sábado, 24 de octubre de 2009

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Albor

001. Albor. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Escuchaba a lo lejos el leve sonido de unos pasos, de repente era como si pisaran hojas secas sobre el suelo. No veía nada, estaba inmersa entre las sombras de la noche, de la oscuridad palpable. Sus párpados se movían en un intento por mostrar sus ojos, pero ella permanecía sumisa ante su dolor y el miedo de abrirlos para simplemente seguir viendo fantasmas. Se rehusó y prefiero tan sólo escuchar aquellas pisadas que parecía se iban acercando.
Aparecieron entonces los monstruos de sus pensamientos queriendo culparla, queriendo castigarla por los errores pasados: todo lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. Parecía como si el dolor perforara su pequeño cuerpo, como si cada pensamiento fuera una aguja que atravesara sus carnes, su piel emplumada. No podía levantarse, sus alas no respondían, su plumaje comenzaba a doler porque se había convertido en hielo por causa de las ventiscas de la noche. Y allí estaba, tirada sobre el suelo, pobre ave con miedo, pobre pajarillo herido. Creía que su pico era sellado para siempre por el silencio, creyó morir rodeada de fantasmas, de figuras oscuras, en tiempos difíciles.
Fue entonces que sintió un leve toque de calor entre tanto temblor. Su cuerpo por fin era tocado por un rayo de luz, sabía que era luz porque aunque tuviera los ojos cerrados era tanta la iluminación que traspasaba levemente sus párpados, encandilaba porque toda luz tiene esa propiedad cuando rompe los cercos de la noche.
Había algo allí afuera, no era un monstruo o algo que pudiera causar daño porque estas cosas carecen de luz, todo lo que brille con luz jamás puede representar al mal. Además, lo único que rompe las paredes de la noche es la luz, y ella sentía que la noche estaba rota, o se estaba rompiendo. Se emocionó y su pequeño corazón latió, en toda la noche no había sentido su corazón latir, sabía que estaba viva porque le dolía respirar, era tan difícil, estaba en un terreno tan hostil para ella. Jamás la noche había sido tan oscura hasta el punto que ella dejó de verse a sí misma para comenzar a ver tan sólo su sombra.
Y el foco de luz se hizo mayor, ahora el espacio luminoso ocupaba todo su cuerpo, pequeño cuerpo de ave perdida. Sintió tanta esperanza que se llenó de coraje y por fin intentó abrir sus ojos de verdad y le costó, le costó porque el tiempo oscuro se había prolongado tanto que no creía en milagros, no creía que el sol pudiera nuevamente aparecer para darle la bienvenida. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pensó que ya ella era parte de la noche.
Por fin sus ojos se abrieron de par en par y el Sol la iluminó, parecía un Ángel, no lo creía, no podía ser posible… pero lo era. Poco a poco veía como ése halo de luz se expandía y la noche comenzaba a ceder, porque lo oscuro no le puede ganar a la luz, porque lo oscuro no es más que la ausencia de luz y cuando la luz ya no está ausente todo se vuelve cálido, se vuelve cercano, se llena de vida. Sintió una nueva manera de respirar, ya no le dolía, estaba saliendo de ese terreno hostil que tanto le hizo daño, que casi desangra sus sueños, de esa pesadilla que la noche intentó hacerle creer que ella era parte pero no, llegó su Sol para decirle lo contrario. Le recordó que su verdadera vida estaba surcando los cielos, allí donde el silencio no traduce pesar sino reflexión, donde se cierran los ojos no para evitar ver el horror sino para encontrar la paz interior, en el cielo donde la brisa roza tu cara y es algo mágico. Movió sus pequeñas alitas preparándolas para volar, tenía temor de que tanto estar en el suelo hubiese ocasionado que ella olvidara cómo alzar el vuelo, pero su corazón la guiaba y ella entendía que el cielo era el límite, que su sueño de despegar podía ser posible, tenía tanta fe que a pesar de las adversidades comenzó a batir con determinación sus alas y voló, poco a poco iba ascendiendo más y más, su meta era la luz y ella la alcanzaría porque ya no quería estar a merced de la noche. Sentía tanta paz ahora, ya los monstruos que la habían acechado antes no existían. Esa montaña de preocupaciones ya no estaba, tenía un sueño que podía ser realizado y así sería.
Su Sol fue su guía y su fuerza, la esperanza que la hizo levantarse y salir de aquel abismo. Que llenó de colores nuevamente su vida y la motivó para luchar por lo que ella creía. Él marcó el amanecer, el recomenzar porque le hizo creer que a pesar de las sombras, y lo que ellas habían ocasionado, era posible volver a levantarse y seguir adelante, comprendió que posiblemente existirán muchas noches pero lo maravilloso de ellas es que al siguiente día iba ver a su Sol. A partir de allí, el nuevo amanecer estaría lleno de alegrías.
Al levantarse el Albor los monstruos del ayer serán parte del pasado. Jamás la noche podrá opacar la majestuosidad del día. Es probable que conozcas las sombras de la noche porque a todos persigue y a todos alcanza en algún momento de la vida. La diferencia la hace el despertar hacia un nuevo inicio, el sol del nuevo amanecer… Despertar al nuevo Albor.

