber de mí, que no volvería a molestarte y en cierta forma lo he cumplido. Sí, tú no sabrás de mí y no volveré a tu vida, pero eso no quiere decir que tú no vuelvas a la mía. De hecho, estás tan presente que dudo que alguna vez, dejé de tenerte dentro de mí.

Me siento en este piso frío y envuelta por luces tenues, apenas logro ver mis letras en este papel mientras mi piel sufre, pues no quiero abrigarme. Hay tanto que quisiera decirte y que no puedo, por eso necesito un intermediario y ése será mi Dios. Sé que él sí puede llegar a donde estás, sé que puede abrigarte… sé que él puede, lo que yo no.

Y así comienzo mi conversación con Dios. No es un rezo, porque olvidé cómo rezar. De niña sabía hacerlo, pero la adultez me sugirió olvidarlo y lo olvidé. Ahora tan sólo sé, hablar con Dios.

Ay querido Dios, siéntate conmigo, ahora necesito un poco de tu tiempo y de tu consuelo. El piso está frío y la noche mucho más. Más helado se pone todo cuando dejas de prestarle atención a las cosas cotidianas que causan estrés, y te centras a pensar en las escenas tristes de la vida, aquellas que desearías que no hubiesen ocurrido jamás.

Hace mucho tiempo, amigo Dios, conocí a una persona maravillosa y única. Se ganó un pedacito de mi corazón y de mi cariño; un puesto muy importante en mi vida; más de algún pensamiento al día, sencillamente le mantuve presente… le mantengo presente. Nos despedimos hace mucho, y sé que tuve culpa, no sé si toda la culpa pero sí fui responsable. ¿Y sabes qué Dios? Le extraño. No sé si valga la pena decirle, mejor no le digas eso. Quizás ya me ha olvidado, aunque yo no lo he podido hacer. Es posible que ya no le importe nada de mí, ¡Y debieras decirle que ya no me importa nada de su persona! Pero es mentira… y Dios no puede mentir ¿verdad? Entonces, si no puedes mentir y a la vez sabes todo, podrás decirme si de su parte ya me echo al olvido… No, mejor no me digas, no quiero saber. No sé si sería peor eso, o las ganas de llorar que me da el recordarle con nostalgia. Le quiero. Pero, ¡no le vayas a decir eso! Quizás no le importe, es posible que hasta se burle de mí, jamás creería que en la distancia me importa tanto, que sigo sus pasos a donde va tan sólo para tener evidencia de que está bien. A veces me hace mal, prestarle toda mi atención y jamás poder hablarle…

¿Sabes Dios? A veces me gustaría pedirle perdón, siento que le fallé y no sé cuánto. Pero tal vez me diga que no importa, y quizás yo sienta que todo este sufrimiento ha sido en vano, o es posible que tan sólo me diga eso porque no le interesa el asunto; porque ya no soy importante; para cortar la conversación simplemente.

Le admiro. Por una y mil razones que quizás no entenderías Dios, pero sí te puedo decir que me enseñó a volar cuando había olvidado que tenía alas, y fue una pieza indispensable en el proceso que tuve acerca de la búsqueda de un propósito; me enseñó a entender las cosas que no entendía, guiándome con cariño… Sí Dios, te hablo de alguien importante para mí, pero quizás de alguien que ya me olvidó. Es grande el dolor que siento al pensar que debo hacerme a la idea de esa realidad. No sé cómo soltar lo único que queda de esa persona, porque aunque sea dolor, tal vez prefiero eso a tener que olvidarle.

¿Puedo abrazarte un poco Dios? Me siento tan vulnerable. Disculpa que me emocione, yo… nada, no importa, nada de lo que diga es importante… Y disculpa pues manché la túnica de Dios con las lágrimas de mi alma. He llorado tanto por esto, que no sé si vale la pena o sólo fui una ilusa de la vida.

Dios, sé que te llamé para que fueses mi intermediario, pero creo que ya no es necesario. Presiento que ninguna de mis palabras tendrá la menor importancia, y no quiero que sean tratadas como una mentira, no quiero que se piense que digo esto tan sólo por decirlo, y que Dios fue tan infame que se prestó para comunicar una mentira, mi mentira. Tú y yo sabemos la verdad Dios, pero vamos a evitar más capítulos tristes, es lo mejor. Así que, puedes volver a tu trabajo Dios, ya no ocuparé más tu tiempo. Pero no te olvides de visitarme después, ya no será para enviarte con un mensaje, sino para que me ayudes asimilar este dolor o quizás para hacerme compañía entre tanta soledad.

