012. ¿Me conoces? Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc
¿Quién soy? Es la pregunta que te hago. Quizás quieras contestar con un nombre y un número de identificación. - ¿Acaso es tan simple? -. Puedes decir que sabes más sobre mí respondiendo que: tengo tantos hermanos, los nombres de mis padres, la calle donde vivo, el año en que me gradúe, que en algún lugar has anotado mi número telefónico,... Entonces tú me dices: sí, te conozco y sé quién eres. Y luego te vuelvo a preguntar: ¿Y sabes que hay aquí, dentro de mi corazón? Si puedes responderlo, entonces sabré que sí me conoces hasta donde te lo he permitido. A ésa pregunta podrías contestar que es mucho más fácil todavía: que hay sentimientos, emociones, un lugar especial para mi familia y mis amigos, recuerdos de un viejo amor y lo demás como el resto del mundo. Parece una respuesta lógica y suficiente, pero no es lo que yo espero de ti. Cambiaría entonces la conversación y dejaríamos atrás aquellas “tontas” preguntas. Sin embargo, por esto mismo no te he preguntado nada aún, sólo confirmaría lo que he temido, aquella verdad implícita, el hecho de que: aún no me conoces.
¿Acaso no ves que me escondo de todos, pero a ti no niego nada? ¿Que para la gente soy fuerte, pero que ante ti me muestro tal como soy? Y aún así no me ves ni te das cuenta. Ante ti he abierto todas mis puertas y pasas de largo. Te he regalo el trabajo de mis manos, la ilusión de mi mente, el suspiro que se traba en mi pecho y la lágrima que va creciendo aquí dentro… y aún así no me ves, no me conoces.
No te has detenido a ver mi mundo o mi carencia, y mucho menos mi esencia, sólo has tropezado en mi sendero y tal vez no te interese ser el pilar de mis anhelos. No te has detenido a visualizar los tesoros de mi isla pues quizás: no perteneces a la misma. Has seguido la búsqueda de otra tierra. Pero ya no importa, sigue tu camino marinero, ojala tu barco velero desembarque en la isla de tu correspondencia.
Te pregunto una última vez: ¿Me conoces?, y quizás digas: ya no lo sé, pensé que sí pero ya no lo sé, y cuando lo digas quizás te diré: Me mostré sin reservas y con libertad pero no te corresponde descubrir mi verdad, tal vez no es el momento o tú no eres el hombre que espero.
Si tú a mí no me conoces, entonces yo tampoco podré conocerte. ¿Tan pequeña será mi suerte? O se equivocaron mis ojos o lo hizo el corazón, lo cierto en todo esto es que: tú no me quieres como una vez lo hice yo.
En el mundo viven mundos, se sueña mundos y hay mundos que caminan. Lo que hay dentro de toda mujer: es un mundo, una isla aún no descubierta.
Ella se mostrará cuando sea el momento correcto. Pero mientras, puedes hacer como los conquistadores: intentando viajar cautelosamente para descubrirle.
No intentes enumerar lo que puede haber dentro de Ella, pues aún te quedarías corto; no trates de llegar al final del infinito sólo vívelo y vive dentro de lo que se te obsequia. Si es la ruta correcta y eres el conquistador correcto la tierra abrirá de puerta en puerta todos sus secretos, pero si no es así, si no eres cortés en tu búsqueda podrás llegar a la orilla de la playa pero lo más valioso será conservado en las montañas.
Si tan sólo el mundo de la mujer se fusionara con el mundo del conquistador en equilibrio, sin que uno le quite al otro, obtendrían mejor beneficio. Dar sin esperar a cambio, cuando eso pasa el mundo de mujer dará absolutamente todo y el conquistador le retribuirá. Como dice la frase: “Concede y se te concederá”.
03/03/2007 10:00 p.m. - 27/03/2007 02:21 p.m.
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