I
Un nuevo mundo: El Cibermundo
Gaby es una chica inteligente que le fascina aprender muchas cosas, sobre todo si se trata de algún aparato electrónico.
Sus padres trataron de enseñarle a manejar todo desde pequeña, pues sus deditos eran inquietos, así que antes de dejar que estropeara la radio, el televisor o el VHS pues preferían enseñarle a manejarlos. En alguna oportunidad fueron de visita a la casa de una tía, y allí la encontraron jugando dominó en el computador; la niña quedó impresionada con lo que veía, y entendió que para jugar su tía apretaba un par de botoncitos en el teclado. «¡Es muy fácil! ¡Quiero jugar!», se dijo a sí misma. Después de un rato, su tía la dejó jugar un par de veces no sin antes advertirle que estaba frente a un computador, y que debía tener cuidado al manejarlo. Fue la única vez que jugó pues su tía pensaba que ella no sabía cómo tratar un aparato de tal complejidad.
En la secundaria le había ido bastante bien, se esforzaba mucho. En un nuevo inicio del calendario escolar una investigación la tomó por sorpresa, no tenía libros ni podía ir a la biblioteca, y entonces alguien le dijo que fuera al Internet que allí aparecía todo como por arte de magia. Ya había escuchado ese nombre antes, de hecho un día pensó en ir a ver una página de un artista que le gustaba, pero se quedó en una simple idea; ahora necesitaba ir a buscar una información, y así lo hizo. Se encontró con una chica que atendía el sitio de conexión a Internet, ella le ayudó con la tarea asignada. Había pre-pagado una hora y todo lo consiguió antes de cumplirla, así que el resto del tiempo podría hacer cualquier cosa, pero ella sólo sabía mover los dos botones que tocaba al jugar dominó. «¿Qué tan difícil puede ser?», pensó. Apretó los botones que ya conocía y nada pasó. «Algo anda mal, no pasó nada. ¿Qué estaré haciendo mal?». Pero no estaba haciendo nada mal, en realidad, no estaba haciendo nada. Miró de reojo a los usuarios a su alrededor, era la única que estaba frente a una computadora y no hacía nada. «¡Debo parecer una tonta aquí!», se enfadó un poco consigo misma, y empezó a espiar qué hacían los demás. Luego pensó: «Tengo que aprender a manejar esto».
Gabriela tenía una amiga que sí tenía computadora, así que le pidió que le enseñara a manejarla. Su amiga le prestó un libro, también le explicó cómo encenderla; no era mucho, pero algo es algo y por algo se empieza. Con paciencia le fue explicando; algunas cosas se le dificultaban, pero era una guerrera y no se daría por vencida. Entre lo que le decía su amiga, lo que preguntaba en el centro de computación y lo que leía en el libro pudo entender muchas cosas, pero lo que más le ayudaba era su entusiasmo en el tema. Había comprendido qué era una carpeta, archivo, icono, acceso directo, barra, menú, propiedades, copiar, cortar, pegar y mucho más.
Pronto vio que la gente a su alrededor le escribía a otras personas, y les preguntó qué hacían o en qué página estaban, le respondieron que estaban chateando. «¡Oh! ¡Yo quiero chatear!». Y como si su compañero le leyera la mente le dijo:
–Si quieres te paso la dirección para que chatees también.
Se escribió con varias personas, y ellas coincidieron en una cosa: todas le preguntaron por su correo o e-mail. De eso ella no conocía nada todavía, y para completar el asunto también le preguntaron por su Messenger. No tardó en consultar a la encargada si le faltaba mucho por aprender, y ésta sonriente le dijo que sí, entonces se pusieron de acuerdo para que le diera asesorías y así poder aprender a utilizar todos los recursos. Sin embargo, la chica le dijo que sólo podía enseñarle la base de todo, y que a partir de allí dependía de ella misma puesto que las nuevas cosas era lo que más abundaba en Internet, y hasta ella misma no las conocía todas.
Día a día Gaby iba aprendiendo sobre lo que eran los foros; que podía usar una webcam con audífonos y micrófono para poder escuchar-ver a su contacto; podía enviar postales; podía crear un Blog o un Fotolog.
