Era un día muy frío, yo llevaba las manos metidas en los bolsillos. No podía ver mucho porque había cierta neblina.
«Un poquito de sol no le haría mal al día». Pensé.
De repente vi que ya estaba llegando al edificio donde vivía. Unos cuantos pasos delante de mí iba caminando una chica, un poco cabizbaja; noté que iba al mismo edificio que yo. Por alguna razón me quedé mirándola. Ella trató de sacar algo de su chaqueta, fue entonces cuando se le cayó un objeto, pero no se percató y siguió caminando. Me apresuré y tomé lo que parecía ser un pequeño bolsito, aceleré un poco más el paso y pude alcanzarla. La llamé una vez, y no parecía escucharme porque llevaba audífonos. Así que tuve que tocarle el hombro para llamar su atención. Ella se volteó a verme.
–¡Hola! Se te cayó esto– le dije mientras le mostraba lo que se le cayó.
Tomó el objeto de mi mano, y me agradeció. Nos sonreímos, y yo seguí caminando. Algo me decía que ya la había visto antes, que la había visto salir de uno de los departamentos, y mientras subía las escaleras lo recordé.
«Sí, ella vive unos pisos más abajo de donde yo estoy».
La verdad casi nunca me quedo mirando a las personas, y para ser más franca ni siquiera conozco a mis vecinos. Pero a ella sí la recuerdo, no puedo explicar por qué. Tiene algo muy especial, es… su presencia; un algo que hace que la notes aunque esté en silencio.
Preparé café, y mientras lo hacía no dejaba de pensar en sus ojos, en su expresión. Definitivamente no era un buen momento para ella. Estaba como el día: nublado, sin brillo, sin sol.
–La vida es así, no todos los días son buenos para nadie.
Después de ese día comencé a encontrármela más regularmente, a veces en la escalera, en la entrada del edificio o comprando en lugares cercanos. Sólo eran saludos de cortesía, nunca hablábamos. Lo que sí me daba cuenta era de los días buenos y malos que ella tenía, porque cuando eran días buenos ella brillaba con luz propia; verla era realmente especial, no puedo explicarlo, supongo que es como dicen ciertas personas: una buena vibra.
Un día yo estaba llegando al edificio, y me la encontré en la entrada. Llevaba unas cajas, y parecía realmente complicada con la idea de subirlas a su departamento. La vi ordenándolas una y otra vez mientras yo seguía acercándome.
–¿Necesitas ayuda? Puedo ayudarte sin ningún problema– le dije mientras sonreía.
Ella había estado agachada mientras ordenaba las cajas que seguían en el suelo, al escucharme se levantó y me miró directo a los ojos. Ahí supe que o ése estaba siendo su peor día o era la peor etapa de su vida. Trató de decir algo, pero ya para ese momento yo había tomado una de las cajas del suelo.
–Te sigo– le dije.
Tomó la otra caja y empezó a caminar. Traté de decir algo trivial, pero no estaba interesada en hablar. Así que me enfoqué en ayudarla y ya. Llegamos al departamento y le pregunté dónde debía poner la caja, me indicó un lugar y después me despedí de ella. Fue entonces cuando me habló.
–¿Te gustaría tomar café?
Me sonreí.
–Claro que sí.
Yo no sabía nada de ella, ni ella de mí. Éramos unas completas desconocidas tomando café, así que empecé hablar yo. Le dije que llevaba poco tiempo viviendo en ese edificio, le hablé de mi trabajo y pasatiempos, y hablamos de comida y café. Ella me contó unas pocas cosas, y al despedirnos compartimos nuestros números telefónicos.
Los siguientes días no volví a verla, hasta una noche que regresaba de mi trabajo y la vi a lo lejos jugar con Amush, la gatita del edificio. Me pareció tan tierna aquella escena, y también muy reveladora porque los felinos no confían en cualquier persona, y el hecho de que dejara que ella acariciara su pancita era una prueba de confianza muy grande. Me sonreí, y seguí mi camino. Subí al departamento y me di cuenta que no había comprado pan para la cena, así que tuve que volver a salir. Iba pensando en varias cosas del trabajo, y en algunos otros problemas, cuando de repente ella me salió al paso y casi chocamos en el pasillo. Nos reímos. Le pregunté cómo había estado, y también le comenté que la había visto jugar con Amush. Ella se sonrió. Se hacía tarde y le dije que necesitaba ir a comprar pan.
–¿Te gustaría acompañarme? Así podríamos seguir conversando.
Ella asintió.
Fuimos al almacén de la esquina, no había pan pero me dijeron que estaban haciendo y que saldrían en algunos minutos. Nos quedamos esperando, y por mientras conversamos de algunos temas interesantes. Yo estaba encantada, ella tenía ideas y opiniones que me parecían muy acertadas.
«¡Qué genial es esta chica!». No dejaba de pensar en eso.
El pan tardó en salir más de lo esperado, así que terminamos cenando juntas pizza en un lugar cercano. Yo estaba fascinada, estaba aprendiendo tanto de aquella conversación, y sin darnos cuenta los minutos se hicieron horas. Después de aquello, comenzamos a escribirnos regularmente por teléfono, y sólo cuando comenzó a tenerme confianza empezó a hablarme sobre sí misma.
Me contó que era migrante, que había estado moviéndose de lugar los últimos años. Entre sus anécdotas pude identificar episodios de xenofobia, aunque algunos no fueran tan evidentes, como la vez en que quería arrendar un espacio y fue tratada con amabilidad hasta que le pidieron su documento de identidad, ahí podía verse su nacionalidad, y entonces el trato hacia ella cambió. Y así otros episodios que no valen la pena mencionar.
–Cuando salí de mi país tenía grandes expectativas, tenía grandes sueños, y aunque sabía que no iba a ser fácil igual me aventuré a vivir, quería lograr cosas. Admito que soy ambiciosa, así que siempre quiero tener cosas mejores, lograr mis metas. A pesar de todo, aún creo en algunos sueños, aunque otros…– hizo una pausa.
Yo me quedé atenta, sin decir nada para no incomodar. Luego prosiguió.
–Aunque otros ya no sean posibles.
–¿Sueños relacionados con el amor?– me aventuré a preguntar.
Ella apartó su mirada, y se quedó mirando al horizonte.
–Cuando salí de mi país lo hice con mi pareja, y juntas superamos muchas cosas…
«¿Juntas?». Me quedé pensando.
–Pero a pesar de haber superado tanto, y de haber entregado tanto amor, llegaron los problemas más grandes, a eso se sumaron los de mi trabajo y familia. Empecé a colapsar mentalmente, y poco a poco caí en una espiral de autodestrucción.
Cuando dijo eso empezaron a encajar muchas cosas para mí, ahora entendía sus días sin brillo, y aquel otro día en que concluí que no estaba en su mejor etapa. Se lo conté, le conté lo que vi en sus ojos aquel día en que la ayudé con las cajas. Ahí me dijo que llevaba meses con terapia, que le había ayudado mucho y también el apoyo de sus amigos.
–Me alegra que hayas estado acompañada en ese proceso tan doloroso.
–Bueno no ha sido fácil enfrentarlo, ni eso ni otras cosas. Si ya es muy duro enfrentar la vida siendo mujer, ¿te imaginas lo que lo complica el que además seas lesbiana? Lidiar con la xenofobia, y además con la homofobia. Lidiar con un trabajo irrespetuoso con tu horario laboral, hora de almuerzo, horas extras; además de hacinamiento, malos tratos, explotación laboral. O en lo emocional, situaciones complejas como que tu pareja se refiera a ti como “amiga” porque sus conocidos y empleadores son homofóbicos. O que después de amar tanto, de entregar tanto, de aguantar tanto… te traicionen.
Me quedé callada, no sabía qué decir.
–Nunca abandoné a nadie, no merecía que me abandonaran. Siempre fui leal, no merecía una infidelidad. Hoy me parece tonto haber sido tan generosa, haber entregado tanto incluso causando un perjuicio para mí misma con eso.
–No sé qué decir. Bueno… sí puedo decir algo. La verdad me causa una completa admiración que hayas enfrentado todas esas cosas, es decir, que hayas tenido la fortaleza para enfrentarlo. De verdad, tienes todo mi respeto y admiración. Eres muy genial…
Ella se ríe.
–No, es en serio.
Se voltea a mirarme.
–Nunca había conocido a una persona como tú. Tan fuerte, tan valiente, tan valiosa. Tal vez sea cosa de aprender a equilibrar, pero no creo que tu forma de amar sea tonta. Cualquier persona que valga la pena desearía tener eso que tú das en su propia vida. Amor, generosidad, protección. Te he escuchado hablar y he leído tus mensajes, tus opiniones, y eres sumamente sabia. Sí, tal vez esa sabiduría nace de todo eso difícil que has vivido. Es un privilegio conocerte; ver la persona que eres hoy; saber que fuiste tan fuerte que le ganaste la batalla a tus propias sombras. Es maravilloso verte brillar.
Ella se sonrió.
–Todos tenemos que lidiar con nuestras propias oscuridades, y es muy duro cuando es sólo eso lo que ves cuando te miras a ti misma. Así que entiendo bien tu proceso, y me alegra que no hayas estado sola al enfrentarlo. También me alegra saber lo mucho que has avanzado, y sé que has avanzado porque es sólo cosa de mirarte para darse cuenta que ahora brillas más que antes, por eso sé que estás sanando o que ya estás sana. Eres una guerrera, y no sólo eso, eres un ejemplo de fortaleza, lo eres para mí.
Hice una pausa antes de continuar, y mirando al horizonte proseguí.
–Hay muchas cosas que suceden y que jamás nos enteramos, pero que no nos enteremos no quiere decir que no ocurran. ¿Sabes? Yo también he estado en mi propio proceso, enfrentando mis propias sombras aunque no las mencionara, y quiero decirte que para mí tu presencia ha sido muy importante. He visto tu valentía, el coraje de levantarse cada día y seguir adelante aunque en verdad no quisieras seguir adelante… ¿o me equivoco? Muchas veces te miraba de lejos, cabizbaja, siempre con los audífonos puestos aferrada a la música. Viviendo días grises y días negros, pero seguías caminando, seguías sin rendirte. Y yo pensaba: ¡Qué fuerte es esa mujer! ¡Qué valiente! Desearía ser como ella…
En ese punto me emocioné, y me callé un instante para que no se me quebrara la voz.
–Y eso hice. Traté de ser de la forma en que yo te veía. Porque al final no somos sólo sombras, también tenemos nuestras luces, pero sólo podemos verlo si estamos con la mente en calma. Hoy sé que ambas estamos mejor, pero quería que supieras que, en mi caso, tú tienes mucho que ver con eso. Así que gracias. Gracias por no rendirte. Sé que, aunque no lo sepas, eres y serás una figura importante para otras personas. Para mí lo has sido. Gracias.
Aquel fue un momento muy emotivo, no dijimos nada más.
