lunes, 1 de octubre de 2007

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Café con leche

009. Café con leche. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

- ¿Aún no terminas ésa pintura? -. Preguntó una voz femenina que retumbó en la habitación.

- No hermanita, aún no la termino -.

Sofía López era la hermana menor de María Emilia, ésta última era toda una artista del lienzo; por su parte, Sofía se encargaba de la Galería de exposición y las presentaciones de las obras de su hermana.

- ¿Pero qué le falta? Yo la veo completa -.

El paisaje representaba un pequeño café en el centro de la ciudad, ciudad que abandonarían pronto puesto que María Emilia se casaría en los próximos meses. La cafetería plasmada, era un lugar cómodo y sencillo con mesas disponibles al aire libre. Marie, que era su apodo artístico, había realizado una excelente imagen de aquel sitio, incluyendo unas mesas con muchas personas, pero había un detalle extraño: la mesa principal yacía con las sillas vacías, y era la única que estaba así.

- No, le falta algo… -. Le contestó Marie a su hermana.

- Bueno, para mí está todo perfecto -.

- Pues para mí no -. Y Marie puso sus pinceles en la mesita que tenía a un lado. - Le falta algo, pero aún no sé qué es -. Y se quedó pensativa.

- Tu última presentación en la Galería será en dos semanas, y prometiste todas las piezas nuevas Marie, es necesario que la termines o la muestres así sin terminar. Sé que no te agrada la idea, no me pongas ésa cara, pero ésta será “tu despedida” y debe quedar bien, de eso me preocupo yo pero necesito que termines tu parte del trabajo -.

- Lo terminaré, o si no hago otro cuadro, no hay problema con eso -.

Sofía le dio una palmada de apoyo y se retiró, mientras Marie seguía pensando cómo acabar la pintura, no tenía falta de inspiración era sólo que no sabía como acabar ésa, precisamente.

Se quedó un rato más pensando pero decidió ir a dar una vuelta, tomó un libro y su chaqueta cuando salió. Caminó alrededor de la plaza y por el centro, terminó llegando al mismo establecimiento que había pintado. Era una buena hora así que aprovecharía de tomarse un cafecito. Todas las mesas estaban ocupadas, espero un rato a ver si alguna persona se retiraba. Unos minutos después terminó desocupándose un sitio.

- Por favor, me da un cafecito con leche -. Le dijo al mesero.

Contemplaba el sitio, las personas que entraban y salían.

« Creo que terminaré pintando otro cuadro, será lo mejor ». Pensó.

El lugar donde se encontraba estaba ubicado muy cerca de la puerta, eso la llevó a poder oír cuando un chico preguntaba por alguna disponibilidad allí. Aquel era un hombre moreno, de gran porte, si hubiese vestido un uniforme de militar le hubiese quedado perfecto. Pero por su parte, cargaba un traje de saco y corbata que le lucía.

El mesero le dio una negativa, él asintió y se quedó esperando unos instantes.

Marie estaba sola en la mesa, pensaba que aquella persona podría sentarse allí y le ofreció el puesto de buena voluntad. El hombre se sorprendió un poco, pero rápidamente se sintió complacido por el gesto y le agradeció.

- Me trae un negrito por favor -. Le dijo el chico al mesero.

- Permítame presentarme, soy Juan José Olivares -. Le dijo a su acompañante.

- Mucho gusto -. Le contestó Marie.

- Está haciendo un poco de frío, lo mejor es un café bien caliente -.

Ella asintió.

Unos minutos más tarde, entro al café un personaje llamado Fer. Él era un hombre de edad, conocido en el barrio por vender pinturas en las afueras del café, de la plaza y hasta de ambulante. Días anteriores había tenido un roce con Juan José, por culpa de un cuadro que no le había querido vender, porque supuestamente ya Fer lo tenía apartado para alguien más, sin embargo, Juan quería regalárselo a una dama de la zona, y ése precisamente era el que quería, y por más que ofreció dinero Fer no se lo quiso vender, y él no pudo conquistar a la dama.

Fer no se mostró agradado al ver a Juan, pero sus ojos se llenaron de regocijo al ver a su acompañante y con una inmensa sonrisa le fue a saludar.

- ¡Hola! ¿Cómo está señorita? -. Le dijo Fer.

- ¡Muy bien! ¿Usted cómo se encuentra? -. Le contestó Marie con cariño.

- Bien, pero al verla estoy muchísimo mejor. No me diga que anda con éste -. Dijo con cierto tono despectivo. - En fin, ¿Sabe? ¡He vendido muchos cuadros! -.