Con el tiempo fue conociendo muchas personas, algunas le decepcionaron también. Sin embargo, ella sabía que los errores y los aciertos son característicos de los humanos. Esto no disminuyó su entusiasmo.
Se acostumbró a ir al Internet con algunas amigas. Su mejor amiga luego de cada sesión se quedaba hablando con ella, y pues la veía demasiado contenta en su manera de expresarse sobre algunos chicos que había conocido, así que le dijo:
–Cuidado y terminas enamorándote por Internet, muchos tienen una ciberrelación.
Gaby se negaba a la idea, pero no estaba totalmente convencida.
Aprendió a usar rápidamente el Messenger, pues no era una cosa del otro mundo… aunque sí lo era, era del Cibermundo. Añadió contactos; borró contactos; bloqueó contactos; cambió su nombre para mostrar. Hizo todo cuanto tenía de opción pues era curiosa y deseaba aprender todo cuanto pudiera.
En definitiva, la experiencia de conocer el mundo de las computadoras había dejado gran impacto en Gabriela. Primero empezó con los llamados chats, luego se aburrió de ellos pues encontró el Messenger que le parecía más privado y selectivo. Poco a poco fue conociendo a sus más grandes ciberamigos, y con ellos compartió muchas palabras; hasta fue compañía de alguno que se sentía solo en un momento dado, o se contaban sus problemas mutuamente; entre sí habían encontrado a la persona que, aunque no tuvieran cerca físicamente, sí estaba presente para responder con mucho cariño y amistad. En algún punto sintió atracción o agrado por alguno, pero no pasaba de eso pues era imposible enamorarse de alguien virtual.
En muchas ocasiones ella leía que otras personas decían:
–Esto es Internet, todo es una mentira y ya, es un juego.
Pero ella entonces se preguntaba que si esto era un juego o mentira, ¿cómo era posible comprar o vender? ¿Acaso los bancos se prestarían para estafar a sus clientes? No tenía sentido, o ¿acaso se refería a que lo comercial era real y el trato con la gente era de mentiras? Tampoco tenía mucho sentido eso para ella. Era cierto, había encontrado mucha gente que mentía, pero su intuición le avisaba cuándo estaba en la mayoría de esos casos. «Una mentira sólo sigue a la otra, y hay gente muy despistada que se pierde fácil entre ellas, revelando sin querer el lado más vulnerable por donde todas las demás mentiras caen». Internet entonces era un reflejo de la sociedad, todo cuanto había en la vida real aquí también existía, desde niños inocentes hasta ladrones. Así que empezó a tener más cuidado pues esto no era un juguete.
«Ésta ha sido una gran experiencia, una experiencia de otro mundo». Se dijo a sí misma.
II
E-Heart
Las responsabilidades de Gaby fueron creciendo, ahora estaba recibiendo clases en la Universidad en la carrera de Preescolar. Le encantaba el ambiente, a pesar de que algunos profesores eran un poco mal encarados. En sus ratos libres siguió conectándose a Internet, allí tenía valiosos amigos que quería seguir contactando.
Un día se encontró con la sorpresa de que uno de sus más grandes ciberamigos estaba conectado, no había sabido de él en mucho tiempo. Le saludó de inmediato y se sintió muy contenta al saber que todo le estaba marchando bien; también éste le dijo que andaba acompañado de uno de sus mejores amigos, y que le había hablado de ella (su amiga cibernética). Él tenía que hacer unas diligencias, pero dejó a su amigo hablando con Gaby por mientras. A ella de inmediato le pareció interesante el chico, bastante intelectual, respetuoso y sociable. Pensaron que podían llegar a ser buenos ciberamigos así que se agregaron como contactos. Esa conversación no fue muy larga, pero cada segundo fue significativo. Gaby esperaba volver a encontrarlo conectado algún otro día, pues él tenía algo especial, pero por ahora debía pensar en estudiar para su próximo examen que se acercaba vertiginosamente.