Días más tarde nos comunicamos de manera extendida por mensajes. Le conté que había visto la película que me recomendó, y que me había reído mucho. Ésa era otra característica de ella, era muy divertida. Podía estar contando algo y, de repente, sacaba unas frases muy buenas. Por ejemplo, una vez me contó que vio una pelea entre conductores en la calle.
–Yo iba de lado de la ventana en el autobús, y veo a este segundo conductor con cara de “Señor, dame paciencia”, pero el Señor no le dio paciencia…
–Pero el Señor no le dio paciencia…– yo no podía parar de reír.
En otra ocasión me dijo que ella era un poquito vanidosa porque era Leo. Yo no tenía idea de cómo habíamos llegado a hablar de astrología, y mucho menos sabía sobre los signos del zodiaco. Pero me parecía muy divertido cuando ella expresaba con todo orgullo que era Leo, que su signo la representaba muy bien. Y yo pensé que el tema astrológico llegaba hasta ahí, pero no.
Un día se estaba quejando de su jefe, que esto y que lo otro, y de repente exclamó:
–¡GÉMINIS TENÍA QUE SER!
Yo me reía, no tenía idea qué pasaba con el signo de Géminis, o por qué le causaba tanto rechazo, pero alguna cosa debió haber hecho Géminis para impulsar su enojo. Vaya usted a saber.
Algunas semanas más tarde me fue a visitar a mi departamento. Estaba muy contenta, con muchos planes y sueños. Me contó que se había presentado una oportunidad increíble, y que pronto se mudaría.
–¡Qué gran noticia! ¡Estoy muy contenta por ti!
Ella sonreía. Claro, sabía que como todo en la vida iba a tener desafíos importantes, pero se sentía lista para seguir avanzando.
–Sé que te va ir muy bien en todo lo que emprendas, en todo lo que quieras conseguir. Eres muy perseverante, muy capaz, y muy fuerte. Yo te admiro tanto. Espero, de verdad espero que encuentres lo que tanto anhelas, aquello que te haga feliz porque mereces ser feliz.
La abracé muy fuerte y le dije:
–Gracias por tanto, y por todo. Tal vez algún día nos volvamos a ver. Te deseo todo lo mejor del mundo. ¡Que te vaya muy bien!
Aquel se configuraba como el final de este episodio de su vida, porque el final de la historia no es. Yo diría que es un final de episodio feliz, porque a pesar de todo el dolor, de todo el sacrificio, ella ahora es una nueva y mejorada versión de sí misma.
Aprendió tanto de todas las experiencias vividas en los últimos años. Se reencontró consigo, se reconstruyó, resignificó sus experiencias de vida y se hizo más sabia. Volvió a creer en sí, recuperó su seguridad y autoestima, aprendió empatía y desarrolló su intuición.
Hoy sabe lo mucho que vale, y sabe lo que realmente merece. Estoy segura que se esforzará por construir con firmes cimientos aquellos sueños en los que todavía cree, y estoy segura que en el camino también la alcanzarán otros sueños que aún no sabe que llegarán.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
006.Leo.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
26/04/23 16:38 - 21:14
27/04/23 15:48 - 16:23 - 17:05
Fuente Imagen: Google.
viernes, 28 de abril de 2023
lunes, 27 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 4 - Inframundo
Ella caminaba por una calle muy concurrida con vendedores ambulantes a los lados; aquello se había convertido en un improvisado terminal de autobuses hacía poco tiempo. Miraba y miraba como buscando el autobús que necesitaba, pero no lo conseguía. Siguió caminando y entró en un gran estacionamiento subterráneo; pensó que tal vez el autobús que necesitaba podría estar adentro, pero se encontró con la entrada a un gran edificio de departamentos. Se dio cuenta de su error, y empezó a buscar la salida. De repente, sintió la extraña sensación de que mientras más avanzaba más escaleras encontraba, pero no la salida hacia la calle con autobuses.
Ella estaba perdida dentro de aquel gran edificio, que ahora parecía más un laberinto. Los pasillos eran bastante amplios, se podían ver muchas personas que interactuaban entre ellas, niños jugando en las escaleras… una vecindad. Se cansó de caminar, de subir y bajar escaleras, así que decidió acercarse a un grupo de niños que estaban jugando con una pelota. Le preguntó a uno de ellos por la salida, y le comentó que había estado mucho rato buscándola y no la encontraba. Este niño de tez morena vio una oportunidad de negocio, le dijo que él tenía un mapa en papel que le había dado su mamá y que ahí ella podría encontrar la forma de salir del edificio, pero que ella debía comprarle el papel con el mapa. Lo pensó un poco, pero ya había estado el suficiente tiempo como para darse cuenta de que aquello era una locura de puertas, pasillos y escaleras, y si lo que necesitaba era una especie de “mapa” pues lo compraría. Sacó un billete.
–Está bien. Te compro el mapa.
El niño, que no tendría más de ocho o nueve años, tomó el dinero y le pasó el mapa. Luego regresó a jugar con sus amigos mientras ella veía que el mapa señalaba bajar escaleras y atravesar puertas muy específicas. Siguió las indicaciones, y en poco tiempo regresó a la calle con vendedores ambulantes y autobuses. Estaba tan contenta, pero recordó que no había agradecido al niño por su ayuda. Sintió que eso había sido muy desconsiderado, así que volvió a entrar al edificio para buscar al niño y agradecerle, total con el mapa que había comprado podría volver a salir.
Ya de nuevo adentro encontró al niño con sus amigos, pero la vista había cambiado un poco y ahora podía ver a muchas otras personas, incluso desde un nivel superior como de segundo piso. Lo que ella no entendía es que esas personas en el piso de abajo caminaban como en círculos, como si estuvieran en un laberinto infinito donde también buscaban la salida, pero abajo no estaba lo que buscaban aunque no lo supieran. De ese lado vio a otro niño, esta vez era un niño más chiquito de unos seis años con ojos claros y tez blanca. Intercambió un par de palabras con ella, luego se sonrió y le dijo:
–Yo sé que nunca voy a salir de aquí. Es que soy malo, realmente soy muy malo.
–¿Cómo vas a ser malo? No, tú eres súper lindo. Puedes ser muy bueno, lo sé– replicaba ella.
Y en eso algo pasó. Este niño y el resto de las personas cercanas a él dieron un paso atrás. Todos tenían cara de miedo, incluso el niño morenito que le había vendido el mapa y otros adultos que también estaban cerca. Ella no entendía qué los estaba asustando tanto, hasta que dio media vuelta y vio a una mujer parada mirándola muy seria.
–¿Qué haces aquí?– le dijo aquella mujer.
Ella no entendía por qué todos estaban tan aterrados. Sí, la señora parecía la vigilante del edificio, una figura de autoridad eso quedaba claro, pero no era para tanto. Y entonces fue cuando miró hacia donde estaba la salida del edificio, y ésta desapareció ante sus ojos. Aquella gran puerta se volvió una pared sólida, y ya no había forma de salir de ahí. En ese momento entendió, la vigilante era tan poderosa que por eso le temían.
Bueno se resignó. ¿Qué podía hacer? La vigilante estaba molesta porque ella había roto las reglas, estaba en un lugar donde no debía porque entró sin permiso a ese edificio. Luego se culpó, ya había logrado salir pero regresó por querer ser agradecida, craso error. La puerta de salida ya no existía más, así que tampoco le era útil el mapa. Estaba a merced de la vigilante, porque si había hecho desaparecer la puerta era probable que pudiera hacerla aparecer de nuevo. El problema es que la vigilante estaba muy molesta, aunque en verdad sólo se viera muy seria.
Ella no contestó la pregunta de la vigilante. Decidió usar otra estrategia, como esperar a que se diera cuenta de que ella no era una mala persona, y pues intentó hacerse la amigable.
–¿Sabe? Ese uniforme de vigilante es demasiado gris. Tal vez con un poco de color naranja se vería mejor.
La vigilante se sentó en una silla sin dejar de mirarla. Ella siguió dando ideas para el uniforme, parecía algo muy tonto pero estaba logrando su cometido, estaba logrando un poco de su empatía… y ahí despertó.
Las cortinas seguían cerradas, pero la luz del día entraba igual a la habitación. Se escucharon unos pasos y luego una voz masculina:
–Ya despertaste. Buenos días.
Él se acercó a abrazarla.
–El desayuno está casi listo– le dijo.
Se levantó y ya en la cocina se percató de que la mesa estaba puesta. Él tenía listo el pancito tostado, el café y sólo faltaba terminar de armar la ensalada de frutas que le estaba preparando. Ella se sentó y se quedó mirándolo. Ellos habían tenido diferencias importantes en los últimos días, eso era innegable, pero seguían unidos porque los actos de amor entre ambos siempre habían sido más que sus diferencias. Habían sido capaces de aprender de sus errores, de hablar con mucha sinceridad, y de tener la voluntad y el deseo de seguir adelante. Dicen por ahí que el conflicto es inherente al ser humano, y saber tratar con eso es fundamental para llevar a buen puerto cualquier objetivo.
–¿Qué sucede?– preguntó él cuando se dio cuenta de que ella lo miraba.
–Nada– ella se sonrió.
Él se sentó y empezaron a desayunar. Le preguntó si había logrado descansar bien, o si había tenido sueños o pesadillas.
–Ya que lo preguntas. ¿Sabes? Tuve un sueño muy extraño.
Empezó a contarle todo el tema del edificio, de haberle comprado el mapa al morenito, de haber salido y vuelto a entrar, de las personas caminando como en círculos buscando la salida que jamás iban a encontrar (aunque ellas no lo sabían), del niño rubio diciendo que él era realmente malo y que sabía que no saldría de ahí, del terror que sintieron por la vigilante, de la puerta que desapareció y se reía de sí misma con eso de ser amigable hablando del uniforme de vigilante y el color naranja.
–Claro, todos estaban muertos…
–¿Todos estaban qué?– preguntó ella muy extrañada.
–Estaban muertos, todos estaban muertos, por eso no podían salir de ahí ni tampoco se daban cuenta que estaban en un laberinto sin salida.
Ella se quedó boquiabierta.
–¿Por qué te estás metiendo en esos lugares?– preguntó él.
–¡¿En cuáles lugares?!
–Estabas en el Inframundo.
Ella abrió grande sus ojos.
–Iii… ¿Inframundo? Me quieres decir entonces que la vigilante… por eso ellos le tenían tanto miedo.
Él asintió.
–Ella es el… el Cancerbero. El vigilante del Inframundo. Por eso estaba tan molesta cuando me dijo: “¿Qué haces aquí?”.
–Por supuesto, su trabajo es que nadie entre y nadie salga del Inframundo, y tú una persona viva fue y se metió allá sin que se diera cuenta. Realmente tienes mucha suerte de que te haya dejado ir.
Ella se quedó callada.
–¿Y si no te hubiera dejado salir? ¿Cómo hubiese podido rescatarte yo?
Ella se encogió de hombros. Sabía que él le estaba llamando la atención con esa última pregunta.
