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sábado, 21 de diciembre de 2013

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Comportamiento Humano: El Código Humano II

Imagen: Alonso Espinoza (pixeltool)

005. Comportamiento Humano: El Código Humano II. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

« El comportamiento humano se puede representar con funciones o como algoritmos, una serie de pasos finitos que empiezan en un punto y terminan en otro. Estos pasos pueden ser ejecutados por una o cientos de personas a la vez, con las mismas acciones, las mismas reacciones, los mismos argumentos, las mismas quejas en distintas situaciones e incluso espacios geográficos ». Recordaba.

- ¿Qué haces? -. Le preguntó una voz femenina.
- ¿Eh? -. Lo hizo salir de su letargo. - Revisaba unas cuantas cosas en los libros -.
- Siempre te la pasas metido en la biblioteca…-.
- Uno puede aprender muchas cosas si lo quiere…-.
- El grupo de clases ha planeado una fiesta, ¿te interesa unirte? Igual ya es bastante tarde… -.
- Prefiero quedarme un poco más, pero gracias por la invitación -. Ella asintió y se fue.

« Es tarde, pero aún me quedan un par de horas antes de que cierren ». Pensó.

Un rato después miró su reloj. Volvió la vista al libro que tenía entre manos, pero lo miraba sin mirar pues realmente no estaba leyéndolo.

« El comportamiento humano se puede representar como una función matemática… ». Llegaban palabras a su mente.

Apoyó el libro sobre la mesa, se quitó los lentes y cerró unos instantes sus ojos para descansarlos un poco.

- He pensado tanto en eso… -. Susurraba. - Pero siento que algo falta… necesito saber qué es lo que me falta…-.

Tomó de nuevo sus lentes y el libro.

- ¿Es interesante lo que lees? -. Escuchó que alguien le hablaba. Subió su mirada.
- ¡Oh! Es usted, el señor del parque que me habló del comportamiento humano hace tiempo atrás… -.

El recién llegado se sonrió y se sentó frente a él.

- Dicen que cuando uno tiene preguntas, el Universo siempre manda las respuestas -. Le dijo.
- Quizás tenga razón. Ha pasado algún tiempo desde que nos vimos la primera vez, y he visto entre el comportamiento de la gente que conozco lo que usted dijo, pero siento que falta algo y no sé qué es… Su fórmula, sé que funciona pero no en todos los casos, ¿por qué? -.

El hombre se sonrió.

- Porque no está completa -.
- ¿Cómo? ¿Eso quiere decir que, en el fondo, el comportamiento humano no se puede representar con una fórmula? -. Se sentía decepcionado, era mucho tiempo el que había pasado pensando en el tema.
- Dije que no estaba completa, jamás dije que no se podía completar -.
- ¿Cómo se puede completar? -.

Aquel hombre tomó lápiz y papel, y luego le dijo:

- Habíamos dicho que las cosas funcionaban así:
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lunes, 18 de noviembre de 2013

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Valiente

Fuente Imagen: Google.

004. Valiente. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Ella, una gran amiga, una gran mujer.
Ella, persona de fe que nada teme.
Ella, la que mucho ha luchado por lo que cree.
Hoy me propuse escribir sobre ella,
pero no hay forma de definir lo que es,
pues es tan capaz, sincera y valiente,
es tan amiga, generosa, obediente.
Hace mucho tiempo que la conocí,
y de ella mucho aprendí,
sus decisiones no siempre comprendía,
pero nunca cuestioné el coraje que en ella había.
Su fortaleza siempre mostró sin dudas,
y la generosidad de su corazón también,
la bravura en batalla jamás le faltó
y su fe jamás le falló.
Son tantas cosas las que me ha enseñado,
joven mujer victoriosa,
para quien no existen derrotas.
Me enseñó que no importa el tamaño del reto,
sino la voluntad y el hacer lo correcto.
Hoy me propuse escribir sobre ella,
pero no hay forma de definir lo que es,
pues es tan capaz, sincera y valiente,
es tan amiga, generosa, obediente.
Quizás es valiente la palabra que la podría definir,
valiente, y mucho más que eso podría decir,
no importa cuál sean los comentarios,
ella se mantiene luchando.
Valiente mujer que todo lo puede,
valiente mujer que todo lo da.
Tu amistad, un lindo tesoro,
tu bondad, tu amor y lealtad.