Juan se sintió ofendido por lo de “éste”, pero más que todo sentía vergüenza ante la señorita, la acababa de conocer y ella había tenido un gesto solidario con él, no quería que se hiciera una imagen equivocada. Aún así, no dijo nada.

- ¡Que bueno que ha podido vender sus cuadros señor Fer! -.

- ¿Eso cuadros los pinta usted?-. Se aventuró a preguntar Juan al señor Fer.

- No, yo sólo los vendo, la artista que hace esos maravillosos lienzos es un ángel…-.

- ¿Quiere que le confiese algo? -. Lo interrumpe Juan. - Creo que está de más gastar dinero en eso. No sé por qué a las mujeres les gusta tanto -.

- ¿No le gustan los cuadros? -. Preguntó Marie con amabilidad.

- ¿A mí? La verdad no, aunque he comprado varios para regalarlos más adelante. Los que tengo en casa es porque mi madre los puso, ¿Cómo decirle que no? Por otra parte, si los quito sería como echarme la soga al cuello con ella -. Bebe un poco café. - Pero, dígame señor Fer, ¿Quién es ése ángel que pinta? ¿Es de la ciudad? -.

- Las pinturas están firmadas con el nombre de “Marie” -. Se adelantó a responder la chica, sin dejar a Fer el poder decir algo.

- ¿Marie? ¿Y usted la conoce? -. Le pregunta.

Fer mira a la chica y espera su respuesta.

- No -. Le responde con una sonrisa. - Pero me encantaría saber el por qué no le gusta la pintura, o el arte -. Termina por decir con curiosidad.

Fer se siente confundido pero no dice nada. Se da cuenta que debe irse, no sin antes molestar un poco más a Juan.

- Yo debo retirarme, así que los dejo. No puedo decirle mi adorable señorita que la dejo con una buena compañía, pero tampoco es tan malo; le conozco desde que veía a su madre cómo le cambiaba los pañales en medio de la plaza -. Esto incomodó un poco al joven Juan. - Por su parte, ¿Quiere comprar algún cuadro? -. Refiriéndose al chico.

- No gracias, la dama que quería regalarle uno ya me dejó fuera de su vida -.

Con esto, tanto Fer como Marie se rieron.

- A menos que la dama que tengo en frente, desee llevar alguno a casa -. Dice luego.

- Oye, ¿Estás tratando de conquistarla? -. Pregunta Fer con cierto “celo”. - Con ella no te metas ¿bien? -. Le advertía.

Marie se sonrió.

- No es necesario tal regalo. Fer, fue bueno verte, espero otro día nos podamos sentar a conversar un rato en la plaza -.

- Para usted, tengo todo el tiempo del mundo mi dama -. Y se retiró.

- Yo también debo retirarme ya -. Dice Marie levantándose de su silla y recogiendo su libro de la mesa.

Por su parte, Juan se levantó para despedirse de ella.

- Una vez más gracias por su gesto, ¿Cómo me dijo que se llamaba? -.

- Emilia, mi nombre es Emilia -. Y le extiende su mano. - Hasta una próxima oportunidad -. Y se retira.

Juan no había tenido oportunidad de ver a Emilia anteriormente, se preguntaba si ella asistía con frecuencia a ése café. Él era de la ciudad, y hasta donde sabía el “Café con leche” era el sitio de encuentro más visitado por todos, tantos por los lugareños como por los forasteros. Ella le parecía alguien amable e interesante, por algo Fer estaba “enamorado” de ella. Decidió que regresaría luego al sitio, con un poco de suerte la volvería a ver.

Juan volvió un par de días consecutivos, pero no pudo encontrarla.

Al tercer día, de regreso a casa, decidió caminar y pasar por el frente del establecimiento. Se veía la gente reunida, contando chistes y hablando de todo un poco, miro y miro pero el rostro que quería ver no aparecía. Fue entonces cuando Fer le salió al paso, y allí estuvieron conversando un rato sobre distintas cosas. Hasta que Fer le dijo que se tenía que ir, Juan asintió y se disponía a pasar la calle cuando la vio venir hacía el café, era Emilia que caminaba mirando las estrellas y la luna. Juan sonrió.

« Creo que la conversación con Fer ha sido muy oportuna ». Pensó.

- ¡Buenas noches! -. Saluda Juan a la dama.

- ¡Oh! Buenas noches, es usted -. Le contesta.

- Sí, de nuevo nos volvemos a encontrar. ¿Gusta de un café? Yo le invito -.

- Seguro, vamos… -. Le responde con delicadeza.