–Yo no elegí ir a ese lugar. No elegí romper las reglas, ni tengo ninguna mala intención. De hecho, por eso intenté ser amigable, pero mostrando respeto por la figura de autoridad. Esperaba que en algún momento se diera cuenta de que no es que yo haya querido portarme mal, o que haya querido desafiarla. Entré ahí muy inocentemente.
–Tal vez por eso te dejó salir.
–Creo que lo más loco de todo este sueño es darme cuenta de que el Cancerbero… el poderoso Cancerbero… es una mujer.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
004.Scarlat Cap. 4 - Inframundo.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
26/02/23 19:01 - 19:42
Fuente Imagen: Google.
lunes, 20 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 3 - Aaryth
«Hola primita, ¿cómo estás?».
Así empezaba el mensaje de texto que le había enviado Aaryth esa tarde. A ella le encantaba que él le escribiera porque ellos tenían muchas cosas en común, a pesar de su diferencia de edad. Una de esas cosas en común eran los sueños.
Ella siempre supo que su primo tenía un nivel de madurez mayor, en comparación con los chicos de su edad. Él siempre le decía que le gustaba “filosofar sobre la vida” con ella, refiriéndose a las conversaciones y reflexiones que hacían. La cercanía y confianza entre ambos les permitió hablar con mucha seriedad sobre las señales del Universo, el proceso de los sueños premonitorios y algunas de sus consecuencias.
«El futuro no está totalmente escrito» le había dicho ella un día. «Hay cosas que se escriben y no se pueden modificar, a eso se refiere esa famosa frase de que: “Lo escrito, escrito está”. Pero, por otra parte, la gran mayoría de las cosas sí son modificables. ¿Por qué? Porque los sueños son tendencias de futuro, son proyecciones de aquello que puede pasar. Imagínate un cuaderno abierto, puedes ver ambas páginas, entonces imagina tu mano con un lápiz sobre la primera de ellas y proyecta tu lápiz imaginariamente sobre la otra página. Cuando comiences a escribir en la primera, en la segunda el lápiz también se irá moviendo en paralelo, pero adelantado en el tiempo con un trazo apenas visible. Esa historia apenas visible es la proyección, la tendencia de futuro. El acto de “escribir” en esta escena se refiere a la toma de decisiones, las consecuencias de cada decisión que tomamos es lo que va “escribiéndose” en la segunda página».
A ella le gustaba mucho conversar con Aaryth porque siempre mostraba mucho interés por los sueños, y poco a poco sus propios sueños se volvieron más frecuentes. En apenas algunos años alcanzó un nivel de certeza enorme, siendo capaz de ver situaciones y personas involucradas de manera nítida, cosa que ella no siempre había podido lograr porque ella veía símbolos que necesitaban ser interpretados.
La última vez que ella había soñado con él le dijo que lo había visto en casa de la abuela, que él acababa de regresar de un paseo con compañeros y que en ese paseo él se había caído sobre matorrales y que le habían picado algunos bichos. De repente, él se quedó sin poder respirar, probablemente causado por una alergia a alguno de esos bichos, y corrió junto a su madre a un centro asistencial. Varios familiares llegaron al área de urgencias donde lo estaban atendiendo, ahí estaba la mamá de Aaryth sentada en una silla de ruedas, y apareció un bebé. La última escena mostraba a Aaryth salir de urgencias sintiéndose mejor.
Por supuesto, cuando ella se despertó de ese sueño le escribió a su primo, y ese mismo día por la noche él le había respondido que él había planificado una salida con ex compañeras de estudios, pero que se enfermaron de una gripe muy fuerte y se canceló el plan; una de ellas tuvo que ser nebulizada; y comentó que le iba a escribir a una de las compañeras, que tiene una bebé, para saber cómo estaba. También ese día su mamá casi se cae. En otras palabras, la tendencia de futuro sí se había cumplido, pero en este caso el símbolo o la conexión con los involucrados era el propio Aaryth, es decir, sobre él se plasmaban los hechos futuros.
Se podría decir entonces que lo que hace distinguir las predicciones de Aaryth de las de su prima es que Aaryth puede llegar a ver nítidamente todo, y ella mayoritariamente ve símbolos. Por eso en las ocasiones en que su primo le decía que había tenido un sueño con ella, era cuando más prestaba atención porque sabía que se manifestaría rápido. Él se había convertido en su fuente de información confiable.
Y efectivamente, después de ése: «Hola primita, ¿cómo estás?», vino el «tuve un sueño contigo». Seguidamente le relató una escena con varias acciones, pero la conclusión final era el peor escenario para su relación actual. La proyección que se estaba escribiendo era el fin de todo.
Después de conversar con su primo, ella dejó el celular a un lado y miró a lo lejos a su pareja que estaba reparando algunas cosas en la casa. Respiró profundo. Recordó que los días anteriores habían tenido algunas discusiones, pero las cosas se habían calmado. ¿Podría llegar de repente algo tan serio como para acabarlo todo? Y si era así, ¿qué cosa podría ser?
«Sólo puedo esperar». Se dijo así misma.
Y nuevamente la certeza de Aaryth llegó, sólo se necesitó dos días para que iniciara una gran discusión en la casa.
Él rápidamente subió la voz, y se volvió un energúmeno. Reclamaba diciendo cosas justas e injustas. Ella se defendió y lo atacó con palabras. Fueron algunos minutos en esa dinámica, hasta que él lanzó un ataque de gran calibre y ahí fue como si a ella se le detuviera el mundo. Estaba preparada, podía atacar con igual calibre, pero entonces la advertencia de Aaryth apareció ante sus ojos.
Ya ella no era ingenua sobre el mañana, Aaryth le había dado la llave del futuro y sabía que lo podía modificar aunque esto tuviera un costo, porque todo tiene una consecuencia en la vida. Pero, ¿y si dejaba cumplir la proyección? ¿Si sólo lo aceptaba y dejaba que todo se fuera a la basura? Si tan sólo soltaba lo que con rabia quería gritar, eso sería todo. Entonces, ¿qué debería hacer? ¿Dejaba que la proyección se cumpliera o la cambiaba? ¿Qué hacer?
Él gritó por última vez, y salió de la habitación lanzando la puerta que hizo retumbar toda la casa. Su decisión estaba tomada. Se tragó cada palabra. Por dentro de sí misma había tanto desorden, como si los planetas chocaran entre sí. Sus emociones se manifestaron en su cuerpo en forma de dolor, y en el más completo silencio soltó un grito desgarrador. El costo de cambiar la proyección de futuro, al menos en este caso, era muy alto, pero ella había decidido que fuera así. Aaryth le dio la llave, pero fue ella quien con su libre albedrío decidió interrumpir el futuro que comenzaba a trazarse… para bien o para mal.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
003.Scarlat Cap. 3 - Aaryth.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
19/02/23 16:59 - 17:25 - 18:23 - 18:34
Fuente Imagen: Google.
martes, 14 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 2 - Yo nunca haría eso
Era la hora del desayuno. Él se levantó de la mesa y se sirvió más café.
–Oye…– le dijo a ella –, el otro día me quedó dando vueltas eso de los sueños que tienes, eso de las señales y cosas.
Se sonrió y se volvió a sentar.
–Es tan raro. Igual me da curiosidad– se ríe.
–¿Qué te da curiosidad?
–Bueno no es que no te crea, pero igual es raro. Es como creer que se puede leer la mano o las cartas. O sea, yo respeto lo que la gente quiera creer, pero… soy incrédulo, es todo.
–Es comprensible.
–Igual quiero saber más– se ríe de nuevo.
–¿Qué quieres saber?
–¿Cómo se dan estos sueños? ¿Tienes que tener “una conexión especial”?
–Yo no puedo controlar lo que veo o a quién veo. Así que, puedo visualizar gente que jamás he visto antes o personas que yo ame o haya amado en el pasado.
–A ver, para poder entender mejor, cuéntame un ejemplo de un sueño que hayas tenido y que te haya sorprendido porque pasó en la realidad.
Ella se quedó pensando un instante.
–Hay un sueño que yo no entendí en su momento, y de hecho lo descarté. En el sueño veía a mi ex salir de la casa apresuradamente; yo quería acompañarlo, pero él no estaba interesado en que lo hiciera. Desde adentro de la casa grité para que me esperara, y al salir de la casa lo vi en un auto muy bonito, pero él no quería que yo me sentara a su lado. Él estaba ignorándome, dejándome de lado como si yo fuera alguien sin importancia, y entonces exigí sentarme adelante porque yo era su pareja; era como si él prefiriera que otra mujer fuera a su lado y no yo.
Ella hizo una pausa para tomar un sorbo de café.
–Yo confiaba ciegamente en él, y le conté ese sueño. Él me respondió: “Yo nunca haría eso” y le creí. Meses más tarde, él me abandonó y me sentí como en ese sueño: echada a un lado, como un estorbo, alguien indeseable dentro de su vida. Pero no me di cuenta inmediatamente de que yo había sentido eso meses antes, hasta que un día así de la nada me acordé de lo que vi/sentí en ese sueño y quedé sorprendida por haber “sabido sin saber” lo que él haría.
–Ehm… ¿y no habrá sido sólo una casualidad?
Ella se encogió de hombros. Untó mantequilla al pancito y siguió desayunando.
–Tú nunca hablas de tu ex– prosiguió con curiosidad –, ¿qué es lo más difícil que has soñado con él? A parte de ese sueño, claro.
Ella se quedó en silencio un instante.
–Cuando se dio el quiebre de la relación soñé muchas veces con él, pero siempre era lo mismo: él alejándose y yo queriendo que estuviera cerca. Pero creo que lo más difícil fue verlo acostarse con otra persona.
Él abrió grande los ojos.
–¡¿El qué?!
Ella lo miraba seria y fijamente.
–¿Me estás hablando en serio? O sea, lo viste… Creo que eso ya es mucho.
–No es algo que yo pudiera controlar. Créeme que habría preferido no saber muchas cosas, y aún así sabía todo… incluyendo sus grandes éxitos profesionales, y también sus tristezas y dolores.
–¿Aún sueñas con él?
–No, un día simplemente ya no supe nada más.
–Entonces podemos decir que un factor que influye en los sueños puede ser una conexión emocional con la otra persona.
–Sin duda.
Él sonreía.
–Oye…– prosiguió con mucha curiosidad –, ¿has soñado conmigo? ¿Te has enterado de cosas de mí?
Se echó a reír.
–¿Realmente quieres saber?
–¡Claro! Tiene algo de divertido todo esto– él permanecía sonriendo.
Ella tomó un nuevo sorbo de café.
–Sí, he soñado contigo…– dijo mientras miraba la taza.
A él le dio mucha más curiosidad.
–Por eso sé…– ella tragó saliva – sé que has pensando en dejarme…
Subió su mirada y se encontró con un rostro totalmente desfigurado. Él tenía los ojos muy abiertos, estaba realmente sorprendido.
–¿Có…? ¿Cómo…?
Ella se quedó mirándolo fijamente. Él estaba descolocado.
Hubo un minuto de silencio en la mesa, luego le dijo:
–Creo que tenemos que hablar.
