viernes, 22 de septiembre de 2006

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El remedio contra el amor

Ella lloraba tendida en su cama. Por la tarde su novio la había dejado, y estaba totalmente segura de que era por otra chica aunque no tuviera forma de confirmarlo.

Esparcía por los aires reproches en todas las direcciones: para sí misma, para él y para el mundo. Dios no se salvó tampoco; le decía que si Él había inventado el mundo y el amor, ¿por qué no había inventado un remedio para este último?

Después de un rato se sentó muy quieta en un rincón de su habitación, y escondió la cara entre sus manos. Un viento cálido inundó el sitio, se extrañó mucho y subió su mirada, entonces vio una figura sentada cerca de la puerta.

De inmediato se levantó de su asiento con una mirada de pánico, y le preguntó al extraño que quién era. Él también se levantó y le dijo que no importaba su nombre, pero que le escuchara unos minutos porque tenía algo que decirle.

–Hable y váyase.

Él le miraba con cierta sonrisa, no parecía un ladrón o algo así. Ella no se explicaba cómo había llegado hasta allí sin ser visto ni siquiera por sus padres que estaban en la casa.

–He venido advertirte sobre tu “remedio”–, le dijo él sabiendo que la chica estaba muy incómoda con su presencia. –Frente a ti, cuando quieras verla, está La Daga de las Dos Puntas. Ha sido creada por muchos hombres con el paso del tiempo, y ha sido usada en innumerables ocasiones. Tú tienes el poder de construirla y sé que lo harás, pero he venido advertirte como siempre lo he hecho con todos los que la han usado antes.

–No me interesan las historias fantásticas, así que váyase porque tengo otras cosas más importantes que hacer–, le dijo molesta.

Ante sus ojos comenzó todo un film de las cosas que había vivido hasta ese momento. También aparecieron los pensamientos que había tenido antes de la llegada de aquel extraño. Fue entonces que con gran dolor se dijo a sí misma: «Te odio, pero ni siquiera mereces eso».

En ese momento, se hizo un choque de luces frente a ella y allí apareció La Daga de las Dos Puntas. Se aterrorizó al verla y miró de inmediato al extraño.

–Te lo dije. Te dije que la construirías.

–¿Qué hace esa cosa aquí?

–Respóndelo tú. Tú la trajiste, y tú la usarás.

–¿Qué quieres decir? ¿Voy a matar a alguien con eso?– le preguntó muy asustada.

–Pues no precisamente en el sentido completo de la palabra: “matar”. Pero puede ocasionar algunos cambios por aquí, por allá y más allá.

–¡Explícame qué significa todo esto!

–A eso he venido–, le sonríe. –Como te dije cada ser humano tiene el poder de crear esta Daga. Si la miras cuidadosamente una de sus puntas es de hierro y tiene la inscripción: “Nada eres, y nada seguirás siendo para mí”, y la segunda es de plomo y pólvora que dice: “Con el filo de mis ojos, te cortaré”.

–No lo entiendo.

–Tienes tres opciones: el Hierro de la Indiferencia, el Plomo y la Pólvora del Odio o el Amor del Amor. Si eliges el primero todo te dará igual con respecto al amor: no te dará repugnancia, pero tampoco sentirás inclinación. Si eliges el segundo se acentuará tu ánimo de guerra, y como la pólvora explotarás cada vez que intente acercarse alguna chispa; vas a herir a quien intente acercarse, y despreciarás a quien intente alejarse; también podrías llegar a despreciarte a ti misma. Si eliges el tercero deberás aprender amar sin esperar nada a cambio pues es ése el verdadero amar. Lo que tú querías hacer era simplemente poseer, y ahora cargas con la idea de que: “has perdido algo”. La forma de usar la Daga es simple: elige la opción que creas mejor para ti y después la hundes en tu pecho, ella hará el resto.

–¡Estás loco! ¿Cómo se te ocurre que voy a clavar eso en mi corazón? ¡No seas idiota no me quiero morir!

–No vas a matarte–, le contestó mientras soltaba una carcajada. –Las decisiones que uno toma tienen mucho que ver con las emociones y el corazón; el “remedio” debe tocar tu corazón y hacerse parte de él, sino será totalmente ineficaz.

–No entiendo, ¿por qué quieres que elija uno de los dos caminos que muestra la Daga?

–Te equivocas. Se te ha dado el libre albedrío y te he dicho que tienes tres opciones, pero tú has descartado la tercera y yo no te incité a eso. Puedes no usar la Daga, pues tú la creaste y tú decidirás qué hacer con ella.

