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sábado, 24 de noviembre de 2012

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¿Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera?

Fuente: Google Images.

016. Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.docx

¿Por qué?
¿Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera?
¿Cómo fue que acabó su amor y yo no me di cuenta?
¿Por qué no me dijo que las cosas eran tan serias, que eran tan graves?
Jamás lo imaginé y jamás imaginé que me destrozaría tanto.
Es muy triste que tenga que fingir que no siento tanto dolor frente a los demás. Ocultar el dolor no es sinónimo de sentirse mejor. Pero “por buena educación”, ¿será que hay que tragarse todo para evitar darles lástima a los demás? Si eso es así creo que es muy triste, pues hay cosas que uno no debería fingir como eso de mostrarse bien. Aunque tampoco es mi intención andar tirada por las calles del mundo echándome a morir, para que los demás vean que sufro y para que se apiaden de mí, no es esa mi intención y no es eso lo que busco. Sin embargo, me gustaría no tener que fingir frente a mis seres queridos, tan sólo porque ellos “no quieren verme así”, si no quieren verme así entonces para qué me miran. Y actúan con sutileza con uno, te miran y medio sonríen creyendo que así te sentirás mejor, y de nuevo hay que tragarse las lágrimas porque nadie quiere ver a otro llorar.
Es cierto también que el cómo asumo esto es mi responsabilidad, pero pretender pensar que todo está bien cuando tu mundo se destruyó de un momento a otro es demasiado difícil.
Tal vez tenga razón aquella canción cuando dice: “Pero siempre hay alguien que ama más, y es así ese alguien es el que pierde más”. Me temo que yo fui quien amó más, y no intento disminuir al otro pero no es menos cierto que esto acabó porque ese otro lo quiso así, porque ese otro dejó de amar como aún lo hago yo. Entonces, ¿quién amó más?
A uno le pasan tantas cosas por la cabeza, comienza a pensar en todo aquello que estuvo bien, en las caminatas, en las conversaciones, en la risa, en los planes... y luego te das cuenta que nada de eso valió, pues nunca sirve a favor cuando intentas salvar ese amor que está muriendo. Uno dice: “¿Pero te acuerdas de tal cosa? ¿Recuerdas que dijimos que esto era para siempre? ¿Recuerdas que prometimos comunicarnos siempre? ¿Recuerdas que hablamos de ser tolerantes con el otro? ¿Recuerdas que dijimos que no había nada perfecto en el mundo y que era humano equivocarse?”, y darte cuenta que de nada sirve eso ahora es tan trágico. Sí, trágico porque hace que te mueras por dentro.
Aún en estos momentos, cuando las maletas están hechas y un pasaje que me lleva lejos está comprado, espero a que venga a decirme: “No te vayas, te quiero a mi lado”. ¿Eso va pasar? No, no creo que pase, y no va pasar porque ya no me ama aunque no me lo haya dicho directamente, pero al dejarme ir así es obvio aquello.
Es triste ver cómo se entromete la gente, buscando separarnos para que no hablemos “porque si hablamos nos hacemos daño”. Cada pareja, se supone, es un mundo y cada una de ellas tiene su propia dinámica, por tanto, si es necesario hablar y llorar, ¿por qué no dejan que eso pase? ¿Por qué se siente alguien con el deber y el derecho a decidir si se habla de tal cosa o no? Por eso es que dicen, y con toda la razón, que más de dos la cosa es multitud y no funciona.
Se supone que se ama también cuando se renuncia, el problema es cuando te hacen renunciar a la fuerza o tú lo sientes así.
Me he despertado hoy con el fantasma de mi viaje, sí, es un fantasma porque siento que camino a la guillotina y sin esperanza de salvarme. Quizás debería resignarme a morir, a que se muera este amor, a que se termine de partir el corazón.
“¿Cuánto tiempo es ‘para siempre’? A veces, sólo un segundo”, dice aquella famosa obra literaria. Ahora creo entenderlo.
¿Por qué el hombre que amo me hace sufrir de esta manera?
Es una pregunta que no entiendo ni puedo responder. Quizás un día pueda, quizás...

24/11/12 10:14 a.m. Santiago.
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jueves, 22 de noviembre de 2012

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Carta a Dios: Él ya no me ama

Fuente: Google Images.

015. Carta a Dios: Él ya no me ama. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.docx

Padre,
No puedo más con este dolor que me carcome el alma. Siento que mi corazón va explotar de pura tristeza. Siento que no me he equivocado tanto como para merecer esto. Estoy sola, sumida en el más profundo dolor que jamás sentí. "Seguramente él ha dejado de amarme", eso me dije y ahora eso es lo que siento, porque si me amara no me dejaría sufriendo de esta manera. Necesito paz para mi corazón, pero la paz que quiero es la que proviene de él, la paz que proviene de sus abrazos y su presencia. Y justo ahora, cuando estoy en el más alto punto de la montaña de mi temor, siento que todo se ha acabado.
He rogado y suplicado, y mis peticiones fueron desoídas. He llorado incansablemente, y mis lágrimas se han perdido. No he dormido casi, no he comido casi, me siento tan mal.
Ayer por la noche, luego de suplicarle salvar nuestro amor, me quedé sentada en el sillón mirando hacia la puerta de la recamara. Esperaba que se abriera, esperaba que él me salvara de este infierno. Estuve esperando muchos minutos, y él no apareció.
Hoy salió temprano y se despidió usando mi nombre, ya no usó palabras de cariño, palabras de amor como acostumbraba hacerlo.
Se fue sin considerar mi petición de salvar lo nuestro, estoy pensando que ya no le importa.
Rogué y supliqué, quizás no debí hacerlo. Pero todo se hace por amor, todo lo hago por este amor que siento. Amor que se convirtió en dolor de un día para el otro, no me di cuenta cuándo, no me di cuenta cómo. Siento que aún me ama, quizás estoy tan equivocada, quizás lo que quiere es deshacerse de mí, quizás... tantas cosas sí.
Padre, dame las fuerzas que me hacen falta para asumir esta verdad, asumir que él ya no me ama. Que todo lo bonito quedó en el pasado, que los planes el viento se los ha llevado y mi sol este día se ha apagado.
Padre, dame resignación para afrontar este hecho. Dame valentía para levantarme de este suelo. Envíame cariño para rellenar el agujero que ahora llevo por dentro. Y mucha vida para seguir viviendo, aunque ya no quiera hacerlo.

22/11/12 12:33 p.m.
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lunes, 19 de noviembre de 2012

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Tuve un sueño

Fuente: Google Images.

014. Tuve un sueño. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.docx

Hace ya mucho tiempo tuve un hermoso sueño.
Un sueño alcanzable,
y, aunque fuera difícil, realizable.
Así fue aquel sueño.
Tuve un sueño precioso
donde ‘vivir’ era más que esta vida,
donde ‘vivir’ significaba ser feliz,
donde ‘ser’ era más importante que ‘hacer’,
donde, a la salida del sol, los sueños volvían a nacer.
En ese mismo sueño
los errores fueron perdonados,
y cuando alguien amaba lo hacía de verdad,
cuando alguien decía “yo te apoyo”
también lo hacía de verdad.
Fue un sueño muy hermoso,
un sueño muy real.
Pero al final del sueño,
ya cuando era hora de despertar,
sólo escuché truenos
que me hicieron reaccionar,
y descubrí que no era más que un sueño
lo que acababa de observar.
Y lo mágico de aquello
se desvaneció ante mis ojos,
y me di cuenta que mi vida,
a diferencia de aquel hermoso sueño,
se convirtió en un infierno.
“No era esto lo que quería,
no era esto lo que soñé”,
pero así resultó
y aquel sueño de ayer
se desvaneció sin querer.
Hoy, ya despierta de tanto sueño,
me doy cuenta de mis manos vacías,
y de mi vida que también lo está,
pues como dice la canción:
la vida llegó
y mató el sueño que aquél soñó.
Así murió el sueño que tuve de mí,
de la vida que quería
y que sólo en sueños pudo ser.
Lamento haberme despertado
del hermoso sueño que soñé,
pues ayer tuve un hermoso sueño,
pero hoy ese hermoso sueño ya se fue,
para mi desgracia y mi lamento:
ya se fue...

19/11/2012 01:32 p.m. - 01:48 p.m.
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jueves, 19 de julio de 2012

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¿Por qué? ¿Por qué no lo recuerdas?

Fuente: Google Images.

013. ¿Por qué? ¿Por qué no lo recuerdas?. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Me pregunto cuándo volveré a ver tu rostro, cuándo volveré a escuchar de cerca el susurro de tus labios y sentir la mirada de tus ojos. Me pregunto tantas cosas a veces, hasta me pregunto qué nos pasó.
Hay ocasiones en que me pongo nostálgica como ahora y sólo logro caminar de un lado a otro en mi habitación, eso cuando no estoy simplemente tirada en la cama o el sillón. A veces siento que esto me sobrepasa, que no podré aguantar ni un minuto más tanta tristeza y tanta rabia. Hay veces en que me digo que hubiese preferido no haberte conocido.
Otras veces actúo normal, como si nada pasara, y le sonrío a la vida creyendo que sí hay razones para ser feliz. Salgo con los amigos y voy al cine con los primos, pero aún así el tiempo no es el mismo que cuando tú estabas aquí.
Hay ocasiones en que me insulto por tonta, por sentir lo que aún siento, me gustaría no tener que fingir lo que finjo sólo para que nadie me vea sufrir, para que nadie me vea triste y se compadezca de mí. No quiero la lástima de nadie, no quiero que sepan que aún sufro por amor, por el amor que aún te tengo y que tú no recuerdas. ¿Por qué? ¿Por qué no lo recuerdas? ¿Por qué sí tengo que recordarlo yo? ¿Por qué sí tengo que sufrirlo yo?
Un rayo de sol intenta entrar por la ventana, intenta infructuosamente calentar esta pieza. Yo intento respirar. Todo es un intento en esta habitación, no puedo decir que algo resulte. Sobre la mesa hay un intento de canción o un intento de poema, y en el piso está nuestro álbum de fotografías que se cayó en un intento de volver al pasado, se cayó cuando intenté vernos juntos de nuevo y me causó tanto dolor que mis manos tambalearon, mi valentía se quebró mientras sigo intentando que el nudo en mi garganta no salga, que no salga y moje mi rostro como muchas veces ya me pasó. Cuesta tanto contar lo que se vive en esta habitación, pero cuesta mucho más contar lo que sucede en mi interior.
No sé si pueda contener más tiempo mis lágrimas, quisiera simplemente soltarlas y volver a ser la niña que cuando lloraba alguien le arrullaba. Quisiera... ¡Ay! ¡Quisiera tantas cosas!
Me pregunto cuándo volveré a ver tu rostro, me pregunto cuándo volveremos a retomar nuestros planes, esos que ambos construimos mientras caminábamos tomados de la mano. Me pregunto cuándo podré volver a ver el cielo y verte iluminado en alguna estrella; cuándo esta maldita ciudad dejará de ser sólo una construcción de recuerdos, donde cada calle y centímetro me habla del momento anterior en que pasamos por ahí, pero no habla de que tú estás aquí. Odio ese osito de peluche que me regalaste, lo odio tanto que no me atrevo a botarlo, no me atrevo alejarlo de mí porque él me acerca a ti. ¡Te odio! ¡Desearía jamás haberte conocido!
Caigo al piso de rodillas y lo golpeo, no aguanto este maldito sufrimiento. No aguanto pensar que sólo yo sufro por esto, que sólo yo quiero regresar atrás, que tú estás bien sin mí o que te da igual. No aguanto pensar... Mis lágrimas caen al suelo una vez más.
Éramos felices, yo sé que lo éramos, entonces ¿por qué no recuerdas nuestro amor? ¿Por qué no lo recuerdas si éramos felices tú y yo?
Me gustaría saber si quiera qué fue lo que nos pasó... Me gustaría entender qué hicimos mal, o qué fue lo que no hicimos. Me gustaría levantarme de este piso, dejar de llorar por lo que ya no será, sin dolor ni amargura, sin pesar. Me gustaría tantas cosas, me gustaría dejarte y aún así me pregunto cuándo volveré a ver tu rostro, cuándo recordarás que te quiero y que quiero que regreses conmigo de nuevo... Mi amor, ¿cuándo? ¿Cuándo lo recordarás? ¿Cuándo recordarás que aún te espero? ¿Cuándo? ¿Cuándo me recordarás de nuevo?