Una grata sorpresa fue encontrarlo conectado al día siguiente. Marcos, que así se llamaba, le saludó muy afectuosamente y se disculpó por irse muy rápido en la conversación anterior. Él estaba cautivado por el trato que recibía de Gaby; ella se esmeraba por prestarle tanta atención como le fuera posible, aunque estuviera buscando información importante para un trabajo. Ella sabía que cada persona es importante, y se le debía prestar la misma atención como si estuviera hablándole en persona.
Con cada día que pasaba el agrado que sentían mutuamente crecía, y a él le empezó a gustar ella. Primero intentó hacérselo saber de forma muy implícita hasta que, en un acto de mucha valentía, se lo confesó explícitamente. Por un momento ella no supo qué hacer; se sintió como una novata ilusionada por las palabras de un Chat, pero esto sobrepasaba todo lo que había experimentado antes al hablar con alguien por ese medio. En algunas oportunidades le habían preguntado si creía que existía el llamado amor virtual, y muy categóricamente respondía que no podía existir algo así puesto que, como dicen las frases, “amor de lejos, amor de tontos” o “amor de lejos, felices los cuatro”. Aunque otros opinaban que si se pudiera llegar a un contacto más físico, como el compartir en persona, sí habría posibilidad obviamente.
La realidad muchas veces le había arrebatado ilusiones, pero ahora estaba frente a la posibilidad de perderse en una de ellas; en una que ella no había ideado con anterioridad, que se había presentado con un gran lazo que decía: “felicidad”… aunque claro felicidad momentánea, pero, ¿qué importaba? Serían instantes que ella disfrutaría, por eso recordó que alguna vez le habían dicho: “El valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que suceden, por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables”. Con esta frase se identificaba, puesto que lo que sentía ahora sería: inolvidable, inexplicable e incomparable.
Y así seguían pasando los días. A veces no se podía conectar porque debía estudiar o estar en clases, otras veces porque no había dinero para el alquiler de un computador. Se encontraron hablando de todo un poco, incluso se habían llamado por teléfono, compartieron fotografías que tenían un significado especial para cada uno; ese mismo día él le expresó que no quería llamarla más “amiga”, y que en su lugar quería llamarle amor. Gaby ya se imaginaba por dónde venía esta conversación y se puso un poco nerviosa. Luego le preguntó si quería ser su novia, entonces Gaby puso una cara de sorpresa y no supo qué hacer; por suerte él no la estaba viendo porque no tenía cámara en ese instante. Unos segundos después su corazón se sintió emocionado, y le dijo que sí… ahora ya eran lo que comúnmente se llama cibernovios.
Por la noche Gaby, mientras supuestamente leía un libro, pensaba en lo sucedido y le parecía algo descabellado eso de cibernovios. Nadie en su entorno aceptaría esto que sentía como real, entonces pensó que no necesitaba ninguna aceptación y que ella viviría su fantasía, era su secreto... su precioso secreto.
Los días siguientes fueron bastante felices, llenos de mucha paz también puesto que él le trasmitía armonía y confianza. Sus conversaciones eran algo envidiable; eran sumamente cariñosos el uno con el otro, tenían tanto apoyo entre sí, cada uno incentivaba al otro a mejorar y se mejoraba a sí mismo. Conversaban de todo, de sus respectivas carreras, familias, situaciones actuales, política, religión, música, arte. En resumen ella sentía que se complementaban bastante bien.
Una de las cosas que más le llamaba la atención de él era su carisma, su responsabilidad, madurez y disciplina aunque en ciertas ocasiones pensaba que estaba hablando con “su propio padre”. En algún punto esto comenzaba a ser restrictivo, pero no pasaba nada, ella tenía paciencia y él se la tenía a ella. Había una ligera diferencia de edad entre ellos, pero no afectaba mucho; cada uno tenía cosas que enseñar al otro y así la admiración entre ambos también creció.
En sus mundos debían enfrentar obstáculos bastante importantes, pero sentían calma cuando podían conversar algunos minutos. Se decían entre ellos: “Las cosas van a mejorar” cuando cada uno lo necesitaba. Eran muy buenos amigos y tenían una conexión fuerte. Era inexplicable pues en ciertas ocasiones ella pensaba algo y, sin decirle absolutamente nada, él se lo respondía; otras veces ella quería comentar algo, pero tampoco lo hacía y él le preguntaba:
–¿Me quieres decir algo?
