sábado, 24 de julio de 2010

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Mi felicidad imaginada

012. Mi felicidad imaginada. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Hay muchas cosas que quisiera conversar contigo. Permíteme hacerlo de esta manera, permíteme conversar conmigo… para llegar a ti. Muchos intentos fallidos de comunicación he hecho, y no porque nos cueste conversar sino porque no hay una oportunidad para hacerlo. Me quedo pensando en quienes sí tienen la posibilidad de platicar todo el día si quisieran y no lo hacen, y yo que quiero no puedo.

Eres mi felicidad imaginada, no sólo porque representas la felicidad que imagino sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz, porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es… imaginar, imaginarlo.

Me pregunto dónde estás, en qué caminos dejan huellas tus zapatos, si sonríes al recordarme. Me pregunto qué lugares visitaste, si almorzaste temprano o más tarde, me pregunto tantas cosas que sólo puedo imaginarme.

Permíteme creer la mentira que prefiere mi cabeza, así puedo mirarte y no sentirte tan distante; para no sentirme tan vacía al ver que a mi alrededor no puedo hallarte.

Eres la luz que ilumina mi camino, aquella que ilumina pero que está a años luz de distancia. No, que no sea años luz, ni meses, ni días… No, eso me separa de mi felicidad, por eso no quiero enfrentar la realidad, darme cuenta que no estoy y que no estás.

Mi felicidad imaginada, porque sólo imaginando puedo ser feliz… Sólo imaginando logro hablar contigo cada vez que quiero. También logro aferrarme en un abrazo cada vez que puedo. Y logro sentirte cada vez que necesito, pero sólo así porque en verdad, no estoy ni estás conmigo.

Y me imagino a tu lado, mirándote con cara de ternura y amando cada fracción de tu rostro, el timbre de tu voz. Puedo vigilar cada movimiento, estar atenta a cada mirada y reacción… entonces sé que estoy contigo y que estás conmigo, aunque sea imaginando.

Callas y me miras, sonríes y genera una gran emoción en mí, me encanta tanto verte sonreír. No digo nada, quiero eternizar el momento pero despierto, una voz, un alguien o algo presente y real me arrebata la imagen, el pensamiento. Y descubro que no eres como ellos: alguien presente y real, sólo estás viviendo en mi mirar y en mi soñar. Respiro, retomo el pensamiento y allí estás de nuevo. Sonrío y nadie sabe por qué, nadie sabe que me hace sonreír tu sonrisa, que me hace soñar tu mirada, que eres más importante que el resto del mundo, que eres el centro de mi Universo.

Eres mi felicidad imaginada, necesito decírtelo. Necesito conversar contigo de alguna manera, así sea hablar conmigo misma y jamás tener tu respuesta. Es mejor hablarte imaginadamente de mi amor, que callarme esto que soy: quien te ama en pensamientos, quien a ti regala su corazón.

Posiblemente seguiré imaginándote, quizás mucho tiempo más, pero quiero decirte que eres el pensamiento fundamental en mi vida, y que si no te imaginara no sería tan feliz como hoy en día, aunque sea imaginativamente.

Eres mi felicidad imaginada,
no sólo porque representas la felicidad que imagino
sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz,
porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es…
imaginar…
… imaginarlo.
Tú, mi felicidad imaginada. Mi realidad… aún no hallada.

24/07/2010 08:01 p.m.
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viernes, 2 de julio de 2010

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Tú, Dios y yo

011. Tú, Dios y yo. Colección Albor. Waldylei Yépez.docx

En esta noche triste y fría, cuando sentimientos tan profundos me embargan, quisiera volver a escribirte… Sé que dije, la vez pasada, que no volverías a saber de mí, que no volvería a molestarte y en cierta forma lo he cumplido. Sí, tú no sabrás de mí y no volveré a tu vida, pero eso no quiere decir que tú no vuelvas a la mía. De hecho, estás tan presente que dudo que alguna vez, dejé de tenerte dentro de mí.

Me siento en este piso frío y envuelta por luces tenues, apenas logro ver mis letras en este papel mientras mi piel sufre, pues no quiero abrigarme. Hay tanto que quisiera decirte y que no puedo, por eso necesito un intermediario y ése será mi Dios. Sé que él sí puede llegar a donde estás, sé que puede abrigarte… sé que él puede, lo que yo no.