19/07/2012 01:49 p.m. - 02:02 p.m.
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viernes, 13 de julio de 2012

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Ella podría explicarte cómo me siento

Fuente: Google Images.

012. Ella podría explicarte cómo me siento. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Aquella mujer que te hubiese amado, podría explicarte qué es lo que siento ahora. Seguramente podría contestar qué es lo que pasa dentro de mí, así como cuando me miras y te veo sonreír. Quizás ella podría definir lo que siento como amor. Sí, te amo... aunque no esté dispuesta a decírtelo, no como ella que quizás sí te lo dijo.
Me pongo a escuchar canciones de repente, pero termino pensando que me hace mal porque me pongo a escribir en privado, justo para decir las cosas que no diré jamás...
Hace instantes revisaba viejos recuerdos, de esos que se van para no volver, y me he preguntado cuánto me he perdido. Me he preguntado cuánto has vivido y cuánto ha vivido la mujer que te ha amado, así tal cual como yo, con la diferencia que ella fue un paso más allá y terminó por esclavizar su amor, su amor propio.
Recuerdo la vez en que decidí amarte y no amarte al final, justo lo hice para no terminar formando parte de la lista de aquellas que te aman o te han amado, una más, o mejor dicho: no quise formar parte de la lista de mujeres que tú sabes que te aman o te amaron, esa misma lista que agranda tu ego como si fueras la última coca-cola del universo. Justamente eso fue lo que me alejó de ti, te crees tan genial que te propones conquistar a cualquier mujer que te logre sonreír. No niego que eres un seductor, o mejor dicho conoces bien cómo hacer sentir importante a una mujer aunque sea por unos minutos, me he visto en la situación y vaya que se siente bonito debo reconocerlo. Lástima que para ti el "amor verdadero" sólo dura un minuto, por más que sea pleno.
Te conocí y no te conocí al final, no sé si alguien en esta vida te conoce de verdad, o si tú sabrás quién eres, lo cierto es que hace mucho tiempo decidí hacerte a un lado y me dije que eso era necesario para no verme sufrir. Para no sufrir de la misma forma en que esa mujer que te ama, y que cometió la estupidez de decírtelo, sufre hoy por hoy. Me alejé para no terminar sintiendo la rabia y el deseo de venganza que, aún hoy, siente quien te amó y que se creyó engañada.
Hay veces en que no logro comprender el cómo tú no comprendes por qué más de una te reprocha alguna cosa. No logro entender el cómo nunca te diste cuenta que decir "te quiero" no viene enlazado con un "tal vez". Cómo fue que no aprendiste que los compromisos se cumplen, y que no debes hacer sentir importante a una mujer para luego dejarla botada, de verdad, no te puedo comprender. No logro entender que le tiendas la mano a alguien y le sonrías, para solamente después acariciar su pierna y lo más íntimo de su vida... entonces te terminas yendo por donde venías.
Pienso que si te hubieses tomado el tiempo, y hubieses dejado la ridícula idea de que todos están dispuestos a engañar para sólo gozar, podrías haber encontrado en alguna mujer algo más que intimidad. Y no, no te hablo de mí y ni siquiera diré que habría sido otra historia un "nosotros". Conociéndote como te conozco, lo poco que conozco, no habría podido funcionar porque no estaba dispuesta a ser una más, porque con tu forma de ser me enseñaste a no tenerte confianza. Lo peor de sentir que tu amor es un mujeriego, es estar segura de que lo es y que no va cambiar. Que no va dejar de ver fotos de mujeres semidesnudas aunque tú estés a su lado, porque lo más "lógico" es que ella entienda que "él es un hombre" y, por tanto, es normal... pero, pienso yo, podrías tener un poquito más respeto por la mujer que dices amar.
Insisto en que lo más triste de todo esto es que la mujer que te ama esclaviza su amor propio, por la única razón de que te ama como si amar implicara que el otro sea el más importante y uno postergarse como el menos importante. He llegado a pensar que "amor" es una idea tan subjetiva que casi cualquier cosa se puede tildar como tal, sólo se necesita a alguien que quiera justificarse o justificar sus actos. Mi propia idea de lo que es el amor ni siquiera alcanza a ser idealizado, como si fuera un imposible, por el contrario creo que la diferencia reside en que para mí el amor incluye al amor propio, el respeto, la consideración y la dignidad. Algunos creen que, como el mundo no es perfecto, deben postergarse "por amor", yo creo que se puede ser tolerante con aquello que se debe e intolerante con lo que no puede sencillamente aceptarse. Creo que hay que ser valientes para amar y para dejar de amar.
A veces me pregunto qué hubiese pasado si me hubiese dejado caer entre tus redes, quizás tendría una razón para odiarte o para seguir amándote como una infeliz, no lo sé y nunca lo sabré... prefiero no saberlo.
¿Sabes? Hay ocasiones en que abro mi ventana y te veo pasar junto a ella, ésa a quien ahora dices que amas y te dice que te ama. Ella podría explicarte cómo me siento a veces, esas veces en que te amo y ahogo el suspiro que lanza mi corazón. Ella dice que te ama y le creo, hay una forma muy particular en que la mujer enamorada mira, es eso lo que la delata. Por suerte para mí, jamás aprendiste a darte cuenta de la diferencia en cuando yo te miraba, en las veces en que me hubiese gustado correr a tus brazos y besarte en los labios. Sigo amándote en silencio, a veces lo hago.
Ella podría explicarte cómo me siento cuando te amo, podría decirte el tamaño de la ilusión de una mujer enamorada, podría quedarse sin palabras al intentar expresarte lo mucho que te ama, podría quedarse mirándote con ternura... pero jamás podría responderte por qué decidí no amarte, pues sólo yo lo sé y sólo yo lo entiendo.

Tú decidiste vivir tu vida como la vives.
Decidiste que, en el fondo, no amarías a nadie.
Decidiste decirles que les querías,
aunque después de cinco minutos ya no lo harías.

Yo decidí no darte el espacio.
Decidí que no quería estar en tus brazos.
Decidí que no quería besar la boca que ha sido de miles,
que no eras el adecuado para ir al cine.

Ella podría explicarte cómo me siento a veces.
Que el corazón se emociona al verte.
Que mil razones hay para sonreírte siempre,
pero lo que no puede contarte
es que, en el fondo, eres
lo que ella no quiere...
pronto lo sabrá
cuando te conozca de verdad,
o cuando la dejes atrás...

13/07/2012 07:42 p.m.
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sábado, 7 de julio de 2012

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Como fuego bajo la lluvia

Fuente: Google Images.

011. Como fuego bajo la lluvia. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Mientras camino contigo bajo la lluvia me quedo recordando el pasado, recordando que cuando te permití enamorarme no fui consciente del futuro, no podía saber en lo que me estaba metiendo. Recuerdo que te permití besar mis labios y tus manos recorrieron mi espalda mientras disfrutaba de un abrazo tuyo, pero ahora que el juego se aproxima a su final no sé qué cosa positiva rescatar.
Parece que camino contigo, sí, pero la verdad es que camino detrás de ti en esta noche tormentosa y fría, a metros de ti porque te acostumbraste a dejarme atrás, muy atrás, pero antes me hiciste creer que siempre caminaría de tu mano. Creo que lo olvidaste.
La calidez de mi aliento se hace evidente, el calor levanta una nube frente a mi cara. Deben haber como cero grados, o eso siento. Los cero grados no pasan en vano. No siento nada, no sé qué sentir. Da lo mismo el frío del tiempo, al frío que de ti siento o será que, al contrario, el enojo me lleva ardiendo. Eso explicaría el por qué es más evidente el calor que expulsa mi nariz y mi boca. De nada me sirve la bufanda mojada y las manos heladas. Tengo ganas de maldecir todo, mientras mis lágrimas se disfrazan de lluvia.
Maldigo a quien me dijo que el amor era hermoso. Maldigo a tus amigos y los míos por habernos conocido. Maldigo la hora en que decidí dejarte entrar en mí, porque no he ganado más que arrepentimientos, millones de razones para no haberte conocido jamás.
El enojo se acrecienta y también las ganas de gritarte, gritarte que eres un mal hombre, que te odio más de lo que creí. Me molesta tanto que vayas a varios metros delante, me molesta que no puedas ver mi rostro y mis ganas de rayarte la madre.
Maldigo el momento en que las rosas me hablaban de ti, y la lluvia era especial; los fines de semana esperados para verte y la música de amor que me hacía imaginar entre tus brazos, lo maldigo todo. No tengo nada entre las manos, sólo la lluvia y el enojo.
Me detengo un momento en aquel camino escabroso. Levanto mi cara y la lluvia refresca mi rostro. Intento calmar esta rabia, este fuego que siento. Arde mi interior mientras las manos me tiemblan, me es muy difícil respirar. Es difícil respirar tanto dolor junto.
Te miro a lo lejos y pienso en que quizás exagero, en que quizás todo no es tan malo como creo. Mis lágrimas se siguen disfrazando de lluvia. Pienso en lo bueno que fuiste, en lo bueno que has sido con mi familia; pienso en la sonrisa de la cual me enamoré, en esa mirada angelical que a veces tienes. Tal vez estoy exagerando, tal vez no estoy tan enojada, tal vez todavía te amo. Te vuelvo a mirar a los lejos y me doy cuenta que volteaste, te pones las manos en la cintura al darte cuenta que detuve mi camino, me gritas como siempre, me descalificas nuevamente y vuelvo a encenderme...
¡Maldita sea el momento en el que te conocí! Grito dentro de mí. Parezco volcán que erupciona, desprendo tanto calor en esta noche bajo cero que me da lo mismo si me congelo. Arde la piel que me cubre, la mujer de fuego muy rápido se consume. Emprendo el camino de nuevo, con tanta rabia y tanta fuerza que ahora decreto que será la última vez que te veo. Como fuego bajo la lluvia me muero.
Te escucho gritar como si tuvieras mucho poder sobre mí, te escucho regañarme y descalificarme a lo lejos. Pero perdiste, perdiste tantas cosas que ni siquiera te das cuenta. No sabes que acabo de incinerar eso que llaman corazón, amor y similares. Me volví fuego y destruí la casa que construimos, la vida en pareja que alguna vez mencionaste, los momentos que pasamos bajo la luna, los planes de viaje, las ideas y los sueños. Ahora sabrás que he quemado todo, que lo que crees que tienes en realidad lo volví cenizas, lo destrocé todo. Sí, creíste que siempre me tendrías, eso creíste...
A veces me dijiste que sin mí no serías nada, pues te cuento que ahora eres justo eso: nada.
Le prendí fuego a todo, y ahora estoy segura cuando te digo que ésta es la última vez. Vuelves a retomar el camino aún a metros de mí, siempre has sido así: un completo imbécil que ni siquiera se da cuenta cuando el mundo se le derrumba. Siempre tan confiado, creyendo que todo lo controla y que nada perderá, pero déjame decirte que las proporciones de lo que perdiste no las podrás calcular.
¿Cómo pudiste ser tan ciego y tan imbécil? O mejor dicho, ¿por qué te aguanté tanto tiempo si ya sabía que no valías nada? Pero ésta sí será la última vez, porque aunque aún te amaba me llevé a la hoguera y me destruí entera, ya no quedan ni cenizas a las que aferrarse. Ya no existe el amor por el que esforzarse. Sí, había construido un mundo entero, pero me cercioré de quemarlo todo. Sigo quemándome como fuego bajo la lluvia, mientras mis ilusiones gritan tu nombre, gritan que te quiero.

