viernes, 28 de marzo de 2014

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El huerto de mi corazón

Fuente Imagen: Google.

002. El huerto de mi corazón. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Por lo general, somos bastante cuidadosos con lo que sembramos en cada uno de nuestros huertos. Por supuesto, somos aún más cuidadosos cuando se trata del huerto del corazón porque sabemos que esa sección es realmente delicada, el abono que se usa es sumamente especial y que no faltará las hierbas malas que querrán entrometerse para rodear las siembras, quitándoles espacio y nutrientes.
Hace un tiempo atrás, llegaron hasta mi puerta unas semillas muy hermosas, me dijeron que eran perfectas para sembrar y que de ellas recibiría grandes frutos. Me sentí tan entusiasmada al conocerlas, que me enamoré de ellas y quise ponerlas en algún buen lugar. Caminé entre los huertos que tenía y no me entusiasmaba en plantarlas. Había puesto tantas expectativas en ellas, que un lugar ordinario no podían tener. ¿Cuál es el mejor lugar? ¿Dónde podría sembrarlas para que pudieran crecer sanas y fuertes? ¿Dónde estaba la mejor tierra y recibirían el mejor abono? Y pues el lugar idóneo era ése: el huerto de mi corazón. Corrí hasta allá, y mientras me acercaba sonreía más y más, estaba feliz porque sembraría en mi corazón las mejores semillas que jamás conocí, y las colocaría con el mejor abono llamado amor, y las regaría día tras día con gotas de cariño y ternura. ¡Era imposible que aquellas semillas no crecieran sanas y fuertes! Le pondría todo mi empeño, mis más preciados recursos y toda mi atención. Y así lo hice, las puse en el centro del huerto, en el centro de mi corazón y las cuidé con mucho amor y muchas gotas de cariño y ternura.
Esperé paciente y nada ocurría, yo no entendía lo que pasaba. Me rascaba la cabeza intentando dilucidar aquel tema: ¿Será que le falta abono? ¿Será que le faltan más gotas? Pero había hecho todo lo que podía, y aun así no pasaba nada. Algo tenía muy claro, aquellas no eran semillas que yo conociera de antemano, por eso no sabía si esperar que apareciera una pequeña flor, o si se aparecería algún árbol frutal porque me comentaron que recibiría grandes frutos. Yo tenía experiencia con árboles frutales, con verduras y hasta había visto nacer las flores, pero en este caso estaba desconcertada porque la verdad no sabía qué esperar, las semillas sí eran raras para mí, no se parecían a nada de lo que yo hubiese conocido antes. Semanas después pasó un vendedor de semillas, le comenté mi problema y no me supo responder, pero sí me llegó a decir que quizás debía esperar más tiempo porque tal vez aún se están afianzando las raíces a la tierra del corazón, pero que no cabía duda que el abono del amor haría que un día saliera a la luz. Me conformé con su respuesta, igual seguía muy entusiasmada. Le dediqué mucho de mí a ese pedacito del huerto, llegué hasta cantarle canciones y, de tanto cariño y ternura, llegué amar aquellas semillas que ahora eran parte de mí, parte del huerto de mi corazón.
De tantos quehaceres, estuve ausente de mis huertos algunos días. Cuando regresé comencé a revisarlos uno por uno, dejé para el final al huerto de corazón porque quería pasar más tiempo con mis semillas especiales, esas semillas a las que tanto había aprendido amar. Sin embargo, por varias razones, no pude pasar esa tarde por el huerto del corazón así que suspendí mi visita hasta el día siguiente.
Cuando regresé al día siguiente al huerto, divisé que algunas semillas cerca de la puerta habían crecido, que unos pequeños árboles frutales se estaban haciendo cada vez más grandes y muy contenta revisaba cada uno de ellos. Luego me tocó pasar al centro del huerto, y mientras me movía tarareaba una canción hasta que me detuve en seco, con horror divisé que el centro del huerto estaba repleto de hierba mala. Exclamé: “¡No puede ser!”. E inmediatamente me preocupé porque sabía que la hierba le estaría quitando espacio y nutrientes a mis amadas semillas. Me puse manos a la obra, y comencé a arrancar estas hierbas pero me daba cuenta que me costaba sacarlas, entonces decidí explorar sus raíces y con sorpresa me di cuenta que eran profundas. Tuve una sospecha, pero la aparté de mi mente. Me dije: “Debo sacar estas hierbas antes de que afecten a mis semillas, el árbol frutal necesitará este espacio… bueno, supongo que será un árbol frutal”. Intenté muchas veces y sí arrancaba pero pedazos superficiales, realmente me costaba llegar a la raíz y comenzaban a dolerme las manos, de hecho, ya tenía unos raspones a lo largo de mis dedos. Me senté un instante, pensé en que esa no era cualquier hierba y temí. Me levanté y fui al centro del espacio donde estaba toda esa hierba amontonada, por un ladito comencé a escarbar lo más que pude, esperaba encontrar indicios de alguna raíz como la de árbol frutal pero por más profundo que indagué no encontré nada. Entonces fue cuando lo acepté: había sembrado con mi propia mano hierba mala en el centro del huerto, había traído al enemigo hasta mi corazón, el propio Caballo de Troya que escondido bajo el disfraz de unas lindas semillas golpeaba desde el interior. Me sentí frustrada, engañada, dolida y me critiqué castigándome a mí misma un millón de veces en apenas unos minutos. Tenía un enorme problema y lo sabía, estaba a merced de una hierba que tenía libre acceso al huerto y podría destruirlo todo allí adentro de mi corazón.