–¿Eres un “diablo”?

–No, no soy uno de ellos, pero digamos que soy alguien “fuera de tu mundo”.

–Entonces voy a elegir uno de los caminos–, le dijo en tono desafiante y tomó la Daga que yacía en el piso.

La dirección de las puntas cambiaba constantemente, pues ella le daba vueltas por su indecisión. Tenía miedo, desconfiaba hasta de su pensamiento. En eso salieron dos lágrimas de sus ojos, estaba recordando tantas cosas como había pasado antes.

–¡Esto es por tu culpa!–, exclamó y hundió uno de los lados de la Daga en su corazón.

Soltó un grito de dolor que fue escondido entre las cuatro paredes, y terminó cayendo de rodillas. La alfombra se manchó con algunas gotas de su sangre. El material del cual estaba hecha la Daga fue aproximándose y recubriendo su corazón; aquel pasó a ser un corazón rojo con muchos parches de plomo pesado, y dentro se contuvo la oscura pólvora. Se había decidido por el Odio.

La chica se levantó poco a poco y fue tomando aire. En el piso quedó la otra mitad de la Daga, y de nuevo en tono desafiante le dijo al extraño:

–Ya hice mi elección, puedes decírselo a tu Dios sea cual sea.

–Él ya lo sabe. Tus ojos son la ventana de tu alma, cuando los vi al llegar supe qué elegirías. Te ha ganado tu orgullo, pequeña. En el piso queda la otra mitad de la Daga; si algún día quieres también puedes usarla, pero toma en cuenta que, a partir de entonces, tu pecho tendrá una mezcla de: Corazón (Amor), Hierro (Indiferencia) y Plomo-Pólvora (Odio).

–Mi corazón siempre fue así.

–No en las grandes cantidades que lo contaminaron hoy. Buena suerte, y ojalá no sea tan odioso convivir con tu odio. ¡Ah! Algo más, pronto vendrán a visitarte dos extraños, pero se quedarán contigo más tiempo–, abrió la puerta para marcharse.

–¿Quiénes serán esos que vendrán? Y además, ¿por qué no haces una salida más “fantástica” si eres alguien “fuera de mi mundo” y lo sabes todo?– dijo en tono de burla.

–Pronto te visitarán el Demonio del Sufrimiento y el Demonio de la Amargura, y se quedarán contigo. En tanto a tu segunda pregunta, ante tus ojos no puedo hacer nada “fantástico” porque los ojos del Odio nunca pueden ver lo fantástico y majestuoso que puede regalarles la magia de la vida.



Waldylei Yépez



Datos del archivo:

007.El remedio contra el amor.Colección Mi respuesta.Waldylei Yépez.docx
22/09/06 01:31 p.m.
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jueves, 7 de septiembre de 2006

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Pétalos al viento

En el piso, sin nada ya que ofrecer, se encuentra una rosa.
Los que están presentes la creen fea porque está marchita;
porque ha perdido color y ha dejado sus pétalos al viento.

Aquí ya nadie recuerda su historia,
pues todo el mundo olvidó lo bueno que ella entregó.
Quizás yo sea quién mejor conoce lo que pasó,
pero es triste recordarlo.

¡A lo que te llevó tu suerte, mi amiga rosa!
Deslumbrabas con tu encanto y apariencia.
Te encontrabas llena de amor y pasión,
pero te has enamorado, y te han decepcionado.

Ésta es una fría tarde de invierno. Su rostro yace inerte. Está sentada con una mirada sin vida. Ya no siente frío ni siente calor, sólo está allí a la espera sin esperar nada.

Pero esto no siempre fue así. Hace mucho tiempo ella era distinta, era una rosa deslumbrante. Sus éxitos marcaban el paso del tiempo, su valentía la hacía parecer más fuerte de lo que era, y su color de pasión era de entrega total.

Hasta que un fuerte terremoto movió su piso y corazón.

Cuenta la historia que las rosas antes no poseían espinas. Eran bellas y sus ojos eran ilusiones vivas. Pero un día se apareció el Amor junto a un Hombre. Si bien todas las rosas del rosal se parecían, había una que era única y ésa se fue junto a este Hombre. Luego fueron apareciendo más Hombres, y cada uno se llevó su rosa… aunque hubo casos en que unos terminaron llevándose dos (y una de ellas ignoraba la existencia de la otra).