Desde páginas de postales se enviaban mensajes entre sí, y también regalos virtuales; comentaban de nuevas páginas que habían visitado; se decían lo que habían hecho en el día o lo que iban hacer. La frase que más se mencionaban era: “te quiero mucho”, acompañada de caritas felices, besitos y corazones, además de los guiños (efectos especiales en pantalla) de besos y corazones. Lo que nunca se dijeron fue: “te amo”, quizás porque eso significa más que una ilusión, pero fue algo mutuo.
Cumplieron el primer mes de cibernovios y lo festejaron enviándose mensajes bonitos por correo. Hablaron ese día también, y el resto del día fue bastante normal.
Algunos días más tardes se presentaron algunos problemas. Las situaciones de la distancia que habían permanecido dormidas todo ese tiempo ya no lo estaban, aquí comenzaron los “peros” y desencadenaron un día miércoles cuando temprano los dos estaban conectados con ánimos bastante distintos. Él, que siempre habían sobresalido por su honestidad y sinceridad, fue al grano rápidamente diciéndole que no quería seguir con esto; ella se sintió bastante confundida y, de repente, él ya no estaba conectado. Ella pensó que se había ido y la había dejado así como así. Minutos más tarde apareció de nuevo y pensó que o había tenido problemas con su máquina o ella le dio lástima y se volvió a conectar para saber cómo estaba. De cualquier manera, las cosas siguientes que dijo ya poco le importaban pues lo que la aturdió fue ese: “no quiero seguir con esto”. Un rato más tarde se fue a clases.
Esas palabras seguían retumbando en su mente aunque ella trató de bloquearlas, pero éstas eran más fuertes. Sentía una gran presión en el pecho como si se le fuera a salir el corazón por la boca. De repente le dieron unas inmensas ganas de llorar, pero estaba en plena clase… ¿cómo podía permitirse llorar ahí? No podía. Luchó todo ese día sintiéndose mal y, para completar, sin poder decirle a nadie la razón. Nadie le entendería, era algo tan ridículo o sería algo tan ridículo para la gente… así que se lo tragó todo y se sumergió en el silencio, pero no tendría tanto éxito al siguiente día cuando no pudo más y se echó a llorar en su habitación. No había un hombro en quién apoyarse, no había nada que pudiera hacer porque su corazón yacía entre escombros; se había destrozado sin una razón real… pero sí virtual.
Había muchas cosas que le hacían recordarlo como canciones, poemas, páginas, correos, instantes,... Se castigó diciéndose que era una verdadera imbécil, que cómo se le ocurría enamorarse así, que era demasiado ridícula esa actitud, que si ella sabía que ese tipo de amor no existía cómo era posible que haya caído en ese “error”, que jamás le había visto personalmente, que de seguro tenía novia, que ella había sido un simple capricho, que se había burlado de ella y de lo que sentía, etc., etc., etc.,... Miles de ideas le pasaron por la mente. Allí comenzó su rabia consigo misma y contra él, así se le envenenó el alma y comenzó su guerra pues una parte lo quería y la otra lo odiaba.
Siguió hablándole un tiempo más, pensó que podía controlarse para no sentir nada, pero falló en muchas ocasiones. Las cosas iban de mal en peor pues la desconfianza se había sembrado, y aunque tratara de no ser afectada cuando él le decía: “te quiero” (porque aún lo hacía aunque ella no lo entendiera), ahora parecían puñaladas a traición y muerte. Hasta que un día le escribió un correo donde le decía que ya no le escribiera más, y se olvidara de que ella había existido alguna vez...
Su carta continuaba diciendo:
“El agua de las manos se escurre y desaparece. Las hojas caen de los árboles, y los instantes se van con el correr del tiempo. Los sueños cambian y vienen otros. Uno debe seguir el camino que le trace su tren de vida, y de tu tren yo me bajé hoy.
