Desde el Estado Falcón, con las playas de Chichiriviche, Morrocoy y Tucacas quedando al fondo, avanzo hacia las tierras de Morón en el Estado Carabobo, el mismo donde se consolidó la Independencia de Venezuela.
Me muevo sin prisa. Detrás quedan las cálidas aguas del Mar Caribe, el paraíso natural que llevo grabado en mi mente desde aquella niñez donde estaba mi abuela, donde la veo mojarse los pies con un recipiente de plástico y regañarnos porque no y no, no debemos bañarnos justo después de comernos el pan con jamón y queso. Qué recuerdos.
Perdida entre mis memorias, Morón se impone frente a mí de repente. Ya estoy en el Distribuidor Palma Sola, e inicia la travesía por la Autopista Cimarrón-Andresote. Vamos rumbo al Estado Yaracuy, la gran hermana de las tierras del Cocuy.
Me quedo pensando en las carreteras hermosas de Venezuela, y sin duda hay un tramo en esta autopista que es de admirar. Me refiero específicamente al tramo entre San Felipe y el Peaje de Caseteja.
Me encanta pasar por ese tramo; su vegetación y aire fresco te conecta con la naturaleza. Te inspira, y te da una sensación de paz que no he conseguido vivir en ninguna otra carretera.
Pasamos por El Guarataro, Urama y La Raya. Sigo mirando por la ventana, mientras recuerdo que alguna vez me pregunté por qué esta autopista se llamaba así. La curiosidad me empujó a investigar un poco, y leí por ahí que Andresote fue un esclavo rebelde en la época colonial. Una figura de resistencia.
Cierro mis ojos unos instantes, vuelvo la mirada al paisaje que se mueve afuera. A lo lejos diviso las entradas a Los Cañizos, El Peñón y San José. Minutos más tarde la emoción me invade al acercarnos a San Felipe.
Con esta ciudad tengo lo que se podría decir una conexión especial, hay un pedacito de mi corazón por ahí en algún lugar. Gente hermosa y cariñosa. Gente amable y trabajadora.
Mis memorias recorren desde El Terminal de Pasajeros Independencia hasta su Plaza de las Banderas. La visita a la Plaza Bolívar y el camino hacia el Parque San Felipe El Fuerte. Fue impresionante ir a ver el patrimonio histórico; los vestigios, qué gran tesoro.
La historia de esta ciudad está llena de tantos hitos de perseverancia y valentía. Fue arrasada no sé cuántas veces por la Nueva Segovia, pero en todas esas veces se volvió a levantar y no dejó de luchar.
Y luego en 1812 llegó el terremoto que lo destruyó todo, pero eso no los detuvo tampoco. Así como el Fénix que se alzó desde sus cenizas, el nuevo San Felipe se levantó de sus ruinas.
Ha sido tan entretenido recordar todas estas cosas, ni siquiera me di cuenta que ya dejamos atrás a Guama y Cocorote. Nuevamente levanto la mirada y, a la entrada de Chivacoa, me encuentro con la estatua de María Lionza que se impone con su cuerpo desnudo sobre una danta.
Deidad mítica autóctona del folclore venezolano, representación del misterio universal de la feminidad, el amor y la naturaleza. Reina en la trilogía compartida con el Cacique Guaicaipuro y el Negro Felipe. Reina en la cultura nacional.
Atrás va quedando Urachiche, Sabana de Parra y La Piedra. Se abre el camino de la gran autopista en Yaritagua, y vamos rumbo al Cambural hasta llegar a Veragacha.
En cuestión de minutos el Parque Cardenalito nos dará la bienvenida. La bienvenida a mi Barquisimeto querida. La tierra de mis padres y de mis abuelos. La tierra de mi vida… y la de mis sueños.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
016.Cimarrón-Andresote.Colección 20 años.Waldylei Yépez.docx
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Fuente Imagen: Google.
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