Ambos se sentaron en una de las mesas principales.

- Un marroncito por favor -. Pide ella.

- Para mí, un negrito -. Le dice al mesero.

- ¿Sabe algo? Al verla venir la confundí con la luna, por su blancura y su belleza -.

- Su tono es poético, pensé que no le gustaba nada de eso sobre el arte, o artistas -.

- ¡Jaja! Supongo que soy así, cuando quiero impresionar -.

- ¿Quiere impresionarme? -.

- No me lo tomé a mal señorita, fue un comentario simplemente -.

- ¡Jaja! Un cometario sutil o mejor dicho “adecuado”, igual que regalar un cuadro a quién desea uno. ¿Alguna vez ha dado algo sin pensar en que “es necesario”? Es decir, ¿Alguna vez ha regalado un oso de peluche, sin la intención de “quedar bien”? -.

- No se haga una mala imagen de mí, por favor. La vez pasada Fer me estaba molestando, y yo sólo le respondí -.

- Aún no contesta mi pregunta -. Le dice con un toque carisma.

Podría mentirle, decir cualquier cosa para impresionarla pero ella no era así. Tenía algo en sus ojos, no era cualquier mirada.

- Supongo que he hecho todos los regalos, para “quedar bien”. Soy hombre, no le veo la menor importancia a un oso de peluche, pero a las chicas les gustan -.

- ¿Alguna vez ha pasado por una vidriera y ve uno de esos peluches, le recuerda a alguien por algo y decide dárselo? ¿Ha visto el “rostro” de ésa persona en ése oso? ¿Se ha dicho así mismo: “Se parece a ella”, en el sentido de que: “Le gustará”? -.

- A todas las chicas les gustan los peluches, creo que no hay uno que no les gustaría porque todos se parecen -.

- “Todos los atardeceres parecen los mismos, pero no son iguales”. ¿Se ha enamorado alguna vez? -.

- Un par de veces, supongo -.

- ¿Y ellas le regalaron alguna cosa? -.

- Sí, pero objetos sin importancia -.

- Sin importancia… Supongo que no las debe recordar mucho -.

- No, las experiencias pasadas son pasadas. Lo importante es el presente -.

- La vida es como lienzo blanco, puedes tomarlo y comenzar a trabajarlo con colores, la diferencia es que no hay otro lienzo, no hay oportunidad de hacer un “borrador” de tu vida, como lo pintas así queda, si hay errores hay que tratar de acomodarlos de alguna forma, mezclando para sacar algo bueno, porque si no sólo será una mancha más que pondrá feo el resultado. Cada trazo es importante, y ninguno será igual así pongas uno sobre otro. Siempre hay detalles que pasan desapercibidos -.

Ella toma un sorbo de su bebida.

- Los detalles más valiosos de la vida, se dan porque “sale hacerlo”, no porque sea “necesario quedar bien” -. Prosiguió ella. - Cuando se te entrega ésos “objetos sin importancia” es porque son importantes para quién te los dio, aunque para ti signifiquen poco. Los peluches no significaron nada para ti, posiblemente un gasto de dinero como lo es una pintura, sin embargo, para quién recibió el gesto puede significar que le estabas recordando, que le quieres, y es de mucho valor saber que eres importante para otra persona. El tiempo puede pasar, pero nada podrá borrar el instante que marca un osito de peluche, un cuadro, una serenata o quizás un rosa -.

- Señorita, ¿Usted es una poetisa o algo así? -. Preguntó Juan.

Ella sonrió.

- Yo solo soy una soñadora, que le importan muchos los instantes y las pequeñas cosas que a otros no les importa. Alguien que cree que éste momento será eternizado de alguna forma, que aunque pase desapercibido para uno, no pasará para el otro -.

Juan trataba de entender lo que la chica decía, pero había cosas que se le “escapaban”.

Un rato más tarde la chica se despidió, pero Juan le hizo prometer volver el siguiente día. Y volvió una y otra vez ésa semana. Conversaron mucho y de muchas cosas, ella tenía una presencia agradable. Parecían grandes amigos compartiendo un rato. En lo que no coincidían era en el asunto de las pinturas, él decía una y otra vez que no gastaría dinero en cosas como ésas.

Ella siempre se reía de ésos comentarios, que mayoritariamente decía cuando el viejo Fer estaba cerca, para molestarlo.

Un día de esos, el viejo le comentó a Juan sobre la última presentación de Marie en la ciudad, y le preguntó que si iba asistir pues estaban a un par de días del evento.