15/11/13 09:36 p.m. ¡Feliz cumpleaños Cris!
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jueves, 7 de noviembre de 2013

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Carta de una madre a su hijo gay

Fuente Imagen: Google.

003. Carta de una madre a su hijo gay. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Me encontraba esperando en el terminal de buses de la ciudad, mientras las nubes se hacían cada vez más grises y el día se oscurecía. No cargaba ningún paraguas, ni nada que pudiera protegerme del agua si llovía, en esos momentos temí por la integridad física de un par de libritos que llevaba en la mano. No estaban dentro de una bolsa, así que si llovía estarían expuestos a la intemperie y eso me preocupaba. Sí, a veces uno se preocupa por “pequeñas cosas”, así me criticarían los demás, pero ellos no entienden el tesoro que encierran los libros y, por eso, no les da ninguna lástima si alguno se moja o no.
Por fin pude subirme al autobús. Caminé por el pasillo y divisé un puesto, llegué hasta ahí y me senté junto a una señora. Ella ya había elegido el súper puesto junto a la ventana, así que me conformé con el del pasillo. Miré y vi cómo, en la ventana, comenzaban a chocar las gotas de lluvia. La señora parecía estar entretenida mirando aquello, desde que me senté no volteó a mirarme en ningún momento. Comenzó nuestro recorrido sin mayor novedad, pensé que lograría llegar temprano a casa, sin embargo, luego de unos veinte minutos de carretera nos topamos con una horrorosa cola, habían momentos en que el autobús no se movía ni un centímetro.

- ¡Y yo que quería llegar temprano a la casa! -. Exclamó la señora a mi lado, aun mirando por la ventana.
- Yo también -. Respondí. - Pero parece que no va ser así…-.

Ella se volteó a mirarme, me pareció que sin querer la hice salir de su letargo. Luego hizo otro comentario y yo volví a responder. Así estuvimos unos minutos, después ya estábamos conversando banalidades de la vida… todo se dio como se dan esas conversaciones espontáneas, aquellas que nadie sabe cómo empiezan pero terminas hablando hasta de filosofía. Sí, es una cosa rara.
Yo estaba normal, comentaba y respondía. Pero, de repente, me di cuenta que ella comenzó hablar de problemas personales, o más bien de un problema personal. Entendí que, en esta ocasión, mi rol sería fundamentalmente el de escuchar, pues ella necesitaba sacar todo eso que tenía atragantado. El problema, según ella me comentaba, era su hijo… su único hijo. Él no se portaba mal, no era un delincuente, no era un drogadicto… pero era gay. Habían instantes en que ella lloraba mientras hablaba, otras hablaba como intentando ordenar sus ideas. Yo intentaba no interrumpirla, más bien mis pocas palabras eran para hacerle notar que la estaba escuchando.

- Yo quisiera hablar con él, decirle todas estas cosas. Que me entendiera mi posición, pero sé que no me va entender… -. Me decía.
- ¿Por qué piensa que no la va entender? -.
- ¡Porque él nunca me entiende! No es grosero, no me responde bruscamente, pero no hace lo que yo le digo que haga. ¿Ve? ¡No me entiende! -.
- ¿Sabe? A mí me ha servido mucho escribir, pienso que es un buen método para ordenar ideas. ¿Por qué no le escribe una carta a su hijo? Podría decirle todas estas cosas que me ha dicho a mí. No sabemos si, de verdad, no la va entender o si sí lo hará. Creo que hay que intentarlo aunque sea -.