Dejé que me enamoraras,
dejé que me ilusionaras,
también dejé que me amaras
y que me pisotearas,
pero esta noche bajo la lluvia,
esta noche de cero y bajo cero,
de enojos volcánicos,
de calor y de fuego
se encendió mi interior y mi cuerpo,
estalló por dentro
e incineró el amor, el corazón y al tiempo.
Me volví fuego y te destruí,
escuché el quejido y la muerte,
escuché que se ahogó,
sí, se ahogó la voz que decía tu nombre.
Volteaste creyéndote con poder sobre mí,
creyendo que podías mandar sobre mí,
pero déjame aclarar quién es la que manda al fin.
Pensé que contigo podía ser feliz,
pero sólo alcance a ser infeliz
en este juego que construiste
para hacerme sentir parte de ti.
Muchas veces perdoné tus errores
y ya me cansé de hacerlo,
me cansé de tus gritos,
me cansé del "te quiero".
Me volví fuego y destruí todo,
las cenizas quedaron bajo cero
y ahora comienza tu mundo de hielo.
Maldigo a quien me dijo que el amor era hermoso,
¡maldigo!, maldigo el puto momento en que conocí tu rostro...

08/07/2012 01:28 a.m. - 01:46 a.m. - 02:31 a.m.
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viernes, 1 de junio de 2012

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Viejo amigo, hoy que he vuelto a encontrarte

010. Viejo amigo, hoy que he vuelto a encontrarte. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Viejo amigo, hoy que he vuelto a encontrarte me alegra mucho hacerlo. Escuché por ahí que lograste cumplir tus sueños, sí, ya sé que me preguntas por los míos y me toca sonreír obligadamente. Amigo, te confieso que me encuentras en un mal momento del día, en un mal momento de vida como tantos otros que he dejado atrás. Mantengo mi sonrisa obligada, pues sé que es de mala educación volverte a ver y contarte lo mal que me siento.
Pasó tanto desde que dejé de verte, han pasado tantas pero tantas cosas, y a la vez siento que no ha pasado nada, y la verdad no sé cómo explicarte. Siento que ni siquiera debería explicarte. No sé cómo admitir que hay ocasiones en que me siento a solas con mi taza de té, y miro aquel líquido mientras se disipa su calor pensando en el ayer y en el hoy.
Qué cara me pondrías si en esta conversación confieso lo que no he confesado a nadie, si te cuento mis derrotas y verdades; si te cuento que los días de gloria quedaron muy atrás.
Odio realmente sentirme en desgracia, sentir que todo está mal y que sigo caminos que no puedo retornar porque ya no hay tiempo para volver a empezar, pues ni siquiera quiero volver a empezar.
Amigo, te veo tan sonriente contando de tu vida, contando del buen empleo que conseguiste y de las dificultades que superaste. Te felicito mi viejo amigo. Pero, justo ahora, estoy pidiendo con ahínco que no insistas en saber de mi vida, que no insistas en saber de mi historia y en cómo me siento. Quisiera confesarte que la rabia y frustración me carcome la vida y el cuerpo, que mis propios ojos quisieran llorar las mismísimas llamas del infierno, que mis problemas son los mismos y nunca los he superado. Es tanto lo que he fallado.
Viejo amigo, recuerdo aquel tiempo cuando era capaz de hablarte sinceramente y confiaba en que podía contarte cualquier cosa, que podía incluso dejarme llorar pues no importaba que me vieras. Yo sabía que a nadie lo contarías. Recuerdo cuando era capaz de muchas cosas y hoy sólo soy capaz de muy pocas.
Me dio gusto saber de ti, saber que verdaderamente estás bien. Lamento que, en tu caso, te vayas con un cuadro inventado de mí, ese cuadro donde todo está bien, donde me viste bien porque así lo fingí.
Viejo amigo, hoy que volví a encontrarte recordé aquellos buenos años cuando mis desgracias eran algo trivial, pero ahora cuando todo ya es distinto, cuando mi tranquilidad se ha hecho añicos, mis recuerdos se vuelven precipicios.
Te veo alejarte caminando en la vereda y bajo mi mirada.
Desearía no tener que esconderme bajo una sonrisa falsa, pero a veces es necesario hacerlo. A veces es necesario hacerle creer a todos y hasta a tu mejor amigo que las cosas están bien... aunque disten mucho de ser así.
Aunque disten mucho de estar bien.

01/06/2012 05:03 p.m.
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sábado, 21 de abril de 2012

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A mis primas

009. A mis primas. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Queridas primas,

He guardado silencio todos estos días, quizás esperaba el momento oportuno para poder hablarles un minuto. He sido cobarde, quizás no estoy usando el término correcto ahora, pero a lo que me refiero es que no he tenido la fortaleza de escribirles unas pocas palabras para decirles lo mucho que siento esta tragedia que están pasando. Sí, quizás debí escribirles antes pero no pude, no tenía palabras y tampoco creo tenerlas ahora, sin embargo, me esforzaré en comunicarles algunas pocas cosas.
He estado pensando en ustedes, he pensado mucho en el sufrimiento que hoy embarga sus corazones y que llena de un profundo dolor sus vidas, y como puedo dimensionar ese dolor es que no he tenido palabras para decirles lo mucho que lo siento, no he podido decirles que yo también estoy muy triste de saber o imaginar cuánto sufren. Hoy ustedes extrañan y anhelan la presencia de su madre, y yo aún extraño la presencia de mi padre, por ello es que entiendo el dolor que ahora las embarga y sé de la añoranza que las acompañará el día de mañana.
No puedo evitar emocionarme, no puedo evitar volver al pasado y recordar la sonrisa de su madre, su alegría, su fortaleza. Fue y seguirá siendo en nuestras mentes y corazones una gran mujer, una madre abnegada, una esposa maravillosa, hermana y abuela ejemplar. Ella, una mujer de gran porte y carácter, será recordada por muchas personas, todas aquellas que tuvieron la oportunidad de encontrarse con ella en esta vida y que siempre la llevarán consigo en sus almas.
Puedo imaginar el vacío que ustedes encuentran en la casa, el vacío que ella deja, allí donde no está su risa, donde desearían encontrar de nuevo su mirada y sus palabras. Desearía poder comunicarme con ella y decirle cuánto se le extraña.
Hay pocas cosas en la vida que hacen que este dolor que sienten sea más llevadero, pero justo una de esas cosas es saber que ella ya no sufre y eso es algo de lo sí podemos estar seguros, ella se encuentra tranquila, pero a la vez seguramente a ella le gustaría que ustedes pudiesen encontrar la tranquilidad que tanto necesitan, tranquilidad que es difícil de vislumbrar entre tanto dolor por su partida.
Puedo imaginarla en medio de la sala, puedo imaginarla sonreír porque ahora está rodeada de ese Amor Universal que todo lo envuelve. Dicho Amor Universal es el que les dará la fuerza para seguir adelante, porque estoy segura de que eso es lo que ella más quiere: volver a verlos sonreír. Nada puede hacer desaparecer al Amor, ni siquiera la muerte, y por ello estoy segura de que ella permanecerá con ustedes siempre.
Yo aún puedo sentir a mi padre, por eso sé que ustedes pueden sentir a su madre pues se trata de algo más allá de la carne, se trata del amor más puro que llevamos anclado en nuestro pecho y más allá de la sangre.

Primas,
estoy segura que su madre está tranquila,
estoy segura de que volveremos a encontrarla,
que volverán a sentir su mirada,
pero mientras tanto será una gran estrella, en esta noche estrellada.

A la memoria de esa gran mujer, gran amiga y madre amada.

21/04/2012 02:34 p.m. Santiago.
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jueves, 15 de diciembre de 2011

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A los hijos de mi hermano...

008. A los hijos de mi hermano. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Quiero remontarme a una época pasada, aquélla donde mi mirada era más ingenua, tan ingenua como un bebé en su cunita. Por supuesto, yo no puedo recordar cuando estaba en tiempos de cuna, pero algo me han comentado de ese tiempo y de esas palabras mi mente creó los más bellos "recuerdos". Me contaron que, cuando era pequeña, a veces mi padre me cantaba algunas canciones que le gustaban, rancheras eran aquéllas en general; decían que movía mi patita al son de ese famoso "Juan Charrasqueado", hoy en día es una de mis canciones favoritas. Pienso en que, quizás, cuando escuchaba la voz de mi padre yo sonreía alegremente, que la melodía de su voz yo reconocía, y que por eso entre canto y melodía mi pequeña patita movía. Pocos meses pasaron y aquella voz dejó de cantar, el famoso "Juan Charrasqueado" se quedó callado hasta que la radio, por sí misma, lo hizo volver cantar, como muchos años atrás.
Así como les cuento, en mis primeros meses de vida pude escuchar y ver al hombre que, junto a mi madre, me dio la oportunidad de vivir, sin embargo, no lo recuerdo. Precisamente eso es lo malo de los primeros meses de vida: no los recuerdas, a pesar de que hayas vivido cosas importantes: no los recordarás. Eso fue lo que me pasó a mí.
Mi padre nos dejó muy pequeños. Su corazón no pudo aguantar más golpes de los que ya le había dado la vida. Dejó tres hijos, uno de su primer matrimonio y dos en el segundo. Yo, aún en brazos, no podía comprender la razón de su ausencia ni la consecuencia de ella hasta tanto no pudiera tener conciencia de mí misma, es decir, hasta que creciera un poco y para eso necesitaría que pasasen algunos años. En la medida en que estos años pasaron, crecí con la imagen presente de mi madre, que fue madre/padre a la vez, y con la información de que yo no tenía padre porque había muerto. Y sólo eso tenía de él: la información de que estaba muerto, y que lo más que podía aspirar a tener de él era una vieja foto. No podía... no puedo recordar su voz ni el rostro que, seguramente, me sonrió alguna vez... No puedo recordarlo.
Pero sí recuerdo que, cuando era una niña apenas, me preguntaba: ¿qué se sentirá tener un papá? ¿por qué los niños a mi alrededor no valoran a los suyos? ¿por qué ellos, que pueden, no abrazan a sus padres y yo, que no puedo, quiero tanto abrazar al mío? Era muy niña, tenía muchas preguntas y la existencia de una ausencia que comenzaría hacerse presente mientras más crecía. Recuerdo que todo lo que se relacionara a una pérdida, o que significara nombrar directa o indirectamente a mi padre, me afectaba mucho. Era una niña con emociones muy profundas en el pecho, tan profundas que ni siquiera yo podía dimensionarlas, pero sabía que tenían que ver con él, con mi padre. Siempre fui muy emotiva, más de lo que los adultos a mi alrededor pudieron darse cuenta, y montones de veces escondí mis inmensas ganas de llorar cuando pensaba en mi papá. Así aprendí a callar eso que sentía mi corazón y, a veces, reprochaba a la vida no haberme dado la oportunidad de despedirme de él, de vivir el luto que me correspondía, en vez de eso todo pasó y yo nada supe, y no pude tomar real conciencia de la pérdida hasta muchos años después. El dato curioso de todo esto, es que siempre lo sentí conmigo en mi corazón muy a pesar de "no haberlo conocido".
Los hermanos crecimos entonces sin la figura esencial de ese padre que nos había dado la vida. Crecimos con la ausencia de esa figura importante, y viéndonos esporádicamente por ser parte de distintas familias. De grandes seguiríamos viéndonos de la misma manera.
Y regresando, de ese tiempo remoto al más actual, yo les puedo entonces contar que, hace relativamente poco tiempo, estuve lejos algunas semanas y en esas semanas mi familia estuvo muy presente en mi mente, incluyendo a mi hermano mayor que veía muy esporádicamente. Muchas cosas pasarían lejos de mí, cosas de las cuales, por diversos factores, no pude enterarme a tiempo sino muchas semanas más tarde cuando regresé a mi pueblo. Así fue como llegó la más terrible noticia, la noticia que nublaría el cielo y que lo sigue nublando hasta el día de hoy: mi hermano, el primer hijo de mi padre, había muerto. Las palabras retumbaron en mi cabeza y mi mente comenzó a negarlo: ¡eso no podía ser cierto! Era imposible de creer. Lo primero que hice fue buscar versiones de periódicos, tenía que confirmar que aquello era real y que no era sólo una pesadilla mental. Fue entonces cuando aparecieron las noticias en la prensa, y ahí lo leí: mi hermano mayor caía abatido por la delincuencia, con un tiro mortal en la cabeza... Mi mundo se derrumbó entonces, y lloré desconsoladamente... Mi hermano, ese hermano mayor que a veces veía pues ya no podré verlo jamás, ya se fue o, mejor dicho, se lo llevaron porque un maldito delincuente lo ha asesinado...
Estando lejos presentía que algo pasaría, e inconscientemente yo sentía que debía escribir algo para una despedida y no podía comprenderlo. Semanas más tarde lo haría, y sentiría eso que me ha impulsado a escribir esta carta. Hace ya algunos días que pensé en escribirla, pero no había llegado el momento de hacerlo puesto que las condiciones más adecuadas no estaban dadas. He decidido usar mi fuerza de voluntad para hacerla hoy, y no sé si me alcance el tiempo o si al final me atreva a mostrarla, pero hoy quiero escribirle a ellos: a los hijos de mi hermano...
No espero que los destinatarios finales lean, algún día, lo que quiero escribirles, lo cierto es que, según mi perspectiva, ellos no están en el momento de comprender por qué la hermana de su padre se atreve a expresar estas líneas. A pesar de ello, seguiré adelante y quizás esta carta sólo la llegue a leer mi alma, quedando muy guardada en mi conciencia y en mi mirada.