Ella respiró profundo y asintió.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
002.Scarlat Cap. 2 - Yo nunca haría eso.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
13/02/23 17:08 - 17:18 - 17:30 - 17:43
Fuente Imagen: Unsplash.
viernes, 3 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 1 - El avión
La Calle 2 Sur está totalmente desolada. Ella sigue caminando con paso firme, pero siempre mirando el suelo. No parece existir algún vehículo en la ciudad, y de todas maneras ella espera hasta que el semáforo peatonal indica que puede cruzar. Sus pasos van rumbo a la Plaza de Armas, un lugar hermoso y también mágico aunque muchos no lo sepan.
Titubea. Toma aire y camina con intención de atravesar la plaza. Pone un pie sobre la acera y siente que unos ojos la vigilan. Intenta no desconcentrarse de su objetivo, y escucha una burla casi a milímetros de su oído. Se hace la valiente y sigue caminando. Sabe que una sombra negra la persigue mientras otras se esconden detrás de los árboles.
Mira con dirección a la Catedral, pero está cerrada. Se siente observada en cada paso que da. Se detiene de súbito, la sombra negra le sale al paso y su corazón se le acelera; no hay nadie a quien pedir ayuda. La sombra se abalanza sobre ella, y la toma fuerte por los brazos. Ella comienza a decir una oración, eso enfurece a la sombra y sigue luchando hasta que despierta.
Abre los ojos. La luz de la mañana entra por la ventana. Se sienta y respira profundo.
–Fue sólo un sueño.
Se levanta y abre las cortinas.
–¿Está todo bien?– pregunta una voz masculina.
–Sí. Sólo tuve un mal sueño...
–Seguro fue por la película de anoche...
Ella asintió y fue por un vaso de agua. Ya en la cocina, se quedó mirando por la ventana mientras recordaba otros sueños con sombras negras.
–Parece que te afectó mucho ese sueño...
–Disculpa, ¿qué me dices?
–Que parece que te afectó lo del sueño.
–¡Ah! No, no éste de manera especial. He tenido peores.
–¿Quieres hablar de eso?
Ella titubeó.
–No creo que sea para tanto...– continuó él.
–Tengo sueños.... a veces tengo sueños que parecen reales, es como si fueran avisos o señales.
La miró incrédulo.
–Bueno los expertos dicen que los sueños no son más que imágenes de nuestro inconsciente. Tu pesadilla fue por la película de anoche, así que no pasa nada; todo está bien.
Ella intentó decir algo más, pero optó por quedarse callada.
–Ya resuelto el problema, voy a bañarme porque se me hace tarde.
Le dio un beso y salió de la cocina.
–Expertos...– dijo ella mientras siguió mirando por la ventana.
Decidió dormir otro rato después que él se fue a trabajar. Los sueños se reanudaron y ella lo sabía. Estaba consciente de que estaba soñando, y que éste no era un “sueño tonto” como ella les decía a aquellos sueños sin razón ni lógica. Ella había aprendido que si lograba estar consciente mientras estaba durmiendo, debía estar atenta a los detalles que se mostraran porque tal vez podría predecir el futuro.
Se miró a sí misma sentada en un avión comercial pequeño. Junto a ella habían otras personas conversando; ninguna cara conocida. Decidió corroborar mirando por la ventana y vio que iban en vuelo. En ese momento la escena cambió y comenzó a ver un mapa de una zona geográfica; ella no fue capaz de reconocer el lugar, pero estaba segura de que el símbolo del avión marcaba un punto no muy lejano de la costa.
«Es un trayecto... punto de origen y destino... pero no tiene sentido, el destino está muy cerca de la costa y no hay tierra ahí... A menos que...».
Abrió muy grande sus ojos.
«El avión va caer».
Dio un salto y se despertó. Llevó sus manos a la cara.
–¿Será que esto va pasar? ¿O será que ya pasó?
Se quedó mirando el techo.
–Aunque pasara yo no puedo hacer nada. No sé de cuál avión se trata ni de dónde.
Respiró profundo y se levantó. El resto del día no volvió a pensar en el sueño.
Por la noche se metió un rato a Internet y le ganó la curiosidad. Empezó a buscar noticias de aviones y se topó con una noticia de accidente. Entró al sitio a leer y vio que la autoridad declaraba un siniestro cerca de la costa, a minutos del momento en que la nave sale del aeropuerto: “se trata de un avión comercial pequeño, por eso el número de víctimas no es más elevado...”.
Ella se llevó la mano a la boca. Luego copió el nombre del lugar de los hechos y buscó ese punto en el mapa de la zona. Era exactamente como ella lo había visto en el sueño, con la única diferencia de que el punto de caída que ella había visto estaba arriba y en el mapa real estaba abajo.
Cerró el sitio y el mapa.
–¿Cómo? ¿Cómo fui capaz de ver la caída de un avión pequeño en otro continente? Pero sobre todo, ¿cómo fui capaz de ver el mapa de dónde cayó antes de que pasara? ¡Dios mío!
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
001.Scarlat: Cap. 1 - El avión.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
23/11/22 17:19
30/01/23 18:30
01/02/23 16:53 - 17:00
Fuente Imagen: Unsplash.
viernes, 16 de diciembre de 2022
Amaya
Mientras la esperaba me quedé pensando en que he construido una versión de mí que no me hace feliz, y también pensaba en el terror que me da las consecuencias de destruir esa versión.
Miré hacia un lado, y vi a lo lejos que mi amiga se acercaba. Al llegar se dio cuenta que las cosas no iban bien conmigo.
—¿Qué pasa?
Empecé a titubear. Mi mente me dice que hay cosas que se deben callar, pero ella insiste.
—¿Sabes? Estoy agradecida por tener personas como tú a mi lado. Siempre has sido una amiga maravillosa.
Me detuve un momento.
—Entiendo que tal vez no quieras seguir hablando conmigo después de lo que te voy a decir, pero necesito sanar esta angustia que siento.
En ese momento me empecé a cuestionar: ¿No estaré ya muy vieja para estas crisis de identidad?
Los segundos parecían eternos.
—Sólo dilo...
Levanté la mirada y lo solté.
—Estoy enamorada de ti...
Sentí como si algo se hubiese roto. Luego proseguí.
—Has sido una gran amiga, gracias por eso.
No fui capaz de mirarla a la cara.
—¿Puedo preguntarte algo? —, me dijo.
Asentí.
—Si soy tan maravillosa, ¿por qué me estás dejando ir tan fácilmente?
La miré confundida. Ella me miró, y luego me sonrió.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
004.Amaya.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
15/11/22 21:16 - 22:44
13/12/22 17:48 - 17:59 - 18:04
Fuente Imagen: Google.
viernes, 29 de octubre de 2021
El Portal de Nochelín II
—Es realmente cansador trabajar con hojas de cálculo…
El comentario la hizo desconcentrarse.
—¿Disculpa?
—Hojas de cálculo—, decía la ejecutiva señalando la pantalla del computador.
—¡Ah!
—¿Irás a la galería hoy?
—¿A la galería?
—¿En qué mundo vives, niña? Sí pues, a la galería… Recursos Humanos preparó una actividad lúdica para todos los trabajadores y se les ocurrió la idea de que fuéramos a ver arte… ¿Puedes creerlo? Yo habría preferido que nos llevaran a un buen restaurante.
—¡Ah sí! Me entregaron el folleto y la tarjeta de presentación, pero la verdad es que ni los vi.
—Sí, tu mundo son las finanzas, finanzas, finanzas…
—Es mi trabajo, por eso me pagan…
—Sí, pero aunque sea aprovecha las oportunidades que te da la empresa. ¿Vamos juntas a la galería? Digo ya que ninguna tiene a quien invitar…
—Ni me hace falta…
—Pues a mí sí… bueno a veces. Es que mira, tener alguien que te haga un cariñito de vez en cuando es bueno.
—¿Y que te amargue la vida también?
—Mira que tengamos un fracaso matrimonial no quiere decir que estemos condenadas para siempre a estar solas. No necesitas hablarle de demonios a la que lo conoció en persona… pero amiga, eso ya pasó. Me divorcié hace tres años, y tú hace dos…
—En verdad un año, ocho meses y trece días…
—¿Disculpa? ¿Llevas la cuenta en minutos y segundos también?
Ella tomó aire profundamente.
—Sólo puedo decirte que no hay minuto en el que no me duela…
—¡Ay amiga!—, le puso la mano sobre el hombro. —Sé muy bien lo que sientes, pero él ya hizo su vida de nuevo y tiene una familia. Tú debes seguir adelante, y no sólo estar metida en esas hojas de cálculo. Vamos a la galería, y después a comer algo. Si nosotras mismas no nos damos ánimo, ¿quién más lo va hacer?
Ella asintió.
—Recoge tus cosas y nos encontramos en la puerta—, salió de la oficina.
Se quedó mirando la pantalla del computador mientras pensaba que su compañera tenía razón, y que era momento para tomarse un tiempo libre. Apagó todo y salió.
Caminaron rumbo a la galería. Ella disfrutaba del atardecer mientras su compañera contaban cosas graciosas de su vida, o le comentaba sobre la idea de adoptar un perro, y así entre risas e ideas perrunas llegaron a destino. La noche de exposición había sido reservada por la empresa para sus empleados, así que todos los presentes se conocían o al menos se habían visto en algún pasillo. Cerca de la entrada encontraron a un supervisor de Recursos Humanos, él era la razón por la cual la ejecutiva estaba tan interesada en ir a ver la exposición.
—¡Amiga, ahí está! Voy a saludar y nos vemos adentro.
Ella asintió.
«Excelente. Ahora me quedé sola en medio de la exposición». Pensó.
—Esperemos que haya algo interesante—, dijo en voz baja mientras miraba buscando las obras de arte.
Aquélla no era una galería muy grande, así que el número de cuadros expuestos era muy acotado. Sin embargo, aunque no eran muchas obras ella se sorprendió gratamente ante los colores y bellas escenas que representaban.
—¡Qué hermoso!—, dijo mientras se quedaba admirando un paisaje de vivos colores.
—Sin duda hermoso…—, se escuchó una voz masculina que se acercaba.
Ella se volteó.
—Disculpe, no quise interrumpirla. Mi nombre es Antón Ricarte, y soy el representante del artista que creó estas hermosas obras.
—¡Oh!
—Hoy me encontraba en la ciudad y quise pasar por aquí a ver cómo estaba todo.
—Entonces representa al artista, qué bien—, y sintió la llegada de su compañera.
—Buenas noches—, saludó al caballero.
—Amiga, el caballero es el representante del artista que se expone esta noche.
—¡Oh! ¡Qué interesante!
—Si hay algo en lo que pueda ayudarlas no duden en consultar, estaré por acá cerca—, dice mientras se retira unos pasos.
Ellas asintieron.
—Pensé que me dejarías aquí botada.
—Amiga, el chico me gusta y no lo niego, pero yo vine contigo y no te voy a dejar sola.
—Me parece correcto.
—¿Te ha gustado algo?