Sus ojos expresaban desesperación, pero esa desesperación callada, ésa que intentamos ocultar y que nos hace voltear la mirada, como para que no nos sigan mirando el alma porque nos sentimos vulnerables.
Yo no sé si ella escuchó lo que le dije, o si simplemente lo descartó. Lo cierto es que después de eso se quedó callada, volvió a estar absorta mirando por la ventana.
Minutos después hicimos una parada, varios en el autobús se iban a bajar y ella también, me levanté para que pudiera moverse con tranquilidad. Tomó sus cosas y caminó por el pasillo, se bajó del autobús sin siquiera despedirse de mí. Retomé mi asiento. Miré por la ventana y vi cuando le hablaba a un muchacho muy joven, quizás aún no alcanzaba la mayoría de edad. Ya había visto a ese chico, recordaba que iba sentado en el primer puesto y nosotras estábamos casi en los últimos. Medio escuché cuando ella le dijo algo de “tu papá” y supe que él era su hijo, su hijo gay.
El autobús siguió su trayecto, y media hora más tarde yo estaba llegando a mi casa. No podía dejar de pensar en esa señora y su hijo, y en si ella tomaría mi sugerencia.

« Quizás nunca le escriba esa carta, quizás nunca le hable con esa sinceridad con la que me habló a mí… ». Pensé.

Me quedé mirando a cualquier lugar, mirando sin mirar. Hasta que llegó un momento que me dije:

- Quizás ella no pueda escribirla, pero yo sí… -.

Me levanté de mi asiento y fui hasta mi cuarto. Ahí comencé a escribir…

Carta de una madre a su hijo gay

Tesoro,

No he podido estar tranquila desde la noche en que hablaste conmigo de esa manera tan sincera, y desde entonces el miedo me ha embargado como nunca antes. ¿Sabes? A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos con muchas cosas, con muchos problemas de diversa importancia o gravedad, y en la mayoría de ellos yo siempre sabía qué pasos dar o, al menos, por dónde empezar. Pero ahora me he visto superada, no sé cómo enfrentar tu confesión, no sé cómo enfrentar la realidad de entender a cabalidad que seas gay. Sé que para otras personas puede ser más fácil, o, al menos, eso creo. Para mí no lo es, he pasado casi los cincuenta años que tengo dentro de un paradigma conservador y religioso, lo mismo tu papá y, aunque él no lo demuestre, sé que también es duro y que no deja de pensar en “cómo resolver el problema”, porque así es como lo hemos visto en primeras instancias. No hemos conversado de esto, creo que ninguno sabe bien cómo abordarlo, apenas yo estoy intentado escribirlo siguiendo lo que me dice mi corazón de madre, más allá de las estructuras rígidas mentales que sólo están volviéndome loca, porque no puedo conciliar mi mente con mi emoción. Esta es una experiencia nueva para mí, con decirte que a mi edad jamás pensé enfrentarme a algo tan nuevo, tan desconocido, que se saliera de mi “molde mental” como lo es tener un hijo gay. Creo que tu papá y yo hemos visto el tema de la homosexualidad como “el problema al que se enfrentan los demás, pero no nosotros”, siempre las personas hacemos eso: asumir las cosas como “eso no me pasa a mí”.
Le temo poderosamente a los cambios, con el paso de los años les temo mucho más porque atentan contra la estabilidad que siento, y ahora estoy aterrada. No quiero que cambies, no quiero que nada cambie… ¡No quiero verte vestido de mujer! El sólo imaginarlo me pone mal, me pone mal porque quiero protegerte, no quiero que hagas el ridículo, no quiero que los demás se burlen de ti. Vivimos en una sociedad muy dura, muy cruel que no medirá para insultarte, burlarse y hasta golpearte… ¡Por el amor de Dios! Yo no quiero eso para ti, no he hecho más que llorar de sólo pensar que a “mi niñito” alguien quiera hacerle daño. Sí, mucha de mi negación, mucha de mi actitud de oposición vienen dadas por el hecho de que quiero protegerte, porque yo te amo y quiero lo mejor para ti.