A los hijos de mi hermano...

¿Saben? Uno de mis primeros pensamientos, en relación a la partida de su padre, fue decirme que lamentaba con todo mi corazón que tuvieran que pasar por lo que nosotros pasamos. Éramos niños de apenas once, seis y tres meses cuando nuestro padre, su abuelo, murió y eso afectó mucho nuestras vidas, al menos la mía la sigue afectando hoy en día. Con decirles que no puedo mantenerme realmente tranquila al escribir esto, así como me pasaba de niña, pues estoy llorando al escribir estas líneas. Sigo llorando por mi padre, lloro por el hermano mayor que perdí y, a su vez, lloro por ustedes porque empatizo pues sé qué es crecer sin la figura paterna.
Por suerte, él les deja muchos momentos y vivencias que se convierten en recuerdos, entonces podrán recordarlo con cariño, recordar su risa, sus palabras, su sentido del humor. Me hubiese gustado tener la misma suerte con su abuelo, mi padre; me hubiese gustado tener cosas que recordar de él.
Reprocho no haber tenido la oportunidad de despedirme de mi padre y despedirme de mi hermano mayor, pero estoy segura de que, en cierta forma, "ellos estuvieron conmigo" aunque fui inconsciente del momento exacto en el que se fueron.
De niña creía que mi padre cuidaba de sus hijos, de grande creo que su padre cuidará de ustedes. La conexión de los padres con sus hijos está en el corazón, y nada la rompe ni siquiera cuando la muerte se asome.
Chicos, apoyen mucho a su mamá que ahora será madre/padre a la vez y sigan adelante, sigan por el camino del bien. Crezcan y esfuércense para que sean fuertes y triunfantes.

A los hijos de mi hermano hoy les escribo,
les escribo aunque nunca lean lo que escribo.
Tal vez escribo para escribirme a mí misma,
para poder expresar mi dolor,
para poder expresar lo que siento,
y para poder decirle a los dos que se fueron
que, por siempre, sus hijos los extrañaremos...
Vaya que sí,
sí los extrañaremos.

Ustedes,
sigan cuidándonos desde el cielo...

14/12/2011 02:51 p.m.
15/12/2011 12:16 p.m. - 12:28 p.m. - 05:04 p.m. Santiago.
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miércoles, 2 de noviembre de 2011

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Quizás sí, quizás no

007. Quizás sí, quizás no. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Para quien quiera saberlo, para quien quiera entenderlo, para quien quiera reprocharlo... esta es mi historia.
No soy alguien con fama, poder o dinero, y aún así hay gente que se interesa por lo que le pasa a uno en la vida. No sé por qué la gente será así. Y bueno, decidí contarle mi historia a este papel porque es la única forma quizás de darle una revisión a lo que ha pasado en mi vida, y la verdad es que no han sido pocas cosas, pero nunca tantas.
Mi nombre es Paula y llegué a esta ciudad cuando me tocó entrar a la Universidad. Mis padres terminaron comprando la casa que me sirvió de residencia los primeros meses aquí, y la verdad es que nunca llegué a tener problemas: mi vida universitaria fue excelente, conocí mucha gente y, después de graduarme, puse mi propia pequeña empresa donde se fabricaban cajas de cartón. Más o menos a la mitad de la carrera, conocí a un hombre muy amable llamado Alejandro, él tampoco era de la ciudad como yo, sus padres vivían a un par de horas de donde estábamos. Salíamos de vez en cuando y terminamos enamorados; para cuando culminé mi carrera ya me encontraba comprometida con él, y nos casamos algunos meses más tarde. Vivíamos en su apartamento, que evidentemente pasó a ser nuestro apartamento, pero después de algunos años la relación se fue enfriando en lo que amor de pareja respecta. Claro, debo admitir que nunca nos tratamos mal a pesar de las diferencias de opinión que a veces teníamos. Digamos que nos volvimos amigos y dejamos de ser amantes enamorados.
Un día salí con una amiga a comer en la calle, comida rápida básicamente, y mientras compartíamos en una mesita, que daba vista a la calle, pasó un chico bastante guapo caminando por la acera. Me atrajo de inmediato y sin siquiera poder evitarlo lo seguí con la mirada desde que apareció hasta que pasó por completo y se alejó de la ventana, mi amiga se echó a reír y comenzó a molestarme, yo por supuesto me sentí un poco apenada. Justo en ese momento ella me dijo que se tenía que ir, y yo sin ganas de llegar a mi casa le dije que me quedaría allí un poco más. Ella asintió y se despidió de mí con un beso en la mejilla. Un instante después me pasa por un lado la figura de una persona, yo lo seguí con la mirada hasta que tomó una mesa y resultó ser el chico que acababa de ver pasar. No podía quitarle la vista de encima, pues de verdad me parecía muy guapo. Vi que le dijo al que lo atendió que quería un plato y bebida, después echó algunas miradas hacia los lados y en una de esas nuestros ojos entraron en contacto, estuvimos así como cinco segundos hasta que él me sonrío y me di cuenta que él sabía que lo estaba observando, me apené y volteé mi mirada.
De repente, escuché una voz masculina.

- ¿Está esperando a alguien? -. Esa voz "me mató".
- No -. Apenas alcancé a responder cuando me di cuenta de que se trataba del chico.
- Entonces, ¿puedo sentarme? -. Yo asentí. Me puse nerviosa.

Quería invitarme algo y le dije que acababa de comer con una amiga, de todas maneras insistió en que le aceptara un refresco y así fue. Conversamos cosas triviales y la verdad me sentía a gusto. Después de comer, salimos y nos sentamos cerca de la fuente que estaba al frente del sitio, allí continuamos hablando de las cosas de la vida. Yo lo veía sonreír y me encantaba su sonrisa.
Cuando todo parecía estar fenomenal, sonó mi teléfono celular. Vi quien era y eso me heló. Contesté la llamada y le dije que estaba dando una vuelta, que pronto regresaría. Corté la llamada y le dije al chico que me tenía que ir.

- No puede ser... si está tan genial la noche y sobretodo la conversación -.
- Pues sí, está genial... es genial poder conversar horas y horas -.
- Mejor devuelve la llamada y dile a tu mamá, si fue ella quien te llamó, que yo te voy acompañar hasta tu casa, que no se preocupe -. Y la verdad sus palabras sonaron tiernas.
- No fue mi madre quien me llamó... -. Medio sonreí con pesar.
- Entonces, ¿quién? -. Subí mi mano para que se notara mi anillo.
- Mi esposo... -. Él quedó todo impactado.
- Señora... no me percaté del anillo -. Intentó disculparse. - Disculpe si llegué a decir algo que no era correcto... -.

Las palabras no se prolongaron más de lo necesario, le dije que todo estaba bien y comencé mi camino hacia la casa. Recuerdo que pasé la calle y justo antes de doblar, me volteé hacia la fuente y él aún estaba ahí, me seguía con la mirada mientras me alejaba. Por alguna razón, sentí que ambos nos habíamos quedado con pesar. Ese fue el primer día en que odié ser "la señora de".
La siguiente semana fui a comer sola a ese lugar, justo a la hora en que él había llegado aquel día, pues tenía la secreta esperanza de volver a verlo.

- ¿Está esperando a alguien? -. Oí decir. Miré y le contesté que no. Se sentó nuevamente en mi mesa. - ¿Ya comió? -. Me preguntó.
- No -. Contesté, pero en realidad quería decir: "No, porque estaba esperándote".

Comimos y también conversamos bastante entre medio. Así nació el encontrarnos cada semana a comer ahí mismo, aunque unas tres semanas después quedaríamos a comer en otros sitios. Así fue que comenzó mis comidas con el chico que me gustaba, y al cual yo también le gustaba. No tocamos el tema de mi matrimonio, y tampoco hablábamos de un noviazgo ni nada parecido, eso era más una amistad donde ambos sabíamos que en el otro había un sentir especial. Él sí me contó de su vida, me mostró fotos de sus amigos y familiares, cosas que tenía en su teléfono celular. Quería que conociera de él, pero nunca buscó saber de mi vida, e incluso me pidió no enseñarle nada.

- Ricardo -. Así se llamaba. - ¿Por qué no quieres saber acerca de mis amigos, por ejemplo? -.
- Porque ellos deben conocerlo a él, a tu esposo, y deben creer que tienes un matrimonio feliz. Yo prefiero mantenerme apartado de ese mundo... -.
- Dices que ellos deben creer que tengo un matrimonio feliz, pero quizás más que creerlo lo saben, ¿no has pensado en eso? -.
- Paula, si tuvieras un matrimonio feliz no estarías aquí conmigo. ¿Cómo lo sé? Tu mirada no es la mirada de una amiga. Tus ojos a la hora de irte se ponen tristes, pero cuando hablas conmigo te emocionas, te sonríes, te gusta estar conmigo... No me mientas intentando decir que eres feliz con él... -.

Sus palabras calaron hondo en mí y, aunque intenté disimularlo, una lágrima terminó apareciendo para desmontar mi sonrisa fingida.

- No tienes que hacerte la fuerte conmigo -. Me dijo ofreciéndome sus brazos.

Me desmoroné ahí mismo, él fue quien se apresuró abrazarme y terminé aferrada a él. Era cierto, yo me sentía desdichada y sentía que debía fingir ser la señora de alguien que ya no amaba, cosa que de verdad llegaba a destrozarme. Secó mis mejillas con sus dedos, entonces colocó sus manos en cada extremo de mi cara y se sonrió conmigo.

- Eres preciosa... -. Eso me dijo y me dio más ganas de llorar. Entonces acercó sus labios a los míos, y esa fue la primera vez que me besó.

Si bien correspondí su beso, terminé alejándolo de mí y moví mi cabeza en señal de negación. Aquello no podía ser porque yo era una mujer casada, no felizmente casada pero casada al fin. Huí de él, huí de ese sitio y regresé a casa, sólo para darme cuenta que me hubiera gustado más quedarme con él. No dejé de pensar en ese beso en toda la noche, recuerdo que me tuve que levantar porque me dio sed, y justo detrás de mí venía mi esposo.

