El siguiente texto, que tiene el mismo estilo de la obra “De las ruinas del Castillo”, me gustaría dedicarlo a un joven valioso y extraordinario que ha dedicado muchos esfuerzos para promover dicha obra (creo que él es el mayor fan de la misma). Este joven se dedicó a imprimir el libro de “De las ruinas del Castillo” para prestarlo a las personas que conoce y que ellas pudieran leerlo. Ya le he dicho que sólo falta que lo contrate como mi encargado de relaciones públicas en su ciudad (Risas). La verdad es que me gustaría tener una forma de devolver todo ese apoyo y cariño que he recibido de él, pero no se me ocurre cómo. Por ahora, me gustaría empezar dándole las gracias dedicándole este texto. Además, quiero aprovechar para desearle muchos éxitos en su vida académica y profesional, yo sé que tiene un futuro prometedor. Esto es por y para ti Arnaldo Rodríguez. Gracias por tanto y por todo.
Waldylei
003. El lado oscuro de un “príncipe azul”. Colección Simplemente Waldylei. Waldylei Yépez.docx
Cada hombre es un Castillo. Cada Ser, su Creador.
El Castillo de la vida en cada hombre es un espacio grande y complejo. Cada puerta que abres, cada cuarto y objeto que tocas tiene su propia historia. A veces ocurre que dentro de esos cuartos que consigues, entre tantos pasillos, pueden encontrarse fantasmas de ese pasado que quedó bajo llave. Sí, el pasado yace guardado entre innumerables puertas, que en ocasiones están mal cerradas y, por eso, los fantasmas regresan al presente.
Pero no sólo los fantasmas y los recuerdos habitan el Castillo de un hombre, también lo hacen los diversos Guerreros que se mantienen trabajando sin cesar en cada rincón, dirigidos a su vez por el Guerrero Razón y el Guerrero Intuición.
En ciertas ocasiones, los Castillos son atacados por fantasmas externos o demonios, y los Guerreros defienden su hogar con todo lo que pueden. Cuando los ataques son feroces, el Castillo puede quedar en ruinas y desde las ruinas el Castillo vuelve a levantarse. El gran problema está cuando sucede un ataque interno...
El lado oscuro de un “príncipe azul”
I
Un imponente Castillo se alza majestuoso en medio de un ambiente rodeado de arbustos. Una puerta gigante de madera protege la entrada, a su lado un cartel identifica de quién es aquel Castillo: Matilda, ése es su nombre. En la parte superior varias torres pueden visualizarse. También algunos Guerreros vigilan tranquilos, pero precavidos, ante cualquier eventualidad.
En la sala principal, la más grande de todas, decorada con bellas imágenes y finas esculturas se encuentra la princesa del Castillo. Lleva un vestido elegante, una cadena con forma de corazón rodea su cuello y su cabello ha sido peinado esmeradamente. Ella se encuentra entretenida mirando la rosa roja que le regaló su amado, sonríe mientras la acaricia. Parece mentira pero, a pesar de vivir tanto amor, él no le había regalado una rosa antes. La princesa no dejaba de sonreír al verla tan viva, tan roja, tan bella.
Comenzó a oscurecer, ella se llenó de emoción pues sabía que al anochecer su príncipe amado vendría. Sonrío como siempre lo hacía cuando pensaba en él. Pensó en contarle entusiasmada sus nuevas ideas, los objetivos en los cuales ambos podrían trabajar en conjunto, esperaba que él se entusiasmara tanto como ella.
Y la noche cayó. Como era de esperarse, el príncipe azul apareció frente a la gran puerta de madera. La misma se abrió para recibirlo como siempre lo había hecho. Él saludó a algunos Guerreros que hacían su ronda de la noche, ellos correspondieron su saludo afectuosamente. Caminó hasta la sala principal donde le esperaba ella muy ansiosa y sonriente. La princesa corrió hacia los brazos de su amado, y él le correspondió como de costumbre. Emocionada le dijo que quería comentar varias cosas con él, apenas le mencionó algunas de sus nuevas metas. Ella se acercó a la mesa donde tenía la rosa roja que él le había obsequiado, él la siguió y se quedó muy cerca de ella. Ella sonreía, pero dejó de hacerlo cuando vio que el rostro de su amado había cambiado un poco. Le pareció que algo le angustiaba al príncipe, lo miró y a él se le enjugaron los ojos, entonces ella se asustó pues pensaba que le pasaba alguna cosa, tal vez tenía algún problema, quizás le dolía algo.
- ¿Qué sucede? -. Le preguntó preocupada.
Él hizo ademán de querer hablar, pero algo en su garganta le impidió poder mencionar alguna palabra.
Fue entonces que pasó justo lo menos pensado, lo jamás imaginado... lo que era “imposible” que pasara.
La princesa lanzó un grito de dolor y su rostro se puso muy pálido. El príncipe la tomó en brazos mientras ella perdía totalmente el equilibrio.
- Matilda... lo siento -. Él le dijo.
Ella lo miraba con ojos muy abiertos, mientras sentía un dolor agudo en su espalda. Gotas comenzaron a caer en el piso, resbalaban por la mano del príncipe que se escondía tras la espalda de ella. El príncipe azul había apuñalado a traición a su princesa. La daga estaba profundamente enterrada, pero apenas rozaba el corazón de ella.