No sabía por dónde empezar, lo que tenía claro era que debía limpiar el huerto de esas raíces que se estaban adueñando de todos los nutrientes, y eventualmente eso afectaría a todas las plantaciones. Muchos temores pasaron por mi cabeza, llegué a pensar que si las raíces habían llegado a los árboles frutales de los alrededores, podrían llegar a sacarlos de la tierra, no quería ver morir todo mi trabajo, no quería ver morir el huerto, no quería ver morir mi corazón. Toda esta situación comenzaba a dolerme mucho, era un dolor profundo el que sentía cuando recordaba todo lo que había hecho y dado a esas semillas, tantas ilusiones, tantas expectativas… lo que menos esperaba era que golpearan de esta manera todo lo que había soñado, y que ahora parecía el peor error que cometí. Admito que, en muchos largos ratos, me la pasé llorando al pie de aquel montón de hierba. Me sentía tan engañada, tan tonta de haber confiado y haber dado lo mejor de mí sabiendo que aquellas semillas eran nuevas, que no las conocía realmente, pero me dejé llevar por la ilusión. Lloré tan amarga y profundamente, lloré como nunca antes había llorado.
Poco a poco comencé mi trabajo, eran muchas las raíces que debía retirar pero debía hacerlo con cuidado, no es lo mismo remover cualquier tierra que hacerlo con la tierra base del corazón. El corazón es frágil, es delicado, cualquier mal movimiento le ocasiona daños irreparables. Sabía que el huerto sufría cada vez que intentaba arrancar aquellas raíces, y yo sufría con él. Me topé con raíces tan profundas y duras, que me llevó varios días poder moverlas un poco; estaban tan aferradas a la tierra que, por Dios bendito, el dolor que propiciaba sacar las raíces era realmente insufrible.
Me tomó muchos meses poder avanzar realmente con aquella limpieza. Mis manos estaban destruidas, con raspones y pequeñas grietas. No podía creer que cuando sembré aquellas mágicas semillas les di todo lo mejor de mí, y la tierra de mi corazón las acogió sin condiciones ni limitantes, pero al mostrar su verdadera naturaleza, las semillas sólo fueron maleza que ocasionó el peor daño que mi corazón y yo misma había sentido antes.
Por fin llegó el día, porque no hay plazo que no se cumpla, donde me enfrenté a la última de las raíces, el último poquito de hierba mala que quedaba. Fue la peor de las raíces, ya saben que justo cuando el trabajo parece acabarse te encuentras con la peor parte. Mis manos estaban tan dañadas, habían sufrido tanto, desde el dolor a la sangre, que me costaba siquiera halar un poquito la raíz faltante. Lloré de desesperación, lloré de miedo porque no quería prolongar mi trabajo un día más, ya no soportaba remover y remover el producto de aquellas semillas, producto que nada bueno me había dejado. Dedicar meses de tu vida a sacar tanto dolor de tu corazón, es algo realmente terrible.
Me sentía desesperada, a veces quería rendirme y dejar esa raíz ahí, pero otras recordaba que si la dejaba brotarían más y mi trabajo de limpieza de meses se habría perdido. Hasta que, en un momento de gran valentía y coraje, expuse mis dedos y mi corazón al peor dolor, el dolor final, cuando tomé con determinación aquella última raíz y usé toda mi fuerza para arrancarla. Sentí como que todo el huerto daba un profundo grito, y aunque lo escuché gritar no solté la raíz y seguí halando, sabía la dimensión del daño que estaba ocasionado removiendo aquella raíz, pero también sabía que sería peor si la dejaba. Halé y halé con fuerza hasta que pasó, sentí que la tierra soltaba la raíz o la raíz soltaba la tierra para dejarla libre, y un último esfuerzo lo hizo posible: la maleza había sido retirada.
Abrí mis ojos y miré en mi mano la última raíz de dolor, adherida a ella grandes pedazos de mi corazón que se habían desprendido también. Lloré, lloré mucho. Todas mis ilusiones, todas mis expectativas, todo el amor que había puesto, las canciones que había cantado, la ternura y la atención, los esfuerzos, y posteriormente la decepción, la tristeza y el dolor, el engaño y la traición, todo eso estaba en mi mano representada con la raíz de una semilla que había amado tanto, que después había odiado y que ahora simplemente se había ido, y ya no podía dañarme más.
Mire el centro de mi corazón, el centro de mi huerto, y comprendí con horror el gran, profundo e inmenso agujero, el inmenso vacío que había quedado. No sabía qué hacer, tenía un enorme hueco en el corazón, ¿cómo se arregla eso? La forma era rellenarlo, entonces usé el abono de amor, sacos y sacos de amor hasta que pude tapar o llenar aquel vacío en el corazón. También decidí regar esa sección con muchas gotas de cariño y de ternura, además de protegerla y prestarle mucha más atención. Por ahora, sabía que no era bueno sembrar nada allí, así que dejé “descansar” esa sección hasta que fuese momento de sembrar de nuevo, pues sabía que llegaría el momento de volver hacerlo pero esta vez sería más precavida.
El huerto de mi corazón fue inocente, fue generoso y amó incondicionalmente, ésa es su naturaleza y no ha de cambiar aunque se haya equivocado con algunas semillas, eso lo sé. Por eso no dejaré de sembrar a pesar de todo el dolor padecido, al contrario, a partir de ahora sembraré mejor, y amaré las semillas que merezcan ser amadas y apartaré de mi huerto aquellas que sea necesario apartar. De eso se trata la vida, de aprender, de sembrar y de amar. A veces, aparecerá la maleza pero para eso aprenderemos a limpiar…