- ¿No puedes dormir? -. Me preguntó.
- No, no puedo dormir, Alejandro -.
- Seguramente es producto del estrés, mi amor. Debes tomar las cosas con más calma... -. Entonces se acercó y me abrazó.

Sentí inmediato rechazo al roce de su piel, y lo peor era que no me lo podía quitar de encima porque se iba notar demasiado. Me tragué las ganas de alejarlo de mí. Era increíble la situación que vivía, estaba en brazos de un hombre mientras anhelaba a otro. Comencé a sentirme miserable y a reprocharme una y otra vez la situación, la misma que yo había propiciado. Regresamos a la habitación y él terminó durmiéndose pero abrazado a mí, y yo sin ganas siquiera de sentir su aliento que rozaba con mi cuello.
Pasaron los días, yo me quedaba trabajando lo más que podía en la oficina porque no quería pensar. En la fábrica nos iba bien, aprovechaba el tiempo para estar allí pues me servía más revisar cuentas que quedarme pensando en Ricardo o qué hacer con Alejandro.
Ricardo por su parte no me buscó en esos días, de hecho él siempre esperaba a que fuera yo quien le llamara, siempre me decía que era para evitar llamar y ponerme en una situación incómoda con mi esposo. Yo pensaba justo en que no debía llamarlo, aquello ya había dejado de ser una amistad, aunque a esas alturas pensaba que nunca había sido tal. Sin embargo, necesitaba verlo o escucharlo pues de verdad me hacía mucha falta. Me opuse tanto como mi mente pudo, pero mi corazón habló más alto y lo llamé. Quedamos en encontrarnos en un parque, y así fue.
Esa tarde la pasé muy bien con él, era más conversación que cualquier cosa eso sí. Me hacía reír con sus locuras, a veces parecía un niño, tenía un buen sentido del humor y siempre intentaba hacerme sonreír. Recuerdo que quiso regalarme un oso de peluche, una rosa y hasta un globo... con pesar siempre terminé diciéndole que no, porque no podía quedarme con esas cosas. Sé que a él no le gustaba la situación, o que rechazara sus obsequios pero al final de cuentas yo seguía siendo "la señora de", y eso estaba por encima de todo, incluso de su amor y del mío. Cuando se terminó la tarde cada uno tomó su camino, no sin antes despedirnos y recuerdo que él me besó en la mejilla, sin embargo, tenerlo tan cerca de nuevo a mí me gustó mucho, y cuando le fui a besar lo hice pero más cerca de la boca, él captó de inmediato mi intención y se movió un poquito hasta que sus labios rozaron apenas los míos, eso despertó una emoción en mí entonces me aferré a su cuello mientras lo besaba en los labios y él me correspondía. En ese instante, mi situación ya no me importaba, ya no importaba que estuviera "amarrada" a otro hombre, seguí mi instinto nada más y en esos segundos en mí vivió la mujer enamorada, vivía ese enamoramiento inocente o esa ilusión que te hace palpitar el corazón; me sentí feliz, me sentí amada al recibir aquel beso, así mismo como desde hacía mucho no me sentía. Regresé a mi casa contenta, ilusionada. Al llegar, Alejandro estaba esperándome y me saludó con el reglamentario beso de siempre, así de rápido, sin emoción y acostumbrado.
Pasarían algunas semanas, yo seguía encontrándome con Ricardo y sus deliciosos besos, hasta que la relación subió al siguiente peldaño y se configuraría plenamente mi aventura extramarital con él. La gente piensa que los amantes son, en su mayoría, relaciones de corte más bien sexual, pero en mi caso no era así, de hecho pasaría mucho tiempo antes de llegar a ese punto, por tanto, yo veía en Ricardo ese cariño, esa compañía y comprensión que necesitaba, es decir, estaba muy presente el punto emocional. Antes dije eso de "mi aventura extramarital", pero más que una aventura yo lo catalogaría como "mi amor más allá de los papeles legales", porque lo único que me unía a Alejandro eran papeles y costumbre, insisto en que éramos buenos amigos pero ya no amantes enamorados, y eso era cierto porque ni el tema íntimo existía hacía meses entre nosotros. Así que no se trataba de que estuviera con dos hombres a la vez, en realidad yo estaba con Ricardo pero "vivía" en casa de Alejandro.
Yo amaba a Ricardo y, aunque fuese difícil de creer, le era fiel a él. Sólo necesitaba alejar el tema íntimo entre Alejandro y yo, y ni siquiera era algo que necesitara controlar, sencillamente Alejandro había pasado a ser un amigo dentro de aquella casa, como ya dije. En el tema de los besos, pues Alejandro me besaba apenas rozando los labios con sus besos reglamentarios. A veces me abrazaba o me acaricia el brazo antes de dormir, de mi parte intentaba no tocarlo nunca.
A pesar de alejarme de Alejandro como pareja, no dejamos de ser buenos amigos, incluso yo le ayudaba con sus cuentas, salíamos juntos al supermercado, de vez en cuando visitábamos a nuestros padres, íbamos a comer, cuando iba a llegar tarde él me avisaba (de hecho nunca hacía nada sin avisarme, yo sabía dónde estaba en todo momento), lo acompañaba al banco, cuando se enfermaba salía a urgencias con él, estaba pendiente de sus medicinas, lo cuidaba, etc. En temas que no fueran de pareja, teníamos una muy bonita relación, nos apoyábamos mucho. A Ricardo no le gustaba que yo saliera con él, lo supe siempre, a pesar de no decirlo abiertamente sé que sentía celos de Alejandro, y yo le insistía con que mi relación de pareja con él se había enfriado hacía mucho, pero en otros términos yo siempre le iba a prestar mi ayuda y apoyo, y eso no estaba en discusión.
Un día salí a bailar con Ricardo, se suponía que Alejandro iba llegar tarde a la casa porque estaba reunido con unos clientes, el problema es que no lo dejé hablar mucho y no terminó de decirme dónde iba hacer tal reunión. Me confié y salí con mi novio, así lo veía yo como "mi novio", y fuimos a un sitio lujoso que era un restaurante con una pista de baile, un casino y otro restaurante más formal. Llegamos y entramos, nos tomamos algo mientras veíamos a la gente bailar, al rato Ricardo me invita y pasamos a la pista de baile, pusieron una música romántica y quedamos abrazados, él me decía muchas cosas bonitas mientras yo le sonreía y de vez en cuando nos besábamos, todo iba bien hasta que me dio por mirar a la puerta, que a demás unía ese sitio con el otro restaurante más formal, y justo ahí encontré el rostro de Alejandro. Abrí mis ojos en sorpresa, y justo en ese momento nuestros ojos se encontraron directamente... ¡Trágame tierra! No sabía cuánto tiempo llevaba ahí parado pero en su expresión rondaba la rabia y el sufrimiento. Pensé que todo iba terminar en escándalo, fue entonces que alguien más tocó su hombro y le dijo algo, hizo señales de que fuera al otro lado (donde estaba el restaurante formal), él asintió y dio una última mirada hacia mí, yo podía verlo justo por encima del hombro de Ricardo, y salió del sitio. Me disculpé con mi novio, le pedí que me esperara en la mesa y salí por el mismo sitio por el que se fue Alejandro, llegué hasta la calle y pude verlo a lo lejos despedirse de los clientes con quienes había estado. Se quedó parado en la acera mientras el auto de estas personas partía, luego se movió hacía el suyo y antes de montarse volvió a mirar a la puerta de aquel local, ahí me encontró parada. Yo estaba inmóvil, no podía pensar en nada. La expresión de su rostro era mucho más dolorosa, abrió la puerta del auto y se montó, lo encendió y se marchó, y aunque todo esto fuera en cuestión de segundos para mí fue una eternidad.

« Mi esposo acaba de verme con mi amante ». Pensé y no pude quitarme ese pensamiento.

Regresé a la mesa y le dije a Ricardo que tenía que irme.

- ¿Por qué? -.
- Mi esposo... acaba de vernos... -. Tomé mi abrigo y él me siguió.

Ya en la calle continuaba diciéndome.

- Sí, nos vio... ¿y qué? Ahora vas a poder dejarlo -.
- No es tan sencillo... -.
- Sí lo es, además no quiero que regreses a su casa. En este momento debe estar furioso, y no quiero que te quedes sola con él en ese estado... -. Se mostraba preocupado.
- No me pongas más nerviosa ¿quieres? Yo no le temo a Alejandro, lo conozco porque llevo con él muchos años, y sé que puede destruir la casa pero no me haría daño a mí... -. No sabía qué hacer, de repente el mundo se me había venido encima.
- Quédate conmigo, por favor -.
- Soy su esposa aún, debo ir allá y dar la cara, porque a la final ésta fue decisión mía: amarte a ti estando con él. Yo debí decirle todo esto antes, ahora debo asumir mi responsabilidad... -.
- ¿Quieres que te lleve? -.
- No -.
- ¿Cuándo volveré a verte? -.
- Yo te llamo... -. Tomé un taxi y lo dejé allí.

Regresé a la casa en el taxi. Las luces estaban apagadas, pero vi el auto de Alejandro en el garaje así que él estaba allí. Respiré profundo y entré. Encendí las luces y lo encontré sentado en el mueble, él había estado a oscuras todo ese rato. Puse mi abrigo sobre el mueble más cercano que tenía y me senté, las llaves las puse sobre la mesa que nos separaba. El ruido que hizo las llaves sobre el vidrio hizo que él se despertara de su letargo, y fue levantando poco a poco la mirada hasta encontrarse con la mía. Yo no sabía qué decirle, ¿acaso era apropiado pedirle perdón? Pero, ¿por qué le iba pedir perdón por lo que yo sentía por Ricardo? ¿Por qué le iba pedir perdón cuando yo no sentía que eso era lo que debía hacer? Quizás debía comenzar por explicarle, pero ¿qué iba explicarle? Ya cuando se me ocurrió decir algo, él me habló a mí.

- ¿Es tu amante? -. Su voz se entrecortaba, no sabía si era más por rabia o por dolor. Dudé de si responder eso o no, sin embargo, podía ver que él quería ir al grano. Respiré profundo antes de responderle.
- Sí -.
- ¿Desde cuándo? -.
- No te voy a responder eso, no vale la pena -. Pude ver como su rostro expresaba un dolor profundo, así como cuando sientes que algo te atraviesa el pecho.

Después de eso el silencio fue sepulcral, me pareció una eternidad y apenas fueron unos pocos minutos.
Se levantó de su asiento con problemas de equilibrio, no estaba borracho así que no tenía que ver con eso. Lo vi caminar hacia la habitación con pasos lentos y cortos, cabizbajo. Ahí se encerró. No habló más conmigo.
Yo estaba que me moría, tenía muchas ganas de llorar pero me mantuve fuerte. Esa noche dormí en la otra habitación que teníamos disponible, al siguiente día él salió sin despedirse, ni me hablaba y ni me miraba.
Esa misma noche lo encaré porque no podía seguir así, si él ya sabía de mi aventura era ser demasiado cara dura quedarme en su casa, yo tenía la mía (la que habían comprado mis padres para mí en mi época de estudiante) así que decidí irme de esa casa. Él evidentemente no se opuso, pero antes de irme decidió dirigirme unas pocas palabras, más bien me hizo un par de preguntas.

- ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué preferiste serme infiel? -.
- Pensé en decirte lo que pasaba, y siempre que quise titubee al final. Debí decirte la verdad, decirte que había decidido amar a otro hombre... porque al final, amar es una cuestión de decisión ¿no? No tengo miedo de hacerme responsable de las consecuencias, pero la verdad es que nunca quise hacerte daño, no había razón... -. No me dijo nada.