Y así comienzo mi conversación con Dios. No es un rezo, porque olvidé cómo rezar. De niña sabía hacerlo, pero la adultez me sugirió olvidarlo y lo olvidé. Ahora tan sólo sé, hablar con Dios.

Ay querido Dios, siéntate conmigo, ahora necesito un poco de tu tiempo y de tu consuelo. El piso está frío y la noche mucho más. Más helado se pone todo cuando dejas de prestarle atención a las cosas cotidianas que causan estrés, y te centras a pensar en las escenas tristes de la vida, aquellas que desearías que no hubiesen ocurrido jamás.

Hace mucho tiempo, amigo Dios, conocí a una persona maravillosa y única. Se ganó un pedacito de mi corazón y de mi cariño; un puesto muy importante en mi vida; más de algún pensamiento al día, sencillamente le mantuve presente… le mantengo presente. Nos despedimos hace mucho, y sé que tuve culpa, no sé si toda la culpa pero sí fui responsable. ¿Y sabes qué Dios? Le extraño. No sé si valga la pena decirle, mejor no le digas eso. Quizás ya me ha olvidado, aunque yo no lo he podido hacer. Es posible que ya no le importe nada de mí, ¡Y debieras decirle que ya no me importa nada de su persona! Pero es mentira… y Dios no puede mentir ¿verdad? Entonces, si no puedes mentir y a la vez sabes todo, podrás decirme si de su parte ya me echo al olvido… No, mejor no me digas, no quiero saber. No sé si sería peor eso, o las ganas de llorar que me da el recordarle con nostalgia. Le quiero. Pero, ¡no le vayas a decir eso! Quizás no le importe, es posible que hasta se burle de mí, jamás creería que en la distancia me importa tanto, que sigo sus pasos a donde va tan sólo para tener evidencia de que está bien. A veces me hace mal, prestarle toda mi atención y jamás poder hablarle…

¿Sabes Dios? A veces me gustaría pedirle perdón, siento que le fallé y no sé cuánto. Pero tal vez me diga que no importa, y quizás yo sienta que todo este sufrimiento ha sido en vano, o es posible que tan sólo me diga eso porque no le interesa el asunto; porque ya no soy importante; para cortar la conversación simplemente.

Le admiro. Por una y mil razones que quizás no entenderías Dios, pero sí te puedo decir que me enseñó a volar cuando había olvidado que tenía alas, y fue una pieza indispensable en el proceso que tuve acerca de la búsqueda de un propósito; me enseñó a entender las cosas que no entendía, guiándome con cariño… Sí Dios, te hablo de alguien importante para mí, pero quizás de alguien que ya me olvidó. Es grande el dolor que siento al pensar que debo hacerme a la idea de esa realidad. No sé cómo soltar lo único que queda de esa persona, porque aunque sea dolor, tal vez prefiero eso a tener que olvidarle.

¿Puedo abrazarte un poco Dios? Me siento tan vulnerable. Disculpa que me emocione, yo… nada, no importa, nada de lo que diga es importante… Y disculpa pues manché la túnica de Dios con las lágrimas de mi alma. He llorado tanto por esto, que no sé si vale la pena o sólo fui una ilusa de la vida.

Dios, sé que te llamé para que fueses mi intermediario, pero creo que ya no es necesario. Presiento que ninguna de mis palabras tendrá la menor importancia, y no quiero que sean tratadas como una mentira, no quiero que se piense que digo esto tan sólo por decirlo, y que Dios fue tan infame que se prestó para comunicar una mentira, mi mentira. Tú y yo sabemos la verdad Dios, pero vamos a evitar más capítulos tristes, es lo mejor. Así que, puedes volver a tu trabajo Dios, ya no ocuparé más tu tiempo. Pero no te olvides de visitarme después, ya no será para enviarte con un mensaje, sino para que me ayudes asimilar este dolor o quizás para hacerme compañía entre tanta soledad.

Gracias por venir.

Mi Dios es alguien que no mentiría.
Tú, una persona importante en mi vida.
Yo, quizás el recuerdo que dejaste atrás,
atrás, allá atrás… para no volver jamás.
Nunca más.

02/07/2010 8:59 p.m. – 9:05 p.m.
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