miércoles, 26 de diciembre de 2007

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Palabras de Navidad

021. Palabras de Navidad. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

El 24 de diciembre es el día de la espera de regalos. El Niño Jesús se prepara para nacer, y en su nombre todos los niños recibirán presentes que irán desde carritos, trenes y bicicletas hasta video juegos y demás. El ambiente yace rodeado de fuegos artificiales y pirotécnicos, la sonrisa en la cara de los más pequeños es lo que reina a la espera del niño. Recuerdo que muchas veces me dije que ésta fecha es para los pequeños, mientras nosotros los adultos festejaremos el año nuevo. Todo parecía marchar con tranquilidad en casa, mientras al fondo sonaba alguna música. Ya casi eran las 12 de la media noche. De repente, mientras caminaba por el pasillo escuché algún susurro. Me detuve pensando que alguien me hablaba pero no había nadie cerca, seguí mi camino hasta la cocina donde preparé alguna cosa para comer, el resto de la familia estaba reunida en la sala. Allí volví a sentir que me hablaban, pero nadie apareció. Puse mi plato de comida en la mesa del comedor y volví a escuchar alguna cosa, pero ésta vez me quedé en absoluto silencio y tratando de poner la máxima atención que pudiera y fue cuando oí:
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jueves, 20 de diciembre de 2007

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A las 12 en punto

020. A las 12 en punto. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Ésta es la hora en que vivo en el pasado, 11:59 p.m. dice mi reloj y 12:01 a.m. posteriormente dirá, así que dentro de un par de minutos estaré en el futuro.

Pasado y Futuro, dos cosas distintas y tan ligadas entre sí pues la gente dice que sin Pasado no habrá Futuro. Me pregunto si realmente el Tiempo existirá, o si sólo es el resultado de una absurda comparación. Pasado es “lo que hice antes de hacer esto”, y “esto” es el Hoy que antecede a “lo que haré más adelante”, llamado Futuro. En fin, no es de mi interés explicar nada y menos sobre el Tiempo, se lo dejo a los expertos.

Por lo pronto, miraré cómo pasan los siguientes segundos hasta que se hagan las 12 en punto. Y luego viviré con sumo gozo los siguientes 60 segundos, pues es el minuto donde todo se detiene, donde no existe ya el ayer con sus innumerables problemas, el estrés del tráfico, del bullicio del centro de la ciudad y la cara de molestia de la mayoría de la gente... es un estrés vivir en el pasado. Es una locura pretender que nuestros instantes de ahora sean igualitos a los anteriores, muy a pesar de que aquellos hayan sido agradables, pues cada uno tiene sus necesidades e ideas que rotan, como rota la tierra, porque absolutamente nada es estático en la vida. Lo estático no avanza, lo estático es contrario al vivir. ¿Y qué es vivir? No detenerse.
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sábado, 8 de diciembre de 2007

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A la partida del tren

019. A la partida del tren. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Se le vio salir con ansía junto a una maleta hacia la estación. No se sabría describir su estado de ánimo, pues parecía una mezcla de tristeza, frustración y rabia. Nadie supo en aquel vecindario qué la movía o determinaba su partida, a excepción de su fiel acompañante y amigo. Él sencillamente prefirió no decir nada al respecto, sólo escucharla.

Llegó unos minutos antes de la aparición del tren. Aún no despertaba el sol. Partiría en el primer viaje del día, así pocos le verían alejarse. De hecho, tampoco le avisó a su amigo del día y hora de viaje, pero igual éste se enteró y la siguió sin que ella se diese cuenta. Por el camino, estuvo muy pendiente de su seguridad y lucho contra sus ganas de pedirle que se quedara.

Él la vio sentarse en un banco de madera. Colocó su maleta cerca y miraba los rieles en espera de su transporte. Cargaba sus botas marrones y el abrigo que él le había regalado en el cumpleaños. La vigilaba desde la cerca, algunos metros lejos y en silencio. Pensaba que debía acercársele y despedirse, pero lo detenía su mente cuando le decía que por algo ella no había querido despedirse de él.

La vio tan frágil, tan desprotegida allí sentada que su instinto protector se desbordaba. ¿Qué era lo que sentía? Estaba triste. Algo muy importante se le estaba yendo de las manos y no podía hacer nada.

Fue entonces cuando apareció el tren sobre los rieles. El ruido típico se apoderó del entorno y su corazón se aceleró. Él se aferró a la cerca.
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jueves, 6 de diciembre de 2007

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Crepúsculo

018. Crepúsculo. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Hace unos pocos días, vi resurgir con el fuego de la tarde al poeta caminante. Lo vi detenerse frente a mi portal y sentarse en la acera. Salí en su encuentro y me senté junto a él. Quedamos un rato en silencio mirando al horizonte donde podía verse las montañas, tiernamente cubiertas por el cálido sol crepuscular. Aquel fue un gran espectáculo natural, no lo olvido pues fue la primera y única vez que vi tan mágico instante.

- ¿Qué has hecho? -. De repente me preguntó.

- No muchas cosas, lo normal y cotidiano -. Fue mi sencilla respuesta.

Estaba acostumbrada al “marchar” del poeta. No se detenía en ningún sitio; como nómada viajaba y viajaba por el mundo, pretendía ser totalmente “libre”. De hecho, cuando lo vi me dije: « ¿Qué hará por aquí? ». En cierta manera, era más distante que la distancia.

Durante largos minutos conversamos trivialidades. No cambiaba su actitud, seguía siendo jovial pero maduro cuando debía.

Al rato, le pregunté:

- ¿Qué te parece la tarde? -.

Miró las montañas unos segundos. Hizo un suspiro profundo, tan profundo que pensé era su corazón quien lo había hecho.

- Es exactamente... lo que nunca tendré -.
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Hoy voy a morir

017. Hoy voy a morir. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Si me preguntan que si quiero decir algo, la verdad es que no.

Si me confiesan que parezco triste, creeré que se equivocan.

Si murmuran acerca de mí, la verdad no me importa.

Si creen saber todo sobre todo, pues... qué me importa.

Simplemente ya no parezco feliz.

Ni rastro queda de la persona más fuerte del mundo.

Hoy quisiera ya no estar.

Ya no temo ni a la soledad.


Si crees que merezco tu lástima, te la puedes guardar.

Si crees que tu alegría me servirá, es mejor que te la quedes, quizás la vas a necesitar.

Si me dices que tu preocupación vela por mí, pues no preocupes.

Si sientes impotencia, presta atención a otras sendas.

Nada me ocurre hoy.

Sólo estoy sin pensar, sin actuar ni meditar,

porque sin querer queriendo hoy voy a morir.
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