Tomé algunas de mis cosas y salí de aquella casa. Me instalé en la mía un par de horas más tarde. Fue entonces cuando llamé a Ricardo y le conté que me había separado de mi esposo. A él le gustó lo que había pasado, aunque intentó disimularlo un poco. Al final me propuso irme a vivir con él, a lo cual le dije que no y se molestó conmigo, me dio mil argumentos donde expresaba que él quería algo serio, quería que fuéramos una pareja como tal, quería llevarme a conocer a su familia y que, por fin, compartiéramos con sus amigos a quienes me quería presentar como su novia, es decir, quería tener lo que las parejas tradicionales tienen: un círculo común de amigos, reuniones familiares, tortas de cumpleaños, etc. Pero yo no estaba en condiciones de eso, ni estaba en condiciones de nada. Recuerdo que se quedó molesto, pero eso no haría cambiar mi decisión porque una cosa era estar enamorada y otra era actuar por impulso.
Seguí mi día a día sin muchos cambios, me mantuve trabajando lo más que podía en mi oficina pero la fabrica tenía sus altos y bajos, cosa que me estresaba mucho.
Alrededor del primer mes de separación, a mi oficina terminó llegando Alejandro un día por la tarde. Recuerdo que alguien tocó la puerta y esperé a que pasara, mi sorpresa fue grande al verlo justo a él ahí.

- ¿Estás ocupada? -. Me preguntó.
- Estaba viendo cuentas de la fábrica, ganancias y pérdidas, pero nada muy urgente -.
- Entonces tienes algunos minutos para recibirme ¿o no? -.
- Claro que sí, siéntate por favor -. Él se sentó, yo me levanté y cerré la puerta para tener más privacidad. - ¿En qué puedo ayudarte? -.
- Quería saber cómo estás, si todo marcha bien... -.
- Todo va bien, sí, bien -. Le dije aunque no estaba muy convencida de lo que me decía.

Conversamos cosas triviales, me recordó que el siguiente mes sería el cumpleaños de su mamá, que le iba bien a la empresa y con los clientes, etc. Cuando se acabaron los temas triviales fue cuando decidió decirme lo que de verdad quería. Pero antes de hablar tomó aire, vi que sus manos temblaban.

- Quiero... quiero que regreses conmigo... -. Juro que eso me dejó en shock.
- ¿Qué? -.
- ¿Conoces la canción de Sabú: "Quizás sí, quizás no"? -.
- Sí -. Comenzó a llorar frente a mí.
- "Miénteme, creeré lo que digas tú. Olvidaré, no te he visto con él si lo juras tú" -. Tarareó entrecortado aquella famosa canción de esa manera, mientras su rostro se humedecía por completo.
- ¿Qué estás diciendo? -. Le pregunté sollozando, no podía creer que me estuviera diciendo eso. Lloré con él, lloré por verlo así tan destruido, lloré porque hasta ese momento no sabía cuáles eran las consecuencias de mis actos. Lloré por haber destruido a quien alguna vez amé.

Escondió su cara con sus manos mientras seguía llorando, yo tampoco paraba de llorar y no sabía qué hacer. Juro que jamás quise que él pasara por esto, olvidé que él me amaba tanto que lloraría por mi traición. Me sentía terrible...

- Vuelve... vuelve conmigo... -. Repitió descubriéndose el rostro.

Yo lo abracé, era lo único que podía hacer, y él se aferró a mí como nunca. Yo no respondí su petición, era mucho más feo decirle que volvería con él tan sólo porque le había visto llorar, no era justo para él volver y que yo no le amara como correspondía. Un rato después terminó yéndose, pero sintiéndose mal por la escena que había protagonizado, se sentía avergonzado.
Un mes después, justo el día del cumpleaños de su mamá, que era día sábado, decidí llamarla para felicitarla, arriesgándome a que me pudiera insultar porque yo no sabía si ella sabía lo que había pasado sobre nuestra separación. De todas maneras me arriesgué, valía la pena porque ella siempre se había portado muy bien conmigo, sería malo de mi parte no felicitarla siquiera. Recuerdo que marqué su número y al contestarme le di mis saludos, ella me habló muy cariñosamente como siempre, y me preguntó si iría hasta su casa, entonces intenté disculparme y decirle que no pero no me dejó. Insistió tanto que le dije que iría a llevarle un regalo. Salí y le compré algo bonito, tomé el auto y comencé mi travesía de dos horas más o menos. Al llegar allá me encontré con casi todos los miembros de la familia, aunque aún no llegaba Alejandro, y por la manera como me trataban me daba la impresión de que nada sabían sobre nuestro problema. Hablando un poco de la casa de mis suegros, aquella era bastante grande, ellos decían que tenía que ser así porque eran un familia muy numerosa y realmente lo eran. Los hermanos de Alejandro vivían en esa misma ciudad, mientras que él era el que estaba más lejos, por tanto, ellos se reunían mucho en casa de sus padres. Sobre ese día, pues recuerdo que conversamos un buen rato entre todos, y ellos me preguntaban a qué hora iba a llegar mi esposo, cosa que era imposible que yo lo supiera porque ya no vivía con él pero ellos no lo sabían. Me insistían con que lo llamara, al final lo hice para poder alertarlo de que yo estaba allá y todos preguntaban por él. Me atendió la llamada, le pedí disculpas por molestarlo y le conté que fui a llevarle un regalo de cumpleaños a su mamá, que allá estaba toda la familia reunida y que me preguntaban por él; su respuesta no fue muy animada, él estaba acostado y no tenía ganas de salir, fue entonces que le pasé el teléfono a mi suegra para que le dijera directamente que no se iba presentar, al final ella terminó convenciéndole y Alejandro se aparecería unas horas después, ya cuando comenzaba la noche.
Nos mantuvimos cada uno por su lado, y no podía encontrar el momento adecuado para irme sin levantar sospechas de algo, terminé quedándome hasta tarde. Por su parte, Alejandro decidió compartir algunas cervezas con sus hermanos, cosa que no era su costumbre, y terminó emborrachándose con algunas pocas botellas. Ya no estaba en condiciones de manejar, así que terminé quitándole la llave de su auto y lo guardé allí mismo, a él lo subí a mi auto y lo llevé a casa, no podía dejarlo en casa de su madre y yo irme, y no podía quedarme allá con él así que lo más adecuado que vi fue lo hice.
Llegamos bastante tarde a su casa, metí el auto al garaje para que me fuera más fácil sacarlo a él y meterlo a la casa. Lo llevé hasta la habitación y lo acosté, le quité los zapatos y ahí lo dejé dormir. Salí con la intención de irme, pero me quedé observando un instante el desorden que había en aquella casa, las cosas ya no estaban como las había dejado, pero bueno era comprensible porque ya habían pasado un par de meses. Me asomé a la cocina y me dio muchísima rabia ver en fila algunas botellas de alcohol, cosa que Alejandro no acostumbraba hacer porque él no bebía, así que tomé cada una y las vacié, luego agarré las botellas vacías y las metí en una bolsa de basura y así me quedé ordenando. Cuando me di cuenta ya faltaba poco para amanecer, así que decidí quedarme ahí en la habitación vacía.
Al día siguiente fui la primera en despertarme, y como tenía hambre decidí prepararme algo de desayuno, al final preparé el desayuno para ambos. Pan tostado, huevos revueltos, mantequilla, café calientito... Pensé que yo comería sola primero, porque igual yo no iba a despertar a Alejandro, pero resultó que lo vi aparecer cuando me disponía a sentarme. Su rostro mostraba sorpresa y una secreta alegría.

- Si me das unos minutos para bañarme rápido, podremos desayunar juntos... -.

Hubo algo en eso de "desayunar juntos" que no me gustó mucho, o sea yo sabía o presentía su secreta alegría y me parecía que justo hice algo que se daba para malinterpretar, pero ya que estaba ahí le dije que lo esperaría. Mientras él se bañaba decidí buscar algo de ropa limpia, entre la ropa que aún estaba ahí mía.
Él regresó a la cocina bien arregladito, hasta se había afeitado, y con una sonrisa que no le veía en su rostro desde hacía mucho. Todo eso me daba muy mala espina.
Desayunamos y hablamos cosas triviales. Después le dije que me iría, pero él me recordó que su auto estaba en casa de su mamá, y necesitaba ir a buscarlo... no vi problema con eso, hasta que recordé que su madre vivía a dos horas de ahí, así que se trataba de un viaje y él me estaba pidiendo indirectamente que lo llevara. Yo queriendo alejarme de él y todo confabulándose para seguir con él.
Tomamos el auto y viajamos a casa de su madre, al estar allá ella nos insistió en quedarnos para el almuerzo y no me pude negar.
El algún momento, recibí una llamada de Ricardo, ya él me llamaba porque yo estaba separada de mi esposo, pero tuvimos una fuerte discusión por teléfono cuando me preguntó dónde estaba. Me colgó la llamada.
Almorzamos en la casa de los suegros, y después cada uno iba a regresar a su casa en su propio auto, sin embargo, y es que de verdad todo se confabulaba para que permaneciera con Alejandro, su madre nos pidió que le diéramos un espacio en casa esa noche, para ella y una hermana de él, porque necesitaban estar muy temprano en nuestra ciudad por un trámite y era más fácil quedarse en "nuestra casa" que salir desde allá. Alejandro les dijo que sí de inmediato, como corresponde, pero fue entonces que me di cuenta que me había comprometido a mí también, porque para ellos nuestro matrimonio estaba bien y decirles justo en ese momento que no era así, no era precisamente lo más adecuado. Regresamos a la ciudad, pero por el compromiso que tenía ahora tuve que regresar a casa de Alejandro y no a la mía. A todo esto, yo no dejaba de pensar en la llamada de Ricardo, si se había molestado tanto por decirle que estaba en la casa de los suegros, podría ser el "fin del mundo" si le decía que había dormido en casa de Alejandro y que esa noche volvería a dormir allá. Más tarde me daría cuenta que terminaría durmiendo con Alejandro, en la que había sido "nuestra cama", porque no había más espacios disponibles. Así que el aparentar cosas frente a la familia de él, me estaba costando muy caro.
Al final comprendí que no podía decirle estas cosas a Ricardo, porque aunque no hubiese pasado nada, para Ricardo no sería así e iba a malinterpretar todo.
Y como si no tuviera suficientes problemas, Ricardo me volvió a llamar en la noche cuando justo Alejandro estaba cerca y terminó escuchándolo, me preguntó dónde estaba y no pude mentirle. Se puso furioso, me repetía que había vuelto con mi esposo y yo intentaba explicarle que no, me gritó diciéndome que no le mintiera, yo intentaba defenderme...

- ¡SÉ SUFICIENTE MUJER Y DEJA DE JUGAR CON ÉL, Y DEJA DE JUGAR CONMIGO! -. Me gritó eso y colgó la llamada, no sin antes gritarme que lo nuestro había terminado.