- ¿Yo? Para nada, me voy aburrir ahí. ¡Jaja! Prefiero cantar una serenata ante todo el mundo, que ir a un lugar tan aburrido como una Galería para ver pinturas o cuadros -.

- ¿Ni siquiera irías aunque la señorita del café te invitara? -. Le preguntó Fer.

- ¿Emilia? Ella sabe que no me gusta eso de exposiciones. Además, tampoco creo que ella vaya, nunca te ha comprado un cuadro, supongo que al igual que yo, no le interesa nada el asunto -. Le respondió éste.

Fer se quedó callado. Se encogió de hombros y se fue.

Ésa misma noche, Juan se pasó por el café a ver si veía a Emilia aunque no había quedado en encontrarse con ella. Miro y miro, decidió entrar y buscar en las mesas del fondo. A lo lejos la divisó.

« Allí está ». Se dijo así mismo.

Pero antes de que pudiese saludar de lejos, pudo ver que un hombre elegante de saco se le acercaba a la mesa. Juan esperó un momento, posiblemente éste fuese un acompañante. Fue en ése momento, cuando se dio cuenta que el hombre la saludaba, con un beso en la boca.

« Es su novio ». Pensó.

- Es su prometido -. Se escuchó a sus espaldas la voz de Fer. - Se casaran en un par de meses. Él y María Emilia se quieren mucho. Él es la luz de sus ojos -.

Era verdad, hacían una bonita pareja. Su rostro resplandecía al mirarlo; ella brillaba como estrella siempre, pero ahora luego de verlo, su rostro parecía un sol.

- El amor, la principal fuente de inspiración para Marie -. Dijo Fer sin medir sus palabras.

Juan se extrañó.

- ¿Cómo dices? ¿Marie? -.

Él asintió.

- No sé por qué ella no te lo dijo. Vamos, te acompaño hasta la plaza -.

Juan estaba confundido, había estado hablando casi por dos semanas con la autora de los cuadros que tanto él criticaba, y ella nunca se defendió, nunca le dijo: “Yo pinto ésos cuadros”.

« Con razón nunca compró un cuadro, para qué comprar sus propias obras ».

El día de la última exposición de Marie, Juan decidió asistir. Ella estaba acompañada de su novio y su hermana. Recibían a todos con grandes sonrisas y saludos fraternales.

Había mucha gente, Juan prefirió no acercarse y luego de un rato desapareció entre la multitud.

Una semana después, se encontró con Fer en la plaza. Le preguntó por Marie y éste le dijo que ya se había mudado de ciudad, y que por supuesto, le iba extrañar mucho pero que ella le había prometido llamarle por teléfono o enviarle cartas al viejo Fer, además de cuadros para que él vendiera.

- ¡Qué bueno! Me alegro por ti viejo -.

- Tengo algo para ti -. Le dijo Fer. - ¡Toma! -.

- ¿Me estás regalando un cuadro? -.

- No es mi regalo, ella lo pintó para ti -.

Juan se apresuró a quitar el papel que envolvía aquel cuadro.

Era la representación del “Café con leche”. Personas tomando café en las mesas, y en la principal yacían sentados dos conocidos personajes. A la izquierda, una chica blanca como la luna, y acompañándola un chico moreno con saco.

« Nos pintó. Exactamente dónde nos conocimos ». Pensó.

- Un cuadro siempre eterniza un instante, disfrútalo -. Le dijo Fer mientras se retiraba.

Por el camino Juan se sentía contento, ésa persona había cambiado su vida sutilmente, y él también había sido importante en la de ella. De repente, se topó con una vidriera con muchos peluches y cosas de amistad y amor. Se detuvo de súbito al topar su mirada con un peluche de conejito. Se acercó a verlo.

« ¿Alguna vez ha pasado por una vidriera y ve uno de esos peluches, le recuerda a alguien por algo…? ¿Ha visto el “rostro” de ésa persona en ése oso? ». Recordó.

- Seguramente, ése de allí le gustaría a Emilia… Mejor dicho, Marie -. Y se sonrió.

Le dio la espalda a la vidriera y regresó a casa. Posteriormente, colocó en algún lugar el cuadro dónde salían él y Marie tomando café.

- Quién lo diría, un instante puede cambiarte la vida, y un lienzo de “Café con leche” puede hacer la diferencia. Nunca me van a gustar los cuadros, y no gastaría en cuadro alguno, pero éste se quedará aquí, no todos los días alguien te invita a formar parte del “lienzo de su vida”. Gracias Marie, donde quiera que estés…-.

27/09/07 11:20 p.m. 28/09/07 08:41 p.m. 01/10/07 10:15 p.m.

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