—No he visto mucho todavía, pero mira ese cuadro… es precioso.
—Sin duda.
Caminó un poco, y otro cuadro puesto en la esquina llamó su atención. Su compañera la siguió.
—Ese cuadro lleva por nombre: “Te espero”—, se escuchó de nuevo la voz masculina.
Su compañera le dio un pequeño codazo, señal de que se había percatado que ella le había gustado al representante. Por su parte, ella le dio una mirada de desaprobación porque no le interesaba el tipo.
—Me gusta mucho los colores utilizados—, respondió a secas.
—Hay algo muy interesante con este cuadro en específico—, prosiguió aunque a ella le habría encantado decirle que ya se retirara porque poco le importaba la conversación, pero ante todo había que ser educada.
—¿Sí?
—Como pueden observar, en él se ve a la figura masculina parada en la puerta de la casa, mientras ella está mirando rosas en el jardín, sin embargo, la figura femenina es tan transparente que es como si no estuviera…
—Tiene razón—, dijo la compañera.
—Creemos que habla de una figura ausente, de un sueño o ilusión. Digo creemos porque el artista jamás ha emitido mayor comentario sobre esta obra en particular. De hecho, si se fijan en la esquina superior derecha está la pared, y pareciera que cuelga un cuadro allí. Algo muy raro porque se supone que lo que vemos es la casa por fuera…
—Es cierto—, responde ella mientras intenta visualizar mejor la pintura.
—No estamos seguros tampoco de lo que expresa el cuadro dentro del cuadro, a lo más creemos que se trata de dos animales y un corazón, posiblemente elefantes…
Ella se volteó a ver al representante.
—El artista nunca ha pintado algo parecido, no al menos que haya mostrado públicamente. Recuerdo que en una conferencia… no sé, un par de años atrás… alguien le preguntó por ese pequeño cuadro dentro del cuadro, pero no dio mayor detalle. Sólo dijo algo así como que: “Hay alguien que sí lo reconocería cuando lo viera”.
—¿Y quién podría ser?—, preguntó la ejecutiva.
Él se encogió de hombros.
—Yo represento al artista en lo público, pero es muy reservado con su proceso creativo. A veces sólo se encierra en su mundo y desaparece, es decir, se desconecta de todo.
En ese momento llega una chica, saluda y le habla en voz baja al representante, él asiente y ella se retira.
—El deber me llama. Ha sido un placer conversar con usted, señorita…—, dice en tono interrogativo mirando a la ejecutiva.
—María… mi nombre es María.
—Ha sido un placer, señorita María—, y con gran interés y sonrisa miró a la otra chica.
—Bela… mi nombre es Bela.
—Un placer señorita Bela, espero que podamos coincidir en otra ocasión. Buenas noches.
El caballero se retira mientras su compañera la mira con cierta complicidad.
—No me mires así. El tipo ni me gustó ni espero encontrármelo otra vez en la vida.
—Todavía estás a tiempo de adoptar un perro como yo.
—Sí, prefiero un perro—, y se echaron a reír.
Su compañera siguió mirando las otras obras, pero había algo que llamaba la atención de Bela. Decidió acercarse para ver con más detalle el cuadro que tenía frente a ella.
Sin duda la figura femenina era como transparente, y era un poco difícil visualizar bien el pequeño cuadro en la pared. Se quedó mirando fijamente unos segundos y corroboró que ciertamente eran dos elefantes y un corazón, y que aquello era muy parecido a algo que ella había visto años atrás. Pero hubo otro detalle que de lejos era mucho más difícil de ver, y que el represente no mencionó. Bela se dio cuenta que había una especie de cartel por encima de la figura masculina, y aunque no estaba muy remarcado igual se podían leer unas palabras. Se acercó un poco más, y luego abrió los ojos muy sorprendida.
«No puede ser». Pensó.
El cartel decía: “El Portal de Nochelín”. Metió su mano en el bolsillo buscando el folleto que le habían entregado, y miró rápidamente hasta encontrar el nombre del artista: “Pablo Nochelín”.
—Es mi cuadro—, dijo en voz baja.
Subió nuevamente la mirada en dirección a la obra.
“Hay alguien que sí lo reconocería cuando lo viera” había dicho el representante. Ella se quedó mirando fijamente y se respondió:
—Sí… yo.
Al siguiente día Bela fue a trabajar, pero de vez en cuando su trabajo con las hojas de cálculo se veía interrumpido por el recuerdo de la galería.
De repente su compañera entró a la oficina y dejó unas carpetas encima del escritorio.
—María…
—¿Sí?
—¿Habías ido a la galería antes? ¿Habías visto esa exposición antes?
—Bueno no había visto los cuadros, pero acá entre nos ayude al chico que me gusta con la organización de esa actividad.
—¿Investigaste sobre el artista?
Su compañera intentó recordar.
—Sólo recuerdo que ésta es su más reciente exposición, y que los cuadros fueron realizados el año pasado… ¡Ah! Y tuvo mucho éxito en años anteriores, no sólo a nivel nacional sino también internacional. Hizo una especie de tour o algo así…
—¿Todos los cuadros son del año pasado?
— Hasta dónde sé… sí. No sé si el tipo esté trabajando en cosas nuevas, pero cuando organizamos la actividad eso fue lo que se ofreció: la más reciente exposición del artista. Pero, ¿por qué lo preguntas?
—Sólo curiosidad…
—Ok. ¿Almorzamos juntas?
—Sí, yo te paso buscando.
Su compañera estuvo de acuerdo, y salió de la oficina.
Ahora Bela tenía más curiosidad, así que minimizó la hoja de cálculo y empezó a buscar en línea acerca del artista Pablo Nochelín. Encontró información reciente en el sitio del Centro de Arte Nacional y otros lugares, y fue así como se enteró que Pablo estuvo en muchas presentaciones internacionales en la última década, que estuvo comprometido con la hija de un gran cantante popular pero que su boda fue cancelada por “diferencias irreconciliables”.
—Sigue tan amargado como siempre…—, dijo en voz baja mientras sonreía.
También vio un sitio de farándula que decía que, después de sus grandes éxitos por el mundo, regresó a vivir a su pueblo natal.
—¿Bela?—, se escuchó la voz de su compañera y ella dio un salto. —Dijiste que irías a buscarme y te quedaste trabajando…
—Se me pasó el tiempo, María. Disculpa.
—Tengo hambre, así que no te disculpo nada. ¡Vámonos!
Ella asintió y bajaron al restaurante que frecuentaban. Ordenaron un rico almuerzo y María se quedó mirando a Bela.
—No está casado…
—¿Quién?—, Bela quedó extrañada.
—Nochelín…—, se sonrió. —¿Vas a contarme algo o todavía no?
Bela se sonrojó un poco.
—No es nada importante…
—Bueno mostraste interés, así que investigué un poco y sí, estuvo comprometido hasta hace un tiempo pero no se casó por…
—“Diferencias irreconciliables”—, Bela completo la oración.
María se sonrió.
—Entonces, ¿no es nada importante?
—Admito… que también investigué.
—Lo conoces… ¿cierto?
Ella asintió.
—¿Recuerdas lo que dijo el representante? Lo del cuadro en el cuadro, que el artista dijo que había una persona que sí reconocería lo que plasmó…
María movió su cabeza afirmativamente.
—Soy yo.
—¿Disculpa? ¿Tú? ¿Me estás diciendo que es una especie de mensaje codificado para ti?—, se mostró interesada en conocer más mientras sonreía. —¡Cuéntame más!
En ese momento llegó la orden, Bela calló mientras servían los platos.
—¡No me dejes así! ¡Cuenta!
—Conocí a Pablo…
—¡OHHH! Ya estamos hablando de “Pablo”, ya no es “el artista”…—, se reía.
—¿Me vas dejar contar?—, se reía también.
María asintió mientras comía.
—Yo acababa de terminar mis estudios de Contabilidad y Finanzas aquí en la capital, pero regresé a mi pueblo y mientras encontraba un buen empleo allá pues acepté un trabajo en casa de Nochelín para limpiar, cocinar, etc. A veces tenía un carácter de los mil demonios, pero era respetuoso y la paga era buena. Estuve allí algunos meses, y terminé cambiando todo porque tal como lo decía su representante: se desconectaba y vivía en su propio mundo. Cuando llegué esa casa era un claro desastre.
—¿Y qué onda con los cuadros y el mensaje codificado?
—Nochelín había pintado un cuadro de elefantes muy bonito y me lo regaló. Entiendo que es la única versión que existe, y la tengo yo… así que por eso creo que usó uno de sus cuadros para hacer referencia al que me regaló a mí.
—¡Espera! ¿La chica transparente eres tú?
Ella se encogió de hombros.
—Pero si eres tú, ¿quiere decir que te está esperando?
—¿Qué quieres que te responda? Yo no lo sé. De hecho, quizás me estoy inventando todas estas cosas.
—Bueno… si fuera real sería algo muy romántico. Sí, sería bonito…
Bela se quedó mirándola.
—Oye Bela, pero para que creas que él te espera a ti es porque alguna señal de amor había… ¿o me equivoco?
Bela se sonrojó. María se sonrió con complicidad.
—Bueno…—, por un instante vaciló. —Se puede decir que sí.
—Soy toda oídos… sigue.
—No sé exactamente en qué momento, pero comenzó a cambiar sus hábitos y empezó a ser más amigable y atento conmigo. Una noche llegó a mi casa con un segundo cuadro, en él había pintado mi rostro y la verdad era un cuadro muy hermoso… pero me sentí incomoda al recibirlo…
—¡Ouch! El tipo no te gustaba…
—Era un poco más complicado que eso. Pablo tenía quince años más que yo, y eso me hacía mucho ruido.
—¿Por qué?
—Eso no puedo explicarlo con palabras. Hoy que soy más vieja pienso que fue una razón muy tonta, pero en aquella época lo percibía como algo importante. Digamos que sentía que una relación con él era un desafío que yo no quería asumir.
—En pocas palabras, el tipo era feo—, y se echó a reír.
—No—, Bela también se rió. —No se trataba de eso. Supongo que no lo conocí en el momento adecuado.
Sábado por la noche y no hay ningún plan. Su fiel compañera María había ido a bailar con el chico que le gustaba y ella estaba encerrada en su departamento. Su control remoto funcionaba correctamente, de eso no había ninguna duda, pero ningún canal trasmitía algo interesante. Tampoco tenía ánimo para ponerse a ver cosas en línea. Soltó el control remoto y se levantó de su asiento.
—Quizás no sería tan malo adoptar un perro que me acompañara—, dijo mientras reía.
Se quedó mirando por la ventana. El cielo estaba despejado y se podían ver las estrellas. Se sonrió y dio un suspiro. De repente, una voz en la televisión dijo:
—Realmente tenemos mucho talento nacional, en todos los ámbitos. Recientemente se publicó una investigación del Dr. Raimundo Cruz que da cuenta de una posible vacuna para ciertas enfermedades, eso es un gran orgullo para la nación. En la arquitectura tenemos a Don Camilo Venegas; en la música a nuestro gran Nacho Conte; en el deporte a Janis Valenzuela y en la literatura a Linda Pontevedra. ¿Qué decir de la pintura? El destacado Pablo Nochelín…
Ella abrió grande sus ojos y se volteó a mirar la televisión, allí pudo ver la foto de Pablo en la pantalla aunque sólo un par de segundos.
