lunes, 15 de diciembre de 2008

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Yo tenía un amigo

035. Yo tenía un amigo. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Releyendo el libro de mi vida encuentro páginas muy hermosas de cuando yo tenía un amigo, una persona que me mostró su apoyo y su comprensión, con la cual pasé muchas horas de mi tiempo al transcurrir los meses, a quien le conté mis sueños y esperanzas, quien se río de mis chistes y con quien compartí más de alguna foto en aquel viejo álbum. Recuerdo el día que me habló de su casa en construcción, de la chica que le gustaba, de las dificultades de su vida académica y hasta de la sobreprotección que aún tenía de su madre. También sabía que no le agradaba leer pero leía los textos que le enviaba porque era mi amigo.
Les contaré algo más de él, era una persona especial pues podía verlo en sus ojos. Así mismo tenía sus manías y defectos como todos, pero siempre los dejé de lado porque creía que él “podía llegar a ser mejor”, sin embargo, luego de muchos años comprendo que lo que yo pensaba era que él “debía cambiar” y que “iba hacerlo”.
Durante años esquivé mi mirada cuando salía a flote alguno de sus defectos, sus rabietas, o su mala actitud y en esos instantes me concentraba en lo que me agradaba de él. Cuando me respondía de una manera brusca me entristecía y me enojaba pero luego pensaba en los buenos momentos, de alguna manera negaba la realidad diciéndome que no eran tan rudas como parecían sus palabras. Me dije eso una y otra vez… por años.
Sin embargo, amigo mío, hoy debo confesarte que siempre creí que “debías ser mejor”, que habían cosas de ti que “debías cambiar”. Debo decirte que hasta último momento vi algo especial en tus ojos, y que aún vive en mí tus gestos de cariño, que me hubiese gustado ver tu casa concluida y en tu vida siendo feliz con la persona indicada. También debo agregar que hubo palabras tuyas que me hirieron mucho, y que en más de una ocasión lloré la perdida de tu amistad como aquel día que te pedí alejarnos, fue el peor de todos, lloré en el hombro de otra persona y me sentía muy tonta para serte franca, me sentía así porque tú no sabías y seguramente no sabrás la magnitud de lo que significaba tu amistad para mí. Pero, mi apreciado amigo hay ciclos que se deben cerrar, este es uno de ellos. Nos alejamos hoy porque ninguno de los dos se merece palabras rudas, y eso era lo que en los últimos tiempos nos sobraba.
Una de las más hermosas actitudes que los seres humanos poseen es la Compasión, intentamos hacer lo que podamos por alguien que no está de suerte, más que todo cuando sentimos cariño por la persona, sin embargo el exceso puede llegar a cegarnos hasta tal punto que aceptamos sus malas actitudes ante nuestras buenas acciones, y si esto se alarga por años la costumbre puede hacernos creer que “debemos” aceptar sus malas actitudes sin chistar por el simple hecho de que las malas actitudes vienen de alguien que queremos, amamos o nos ha enseñado algo. Repentinamente nos convertimos en esclavos, esclavos de nosotros mismos porque no nos permitimos detener la situación como deberíamos hacer, sencillamente porque se trata de alguien que apreciamos durante mucho tiempo y lo que es peor es que nos ponemos a recordar el tiempo pasado, todo lo bueno, llegándonos a sentir como que somos nosotros los que fallamos si hacemos algo al respecto.
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