jueves, 12 de junio de 2003

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Carta inesperada

Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Físicamente sé que lo estás porque siempre he estado pendiente de ti, y sé que actualmente tu salud está muy bien gracias a Dios. Sin embargo, te he visto un poco agotada de tantas actividades que has realizado, y aquellas que están como proyectos muchas veces te agobian, te aconsejo que te tomes las cosas con calma, dale a cada día su afán. Por otro lado, no sé cómo estás por dentro; a veces pareces feliz, otras solamente te encierras en el silencio; eres muy reservada, de ello me he dado cuenta. También he estado pendiente de tu hermano y tu mamá, son muy trabajadores, y tú también, ya comienzo a creer que es de familia. ¿Sabes algo? Hace poco estuve a tu lado, sí, en el funeral de tu abuela, me partía el alma verte llorar. Me quería acercar a secar las gotitas transparentes que rodaban por tu mejilla, también quería consolarte; menos mal que cerca de ti había alguien que te prestó su hombro para llorar, siento tristeza de que ese alguien no fuese yo. ¿Sabes? Tu abuela se encuentra muy feliz ahora, no siente dolor, ya no tiene nada que le haga daño, ahora sólo hay silencio y una paz infinita; nada la perturba y se siente feliz. ¿Sabes algo más? Ella estaba llorando cuando tú lloraste, cuando te encerraste en tu cuarto ese instante después que te dijeron que ella ya no estaba, pero ahora es diferente porque a partir de ahora una sonrisa se posó en su linda cara.

Quiero felicitarte porque vas bien en tus estudios. ¿Sabes? Estoy muy orgulloso de ti y gustaría abrazarte, pero sólo puedo mirarte; quisiera que te dieras cuenta que yo estoy aquí junto a ti apoyándote, pero tú ni siquiera te das cuenta que aún existo. Voy junto a ti a todas partes para cuidarte; a veces caminas demasiado rápido y me dejas atrás, y cuando esto sucede tengo que correr para alcanzarte. Al final termino cansado y sin aliento, creo que no soy bueno para ser corredor profesional, mejor sigo con mi trabajo de ser tu “ángel de la guarda”. Te conozco de toda la vida, he estado en tus momentos de alegría, tristeza y hasta cuando andas de mal genio; creo conocerte bastante, y me siento feliz de eso. Para que tengas una idea, estuve junto a ti esos momentos en los cuales te preguntabas el por qué de que todos los niños tenían un papá y tú no, o cuando te decías que hubieses querido estar más grande para poder verlo antes de que se fuera; sólo tenías 3 meses y por ello no recuerdas su rostro, pero ¿sabes algo? Él te quiso mucho, y a tus hermanos también; cada vez que pensabas en ello, él se ponía triste; ya has crecido y creo que ya no te haces esa pregunta. ¿Sabes? Eres bastante madura, pero hay algo que quiero decirte, es una observación, últimamente has estado cambiando en muchos aspectos, unos buenos y unos no tan buenos, ten mucho cuidado, recuerda quién eres siempre, y si vas a cambiar, hazlo para bien, o mejor dicho, no cambies... evoluciona. También he podido ver que tienes buenas amigas, y hay personas que te quieren mucho, estoy agradecido con ellas, aunque tampoco he tenido la oportunidad de dirigirles la palabra, se ve que son muy buenas personas.

Quiero pedirte que de mi parte le des saludos a toda la familia, tampoco me he podido acercar a ellos, eso me pone triste a veces. Algún día les llego y los saludo personalmente, por ahora hazme tú ese favor, te lo agradeceré por siempre. Esta es la primera carta que escribo desde hace mucho tiempo, alrededor de 17 años, aquí he plasmado todo lo que quiero decirte el día de hoy, no sé si volveré a escribir pero si sé algo: siempre estaré junto a ti, en las buenas, en las malas y en las peores, siempre tendrás en mí un amigo fiel que te escuchará y velará porque te encuentres bien.

Un fuerte abrazo para ti.

Que Dios te bendiga hija mía, y recuerda felicitarme el Día del Padre, nunca lo has hecho y eso me pone triste.

Adiós.

Atte,

Tu Papá.



Waldylei Yépez



Datos del archivo:

001.Carta inesperada.Colección Cartas.Waldylei Yépez.docx
12/06/2003

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