La primera que se fue, no tardó mucho en volver al refugio del rosal. Otras la siguieron en esa misma situación. Ellas habían entregado todo de sí, pero no fue reconocido por los Hombres que se las llevaron. Las vivencias de cada una era distinta, pero algunas tenían similitud. Ciertas rosas contaban que los Hombres les habían engañado con otras rosas de otros rosales, y otras decían que ellos las habían herido en su corazón o su piel. Triste era el episodio cada vez que alguna llegaba con su corazón destruido, y en parte sus pétalos marchitos.

Desde afuera yo veía ese sufrimiento, pero nada podía hacer. Pensaba que, entre tanto dolor, ellas necesitaban una forma de defenderse, porque no era justo estar a merced de tanta injusticia. Y entonces un día el máximo Creador de rosas les concedió un “arma”. Poco a poco sus cuerpos comenzaron a tener espinas. Ellas comenzaron actuar con más cautela, y así se reflejó la vida en sus pétalos. Me sentí orgulloso de verlas renacer, pero aún había una de ellas (la primera que se había ido y que regresó) que estaba muy marchita, y seguía marchitándose sin parar. Entonces le pregunté al Creador:

–¿Por qué ella aún está así si le has dado la misma “arma” y has rociado un poderoso perfume para su revitalización?

Él con una cara un poco triste me dijo:

–A veces las “armas” llegan muy tarde. Por otra parte, lo que le he enviado para ayudarle sólo lo hará si ella lo acepta así. Muchos han llegado para hablarle, pero está sumergida en su dolor. Fue la primera en sentir el primer dolor, ése primer dolor es el más fuerte y ella tiene el coraje de superarlo, pero no lo hará porque no lo quiere. Otras rosas han vuelto de su viaje, pero se han ido de nuevo porque se han vuelto a enamorar; ellas no se escondieron a la vida ni a la ilusión, y decidieron esperar si había que hacerlo para posteriormente ser felices. Pero como ves, ella se ha escondido entre la oscuridad y el frío, eso le ha evitado ver otras cosas y personas. Ayer me preguntaste por aquel chico de allá afuera, él ha entrado en muchas ocasiones a ver el rosal, pero nunca se ha decidido por alguna aunque muchas quieren irse con él. Si él supiera que su rosa está metida en la oscuridad... por eso no la ha encontrado aquí, y tampoco la encontrará en otros rosales.

–¡Creador! Pero eso es muy triste, hay que decirle dónde está para que la busque allí.

–No tiene caso hacerlo. En la oscuridad en la que ella está nunca vería su rostro, y mucho menos su alma. Además, aunque pudiera verla, te aseguró que él sufriría por ella como ella ahora sufre por otro. Para ser feliz debe encontrarse de nuevo a sí misma, y alejarse del pensamiento maligno que la rodea, sólo así su corazón volverá a latir y podrá volver a vivir en la ilusión. Hoy ella culpa al Amor, lo que no ve es que gracias a esa decepción se ha hecho más fuerte y cautelosa, pero incluso esto no lo sabe tampoco puesto que sólo ha pensado en los momentos que fueron y que quiere que vuelvan a ser. Ella vive del pasado y en él. Quizás nunca sepa que su verdadero Amor está allá afuera esperándola.

–Creador, pero ella morirá si no hacemos algo.

–Mi fiel ayudante para ella... eso ya ha ocurrido, y para él que espera allá afuera también pasará. La verdadera muerte es perder la capacidad de amar. En el caso de ella su corazón podría volver a latir, pero su mente no lo dejará. Se aferra al dolor de lo perdido, pero lo que no sabe es que: lo que ella considera perdido, nunca lo tuvo porque nadie posee a nadie nunca.

Me sentí terriblemente triste e impotente por no poder hacer nada, y mientras el tiempo pasaba yo veía cómo los pétalos de su rostro se los llevaba el viento.

Ella sigue sentada en la oscuridad, y él sigue buscando en los rosales.

Qué triste es saber que dos almas debieron encontrarse,
y que una de ellas ha dejado su búsqueda
mientras el otro no pierde la esperanza.

Qué triste es ver cómo ella libera sus pétalos al viento,
y pierde el Amor al Amar.

Qué triste es ver cómo nosotros mismos destrozamos nuestros caminos,
y nos perdemos entre la oscuridad que nos presenta el destino.



Waldylei Yépez



Datos del archivo:

038.Pétalos al viento.Colección Andanzas 2006.Waldylei Yépez.docx
07/09/06 12:58 p.m.

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