Ahora mi vida era un completo desastre, estaba fingiendo un matrimonio feliz que no era tal, todo por guardar apariencias, y el hombre que amaba me había dejado porque "le estaba siendo infiel con mi esposo", aunque suene absurdo. Recuerdo que me metí al baño a bañarme, pero en realidad quería esconder mis lágrimas, y justo quedaron escondidas cuando metí mi rostro a la regadera y se confundieron con el agua. Ya no tenía nada que perder, porque ya había perdido todo. Estaba despechada porque el hombre que amaba pensaba que jugaba con él, y me había dejado por eso.
Salí y me fui acostar, sí, una vez más justo al lado del hombre que no amaba. Me metí entre las sábanas y me puse de lado, las luces se apagaron y no pasó mucho para cuando Alejandro comenzó a hablarme de su amor. Ya sabía yo que algo así pasaría, recordé la mala espina que me dio su actitud y sonrisa en el desayuno. Pero todo estaba configurado para que él aprovechara la ocasión de "recuperarme", porque yo había accedido a muchas cosas incluyendo dormir a su lado para aparentar un matrimonio feliz, así que todo eso era mi responsabilidad, de la misma manera que era mi responsabilidad que Ricardo me dejara. Me sentía tan mal, era una mujer despechada en ese instante.
Alejandro me dijo muchas cosas e incluso lloró en varias ocasiones, todo en voz baja para que su familia no se diera cuenta, aunque igual la otra habitación estaba más alejada. Yo lloré también, él creyó seguramente que era porque estaba afectada por sus palabras o porque yo quería "recuperar nuestro amor", pero estaba lejos de lo que pasaba por mi cabeza, no dejaba de pensar en Ricardo y en que lo había perdido por imbécil.
Fue entonces que sentí la mano de Alejandro rozar mi brazo, y acercarse cada vez más a mí. Yo no lo detuve, lo dejé ser aunque sabía hacia dónde iba todo. Se movió y posicionó encima de mí, dejé que continuara... me buscaba como mujer, y le respondí como mujer porque a esas alturas ya no tenía a quien seguir siendo fiel.
Después de esa noche me quedé con Alejandro, él se volvió más cariñoso conmigo, más atento y retomó las cosas de pareja que había dejado descuidadas antes, como sus besos que se volvieron más cálidos. Yo lo quería y me preocupaba por él, pero en el fondo no lo amaba. Yo no sentía que debiera estar con él, al final yo lo había traicionado, pero de verdad él tomó la situación como la canción de Sabú: "Quizás sí, quizás no", olvidó por completo lo que había pasado: "No te he visto con él si lo juras tú", así como él me había dicho, aunque yo nunca le juré nada ni le dije que le amaba.
Un par de meses más tarde, regresamos a la casa de sus padres. Recuerdo que veía jugar a sus sobrinos mientras yo estaba parada a lo lejos, Alejandro por su parte ayudaba a su padre a asar una carne para el compartir. Fue entonces que sonó mi teléfono celular, entonces contesté.

- Aló -.
- Hola -. Me dijo una voz masculina conocida.
- Hola, hace tanto que no sabía de ti -.
- Te necesito... -. Esas palabras me emocionaron hasta los huesos.

Caminé un poco para alejarme de la gente cercana, necesitaba esconder mis ojos enjugados.

- De verdad, te necesito -. Se escuchaba decir entre sollozos.
- No me hagas esto... -. Le dije mientras intentaba hacerme la fuerte.
- Prefiero compartirte, antes que perderte... -. Esas palabras "me mataron", no podía creer lo que me estaba diciendo.
- Ricardo... -. Apenas logré decir.
- Regresa conmigo, por favor... -.

Después que creí que las cosas se mantendrían calmas, el infierno regresó a mí. Colgué la llamada y me escondí lejos a llorar como una desgraciada, y sólo eso pude: llorar como una desgraciada.

02/11/11 09:38 p.m. - 10:06 p.m. - 10:56 p.m.
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lunes, 17 de octubre de 2011

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Carta a un buen hombre

006. Carta a un buen hombre. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

He estado preguntándome qué tan buena idea será escribir una carta, pero no cualquier carta sino una que sea plasmada con el corazón abierto, casi como si en ella dejaras tu vida, como si con cada palabra vaciaras tu alma en letras… Supongo que si la escribiera así, podría llegar a mostrar tanto lo que soy que esta carta sería yo misma, pero con letras como voz y con sentimientos hecho párrafos.
Sigo preguntándome si de verdad es buena idea exponerse así, o si simplemente debería callarme y no expresar lo que pienso, lo que quiero o las cosas en las que creo. Me quedo pensando si de verdad tomarán en serio mis palabras, si alguien tomará en serio lo que digo, o en resumidas cuentas, me gustaría saber si esta carta tendrá un verdadero destinatario… No me malinterpreten, si me permiten unos minutos les explicaré.
En primer lugar, quiero describir quién soy abiertamente y sin dobles caras, para ello puedo decirles que soy una mujer que, muy a pesar de lo malo que ha escuchado y vivido, sigue creyendo en cosas bonitas, pero no una mujer que vive de ilusiones o pensando que el mundo es color rosa. Tampoco soy una mujer que no se da cuenta de las cosas y mucho menos una que se queda de brazos cruzados ante la vida, entonces puedo decir que soy una mujer que no solamente cree, sino que lucha y confía en que el día de mañana será un día mejor y, además les puedo decir que, soy una mujer que cree en el amor. Sobre esto último, y quiero ser bastante franca en esta carta, quiero decir que me parece súper importante creer en el amor, sí, porque muchos no creen en eso aunque a veces finjan que sí. Mi idea nunca ha sido entrar en polémicas, pero insisto en que quiero ser franca, por tanto debo admitir que muchas de mis pares realmente no aman. Dejemos la mentira de que el género femenino en totalidad es amor, eso no es cierto. ¿Y por qué estoy diciendo esto? Porque de la misma manera, es una mentira que el género masculino en totalidad es amor. Existen hombres que no saben qué es amar, pero también existen mujeres que son igual. Repito que quiero ser franca, yo aquí a nadie voy a victimizar y tampoco voy acusar, pero seamos sinceros y vamos asumir la responsabilidad de cada género.
Respecto a los géneros, he crecido en un mundo donde el hombre se impone como el “mujeriego por naturaleza”, y de tal manera resulta “natural su infidelidad”. He crecido dentro del paradigma que indica que la señora, o la esposa, debe “dar por hecho” que su pareja va engañarla de un momento a otro porque “así son ellos”, y por tanto, a todos los hombres terminan llamándoles como animales: perros, ratas, zorros, etc. Crecimos en un paradigma donde el hombre “necesitaba” demostrar su hombría y “debía” aprovechar todas “las oportunidades” estuviese comprometido o no. Crecí dentro del paradigma que impone a la mujer “a ser buena” y quedarse en su casa, pero donde siempre te recordaban “lo perro” que eran los hombres y aún así les enseñaban a los hombres que vivían en tu casa que ellos “debían ser machos” (“Mi hijo va tener muchas novias”, por ejemplo, pero no dicen “mi hija va tener muchos novios” ¿o sí?), entonces de cosas como éstas nació la frase: “todos son iguales”. ¿Cómo no van a ser iguales si las madres les decían a sus hijos que fueran machos? De esto, siempre me he preguntado: ¿por qué la mujer “enseña” a “maltratar” a sus pares? Nunca le he encontrado lógica, y no me vengan a decir que es mentira, estoy bastante aburrida de esa “defensa de género” donde las mujeres dicen que “todas son unas santas” y los hombres dicen lo mismo de sus pares, estoy aburrida de tanta mentira junta, basada en el comportamiento humano de “defender a los de mi grupo (equipo, género, etc.)”. Ya basta. Pero no nos detengamos acá porque de esto no se trata mi carta, apenas estoy contextualizándola para que se entienda el por qué se escribe lo que se escribe, entonces sigamos…
A lo largo de mi vida, también he visto a algunos hombres sufrir y llorar por quienes de verdad amaron, y que después se convirtieron en culpables de que ellos dijeran: “todas son iguales”, y ahora las animales éramos las del género femenino: perras, ratas, zorras, etc. Y aceptemos que “la liberación femenina”, que no es más que el golpe opuesto a las injusticias que se estaban viviendo, trajo consigo movimientos bruscos y extremistas, llevando a subir el índice de infidelidad femenina, porque ahora las mujeres querían “ser iguales” a los hombres. “Y si el hombre siempre ha hecho lo que se le da la gana, ¿por qué la mujer no puede?” Seguramente eso pensarían. Por supuesto, estos no son los temas de discusión en esta carta pero me sirven para poner sobre el tapete varias cosas: si se nos enseña que el hombre es un “perro”, eso socava la confianza y te lleva aceptar cosas que no están bien; si se nos enseña que el hombre “es el malo”, realmente lo vamos a creer; si creemos ciegamente en que “todos los hombres son unos perros”, la posibilidad de creer en la sinceridad de alguno no va ser tanta; si creemos ciegamente en que “todas las mujeres son unas santas”, cuando de verdad un hombre está sufriendo por alguna de ellas, eso nos hace ver como incomprensivas, irrespetuosas, malas… ¿por qué un hombre habría de confiar en nosotras en esos términos? Pero además, ¿por qué una mujer habría de confiar en los hombres cuando “son unas ratas sin corazón”? “El hombre no se enamora” ya perdí la cuenta de cuántas veces me lo han dicho, y siempre me he preguntado si eso es verdad. También he escuchado eso de que la mujer es capaz de decepcionarse muchas veces (confiar y terminar siendo traicionada), mientras que el hombre se decepciona una vez (una vez confía y si lo traicionan ya no confía más) insisto con mis preguntas: ¿eso es verdad? ¿Es verdad que el hombre “no tiene corazón”? No sé por qué presiento que alguien respondería a eso como: “si no tiene, es por culpa de una mujer”, pues si alguien me dijera eso yo le respondería: “entonces seguramente eso le pasó a alguna mujer también, que ya no tenga corazón por culpa de un hombre”. Y ambos tendríamos razón, pero jamás sería una razón absoluta, porque nada es absoluto en esta vida. Y por eso, porque nada es absoluto, es que me atrevo a escribir esta carta.
No sé cuántos buenos hombres habrá en la vida, pero a todos ellos les hago llegar mi respeto y consideración. De todos esos, que espero que existan muchos, yo quisiera escribirle a uno en particular. No me pidan nombre, porque no lo sé, y mucho menos sé cómo se ve pero espero encontrarlo alguna vez. Sí, le escribo al buen hombre del cual me encantaría enamorarme. Tengo todos los antecedentes para no confiar en nadie, porque me dijeron que “todos son iguales”, y aún así yo siento que allá afuera hay un hombre bueno, hay un hombre amable.