En nombre de ese cariño que profesas tener, te pido dejarme ir. No me escribas a partir de ahora, no quiero leer el pasado ni sobre él. Nunca existí, nunca fui nada. Si alguna vez mi pisada dejó una huella sobre la arena, ya se borró. Es duro lo que pido, pero así quiero que sea. Nunca fuimos nada ni seremos nada. No te molestes en dar una respuesta a este correo pues no contestaré. Te pido borrar todo sobre mí: correos, fotos,... En este caso, es mejor borrar un todo que sólo las partes. Después de leer esto también bórralo, no te aferres a un pasado que no vale la pena.
Adiós y hasta siempre”.
No hubo respuesta como ella había pedido, sólo silencio y más silencio.
En una visita a un foro sobre amor y postales, Gabriela leyó que la gente se preguntaba si el amor por Internet existía. Se sorprendió al verlo y recordó su experiencia, lo feliz y triste que había sido, pero no había mucha diferencia con el amor real, el verdadero amor real. Claro ella no lo había abrazado ni besado, pero incluso haberlo hecho no garantizaba nada pues ¿cuántas parejas están juntas y que realmente no se aman? Seguramente muchas, pero aunque esto no garantizara nada igual era importante. Gaby estaba más lejos de lo que realmente fijan las distancias, no quería saber nada de él y al mismo tiempo quería saber si estaba bien. Ese amor le había dado felicidad y le había hecho sufrir, igual que el amor que vivía la gente de su entorno real que sí podían abrazar a sus parejas.
Cada día representa un aprendizaje para todos, y los siguientes le marcarían la mente con tinta indeleble. Había aprendido muchas cosas de las experiencias que tuvo, y entendió que a veces lo que puede ser un juego para unos para otros puede ser más real. Para muchas personas la idea del cibernoviazgo puede ser algo entretenido como un juego, pero ahora ella sabía hasta dónde puede ser verdad o hasta dónde puede sentirse un juego como verdadero. Aprendió y vivió las alegrías y tristezas de un Electronic Heart.
III
Mi Journal de Corazón
Muchas veces Gaby acudió a su amiga para tratar de decirle lo que sentía, aunque también se avergonzaba de lo que pudiera pensar. Pero, ¿qué podría pensar que ella no supiera ya? ¿Que estaba loca? Quizás lo pensara, pero era el momento de hablar porque sólo así enfrentaría su dolor y a través de sus propias palabras entendería otras cosas.
Se sentó frente a su mejor amiga y le dijo:
–Una vez conocí a un ser excepcional. No me importaba su físico, y me gustó mucho antes de poder ver su rostro. No sabía cómo era ni traté de imaginármelo, porque a veces hacemos eso de imaginar y resulta que los rostros o la personalidad no son como uno pensó. No quería idealizar. En ese tiempo estaba entusiasmada con conocer nuevos amigos, y él tenía tantas cosas que siempre busqué en otra persona… ¿Cómo decirlo? Él era un ser especial, y me enamoré de él.
Hizo una pequeña pausa, y luego prosiguió:
–Nunca hubo explicación lógica para lo que sentía, pero sus atenciones y sus palabras hicieron que creciera ese sentir y ya no lo pude controlar. Para la gente con “sentido común” yo pude haber estado “loca”. ¿Cómo iba sentir algo así y por alguien que estaba tan lejos? Ni yo me lo explicaba. La forma como acabó me pareció tan injusta, y me dolió pensar que a él yo no le importaba en lo absoluto. Fue cuando mis pensamientos comenzaron a dar vueltas, y comencé culpándome alegando que yo era una imbécil, tonta. Solita me había enamorado y solita me había estrellado. Poco a poco empecé a sentir desconfianza, dejé de creer en su “te quiero”. Pensé que todo era un capricho, por mantener a “su peor es nada”, y entonces nació mi rencor. Traté de controlarlo, pero los últimos correos fueron contradictorios, y me di cuenta que ya no podía seguir hablándole porque había perdido mi tranquilidad. Así que escribí una última carta, y le pedí que no me escribiera nunca más.
La mirada de su amiga era cálida, no pretendía juzgarla, y ella lo notó. Eso le dio más confianza para seguir con su relato.