Gracias por venir.

Mi Dios es alguien que no mentiría.
Tú, una persona importante en mi vida.
Yo, quizás el recuerdo que dejaste atrás,
atrás, allá atrás… para no volver jamás.
Nunca más.

02/07/2010 8:59 p.m. – 9:05 p.m.
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viernes, 11 de junio de 2010

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Funeral de ilusiones


Fuente Imagen: Google Images

Había deseado expresar estas cosas antes,
pero no lo hice porque no encontré las palabras apropiadas.
Di tantas vueltas a las ideas,
que cuando comencé a escribir,
terminé con algo distinto entre las manos.
Quería expresar mi desilusión por tantas cosas,
deseaba saber si tenemos algún mecanismo creador de ilusiones
porque a mí me gustaría desactivarlo,
sacarlo de mi vida aunque ello significase vivir sin ilusión.
Suena bastante trágico eso de vivir sin ilusión,
pero más allá de eso, considero que sería el camino que yo escogería,
al menos de pena y decepción, jamás sufriría.
Pero fallé en mi búsqueda, y me tuve que conformar con pensar
que si existe algo culpable de ilusiones, no lo podré arrancar.
Y como uno muere en la resignación,
no acepto que mis ilusiones mueran sin antes embriagarlas de alcohol,
pues si van a morir: que lo hagan sin darse cuenta,
que pierdan el panorama gracias a la cerveza,
diluyendo la realidad que da tristeza.
Me sirvo una copa y les doy la bienvenida al funeral de una ilusión,
celebremos, celebremos que al menos tengo una razón para sufrir,
porque más nada me quedó, sólo eso: una razón para el dolor.
¡Pero celebremos! Aquí la única que tiene que llorar soy yo
y no lo hago, prefiero pensar en lo que quedó de mi amor.
¡Ja! ¿A quién engaño? Ése que llamo amor: es otro muerto,
o al menos aún agoniza, no sé si es dolor o si tan sólo era alegría,
si es la razón de mi muerte o si era la razón por la cual viviría.
¿Por qué seremos así? Esperar lo que no debemos…
eso que sabemos que no obtendremos,
no sé, no sé si estoy a los extremos o al medio,
si me quedé en el blanco, o si todo se puso negro.
Un funeral de ilusiones, me temo que apenas comienzan los entierros,
¡Qué broma chico! Acabo de botar mi última lágrima
y ahora es que me queda razón para llorar.
Me da tanta tristeza pensar que éste no será el final definitivo,
que a pesar de que me siento tan mal, vendrán nuevas razones
o mejor dicho, desilusiones…
Si crees que te has salvado, pues olvídalo, apenas comienza aparecer la verdad,
la verdad de la infelicidad, la razón de este, pequeño pero recurrente… funeral.

Waldylei Yépez
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miércoles, 26 de mayo de 2010

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Presiento

Fuente Imagen: Google Images
Hoy en día he tenido el miedo de preguntarme a dónde vamos,
o qué es lo que somos.
Yacemos ante la vida como un par de árboles de profundas raíces,
con una base estable y firme, aferrada a la dura roca.
Creímos entonces que si nuestros tallos eran fuertes
y nuestras ramas estaban unidas,
la caída no estaría presente en nuestras vidas.
Creímos entonces que permaneceríamos así, unidos
por el tiempo de los tiempos.
Pero olvidamos un detalle,
nos asentamos justo frente al abismo,
y además olvidamos que el tiempo erosiona,
tanto a la piedra como a la roca,
y fue así, que por culpa del mismo tiempo,
nos fuimos acercando al abismo,
o el abismo se nos vino encima.
Hoy en día he tenido el miedo de preguntarme a dónde vamos,
porque presiento que las oscuridades nos acechan,
porque la erosión del tiempo jamás se detendrá
y un día terminaremos cayendo,
como han caído los más grandes árboles.
Presiento...
Que caeremos al abismo que se impone al frente,
que olvidaremos cuando antes estuvimos juntos
y trabajamos para profundizar raíces,
pero las raíces no podrán mantenernos de pie cuando la erosión llegue.
Cederemos, quizás tú primero o tal vez yo,
se deslizará nuestra base y quizás un día
alguien recordará lo que fuimos, o tal vez no.
Presiento que el tiempo regresivo comenzó,
que la dura roca en su ceder, ya empezó,
y que muy pronto diremos: el cariño terminó,
y este poema, que entre tristezas se escribió,
se romperá, cuando culmine... lo que fuimos tú y yo.
Waldylei Yépez
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