—Ok—, dijo mirando hacia arriba. —¿Qué está pasando? Por más de diez años… d-i-e-z a-ñ-o-s nunca lo escuché mencionar ni vi nada sobre él, pero estas dos semanas a donde miro está Pablo… requiero una explicación…
Suspiró nuevamente y volvió su mirada a las estrellas.
¿Qué estaba pasando? ¿Acaso ésta era una confabulación universal? ¿Por qué tenía que saber sobre Pablo? ¿Por qué ahora después de tanto tiempo? ¿La soledad la estaría afectando? ¿Se estaría pasando películas en su cabeza que no corresponderían a la realidad? ¿Acaso muy dentro de sí quería creer en una historia, en un sueño, en una ilusión?
Regresó a su asiento. Giró su vista hacia el closet, y después de unos segundos se levantó de nuevo. Se quedó mirando hacia adentro y divisó una gran caja al fondo, la sacó y la puso sobre la cama. Quitó la tapa y se quedó mirando las cosas que tenía guardadas. Se sonrió al ver una foto suya siendo apenas una bebé, entre otras fotos familiares, y además encontró el cuadro de los elefantes y el corazón. Se quedó mirándolo.
Recordó la ocasión en que abandonó la casa Nochelín, y revivió cada detalle como si no hubiera pasado el tiempo. Estaba absolutamente segura de que debía alejarse de él, y no era porque Pablo no le gustara sino porque él no era lo que ella quería para sí misma; ella quería un hombre de su edad, alguien con quien pudiera aprender las cosas que se aprenden en la etapa de la vida en la que estaba, y Pablo pues ya había vivido esa etapa de su juventud. Simplemente ella no era la mujer adulta que creía que Pablo necesitaba por entonces. Quince años de diferencia era una barbaridad… aunque ahora ya no tenía la menor importancia. Ella pensaba en que algo que aprendes siendo adulta es que las cosas no son tan graves como parecen, o que ciertas acciones dejan de darte vergüenza, claro esto es así cuando estás totalmente decidida; caso contrario, una desventaja es que piensas mucho más, es como si se te acabara la osadía.
Bela ya no era osada, y eso ella lo sabía. Prefería seguir donde estaba, trabajando en lo que siempre había trabajado, siendo absolutamente objetiva al entender que nada es eterno en la vida, y menos el amor… Agustín se lo había enseñado. Bela estuvo casada con él cinco años, y él había prometido amarla siempre; el problema es que cuando la gente dice “siempre” realmente se refiere a un “mientras tanto” o “mientras se cumplan ciertos criterios”. Cuando Bela dejó de cumplir los criterios de Agustín, él simplemente le pidió que se fuera y ella tuvo que ceder porque habría sido una tontería insistir en quedarse en un lugar donde ya eras indeseable. En menos de un año Agustín se volvió a casar y tuvo un hijo, pero Bela se conformó con mantener su trabajo y vivir sola en su departamento. Es cierto, cuando estaba dolida se arrepintió de haberlo conocido y de haberse casado con él, pero también admitía que, independiente del final, había sido una experiencia de mucho aprendizaje. No lo odiaba, pero le daba tristeza recordar toda la felicidad y el dolor que se causaron.
—El amor no es para mí—, se dijo a sí misma.
Puso todas las cosas dentro de la caja y la guardó en el mismo rincón oscuro.
Al día siguiente Bela se encontró con María en un centro comercial.
—¿Qué te parece esta blusa? Se ve maravillosa.
Pero al parecer Bela no estaba prestándole atención.
—“¡SÍ AMIGA! ¡SEGURO TE QUEDARÁ MARAVILLOSA! ESTOY ABSOLUTAMENTE ATENTA A LO QUE DICES”—, dijo enfatizando sus palabras.
—¿Qué?—, Bela despertó de su letargo. —¡Ay! Disculpa, yo…
—Yo… ¿yo qué? Estás en cualquier lugar menos aquí.
Bela se sintió avergonzada.
—¿Por qué no te tomas unas vacaciones?
—¿Para qué? No tengo planes de nada, y quedarme encerrada no creo que ayude mucho.
—¿Por qué no vas a visitar a tus padres?
Bela la miró.
—Si de verdad te está esperando, no lo hará toda la vida—, le sonrió.
—¿Y si estoy equivocada? ¿Y si yo me inventé todas esas cosas del cuadro?
—Ok, supongamos que no es real, ¿qué pierdes con averiguarlo? ¿Qué es lo peor que podría pasar?
—Bueno podría sentir mucha vergüenza si me presento allá y ni siquiera me reconoce…
—¿Y? Tus padres viven allá, no tienes por qué decirle que fuiste por él. Yo sólo sé que si fuera una persona lejana y equis en la vida para ti, jamás te habrías hecho tanto problema y tu actitud no hubiera cambiado después de ver ese cuadro en la galería. Él te importaba y mucho, ¿no es cierto?
Bela se quedó mirando unas prendas y, por unos instantes más, evadió la mirada de María.
—Sí—, por fin confesó. —Yo estaba enamorada de él, pero “lo dejé ir” porque racionalmente consideré que era lo mejor para ambos. Era mi secreto, jamás se lo dije a alguien. Me dolió mucho salir de su casa la última vez que lo vi, sentí como si me arrancaran algo de adentro. ¿Sabes? A veces me quedaba viéndolo mientras pintaba, e incluso cuando estaba enojado me parecía lindo—, reía.
—¿Por qué te fuiste Bela?
—Porque creí que él necesitaba a alguien mejor que yo—, se le enjugaron los ojos.
—Él y sólo él podría saber qué necesitaba o no. Decidiste por él entonces, no lo hagas de nuevo.
—¡Hijita de mi corazón! ¡Qué bueno verte!
—Mamá… Estoy feliz de estar aquí—, se abrazaron.
Saludó a su papá y a su hermano.
—Tu habitación está lista, así que vamos a dejar tus cosas allá—, le dijo su papá.
—¿Ya desayunaste? Yo igual te hice desayuno.
—No te preocupes mamá, estoy bien. Pero nunca está de más un rico café.
—Te lo preparo inmediatamente.
—Gracias mamá—, la siguió hasta la cocina. —He visto varios cambios en el pueblo, así que caminaré un poco y regresaré antes del almuerzo.
—Claro que sí, hijita. Te vas a dar cuenta de lo hermosa que está la iglesia de la Plaza de Armas, y los arreglos que se han hecho. El nuevo alcalde está haciendo un buen trabajo.
Bela tomó su café y luego salió a caminar. Pasó por el centro y la plaza principal; la iglesia estaba abierta así que decidió entrar, y recordó cuando iba con su mamá siendo una niña. Salió y siguió caminando hasta encontrar aquella gran reja que la ponía tan nerviosa. Empezó a temblar y le dio dolor en el estómago.
—Ok, ya estoy aquí… que sea lo que tenga que ser—, se dijo a sí misma.
Cruzó la calle, y se dio cuenta que la reja estaba abierta. Se asomó y escuchó una voz masculina:
—Yo creo que podríamos poner un par de rosas más en esta zona, y otras hacia allá. También hay espacio para un árbol frutal en aquella parte. Podemos poner algunos elementos decorativos, y creo que será suficiente para hacer llamativo el jardín. Estoy seguro de que quien venga a verlo quedará maravillado.
Alcanzó a ver al hombre por detrás y Bela concluyó que se trataba de un jardinero.
—Esa es la idea—, dijo otra voz masculina. —Que cuando venga alguien se enamore del jardín y de la casa, eso hará más fácil el proceso…
Esa era una voz conocida. Se le aceleró el corazón. Había imaginado tanto este momento, y ahí estaba su voz de nuevo.
«Pablo…». Pensó.
Los hombres estaban de espalda así que no se percataron de su presencia en la puerta. Ella dio unos pasos más, y se hizo de la fuerza necesaria para hablar.
—Buenos días.
Ambos se dieron vuelta.
—Buenos días, señorita—, dijo el jardinero.
Pablo tardó un poco más en responder, estaba sorprendido.
—Buenos… días—, por fin respondió.
Se dirigió al jardinero y le dijo:
—Juan, ¿podrías traer las cosas que faltan de la tienda?
—Por supuesto, regreso después del almuerzo para continuar el trabajo. Con permiso.
Pablo esperó hasta que estuvieran solos.
—Es una sorpresa verte, ¿cómo estás?
—Bien.
—Me alegra. ¿Estás visitando a tus padres?
—Sí. Tengo algunos días libres y vine a verlos.
—Qué bueno.
Bela se dio cuenta que detrás de Pablo reposaba un cartel que decía: “Se vende”.
—¿Venderás la casa?
—¡Ah!—, se volteó y señaló el cartel. —Sí, hace un mes decidí vender la casa. Tengo planes para irme a vivir al extranjero.
—¿Y eso?
Él se sonrió.
—A veces hay que volver a empezar de cero. Durante toda mi vida me he aferrado a muchas cosas y a personas… pero ya empecé a soltar todo. Por alguna razón, comienzo a sentirme libre. Qué bueno que estés aquí, eso me permite despedirme también de ti.
Bela sintió como una puñalada en el pecho.
—Dame un minuto, por favor—, y entró rápidamente a la casa.
Ella esperó frente a las rosas, y cuando él volvió se detuvo un instante en la puerta para mirarla de lejos. Se sonrió y se acercó a ella. Traía un paquete en sus manos. Ella volteó.
—No voy a ser capaz de llevarme todo, así que hay cosas que se van a quedar y será decisión de los nuevos dueños si dejarlas o echarlas a la basura. Todavía tengo tu cuadro—, señalando el paquete en sus manos. —Sería una lástima que lo echaran a la basura, así que pensaba dejarlo en casa de tus padres. Pero, para mi sorpresa, el universo confabuló para que vinieras así que te lo doy a ti para que lo dejes donde tú quieras—, le entregó el paquete.
Ella se quedó mirando el paquete.
—“¿El universo confabuló?”—, ella preguntó.
—Sí, yo no creía esas historias, a decir verdad—, se ríe. —Pero hace unas semanas me dio por pedir una cosa… al universo digamos.
—¿Qué pediste?
—Pedí cerrar ciclos. Pedí volver a empezar, pero esta vez en paz.
—¿Había un ciclo abierto conmigo?
—Por supuesto. Tú lo sabes.
—¿Por qué me dejaste ir?
—Porque tú querías irte.
Ella se quedó en silencio.
—Tu presencia me hizo mucho bien. Yo me había encerrado en mí mismo y entre cuatro paredes por años, pero volví a tener fe en la vida y en el amor. Después de ti, de los meses que estuviste aquí, me volvió a interesar los viajes, me enamoré y amé mucho a una buena mujer; no me casé porque no se dieron las circunstancias, pero lo importante es que retomé mi vida y eso me hizo mucho bien.