Tu padre y yo crecimos dentro de una sociedad para la cual estaba bien burlarse “de los diferentes”, donde estaba bien crearles apodos ofensivos, chistes ofensivos y hasta canciones populares en clara burla que a todos hacían reír. Nacimos, crecimos y aún seguimos en una sociedad que hace lo mismo… sí, yo sé que tú eres optimista, que ahora la gente lucha por la igualdad, que se han creado leyes y hasta en la televisión pasan marchas por la igualdad, sí yo sé todo eso, pero aun así siento miedo por ti.
¿Sabes? Cuando me confesaste tu verdad, lo primero que pensé fue llevarte al médico, creí que podías estar enfermo, por un segundo creí que “si era homosexualidad estábamos a tiempo para curarla”. Mínimo debíamos visitar a un psicólogo, porque “seguramente” estabas confundido. Pasé días buscando información al respecto, encontraba de todo en Internet, leí libros de psicólogos, artículos en revistas… no sabía dónde buscar la solución al problema. Al final, cuando me decidí escribir esta carta, supe que no había solución al problema, porque no había “un problema”. Lo que hay frente a mí es una realidad, una realidad donde no importa si algo pasa o pasó con tus cromosomas o no, porque esto no se trata de que seas “anormal”, así como una especie de “mutante”, o si fue una medicina la que “te hizo este daño”. Todo esto se trata de que tú seas lo que eres, aunque yo me esté muriendo de miedo pensando en las consecuencias de eso.
En mis intentos de llevarte por el camino del bien, te enseñé las normas religiosas que me enseñaron a mí y a tu padre, te enseñé sobre el pecado, sobre los castigos, sobre lo que supuestamente quiere Dios y el temor que le debemos tener. Te enseñé como me enseñaron y ahora veo lo mucho que sufres por esas normas, que en vez de ayudarte en la vida te están aplastando. Pero, querido, también te dije que Dios es Amor, que Dios es misericordioso y eso es lo que yo creo con todo mi corazón, eso es lo que debes mantener presente de Él. No te sientas malo, no te sientas pecador si no has dañado nunca a tu prójimo, no eres pecador porque seas gay. Como sociedad hemos gritado a los cuatro vientos que todos somos hijos de Dios, pero después decimos en voz baja que se aplican excepciones a la regla; que Dios es Amor, pero que también se aplican excepciones a la regla. Hemos hecho muchas cosas buenas, pero también nos hemos equivocado tanto… Es una lástima que a nadie le importen los gay, hasta que hay uno en la familia o entre los amigos más queridos. Sólo cuando la realidad tocó la mía pude comprender tantas cosas, y eso está haciendo tambalear muchas de mis estructuras rígidas, créeme me da temor. A veces siento que ya estoy muy vieja para estar enfrentando estos cambios tan trascendentales, pero aunque no sepa cómo enfrentar esta realidad o no sepa cómo apoyarte, aquí estoy, aquí está tu mamá.
Tenme un poquito de paciencia, haré mi mejor esfuerzo.
Esta noche hablaré con tu papá, después podremos conversar los tres con más calma. ¿Te parece?
Por último, no olvides nunca lo mucho que te amo, nunca, nunca lo olvides.

