021. Palabras de Navidad. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc
El 24 de diciembre es el día de la espera de regalos. El Niño Jesús se prepara para nacer, y en su nombre todos los niños recibirán presentes que irán desde carritos, trenes y bicicletas hasta video juegos y demás. El ambiente yace rodeado de fuegos artificiales y pirotécnicos, la sonrisa en la cara de los más pequeños es lo que reina a la espera del niño. Recuerdo que muchas veces me dije que ésta fecha es para los pequeños, mientras nosotros los adultos festejaremos el año nuevo. Todo parecía marchar con tranquilidad en casa, mientras al fondo sonaba alguna música. Ya casi eran las 12 de la media noche. De repente, mientras caminaba por el pasillo escuché algún susurro. Me detuve pensando que alguien me hablaba pero no había nadie cerca, seguí mi camino hasta la cocina donde preparé alguna cosa para comer, el resto de la familia estaba reunida en la sala. Allí volví a sentir que me hablaban, pero nadie apareció. Puse mi plato de comida en la mesa del comedor y volví a escuchar alguna cosa, pero ésta vez me quedé en absoluto silencio y tratando de poner la máxima atención que pudiera y fue cuando oí:
“Padre, es tanto el significado de éste día y yo pocas veces lo entendí. Hoy celebramos más que el nacimiento de alguien, el nacimiento propio. Más que el nacimiento de un Dios, es el nacimiento del Dios que va por dentro de cada uno. El Maestro Jesús es la figura que guía sin palabras, pero pocas veces se le ha entendido. Nos hemos cerrado en ideas propias sin pensar en los demás, cuando los demás también forman parte de nosotros porque provenimos del mismo origen, nacemos de la misma manera y corre el mismo color de sangre por nuestras venas. Él fue como nosotros: un hombre, un ser humano que adelantó y evolucionó cultivando amor y ofreciendo amor, se preocupaba por la gente y trató de ayudar. Cada día tenemos la oportunidad de ser como él fue, pero preferimos seguir siendo “mundanos” porque no entendemos el amor perfecto, porque para nuestros ojos y mentes lo que es perfecto no existe, no es visible y sólo sirve para construir la más grande de las utopías.
Sé que puedes escucharme pues conversar contigo es lo más fácil del mundo. Mis palabras resuenan en el Universo donde las estrellas me escuchan también. Yo sólo quisiera pedirte que Bendigas a cada ser del planeta como regalo para éste día. Quisiera hacerle llegar mi amor a todos mis seres queridos a través de la luna que nos ve, y decirle a ése ser que hoy necesita un abrazo que aquí está el mío y que no tema, que se sienta protegido debajo del manto del mundo que lo cuida.
En el nombre del Amor, Bendiciones para Todos.
Padre, te agradezco tu tiempo una vez más. Gracias también te doy porque sé que ya has dado la orden para que nos sean conferidas todas las cosas que nos corresponden, bajo la gracia y de manera perfecta, en armonía para todo el mundo.
Padre… ¡Feliz Navidad tengas!”
En ése momento, me levanté de mi asiento exaltada. No sabía quién hablaba ni lo que había ocurrido. Fue cuando oí la voz de la alegría retumbar en la sala y me uní al grupo. Mi pequeña sobrina me dijo entonces: “Tía, ya nació el niño, ponlo en el pesebre”. Asentí y fui en su busca. Lo coloqué en medio de sus padres, y por un momento… pensé que él se sonreía conmigo.
26/12/07 3:29 p.m.
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