sábado, 8 de diciembre de 2007

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A la partida del tren

019. A la partida del tren. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Se le vio salir con ansía junto a una maleta hacia la estación. No se sabría describir su estado de ánimo, pues parecía una mezcla de tristeza, frustración y rabia. Nadie supo en aquel vecindario qué la movía o determinaba su partida, a excepción de su fiel acompañante y amigo. Él sencillamente prefirió no decir nada al respecto, sólo escucharla.

Llegó unos minutos antes de la aparición del tren. Aún no despertaba el sol. Partiría en el primer viaje del día, así pocos le verían alejarse. De hecho, tampoco le avisó a su amigo del día y hora de viaje, pero igual éste se enteró y la siguió sin que ella se diese cuenta. Por el camino, estuvo muy pendiente de su seguridad y lucho contra sus ganas de pedirle que se quedara.

Él la vio sentarse en un banco de madera. Colocó su maleta cerca y miraba los rieles en espera de su transporte. Cargaba sus botas marrones y el abrigo que él le había regalado en el cumpleaños. La vigilaba desde la cerca, algunos metros lejos y en silencio. Pensaba que debía acercársele y despedirse, pero lo detenía su mente cuando le decía que por algo ella no había querido despedirse de él.

La vio tan frágil, tan desprotegida allí sentada que su instinto protector se desbordaba. ¿Qué era lo que sentía? Estaba triste. Algo muy importante se le estaba yendo de las manos y no podía hacer nada.

Fue entonces cuando apareció el tren sobre los rieles. El ruido típico se apoderó del entorno y su corazón se aceleró. Él se aferró a la cerca.

« Ya se va... ». Pensó.

Ella divagaba con su mirada perdida. Se levantó y tomó su maleta. Por un instante, subió su mirada hacia el firmamento donde comenzaban a desaparecer las estrellas por la acción del sol. Cuando el tren se detuvo los pasajeros ingresaron. Ella no miró a ninguno de los lados. Él aún esperaba que desistiera al verlo parado en la cerca, pero su mirada y determinación no la dejaron ni pensar en recapacitar.

No pasaron muchos minutos para cuando el tren comenzó a moverse.

« ¡Se va! ». Salió a flote una desesperación extraña.

El tren tomó velocidad. Él la buscó en las ventanas con rápidas miradas, y allí la encontró pero ella no miraba, parecía leer alguna cosa quizás. Él hizo una seña con su mano en despedida, pero ella no lo vio. Y el tren salió de la estación. Allí se quedó aquel muchacho con su adiós en la mano.

Ella seguía concentrada en el tren, pero no estaba leyendo sino que estaba escribiendo algo en su diario. El primer rayo de luz del amanecer atravesó la ventana y acabó en la punta de su bolígrafo, con el cual escribía:

“Las montañas comienzan a mostrarme un lindo amanecer. ¿Sabes? Cada vez que veo un espectáculo tan bonito me hace acordarme de ti, o cuando miro una estrella, o al rozar del viento sobre mis mejillas. Todo lo que tenga una pizca de especial siempre lleva tu nombre.

No sé si lamentar o agradecer el no haberme despedido de ti. No sé si hubiese cambiado de parecer si tú me hubieses pedido quedarme. No sé qué hubiese sentido si hubieses venido hasta la estación del tren. Por un momento pensé que lo habías hecho, tal vez sólo fue un engaño de mi imaginación, pues sé que no soy tan importante para ti.

Con el paso del tiempo las cosas cambian, y las personas también, pero ojala que algunas cosas queden inamovibles. Por lo menos, es lo que espero.

Mi alma está unida a la tuya, por eso sé que un día volveremos a encontrarnos.

Mi determinación me ha traído hasta éste tren, pero a decir verdad no sé cómo enfrentaré lo que me depara la bajada del mismo.

De cualquier manera, sabré defenderme pues la gran mayoría del tiempo estuve sola y así sobreviví.

Seguramente, me hará falta sentirme protegida por ti y por sobre todo apoyada, pero descuida yo sabré salir adelante, y tú lo sabes.

Gracias por todo, y recuerda que siempre te querré...”.

Al finalizar, firmó y colocó la fecha a su anotación. Cerró su diario y lo abrazó mientras miraba rotar el paisaje por la ventana. Suspiró.

« Sé que estarás conmigo ». Pensaba mientras visualizaba a su amigo a su lado.

Y se quedó mirando el nacer del amanecer.

08/12/07 06:50 p.m.

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