28/03/14 08:29 p.m. - 08:43 p.m.
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Carta a un amor perdido

Fuente Imagen: Google.

001. Carta a un amor perdido. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Extraño amigo, viejo y olvidado amor,

Hoy ya no recuerdo lo que me hacían sentir tus palabras, ya no recuerdo cómo se sentían tus manos al acariciarme, se ha ido tu tono de voz y la influencia de tu mirada. Pero se quedaron conmigo varios recuerdos, algunos ya borrosos como viejas fotos, deterioradas por el implacable paso del tiempo. No sé por qué hoy me he acordado de ti, o de lo poco que me queda en la mente sobre ti, y he repasado capítulos de nuestra vida en común, sobre todo aquellos donde hoy sé que pude haber actuado mejor.
Es increíble cómo el sentimiento, las buenas emociones, las caricias, todo eso desaparece y sólo te queda en la cabeza las imágenes más feas y las palabras más crueles, sobre todo las que ocasionaron más daño. Pienso en ti y revivo eso. De verdad, ya no me acuerdo de cómo sonreía cuando estaba contigo. Me parece tan triste. Trato, trato de acordarme de los episodios bonitos, y salta la peor de tus miradas, la peor de tus palabras que sin siquiera contener una ofensa grosera, destrozó mi corazón y mi amor volvió quimera.
Pero no escribo ahora para recordar lo mejor o lo peor de la vida que construimos, y que después destruimos. Escribo quizás con nostalgia, o mejor dicho con frustración porque repasando capítulos, como ya dije, sé que pude haber actuado mejor si tan sólo hubiese tenido el conocimiento que tengo hoy.
Dicen por ahí que a veces conocemos a la persona correcta en el momento equivocado, y he llegado a pensar que es cierto, que éramos los correctos que se conocieron en el peor momento. No tuve la preparación necesaria cuando te conocí. Mi ingenuidad, mis ideas y arrebatos nos ocasionaron mucho daño. Tus silencios, prepotencia y cobardía mataron lo poco que tenía y que te había dado, convirtiendo este amor en un amor desgraciado.
Hoy sé que no era tan grave lo que hacías y que no me gustaba. Hoy sé que eran muy pocas razones para pelear o discutir, que podía llegar a ser más tolerante con tus defectos y más flexible con mis ideas de cómo debían ser las cosas. Pero lo aprendí muy tarde, lo aprendí después de que este amor quedó en abandono, después de que se desangró y se volvió desamor. Quizás no te amé lo suficiente, quizás tenía tanta seguridad de que me pertenecías que por eso mismo te perdí… nos perdimos.
A veces siento que hoy soy capaz de ser lo que necesitabas, justo hoy cuando ya no lo necesitas. Tuve que vivir para darme cuenta que no tenía la suficiente experiencia para valorarte y verte mejor en aquel momento, pero hoy ya no importa nada de esto y, de hecho, es mucho lo que ya no recuerdo, tan sólo sé que un día creí que podíamos tener una gran relación y me he preguntado si hoy, si te hubiese conocido hoy, habría funcionado. Tal vez no, jamás lo sabré.
Extraño amigo, no sé quién eres hoy. Viejo y olvidado amor, ni tan olvidado porque por algo te escribo yo.
Un día tuve un gran amor, de lo bonito sólo recuerdo que pensaba que podría funcionar. De lo malo, recuerdo más y aun así días como hoy me pregunto qué pensarías de esto que soy, no de lo que fui porque ya no soy exactamente así. Me pregunto si habría funcionado si te hubiese conocido hoy, supongo que ya no importa la respuesta pues total si todo acabó, ¿para qué preguntar esto si ya no existe nuestro amor? ¿Por qué no dejar que el paso del tiempo mantenga nuestro adiós? O ¿para qué preguntar por algo que el adiós ya mató?

27/03/14 08:27 p.m. - 08:37 p.m.
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