lunes, 6 de junio de 2011

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Al inexistente

Fuente Imagen: Google Images.

Me permitiré confesarte
lo que esconde mi rostro,
aquello que yace
bajo el piso de mis emociones.
Me permitiré confesarte todo.
Me permitiré ser yo,
antes que todo eso que quieren que sea.
Me permitiré, pues,
ser más que una máscara de seda,
más que la doble cara de géminis,
y más franca que un escorpión,
o quizás más cruel que su propio aguijón.
Me permitiré ser la fuerte,
la dura y la implacable.
Me permitiré cantarte toditas tus verdades.
Comenzaré por contarte que ya no hablo con el cielo,
así como muchas veces me viste hacerlo.
Ya no creo que los sueños sean nubes tampoco,
pues ni soñando se puede volar un poco.
Ya no creo en las cosas que te dije que creía,
acabé despertando… tenía que hacerlo algún día.
Te imaginé llegando como un príncipe
en busca de su princesa,
pero en lugar de alegrías, quedé con mil tristezas.
Llegué a creer que el mundo era dulce a tu lado,
de un sabor a chocolate, pero se volvió salado
hasta alcanzó hacerse amargo.
Problema femenino:
“creer en el perfecto masculino”,
creer que existen príncipes y no sapos,
aunque la mente te mienta, creando del sapo un príncipe
para posarte entre sus brazos,
mas siempre seguirá siendo sólo un sapo,
pues la perfección… sólo dura un rato.
Mi mente creó de ti al hombre más ideal,
aquel que era distinto a los demás,
pero no eras tan distinto ¿Verdad?
Sí, puedes escudarte bajo la excusa de que sólo fue mi culpa,
risas te da ahora,
pero niega que te gustó ser el personaje principal de la obra,
y hasta te esforzaste en ser el príncipe que la princesa adora.
Jugaste al enmascarado, pretendiendo ser tan perfecto al principio,
y terminando tan cruel al final.
Te felicito, fuiste un buen actor en tu actuar.
Creí en unicornios,
hasta creí que la luna se podía bajar,
creí en la Atlántida,
hasta creí que las sirenas cantaban con las olas del mar.
Creí en tus palabras y en tu silencio,
creí que había en tus ojos sinceridad,
creí que construiríamos un sueño distinto
y terminaste engañando a mi instinto,
la intuición tampoco me ayudó,
fui la tonta de este cuento de dos.
Problema femenino:
“creer en el perfecto masculino”,
cuando ese “perfecto” no existe,
aunque la mente lo contrario indique.
Veme aquí sentada,
ya no le escribo ni a las hadas,
el unicornio, para mí, se murió
y la Atlántida se esfumó,
quizás ninguno existió,
como lo nuestro, que sólo se desvaneció.
Pero permíteme felicitarte nuevamente,
osaste a representar muy bien tu actuación,
al principio sí que fuiste perfecto ¿O no?
Déjame responder a mí esa pregunta:
¡Vaya que fuiste perfecto!
Yo misma te enseñé cómo enamorarme,
sí, ya sé que en eso soy bastante culpable,
y tú, un completo irresponsable.
Ya no me ensañaré ni trataré de insultarte,
total, ya perdí todo lo que me quitaste
e insultarte no me devolverá lo que me robaste:
ya no volveré a ser como antes.
“Te odio” es una frase todavía muy bonita para ti,
así que mereces mucho menos que eso,
aunque no se me ocurre cuánto es lo menos.
Por ahora, no seguiré gastando mi tiempo,
lo que sí te dejo claro es que te vayas olvidando,
olvidando de todas las cosas buenas que te dije,
cuando te las dije realmente creía que eras más parecido a él,
al hombre inexistente que sólo vivió en mi mente,
al hombre perfecto que hoy en día ya no vive en ti,
ese hombre perfecto que ya no está aquí…
Y a ese hombre dedico mis palabras…
Al inexistente…
ese hombre de cristal,
caído del más alto pedestal…

Waldylei Yépez

Fuente Imagen: Google Images.

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