Tu mamá

05/11/13 04:15 p.m. - 04:25 p.m. Agradecimientos a E.R. y J.V. por la revisión preliminar del texto.
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martes, 15 de octubre de 2013

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Carta a mi abuela

Fuente Imagen: Google.

002. Carta a mi abuela. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Querida abuela,

Hoy he pasado un día maravilloso contigo. Te he visto reír a carcajadas, te he visto contar con nostalgia sobre tus recuerdos de ayer; también me has regañado por un par de cosas, pero no perdiste tiempo para felicitarme por otras. Abuela, eres una mujer maravillosa. Estoy tan agradecida de tenerte en mi vida, de contar contigo, con la grandiosa presencia de la mujer más fuerte y perseverante que he conocido en la vida. Sí, también eres muy terca con tus cosas a veces, pero eres toda dulzura cuando realmente te conocen.
Nunca te he hablado de mis emociones, he perdido mucho tiempo sin decirte lo mucho que te quiero y necesito resolver eso, por eso te escribo ahora. Sé que ninguno de tus nietos se ha acercado de esta manera, pero no es porque no queramos sino que, quizás, nos da un poquito de vergüenza, o tal vez es que damos por sentado que ya sabes que te amamos. Pero la vida me ha enseñado que no debemos dar nada por sentado, por eso aprovecho esta ocasión para decirte lo mucho que te amamos. Nos llena de mucho orgullo ser parte de esta maravillosa familia que construiste con tanto esfuerzo y sacrificio. Eres genial.
Te veo sentada a lo lejos, hablas con mi mamá, y me quedo mirándolas. Ambas son el regalo más precioso que me ha dado la vida, de ambas he aprendido tantas cosas que me sería difícil escribirlas todas ahora. Toman café mientras platican de la vida, de las idas y vueltas que ésta da. Han pasado por tanto ustedes dos, y nunca se dieron por vencidas. Son un modelo a seguir: aguerridas, sabias, honestas, dulces, hermosas, sinceras…, son todo lo maravilloso del mundo bajo un nombre de mujer.
¿Qué más podría pedir? ¿Qué más podría querer? Son todo lo que alguien pudiera querer o necesitar. Son el apoyo perfecto cuando la vida nos hace sentir tristes, la sonrisa que nos llena de ternura, la mirada que expresa la más absoluta comprensión. Las amo.
Abuela, gracias por estar a mi lado. Por hacerme sentir todo este amor que expresas, por ser el refugio que a veces necesito, por escuchar mis preocupaciones y aconsejarme como sólo una abuela podría. Has hecho tanto por mí, has hecho tanto por todos nosotros. Nuestra gratitud es inmensa, nuestro amor por ti no tiene límite ni tiene fronteras. Gracias amada abuela, gracias por tu sonrisa sincera, por los valores que nos inculcaste, por la generosidad que siempre te ha caracterizado. ¡Te quiero tanto!
Gracias abuela, gracias por estar a mi lado.

¡Te amamos!

15/10/13 05:25 p.m.
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sábado, 12 de octubre de 2013

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Carta a mi hermana

Fuente Imagen: Google.

001. Carta a mi hermana. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Querida hermana,

Desde hace un par de días que quiero escribirte, estaba entusiasmada por decirte tantas cosas, pero sentía que no tenía las palabras adecuadas. Así que intentaré escribirte ahora.
Hermanita, yo estoy feliz por ti, has empezado una nueva etapa en tu vida y sé que estos cambios pueden causar cierto temor, los cambios en sí lo causan, pero no debes preocuparte porque cualquier cosa que necesites enfrentar, lo harás bien y saldrás triunfante de cualquier desafío que encuentres. Lo sé, estoy completamente segura de ello. Yo creo en ti, creo en tu capacidad… realmente creo en ti.
¿Sabes? Siempre te he visto como una mujer fuerte, sin miedo, segura de sí. Con la capacidad de llegar aún más lejos de lo que yo he podido llegar, con la capacidad de aprender mucho más de lo que yo he podido aprender. Tú me hablas de que soy capaz de mucho, si pudieras mirarte con mis ojos sabrías cuán grande y maravillosa eres para mí. Si tan solo pudieras mirarte como te ven mis ojos, sabrías tantas cosas hermosas sobre ti misma. Para mí eres una mujer exitosa, triunfante, muy sabia y con un corazón enorme. A veces me gustaría ser tan fuerte como tú, a veces me gustaría haber sido más decidida, con más seguridad en mí… de cualquier manera, sea lo que sea que haya vivido, no lo veo como un fracaso porque, en el fondo, el fracaso es un éxito con otro nombre. Aprendemos, de todo aprendemos, incluso de las decisiones que tomamos y que terminan en “resultados no-esperados”, porque sólo eso son los llamados “fracasos”. Créeme, no importa lo que suceda… todo terminará bien. Las pequeñas caídas no son tan graves, y ni siquiera una “gran caída” es realmente grave. ¿Sabes qué es lo grave? Que dejes de creer en ti, vaya que eso sí es grave. Así que no debes permitirlo nunca, y si un día se te olvida cómo creer en ti, búscame y yo te lo recordaré, porque eso es algo que yo jamás dejaré de hacer.
Mi querida hermana, desde el fondo de mi corazón, te deseo todo lo mejor. Yo sé, yo sé que hay cosas que no serán fáciles a veces, pero el triunfo siempre estará garantizado cuando crees en ti. Te mando un gran abrazo con mucho cariño, y recuerda que en mí siempre encontrarás a tu hermana, a tu amiga, que siempre te va apoyar y te va querer.

No te rindas sin pelear, no te rindas nunca.

Te quiero.

12/10/13 07:20 p.m. - 07:31 p.m.
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