Dio unos pasos alrededor de las rosas.
—Estuviste muy presente en mi vida, y debo admitir que un día me descubrí esperándote. ¿Puedes creerlo?—, se sonrió. —Gracias Bela.
—¿Por qué? Yo no he hecho nada.
—Me devolviste la alegría… gracias.
—¿Hubieras querido algo más de mí?—, se aventuró a preguntar.
Él se sonrió.
—Lo quería todo… todo. Hasta tu mal carácter—, se echó a reír.
—¡Ja! ¿Disculpa? ¿Y dónde queda tu mal carácter?—, también se rió.
Él volvió a mirarla sonriendo.
—Está bien. El amor no se puede obligar. Entiendo que resulta bastante incómodo recibir muestras de cariño de alguien que no te gusta, o que no quieres. Así que prefiero que hayas sido sincera conmigo, siempre te he agradecido eso.
Ella no dijo nada. Él creyó que ya no había nada más que comentar. Se volteó a ver una zona de árboles frutales.
—Creo que no va ser tan difícil vender la casa.
—¿Te preguntaste alguna vez si yo te quería?
Se volteó nuevamente a mirarla.
—Deseaba con todo mi corazón que lo hicieras, pero estaba claro que no era así.
Ella evadió su mirada y dio unos pasos. Él creyó que se iría, pero se detuvo y miró el paquete entre sus manos. Se volteó a mirarlo a él.
—Yo estaba enamorada de ti…
Él se sorprendió por la confesión. En ese momento tuvo sentimientos encontrados, porque aunque le dijera que lo había querido igual ella hablaba en pasado.
—Me fui porque creía que yo no era lo suficientemente buena para ti, que yo no era lo que tú necesitabas.
Él intentó disimular, esa parte de la confesión no se la esperaba.
—Supongo que ya no importa, pero al menos quiero que sepas que sí te quise.
Ella bajó su mirada y volvió a mirar el paquete. Ahí empezó su marcha.
—¿Y ahora?—, se apresuró a preguntar él. —¿Todavía me quieres?
Ella se detuvo. Vaciló unos instantes y él lo notó. Entonces él caminó hasta ella. La vio con los ojos enjugados.
—¿Hace alguna diferencia saber eso?
—Sí… para mí lo cambia todo—, le respondió seriamente. —Una palabra tuya lo cambia todo.
Ella lo mira de frente.
—Siempre, siempre te he querido. Yo… te quiero.
Pablo abrió grande sus ojos. Había esperado esas palabras por más de una década. Tenía tantas emociones en el cuerpo que no sabía cómo reaccionar. Se le ocurrió besarla, y ella le correspondió.
—Te esperé tanto tiempo—, le decía mientras la abrazaba. —Creí que este día jamás llegaría. Eres todo lo que siempre quise, no necesito más.
La miró de frente. Los dos estaban muy emocionados, y entonces sus labios se fundieron en un beso de amor apasionado.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
021.El Portal de Nochelín II.Colección 20 años.Waldylei Yépez.docx
14/08/20 20:00
18/08/20 19:23
18/10/21 21:47
Fuente Imagen: Google.
lunes, 21 de septiembre de 2020
Y luego dicen que “Dios no existe”
Hace un tiempo atrás llamé por teléfono a una persona muy querida, y recuerdo que ese día nos contábamos que nuestra salud iba bien, que en lo económico estábamos algo apretaditos, y que nuestros políticos seguían sin dar el ancho. Enumeramos los problemas de la pandemia, las posibles soluciones —porque a todos nos gusta sentirnos un poco “expertos” en cosas que realmente no sabemos— y conversamos de las cosas malas que suceden en el mundo. De repente —y como incluyéndose en la conversación— escuché a lo lejos al hijo de mi interlocutora cuando decía: “Dios no existe”. Debo admitir que fue como un balde de agua fría, pero luego disimulé e ignoré lo que había escuchado cambiando la conversación. Minutos más tarde nos despedimos y la llamada finalizó.
Dejé el teléfono a un lado y me quedé pensando en aquella frase: “Dios no existe”. Recuerdo que me pareció tan contradictorio que ese muchacho dijera eso, pero comprendí que lo dijo porque es lo más fácil que podemos decir cuando miramos lo mal que están muchas cosas en el mundo. Como si achacarle la culpa a Dios —por su aparente apatía e inacción hacia los problemas— nos quitara la responsabilidad de encima. Total, Dios no se va defender de aquella acusación, así que a Él le podemos echar la culpa del mal que existe en el mundo, porque la lógica de estas personas dice que si Dios existiera no pasarían cosas malas, ni permitiría las injusticias que existen.
Pero, ¿realmente Dios tiene la culpa de todo porque “no hace nada para evitarlo”? Bueno yo hice un pequeño ejercicio ese día, porque realmente quería entender a este muchacho, quería entender por qué pensaba lo que pensaba. Recuerdo que partí enumerando algunos males del mundo haciéndome preguntas al respecto, algo así:
La guerra
¿Desde cuándo existen las guerras o los conflictos armados? ¿Cuántos millones de muertos han generado en el mundo? ¿Estamos conscientes de que hoy en día hay decenas de conflictos activos en el mundo? ¿Que naciones se lanzan misiles entre ellos como si aquello fuera parte del día a día? ¿Cuántos se deben a colonización, no reconocimiento de pueblos/naciones o por líneas limítrofes de territorio? ¿Cuántos muertos han causado el nacionalismo, el racismo o la discriminación? Pero la pregunta más importante: ¿Desde dónde se originan los conflictos armados? O mejor dicho, ¿quién genera esos conflictos? La respuesta: El ser humano. Todo en base a estructuras políticas, militares y territoriales.
Por otra parte, la industria armamentística constituye un poderoso mercado mundial. ¿Y quién inventó el dinero, el mercado y la economía? Sí, el ser humano.
El hambre
Miles de personas mueren de hambre en el mundo cada año. ¿Existe acaso la capacidad de generar comida para todos? Probablemente sí, pero ¿económicamente es conveniente? Y ahí aparece de nuevo el tema del mercado. La vida de las personas debería valer más, pero como humanos no hemos actuado acorde a eso —porque si hubiera sido así no estaríamos hablando de esto ahora—. ¿Desde hace cuántos años toneladas de comida se pierden en el mundo porque nadie las compró a tiempo? Además, existe una gran variedad de productos alimenticios en el mundo de distintos sabores, olores, aspectos, etc. Pero esa diversidad no llega a países de África —o algunos lugares de Latinoamérica que están peor— ¿y por qué no llegan? Porque no los pueden pagar.
El hambre va de la mano de la pobreza, algunos países tienen mejor economía que otros, pero también es cierto que algunos han tenido un mejor manejo gubernamental que otros. ¿Cuántos países se han sumido en la pobreza por culpa de sus propios gobernantes y sistemas de gobierno? La corrupción en pleno se puede notar en la clase política de muchos países del mundo. ¿Y quiénes constituyen la clase gobernante de las naciones? Sí, de nuevo seres humanos. ¿Y quiénes son los políticos corruptos? Seres humanos.
Las enfermedades
La salud no es un derecho en todos los lugares, aunque uno pueda creer que sí y las organizaciones internacionales lo estipulen de esa manera. Pero no, porque aunque en teoría un país diga que el servicio de salud es un derecho, si no puedes pagarlo simplemente no obtendrás la mejor atención. Y también tenemos casos donde la atención es gratuita, pero se carece de cualquier insumo y/o equipo médico para atenderse, lo que te deja en nada aunque tengas un médico parado frente a ti.
Y si hablamos de los países más pobres que no tienen ni acceso al agua potable, y la desidia es lo que reina en sus centros de atención hospitalaria, ¿existirá acaso la posibilidad de que no se constituyan focos de enfermedades allí? Pero además, ¿quiénes son los responsables de las políticas públicas, de los planes de acción gubernamental, del aprovisionamiento de insumos hospitalarios y alimentos para los pacientes y del acceso al agua potable? Sí, humanos.
Las drogas
La industria farmacéutica es un poderoso mercado mundial que no está dispuesta a trabajar al costo, y miles de personas se quedan sin acceso a medicamentos que pudieran salvarle la vida… pero no los pueden pagar. ¿Dinero? ¿Mercado? ¿Costos? ¿Ganancias? ¿Quiénes crearon esos conceptos?
Del lado de lo ilegal, las drogas como la cocaína son creadas con combinaciones químicas, distribuidas en el mundo a través de aviones, barcos, submarinos, y en el camino corrompen hasta a la fuerza pública/organismos de seguridad para lograr llegar a los consumidores. ¿Cuánto daño han causado las drogas ilegales en el mundo? Pero sobre todo: ¿Quiénes son los responsables de su creación, distribución y consumo? De nuevo, los humanos.
Y después de revisar estos planteamientos habría que preguntarse: ¿Por qué le achacamos a Dios las consecuencias de las cosas que los mismos humanos hemos creado? ¿Qué es lo que estamos esperando? ¿Que Dios nos detenga a nosotros mismos? En otras palabras, ¿Dios no existe porque no nos detiene? ¿De eso se trata?
Somos responsables de la mayoría —¿o casi todos?— los males que afectan al mundo, pero es más fácil decir que Dios no existe porque no actúa. Por cierto, ¿alguna vez nos hemos tomado el tiempo de enumerar las cosas buenas que nos pasan? Ese muchacho que dijo que “Dios no existe” recibió un milagro en su vida, pero al parecer no se dio cuenta.
Hay otras preguntas que deberíamos respondernos hoy: ¿Soy capaz de darme cuenta que pasan cosas positivas en mi vida? ¿Que me han ocurrido pequeño milagros de los que debería sentirme agradecido? Y más importante aún: ¿Tendré la voluntad de generar pequeñas acciones para mejorar mi entorno porque yo también represento a ese “Dios en Acción” que quiero ver?
Tienes libre albedrío, eso significa que puedes creer lo que quieras creer. Yo creo que Dios existe en lo que me rodea, y en las personas que me rodean. A veces sólo se necesita cambiar la actitud, y entonces comienzan a manifestarse las cosas que están ocurriendo a nuestro alrededor y que no habíamos visto. Cambia el cristal con el que miras al mundo, y tú mundo cambiará.
“Señor, ayúdanos a comprenderte.
Que tu gracia sea cada día”.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
010.Y luego dicen que “Dios no existe”.Colección Séptima Región.Waldylei Yépez.docx
21/09/20 09:13 p.m. – 10:09 p.m.
