Me quedé mirando por la ventana. A lo lejos veía cómo el viento movía insistentemente un árbol de varios metros de alto, y en mi jardín la bugambilia también se movía sin resistencia.
Gotas gigantes de agua golpeaban con fuerza las hojas y las flores. Algunas no resistieron la batalla, y hasta los pequeños ajíes vieron truncado su crecimiento.
Seguí mirando por la ventana. De repente, un centellazo iluminó aquellas nubes grises, y un gran rugido vino después. La Ciudad del Trueno hacía gala de su nombre.
Un sonido muy particular se hizo presente, y fue entonces cuando descubrí que los granizos habían llegado. En el suelo algunos se derretían; otros se acumulaban.
En ese momento pensaba tantas cosas, y a la vez no pensaba en nada. Somos tan pequeños ante la naturaleza. Un solo gran movimiento, y ella podría eliminarnos si quisiera.
Muchos más truenos llegaron. Algunos fuertes y largos. Me sentí protegida bajo mi techo, pero sabía que no todos correrían con la misma suerte.
Somos vulnerables. Algunos más que otros. Vulnerables física, psicológica o emocionalmente. Me quedé callada mientras seguía mirando por la ventana.
Por un instante me sentí sola. Por un instante mi pasado se hizo presente, y la nostalgia llegó con la tarde lluviosa. Un gran vacío me invadió.
Un gran vacío que grita tu nombre con mi voz. ¿Dónde estarás? ¿Cuándo vendrás? ¿Me estarás extrañando mientras cae la lluvia? ¿O será esto toda una locura?
Sin dejar de mirar la lluvia, me acosté en la cama mientras la almohada me abrazaba. Y yo me aferré a ella, tal como me hubiese gustado aferrarme a ti.
Aquí estoy, mirando la tormenta en la ciudad mientras otra tormenta interna me desgarra. Y aquí sigo, gritando mi dolor con cada latido.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
003.La Ciudad del Trueno.Colección 20 años.Waldylei Yépez.docx
10/02/21 20:34.
26/02/21 18:03.
Fuente Imagen: Google.
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