A ti, buen hombre…

Lo primero que quiero decirte es: espero que existas. Por alguna razón, sé que existes aunque no sepa dónde y tampoco sepa si algún día voy a encontrarte.
No tengo idea si el día de hoy estás sufriendo por alguien, ni las razones de ese sufrimiento, pero si esa mujer no te respetó, no te valoró ni te amó, créeme que no todas somos iguales aunque, quizás, a estas alturas pienses que sí.
Yo no puedo hablar en nombre de nadie, por tanto, no cometeré el error de decir “las mujeres no somos así” pues yo sólo puedo hablar por mí, de la misma manera que tú sólo puedes hablar por ti.
Desconozco lo que has vivido, no sé si has sufrido poco o demasiado, si te insultaron o si te pegaron, y si te pegaron créeme cuando te digo que no te juzgo de ninguna manera. Sé que muchos se burlan de los hombres que son golpeados por las mujeres, sé que ellos sufren en silencio porque ni la policía les cree. Créeme que más que burla, me gustaría hacer algo para defenderte porque también tienes tus derechos, y como mujer de eso estoy conciente.
Quizás tú tienes razones válidas para no confiar en mis palabras, porque “todas son iguales” así te lo dijeron o así lo aprendiste, pero te invito a que hagamos a un lado eso que nos dijeron y comencemos a pensar en serio. Te dije que yo sólo puedo hablar por mí misma, entonces eso haré y te diré quién soy:
Buen hombre, soy una mujer que, a diferencia de lo que dicen por ahí de las mujeres, no está interesada en los “beneficios económicos” que pueda obtener de un hombre. Soy independiente y siempre he buscado desarrollarme, me gusta valerme por mí misma en todo cuanto sea posible, así soy yo y, al menos, creo que así son las buenas mujeres.
Creo que el respeto y la consideración por el otro son primordiales en una relación, por tanto, me parece inadmisible los insultos y maltratos (físicos, psicológicos o emocionales). Yo sí creo que tienes un corazón, yo sí creo que puedes enamorarte y creo firmemente en que eso merece ser valorado y respetado como corresponde.
Por ahí dicen o dan a entender, que el hombre es un “bruto” y nunca tiene sensibilidad, yo sí creo que hay hombres sensibles y eso no rebaja su grado de hombría, como sí piensan otros del género masculino y femenino.
También por ahí leí algo que decía: “qué horrible se ve un hombre llorando…”, no puedo saber en qué contexto nació tal expresión, pero yo sí creo que el hombre puede y debe llorar cuando lo sienta necesario, el hombre sigue siendo humano. ¿Horrible? Horrible no es que el hombre llore, horrible debe ser la razón por la cual lo hace. Si un hombre se enamora de verdad, y se burlan de él eso es lo que sí me parece horrible, como así mismo cuando es el caso de una mujer que entrega su corazón y lo dañan, eso también resulta horrible. Llorar no es el lujo que sólo se pueden dar las mujeres.
No soy fuerte ni física ni emocionalmente, de hecho soy bastante sensible, pero aún así no le bajo la vista a nada ni nadie, y si tú me necesitaras yo te defendería como fiera, te defendería con uñas y garras, pues así creo que las buenas mujeres defienden lo que aman.
No tienes que ser siempre el fuerte entre nosotros dos, yo puedo serlo de vez en cuando, yo puedo llegar a ser el escudo que busca protegerte. Mis brazos estarán abiertos para ti, podrías arrullarte allí todo el tiempo que quisieras confiando en que nada malo pasará, confiando en que bajo ninguna circunstancia yo te voy a traicionar.
No es tanto lo que tengo para ofrecer, pero si de verdad te hace bien tener mi compañía entonces allí yo estaría.
Desearía que me conocieras tal cual soy, y que decidieras si es lo que quieres en tu vida, porque no puedo prometerte cosas que no podré cumplir; necesito que sepas que yo tengo mi carácter también y defiendo lo que creo y lo que quiero. No puedo prometerte que jamás pasarás un mal rato porque yo no esté de buen humor, soy humana también. Además, no soy sumisa, por el contrario, soy rebelde. Y después de decirte todo esto, te pregunto: ¿es lo que quieres? Siempre serás libre de elegir lo que es mejor para ti.
¿Qué quiero yo? Quiero conocerte, quiero saber si existe un buen hombre para mí. ¿Y cuáles son los buenos hombres? Aquellos que creen en el amor, el respeto y la consideración. Aquellos que saben lo que es el compromiso y lo asumen de corazón, como lo hacen las buenas mujeres. Son aquellos que no juegan, aquellos a los cuales les importa cumplir cuando dan su palabra. Aquellos que saben quién son, y no necesitan demostrárselo a nadie… Aquellos hombres excepcionales, que salen del paradigma de la sociedad que quiso imponerles una concepción absurda, y que hoy en día son lo que ellos son de corazón… buenos hombres.
¿Sabes buen hombre? Sueño con el día en que las buenas mujeres y los buenos hombres reivindiquen a su género, que rompan las reglas estúpidas impuestas por las sociedades estúpidas. Y no hablo de armar conflictos, hablo de lo contrario, hablo de que cada uno de ellos tome la posición que les corresponde y que se respeten entre ellos como iguales y, al mismo tiempo, en lo diferente que somos entre todos nosotros.
Buen hombre, quisiera encontrarte e intentar construir contigo algo verdaderamente bonito, porque sí se puede muy a pesar de lo que digan los demás. No te prometo que siempre estaremos de acuerdo, porque eso no será así pues siempre vamos a tener nuestras diferencias, pero sí te prometo no hacer de tu vida un infierno porque no quiero que mi propia vida lo sea.
Amar es una cuestión de decisión, y si tú eres el hombre que me corresponde y decido amarte, juro que enfocaría todos mis esfuerzos en eso: amarte siempre. Insisto con mi pregunta: ¿es lo que quieres? Eres libre de creer en mis palabras o no, y también eres libre de elegir ser feliz o no.
No te puedo garantizar “la felicidad eterna” a mi lado, pero sí me esforzaría para que ambos estuviésemos bien.

No sé si esta carta tendrá un destinatario final, la verdad es que no sé si exista un buen hombre para mí, pero lo que sí es cierto es que no gastaré mi vida con alguien que no valga la pena, pues sé que no se esforzaría por mí y tampoco me inspiraría a esforzarme por él… una relación así sólo está destinada a morir y eso es justo lo que no quiero.

Busco construir una relación que no esté destinada a morir desde el primer momento.
Busco una relación con alguien que no esté “destinado a engañarme”.
Busco alguien que esté dispuesto a amarme.
Busco a un buen hombre.
Espero a un buen hombre.
Te espero a ti, buen hombre, para poder amarte,
y así poder dejar de soñarte, y sólo soñarte…

16/10/2011 03:37 p.m. – 04:27 p.m.
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lunes, 26 de septiembre de 2011

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Carta a los cielos

Fuente: Google Images.

005. Carta a los cielos. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

El título de esta carta me parece tonto, debería decir: “Carta al cielo”, pero como no sé si existe uno solo, porque hay tantas religiones y creencias juntas, entonces mando la carta a todos los cielos que puedan existir. La razón fundamental es que, al final, no quiero que alguien me diga que la envié al cielo equivocado, porque el “verdadero” era el suyo, el de su propio dios.
La razón de esta carta, porque nadie escribe para no decir nada, es que me puse a pensar que debía visitar el cielo, sí, ¿por qué no? ¿Acaso Dante es el único que puede ir a donde se le antoje? Él sí pudo “visitar el infierno”, entonces yo hoy “visitaré el cielo”. ¿Quién será capaz de decirme que no puedo? ¿O quién me lo va impedir? Defienden tanto el llamado libre albedrío, pero te imponen algunas cosas que no puedes hacer como, precisamente, visitar el cielo para hablar con Dios (sea cual éste fuere). Al parecer los únicos privilegiados que pueden hacer eso son los religiosos, sobre todo aquellos que se la pasan dándose golpes de pechos por los errores que van a seguir cometiendo, porque además tienen la certeza de que su dios va perdonarlos, como si esto fuera una obligación de la divinidad. Lo otro es que ellos “no van al cielo” para hablar con su dios, parece que los rituales y vestimentas que usan son suficientes para tener una “línea directa” con él. Pues yo no tengo rituales ni vestimentas, ni buscaré que otros me hablen de la vida y la muerte, la reencarnación o la resurrección, o como prefieran llamarle a esos temas, por eso iré directamente a tocar la puerta del cielo sin más rodeo, sin intermediarios porque es mejor hablar las cosas importantes con el de más alto rango, sí, iré hablar con Dios. Seguramente no tendré respuestas directas, seguramente mis oídos no escucharán una voz, pero al menos me desahogaré yo pues tengo algunas cosas que comentarle.
Bueno, he tocado la puerta. Uno siempre se imagina que esta puerta es inmensa e imponente, y que lo que habrá después serán nubes y luz… eso es lo que precisamente veo. No logro distinguir la cara de nadie, aunque supongo que lo normal sería buscar los rostros de los amigos y cercanos que ya se fueron allá, o eso es lo que le dicen a uno. No niego que me gustaría ver un par de rostros conocidos ahí, pero la verdad no tengo tiempo de ponerme a conversar con ellos, pues estoy aquí para hablar con Dios. Ahí veo una luz que viene desde arriba, sí, así se lo imagina uno porque así nos enseñaron que era, ya saben que necesitamos una representación gráfica porque nuestro cerebro no puede imaginar aquello que nunca ha visto, por tanto, les aseguro que veo lo que cualquier persona vería, total todos somos iguales ¿o no? Así nos lo han enseñado, aunque “ciertas condiciones aplican” porque a la hora de la verdad: un religioso vale más que yo a los ojos de su dios. Ya, estas cosas no son importantes. Me acerco a la luz, y supongo que es con Dios con quien hablaré ahora. Obvio, no lo voy “a ver” eso sería una blasfemia, porque cómo una pecadora como yo iba a ver a Dios… ¿no?
Y como ya estoy aquí, Dios, te diré un par de cosas:

La verdad comenzaré diciéndote que estoy molesta, sí, la vida me ha parecido tan injusta en los últimos días. ¿Qué quieres que te diga? Hay cosas que le pasan a la gente que no son nada agradables… ¿Sabes? Me gusta hablarte así, como si fuéramos amigos. Lo que pasa es que los tipos de allá “abajo”, porque supongo que el cielo está “arriba”, bueno los tipos de la tierra, te dicen que Dios es cercano pero, al mismo tiempo, no lo eres tanto. ¿Sabes qué más dicen? Que es una virtud tener temor de dios. Básicamente, resulta una estupidez que yo te esté hablando así, yo “debería” tener temor de ti… Eres amor, pero me puedes castigar. ¿Acaso me vas a castigar por venir hasta aquí y hablarte? Insisto en que hay un libre albedrío, yo lo usé para venir y para hablarte como amigo. ¿Eso despertaría la furia de dios? Y si esto es así, entonces a dios no le gusta que use mi libre albedrío… ¿eso es así? Todo termina en una pregunta, así parecen ser las cosas contigo… De cualquier manera, si además de ser todopoderoso también lo sabes todo entonces ya sabías que vendría, y también sabes qué me trajo hasta acá…
Te contaré algo que seguro ya sabes, eso del libre albedrío le trae problemas a las personas. Claro, desde un punto de vista individual qué bueno poder hacer lo que se te plazca, el gran problema es cuando eso de “hacer lo que se te plazca” afecta a otras personas. Y por eso estoy aquí, por eso estoy molesta. He estado preguntándome por qué la vida de alguien desaparece por la acción de otro. Vidas prometedoras, gente joven, ellos “se han ido” porque otros “le quitaron” lo que tenían. En algún punto, hemos sido muchos los que nos hemos preguntado: ¿dónde estabas tú? No es un reproche, no lo tomes como ofensa, es sólo un punto de vista. Sin embargo, en este punto de la vida llego a pensar que esto no es tu responsabilidad. Pero, y aquí es cuando tus grandes seguidores echan sobre tus hombros todo el mal de la humanidad, hay quienes dicen que todo esto pasa porque lo decidiste así, porque necesitabas a esa persona que se fue “junto a ti”, supongo que se refieren a que los necesitabas aquí en el “cielo”. Alguien una vez me dijo que si eso era así, entonces deberías dejar de decidir esas cosas. Insisto que en este punto de la vida, por alguna extraña razón, tengo la certeza de que tú no decides esto.
Allá, en la tierra, existía una chica muy inteligente, que pudo haber sido una gran profesional pero alguien más decidió apagar su vida un día de carnaval. También existía un muchacho que, porque se había convertido en un “obstáculo” para alguien de poder, desapareció del mundo por encargo. Y más recientemente otro muchacho, que cuando estaba trabajando, se le acercaron para robarlo y lo dejaron tendido rogando por su vida en su último aliento. Y así una suma inmensa de casos, por tanto, me es imposible no estar molesta por ello.
¿Sabes? A estas alturas, creo que perdí mi tiempo en venir a verte y tú perdiste el tuyo. Justo en este instante, tengo la plena certeza de que no tienes nada que ver con todo esto y no eres a quien “debo reclamarle” o a quien demostrarle mi molestia.
Te pedí claridad para ver y entender lo que no podía, y terminé soñando con un tsunami… supongo que se trata de la ola gigantesca de preguntas que tengo.
Supongo que es mejor que me vaya, éste no es mi lugar… no aún. Uno pensaría que después de visitarte podría estar con más paz, y no es cierto, no para mí…
Hasta luego, Dios.

Y “bajé” de aquella visita con la misma frustración con que subí, con las mismas preguntas y con la misma molestia. Quizás debió ser así…

Quizás Dios no estaba preparado para hablar conmigo,
quizás yo no estaba preparada para escucharlo a él.
Quizás todos los que se fueron
estén felices en su cielo,
mientras yo lucho contra lo que no veo,
mientras yo lucho contra lo que no entiendo.
Les digo adiós a ellos porque no me queda de otra,
les digo adiós aunque el corazón se destroza.
Adiós amigos y familiares cercanos,
que estén bien en ese cielo… en ese cielo lejano.
Aunque “la ida” a mí me parezca que fue muy temprano… demasiado temprano.

26/09/2011 04:41 p.m.
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