Una florida casa multicolor,
un ambiente fresco y sereno
rodeado de ruidosos vecinos
que abren tus ojos de repente.
Allí reposas con una sonrisa,
y te arrullas a mi cuerpo
tratando de huir de ese frío
que ingresa por los poros muy lento.
En nuestro pequeño hogar
vivimos tan felices,
pero a la vez es difícil
tolerar alguna cosa nuestra.
Volamos juntos día a día,
en invierno es complicado existir,
tantas tormentas vividas,
una tras otra nos debilita.
Ya el alimento escasea,
y el frío se acrecienta;
minuto a minuto nos separamos,
y dejarnos ya estamos deseando.
Luego de algunos momentos vuelves aquí,
y logramos ver que podemos seguir,
te posas junto a mí,
y me devuelves el vivir.
Sentirte cerca de nuevo,
sentir que estás cuando te necesito,
me alienta a continuar volando,
pero siempre a tu lado.
No niego que el viento sopla fuerte,
que a veces me desanima,
y me hace perder el vuelo
mientras caigo al suelo.
Las montañas son tan altas desde aquí,
miro y la cima esta tan lejana,
me da miedo emprender el vuelo,
no quiero estrellarme de nuevo.
Pero reapareces frente a mí,
tu canto me da fuerzas,
y tu aleteo me invita a subir
esa montaña sin fin.
Mis alas aceptan el reto,
el suelo no es mi hogar;
debo subir y tocar el cielo,
y construir una casa en la inmensidad.
Pensé que todo lo había hecho solo,
pero en realidad fue gracias a ti,
mi compañera de alegrías y problemas,
la misma que nunca me deja.
Aquella que no me abandonó
ni siquiera en la tormenta más fuerte,
que sin restricción se entrego a mí,
y es mi amiga y mi suerte.
La misma que vuela junto a mí,
que me abriga con su cuerpo,
me alimenta con su aliento
y me domina con sus ojos.
Ella mi razón de ser,
yo su razón de vida;
ella mi razón de volar,
yo el pequeño a cuidar;
nosotros un par de locos sobre el mar.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
008.Azulejos.Colección El Poder de las Letras.Waldylei Yépez.docx
07/07/04
un ambiente fresco y sereno
rodeado de ruidosos vecinos
que abren tus ojos de repente.
Allí reposas con una sonrisa,
y te arrullas a mi cuerpo
tratando de huir de ese frío
que ingresa por los poros muy lento.
En nuestro pequeño hogar
vivimos tan felices,
pero a la vez es difícil
tolerar alguna cosa nuestra.
Volamos juntos día a día,
en invierno es complicado existir,
tantas tormentas vividas,
una tras otra nos debilita.
Ya el alimento escasea,
y el frío se acrecienta;
minuto a minuto nos separamos,
y dejarnos ya estamos deseando.
Luego de algunos momentos vuelves aquí,
y logramos ver que podemos seguir,
te posas junto a mí,
y me devuelves el vivir.
Sentirte cerca de nuevo,
sentir que estás cuando te necesito,
me alienta a continuar volando,
pero siempre a tu lado.
No niego que el viento sopla fuerte,
que a veces me desanima,
y me hace perder el vuelo
mientras caigo al suelo.
Las montañas son tan altas desde aquí,
miro y la cima esta tan lejana,
me da miedo emprender el vuelo,
no quiero estrellarme de nuevo.
Pero reapareces frente a mí,
tu canto me da fuerzas,
y tu aleteo me invita a subir
esa montaña sin fin.
Mis alas aceptan el reto,
el suelo no es mi hogar;
debo subir y tocar el cielo,
y construir una casa en la inmensidad.
Pensé que todo lo había hecho solo,
pero en realidad fue gracias a ti,
mi compañera de alegrías y problemas,
la misma que nunca me deja.
Aquella que no me abandonó
ni siquiera en la tormenta más fuerte,
que sin restricción se entrego a mí,
y es mi amiga y mi suerte.
La misma que vuela junto a mí,
que me abriga con su cuerpo,
me alimenta con su aliento
y me domina con sus ojos.
Ella mi razón de ser,
yo su razón de vida;
ella mi razón de volar,
yo el pequeño a cuidar;
nosotros un par de locos sobre el mar.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
008.Azulejos.Colección El Poder de las Letras.Waldylei Yépez.docx
07/07/04
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