Fuente Imagen: Google.
lunes, 20 de julio de 2020
El Clan: Milagro en la oscuridad
El vínculo del clan puede estar tan ampliamente arraigado, que determina relaciones especiales con todas las personas del mismo, aunque estén fuera del ámbito territorial propio, incluso aunque habiten a gran distancia y nunca hayan tenido previamente contacto entre sí. Sahlins, Marshall D. (1972)
Por estos días lo “normal” se rompió; las instituciones mencionan un nuevo concepto de “nueva normalidad” que nadie entiende, y la depresión se ha aparecido sin pedir permiso. Por estos días… bueno, la oscuridad ha tomado un nombre científico, algunos le dicen SARS-CoV-2 y otros simplemente dicen COVID-19. Lo cierto es que el común de los mortales le decimos coronavirus, pero son sólo nombres que representan lo mismo: la oscuridad. Una oscuridad nacida del miedo, miedo a lo que “está allá afuera” y que te puede matar (porque nadie sabe si su organismo será capaz de aguantarlo o no); miedo a salir y no saber si estás condenando a muerte a alguien que vive contigo, porque da la sensación que contagiarse es como… eso: llamar a la muerte. Tal vez es muy dramático lo que digo, pero a ciencia cierta se sabe muy poco de este malvado bicho. Y aquí estamos, divididos entre aquellos que no salimos o salimos muy poco para no exponernos o exponer a nuestros seres queridos, y aquellos otros que no creen o no quieren creer… o simplemente no les importa.
Yo estoy del lado de la gente a quienes sí les importa cuidarse y cuidar a los cercanos, pero Dios sabe que para nadie ha sido fácil todo esto. Sin embargo, no hemos estado solos en esta lucha. Mientras las jaurías del mal han estado allá afuera acechando y causando dolor, en las puertas y ventanas de nuestras casas los Ángeles y Arcángeles vigilan y resguardan. Dios está presente, Él jamás se ha ido, y podemos encontrarlo en los milagros más inesperados, los que ocurren allí en tu hogar mientras lavas los platos o usas WhatsApp.
Los milagros siempre se han asociado a lo imposible; a historias mágicas que sólo les ocurren a cierto tipo de gente, pero en verdad son historias mágicas que están ocurriendo todo el tiempo a la gente común, así como tú y como yo. Y, para darte un ejemplo, quiero contarte una de esas historias mágicas, una historia que ocurrió hace muchas noches, y cuyos protagonistas no tienen nombre porque no los necesitamos. Esta es una historia mágica en tiempos de coronavirus…
Una noche me fui a dormir y me despertó un dolor abdominal en la madrugada. Ya sabía de qué se trataba porque dos meses antes terminé en el hospital por lo mismo; en aquella ocasión desperté con un dolor insoportable en la boca del estómago, pero me quedé acostada tanto como pude esperando que amaneciera, y fue entonces cuando avisé en la casa lo que me sucedía. Dolor, vómitos y otros síntomas hacían que me sintiera muy mal, y decidimos ir a un centro asistencial primario. Recuerdo que me senté en el auto absolutamente desesperada, yo no sabía si aquello era un infarto o si simplemente me iba a descompensar y desmayar. Mi acompañante tardó dos minutos en subirse al auto, pero para mí fue eterno ese instante. Partimos y casi chocamos por el nerviosismo. Seguimos el camino hasta el centro de salud. Primero nos equivocamos de lugar, y tuvimos que caminar hacia otro edificio; yo no sabía si iba ser capaz de llegar. Por fin entramos, me senté mientras mi acompañante notificaba la emergencia, y me pareció una eternidad el tiempo que tomó la notificación y que me pasaran a tomar los datos y la presión arterial. Luego otra eternidad hasta que me llamaron y me vio la doctora. Me pusieron una solución con calmantes, y entre tanto yo seguía vomitando en la papelera de basura que estaba cerca de mí. Sin embargo, no había un efecto a mi favor y eso me desesperaba más.
Recuerdo que pedí ayuda a un enfermero, y luego a una enfermera. Les dije que el dolor no se me pasaba, y en el caso de ella me respondió que la solución no era mágica, que tenía que dejarla actuar o darle más tiempo. Me sentí muy triste y frustrada; me preguntaba por qué me había dicho eso, si yo lo único que quería era que entendieran que la solución no era lo suficientemente fuerte y que por eso no me estaba ayudando. Seguí en la espera, siempre “abrazada” a la papelera de basura para poder vomitar y no dejar un desastre en el lugar. Un rato más tarde me hicieron una radiografía, me pusieron otra cosa y quedé acostada en una camilla. El dolor nunca se fue, y fue entonces cuando me derivaron al hospital. Una ambulancia me trasladó, y nuevamente tuve que esperar hasta que me atendieran. El dolor se agudizó mientras estaba sentada en la sala de espera; aquella era una situación terrible, estaba absolutamente desesperada por el dolor en el pecho y en la espalda; inicié un vaivén de la mano sobre la rodilla, como si sobar la rodilla pudiera ayudar en algo o balancearse hacia adelante o hacia atrás, pero la verdad ya no sabía qué hacer. Fue muy terrible. Por fin me llamaron, y después de una revisión médica se da la orden de ponerme un calmante más fuerte… fue entonces y sólo entonces que pude descansar.
Dos días más tarde tuve que volver al hospital por una ecografía. La verdad no queríamos estar cerca de un centro asistencial porque ya la amenaza del coronavirus había llegado a la ciudad, pero yo no sabía qué estaba pasando conmigo y necesitábamos saberlo, necesitábamos saber qué estaba causando ese infame dolor. Recuerdo que me llevaron en silla de ruedas desde la sala de espera hasta la sala de ecografías, y mientras esperaba mi turno en el pasillo anunciaron por radio la fase más alta de confinamiento. El peligro había llegado y el nivel de precaución debía ser extremo.
Pasaron dos meses y llegó aquel segundo día de dolor, pero la situación del coronavirus era mucho más complicada. Las tasas de contagios y fallecidos iban hacia arriba aceleradamente, y yo al menos tenía miedo a salir de casa. Ir al centro de atención primaria o al hospital no eran opciones ese día, así que me dispuse a tomar la medicina que me habían recetado la primera vez. Ese día el dolor fue igual de terrible, y aguanté hora tras hora esperando que aquella medicina hiciera efecto… pero nada pasó.
Recuerdo que nos mirábamos aquí en la casa y la gran pregunta era: ¿qué hacemos? Claro ya teníamos un brote de coronavirus en la ciudad, nos habíamos mantenido hasta ese momento con cuarentenas voluntarias, pero además teníamos una persona mayor en casa, y pensar que podríamos traer el virus y contagiarle era una idea que me estaba torturando. Sí, podía ir al hospital y en algunas horas tal vez ya no tendría ese dolor, ¿pero esto podría significar un funeral en unas semanas más si se contagiaba un adulto mayor? No podíamos permitir eso.
Pasaban las horas, y recuerdo que en algún punto pedí colocar un banquito al borde de la taza de baño, así podía quedarme sentada dentro del baño todo el tiempo que necesitara entre los episodios de vómitos y dolor de estómago. A ese drama se sumaba el dolor en la espalda y el pecho que me impedía incluso estar acostada. No había acomodo posible. Me sentaba y en automático iniciaba el vaivén de la mano sobre la rodilla y el “Ay Dios, ay Dios, ay Dios” que era lo único que podía decir en mi desesperación. Me miraban también desesperados en la casa, no sabían qué hacer para ayudarme. Yo seguía tomando medicina y medicina, pero mi suerte no cambiaba.
Ya habían pasado más de doce horas y el dolor no se iba. Ya no podía seguir así. Oré a Dios y le pregunté por qué me había abandonado, porque hasta ese momento yo había aclamado tanto la ayuda de los Arcángeles, ellos que son Instrumentos de Su Amor y que están presentes siempre… pero no habían aparecido. Y entonces pedí un milagro para mí, porque salir al hospital habría significado un riesgo. En ese instante el celular vibró, abrí para ver el mensaje y eran algunas imágenes, pero mi atención se centró en el remitente: “El Primero” en el clan. Entendía que él había sido enviado y fue entonces cuando le conté lo que me ocurría.
Pero, ¿quién es este personaje? o ¿qué es un clan? Bueno en términos básicos se trata de un conjunto de personas unidas por un vínculo. En el mundo existen innumerables clanes, y todos tienen el mismo origen o el mismo Padre: El Todopoderoso. Aquel llamado “El Primero” no es más que el que une a varios co-creadores bajo la figura de un clan, pero este grupo de personas están caracterizadas por un algo que va más allá de ellas o de un vínculo familiar, y son capaces de unirse para formar una única fuerza o haz de luz. Algo llamativo de los clanes es que este vínculo ni siquiera depende de que tengan que estar en el mismo sitio geográfico, o si quiera que se hayan visto alguna vez en la vida, porque lo que importa es la energía… el Ser.
“El Primero” leyó con suma atención mis mensajes y entendió mi desesperación, y así como tantas otras veces convocó al clan para unir fuerzas, y a través de sus oraciones al Todopoderoso pidieron por mi mejoría. Era tanta la energía y la conexión, que algunos me vieron en sueños esa noche. Yo a ellos jamás los he visto, pero en el mundo espiritual eso no es importante.
Esa noche se llevó a cabo un proceso de sanación. Y aunque físicamente estábamos separados por miles y miles de kilómetros, espiritualmente estuvimos uno al lado del otro. Un par de horas más tarde desperté, las luces estaban apagadas y yo yacía en mi cama. No había dolor. Por fin pude descansar después de muchas horas. Tomé el celular y agradecí al clan todo su amor, ese amor que me había sanado y me había dado paz interior.
Dios está presente en nuestras vidas de múltiples formas, y a veces nosotros mismos somos los instrumentos que sirven para llevar amor, sanación y luz a otros. Si estás aquí es porque es tiempo ya de que te conectes a tu clan, te necesitamos. Necesitamos la luz que es capaz de proyectar tu corazón y tu amor, ese haz de luz que hoy mismo necesita el mundo. Porque una oración tuya jamás queda sin escuchar; una oración tuya puede sanar un gran dolor físico, psicológico o emocional. Tú puedes ayudar a lograr el milagro, el milagro que tanto necesitamos en medio de esta oscuridad.
Recuerda que los milagros no les ocurren a “cierto tipo de gente” o en momentos “muy especiales”, sino que están ocurriendo todo el tiempo a la gente común. Estar aquí en sí mismo ya es un milagro. Que tú estés aquí es otro milagro, y a través de ti llegarán más milagros a otras personas, porque tú y yo somos Instrumentos del Gran Poder Universal. Tú y yo somos la representación de Dios en Acción. Bienvenidos al clan…
“Señor, ayúdanos a comprenderte.
Que tu gracia sea cada día”.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
009. El Clan: Milagro en la oscuridad. Colección Séptima Región. Waldylei Yépez.docx
15/07/20 06:35 p.m. – 06:48 p.m. – 06:55 p.m.
20/07/20 06:43 p.m. – 07:06 p.m.
Fuente Imagen: Google.
viernes, 3 de enero de 2020
El mejor regalo que la vida me dio
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
002. El mejor regalo que la vida me dio. Colección Séptima Región. Waldylei Yépez.docx
14/06/2019 08:28 p.m. - 09:55 p.m.
Fuente Imagen: Google.