En las sombras de una casa medio vacía
pretendía esconder lo que soy,
pretendía esconder cualquier cosa
pues mis paredes jamás me delatan,
y jamás me enseñan nada.
Pero aún sin querer enseñarme
yo aprendí de su silencio.
Aprendí que ya es hora de callar,
y que es hora de mirar,
mirar las mil y una cosas
que están a punto de pasar.
Y éste es mi último aliento de letras
hasta que tenga otra cosa que decir,
o hasta que tenga más trozos para escribir.
Vivo entre recuerdos e ideas,
vivencias o experiencias
serenas o aplastantes,
y en mi mente agobiantes.
Vivo del que vive
porque soy quién aprendiendo sigue;
porque sólo estando en sus zapatos
entiendo de la vida, y los malos tratos,
o de las cosas buenas que se acercan.
Aprendí del amor en la vivencia,
de ese amor espiritual
que va al cielo y más allá.
También he querido aprender
a tener fortaleza de pared,
para estar de pie sin llorar,
y dejar de derramar lágrimas al andar.
Pero me ha sido imposible,
pues son ellas las compañeras de mis ojos,
las que yacen en mis alegrías, tristezas o enojos.
¡Ay! Quiero ser como tú, pared,
quisiera que me enseñaras tantas cosas;
quisiera escuchar sin juzgar ni culpar;
guarecer y proteger a quienes amo;
aprender de tu silencio
porque mucho he herido con palabras,
y por eso ha sufrido mi alma.
Sin más que decir
aquí detengo mi lápiz,
y en mi gaveta, por ahora, le guardo
junto a muchas páginas blancas que vacías se hallan,
esperando el momento de llenar el vacío,
en el instante de un nuevo día, de un nuevo brío.
Detrás de la voz me quedo, detrás de mi yo,
aquí en soledad me siento a esperar
a ver si me enseña a no llorar.
A despedirme de lo que se me ha ido
sin culpas y sin castigos.
No soy una niña, pero tampoco una mujer aún,
es mucho lo que me falta por ver,
por escribir y por hacer,
pero en la música nace la pausa,
y la pausa es parte de ella
porque contribuye para hacerla.
Las lágrimas no han sido malas
porque ellas forman parte de mi enseñanza;
tienen protagonismo en quién soy
y marcan el camino a dónde voy.
Mis andanzas continúan,
y en mi camino letras hallaré,
las de ahora y las de siempre,
y las que nunca escribiré.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
023.Sin más que decir.Colección Andanzas 2006.Waldylei Yépez.docx
04/03/2006 11:00 p.m.
pretendía esconder lo que soy,
pretendía esconder cualquier cosa
pues mis paredes jamás me delatan,
y jamás me enseñan nada.
Pero aún sin querer enseñarme
yo aprendí de su silencio.
Aprendí que ya es hora de callar,
y que es hora de mirar,
mirar las mil y una cosas
que están a punto de pasar.
Y éste es mi último aliento de letras
hasta que tenga otra cosa que decir,
o hasta que tenga más trozos para escribir.
Vivo entre recuerdos e ideas,
vivencias o experiencias
serenas o aplastantes,
y en mi mente agobiantes.
Vivo del que vive
porque soy quién aprendiendo sigue;
porque sólo estando en sus zapatos
entiendo de la vida, y los malos tratos,
o de las cosas buenas que se acercan.
Aprendí del amor en la vivencia,
de ese amor espiritual
que va al cielo y más allá.
También he querido aprender
a tener fortaleza de pared,
para estar de pie sin llorar,
y dejar de derramar lágrimas al andar.
Pero me ha sido imposible,
pues son ellas las compañeras de mis ojos,
las que yacen en mis alegrías, tristezas o enojos.
¡Ay! Quiero ser como tú, pared,
quisiera que me enseñaras tantas cosas;
quisiera escuchar sin juzgar ni culpar;
guarecer y proteger a quienes amo;
aprender de tu silencio
porque mucho he herido con palabras,
y por eso ha sufrido mi alma.
Sin más que decir
aquí detengo mi lápiz,
y en mi gaveta, por ahora, le guardo
junto a muchas páginas blancas que vacías se hallan,
esperando el momento de llenar el vacío,
en el instante de un nuevo día, de un nuevo brío.
Detrás de la voz me quedo, detrás de mi yo,
aquí en soledad me siento a esperar
a ver si me enseña a no llorar.
A despedirme de lo que se me ha ido
sin culpas y sin castigos.
No soy una niña, pero tampoco una mujer aún,
es mucho lo que me falta por ver,
por escribir y por hacer,
pero en la música nace la pausa,
y la pausa es parte de ella
porque contribuye para hacerla.
Las lágrimas no han sido malas
porque ellas forman parte de mi enseñanza;
tienen protagonismo en quién soy
y marcan el camino a dónde voy.
Mis andanzas continúan,
y en mi camino letras hallaré,
las de ahora y las de siempre,
y las que nunca escribiré.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
023.Sin más que decir.Colección Andanzas 2006.Waldylei Yépez.docx
04/03/2006 11:00 p.m.
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