miércoles, 19 de marzo de 2008

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Las cartas perdidas de William Andrés

025. Las cartas perdidas de William Andrés. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Un día, como cualquier otro, me encontraba bastante aburrida. Caminé por distintos lugares intentando concentrar mi atención en alguna cosa, pero nada daba resultado, hasta que algo cambió el ambiente, y por ende, el día que llevaba a cuestas.

Terminé frente a una persona que limpiaba un viejo escaparate. Estaba muy entretenida botando y botando viejos periódicos, libros roídos, pedazos de hojas y otros trastos. A su lado yacía una enorme bolsa negra de basura, yo apenas le di una mirada rápida al contenido y a lo que quedaba dentro de las gavetas, lo que no iba ser desechado.

En un momento dado, vi pasar por sus manos varias hojas de papel dobladas, al mirar más detenidamente me di cuenta que eran viejas cartas. Ella les dio una ojeada muy rápida como viendo de qué se trataban y luego las volvió a doblar para dejarlas en su sitio. El tono amarillento era testigo del tiempo, y eso me llamó la atención de ellas así que las tomé y supe que no eran cartas de quien revisaba aquellas cosas, de hecho, eran tan variados los contenidos de aquellas gavetas que estimo habían sido de distintas personas, y todas habían quedado allí en ése escaparate de recuerdos.

Lo primero en lo que me fijé fue en las fechas, no eran para nada recientes, rondaban hacía la conclusión de los años setenta.

« ¡Tengo en mis manos una carta de hace treinta años! ». Pensé.

Me llegué a preguntar cómo había sido la ciudad hacía treinta años. Seguramente bastante distinta de lo que es hoy.

La curiosidad me abordó. La persona que limpiaba seguía entretenida en lo suyo, no le molestaba que tuviese aquellas cartas en mis manos, así que me tomé el atrevimiento de seguir leyendo aquellos pedazos de papel.

Las primeras líneas daban saludo a los destinatarios. La primera de ellas una señora, que ya hoy en día es una anciana, y a su hija. Posteriormente, se hacía mención de conflictos e interposiciones. Lamentablemente, una carta sólo dice hasta dónde se haya plasmado en ellas, el resto de la historia es historia y por ello queda en el pasado. Pero había cierto sentimiento, ése “poder de las letras” que me llamaba la atención, ésa manera y sentir que plasmó quién escribió aquello.
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martes, 18 de marzo de 2008

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Creí conocerme

024. Creí conocerme. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Alguna vez creí conocerme... Pensé que sabía cómo era, que ya había visto todas y cada una de mis expresiones al ser la encargada de manejarme a mí misma. Entonces, ¿Quién mejor que yo para saber cómo soy? Ésa pregunta parece tener una respuesta bastante lógica, sin embargo, la vida da muchas vueltas y terminamos descubriendo otras facetas nuestras. En esto último, debo decir que tienes cierta cuota de responsabilidad, pues has sido tú quien me ha enseñado que apenas conocía la capa de mi forma ya que mi forma es más extensa de lo que creí.

También pensé que podía expresarme con totalidad a través de las letras, que las palabras podían describir cualquier cosa, pero me equivoqué. Comprendí que no está dentro de mis capacidades hacer eso, el expresar cabalmente cualquier sentir o emoción a través de ellas. Eso me lo dijo mi propio corazón cuando emocionado miraba las estrellas y se perdía en la inmensidad de lo que es llamado: sentimiento, sin poder describirlo.

Adicionalmente, soñé que un día llegaría a descubrir qué era eso que todos llamamos Amor. Pude sentir fuertes emociones que se le parecían, y por ello, creí que sabía qué se sentía Amar, pero me volví a equivocar. Creí saber cuáles eran mis límites, pensé que no tenía mucho para entregar y poco lo que podría recibir, pero también cambiaste eso. Cambiaste muchas cosas, tantas la verdad y no hay forma de agradecer.

Creí conocerme… En serio, lo creí. Pero me di cuenta que me faltaba mucho para poder concluir realmente eso, pues cada cosa aquí dentro se movió, y otras se hicieron tan potentes que arrebataron de mí el control, mi corazón corrió como loco en tu busca, mi mente dejó de funcionar y ahora se la pasa viviendo tu imagen. Viviendo… qué hermoso es vivirte, porque no es lo mismo que verte ni pensarte, vivirte es algo que trasciende los límites comunes.
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