¡Despierta porque la Luz ha llegado! Y la Luz no se apaga aunque soplen fuertes vientos, porque esa Luz es alimentada por el Poder del Corazón.

Que las sombras de la noche, se queden en la noche.

¡Despierta al nuevo Albor!

Sólo podremos valorar el milagro del nuevo amanecer, si lo hemos esperado desde la oscuridad…

Valió la pena la espera, ya lo verás…

¡Este es tu nuevo Albor!

24/10/2009 06:36 p.m. Por y para ti mi Sol. TAM.
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viernes, 16 de octubre de 2009

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Sigo contigo, sigo sin ti

049. Sigo contigo, sigo sin ti. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Quizás si me dejo llevar por las olas del mar llegaría algún lugar, contigo o lejos de ti. Tal vez si mis sospechas fueran más que eso podría estar contigo o podría vivir sin ti, pero ni estoy contigo y tampoco estoy sin ti.

Sigo la brisa que roza mi cara, aquella viene directo del océano para decirme cuán lejos estoy o cuán lejos estás. Mordisqueo levemente mis labios recordando tus besos, aquellos que me diste y los que nunca te di.

Te imagino recorrer océanos y mares, olas y arenas, huellas de vida y huellas de tierra pero nada ocurre aunque te espere, aunque en mi intento no desespere.

Y me imagino, me imagino contigo. Te imagino conmigo. Y puedo verte tomando asiento frente a mí, y esa sonrisa cómplice me delata. Estás conmigo, estás aquí.

Levanto mi mano y acaricio tu cara, leve y suavemente pues así siento que debo tratar tu hermosura, la maravilla que representas. Respiro lento para no recordar que el tiempo va pasando, que no se ha detenido aunque tanto lo quisiera. Quisiera… quisiera tanto perderme en la calidez de tus manos, la suavidad de tu boca, la ternura de rozar tu cara con la mía. Sencillamente ternura, eso despierta tu presencia en mi vida. Y quiero tratarte delicadamente, como al cristal más fino, como al diamante de más valor que pueda encontrarse en la vida… así eres para mí.

Me pierdo en este encuentro tuyo y mío, donde respiro a tu medida y formamos la unidad indivisible. Quisiera tanto creer que nada puede separarnos. Me quedo perdida en tu aliento, respiro de ti, respiras de mí. Siento la humedad de tu boca al tocar la mía. No sé si apenas besarte o si besarte con pasión, no sé si será la última vez o si es tan sólo la primera de ellas. Respiro de ti, respiras de mí.

Sigo contigo… Jamás te he dejado en abandono. Quise estar en silencio pero jamás te dejé.

Sigo sin ti… Porque mi cuerpo no te siente. Porque mi boca busca tu boca y no la encuentra. Porque en mi realidad no existes.

Sigo contigo… En cada amanecer y anochecer. No hago otra cosa que pensarte, no hago otra cosa que soñarte.

Sigo sin ti… Porque en este corazón mío tan sólo siento frío, el frío de tu ausencia y la mía pues ya no vivo aquí, vivo allí donde tú estás por eso sigo contigo pero tú no estás conmigo.

Duele ver que tan sólo en mi imaginación mi amor se vuelve realidad, pero la realidad sigue siendo distinta a la imaginación y esto es lo que cada noche vuelvo y me repito:

Veme aquí acostada entre mis sueños, donde tú me dejaste

y te fuiste a navegar al otro lado del mar.

Veme aquí soñando realidades ficticias donde por fin llego a ser feliz.

Veme aquí contando una historia jamás escrita,

porque en mi verdadera historia tú no te encuentras,

porque sólo entre mis sueños encuentro lo que tanto quiero,

pues mi realidad es todo lo contrario, porque en ella:

sigo contigo y a la vez… sigo sin ti.

16/10/2009 10:31 p.m.
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