–En todo ese tiempo que lo traté hubo momentos sumamente valiosos, en muchas ocasiones me sentía comprendida, apoyada y también presionada. Él esperaba mucho de mí, quizás más cosas de las que yo misma hubiera querido alcanzar. Lo admiraba, yo admiraba al hombre que era, era un ser íntegro con ganas inmensas de luchar, él se esforzaba en forjarse a sí mismo. A veces quise seguir sus pasos, pero éramos distintos aunque varias cosas nos unían. Lo amé como aquellos casos en que un amigo ama en silencio, mientras yace sentado a un lado de quién hace latir su corazón; lo amé como se ama a aquel que no puedes ver, pero que sabes que existe y que puedes sentir; lo amé antes de ver su mirada, de rozar su boca o si quiera estrechar su mano.
Se quedó mirando al horizonte.
–Pasaron los días y yo sólo quería alejarme. Olvidar todo lo referente a esto y de momento olvidé las cosas, pero no porque haya tenido éxito sino porque tenía otros problemas. Y con el correr del tiempo aprendí nuevas cosas, pude crecer otro poquito incluso espiritualmente. Quería ser una mejor persona hasta que vi que no lo lograría si seguía con rencor. Sólo hasta entonces me di cuenta de todo lo que había vivido, y lo responsable que yo también era. Me di cuenta de mis defectos que sé que no puedo remediar tan fácilmente, pero ahora estoy consciente de lo negativo que pueden ser para mí y para mi prójimo.
Hizo una breve pausa mientras pensaba.
–Otra gran verdad que aprendí fue que mientras más quieras alejar algo, más está presente. En todo ese tiempo lo recordé, pero así como él venía con él también venía la carta que le escribí. Así recordaba que le había pedido que nunca más me hablara. En alguna ocasión quería saber cómo estaba él, pero mi propio pensamiento me respondía y decía: “está bien”… con eso me conformaba. Siempre deseé que estuviera bien, que tuviera las oportunidades que tanto quería, que fuera feliz. Ninguno de nosotros es como fue ayer; yo también aprendí algunas cosas, de seguro ahora me equivocaría menos que antes, y mañana tendré oportunidad de equivocarme menos de lo que hago hoy.
Regresó la mirada hacia su mejor amiga.
–Ya no quiero vivir con un rencor que no vale la pena. Sé que me equivoqué, y que tiene todo el derecho de enfadarse por algunas cosas, pero ya no tiene mucho sentido hacerlo porque no se gana nada. Hubo una película que vi, y la escena que más me llamó la atención es cuando la mujer que estaba con el chico, que era su tía, le explica que cuando nos enfadamos con alguien es porque queremos que ellos se sientan tan mal como nos sentimos nosotros, pero la mala noticia es que nada de eso te hará sentir bien nunca. Quizás era eso lo que yo quería inconscientemente. Cada uno vive con un dolor, lo que está terriblemente mal es darle un nombre de persona a ese dolor y es lo que hace casi todo el mundo. Uno de los libros que leí recientemente decía esto y me gustó: “En el amor, nadie puede machacar a nadie; cada uno de nosotros es responsable de lo que siente, y no podemos culpar al otro por eso. Nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Ésa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo”.
Hizo un respiro profundo y como si tratara de liberarse de algo dijo:
–Aquí está mi verdad y mi culpa. Lo juzgué, supuse cosas que estaba muy fuera de mí poder comprobar. Yo no estoy dentro de sí, entonces, ¿cómo pude decir o pensar que no eran ciertas sus palabras o su sentir? Ya sólo quiero estar en paz. Tenía como un enemigo a alguien que había significado mucho para mí, y eso es feo. Quiero empezar nuevos ciclos, y tengo el presentimiento de que tendré que comenzar algunas cosas desde cero, pero ya no quiero más resentimientos ni penas. Quiero encontrar a alguien que me acompañe y me apoye. Quiero encontrar un nuevo rumbo, quiero dejar el pasado donde debe estar… atrás. Lo perdono.
Y luego dijo mientras cerraba sus ojos e imaginaba que el chico estaba frente a ella:
–Perdóname. Pues yo también me equivoqué.
Su amiga con una apacible sonrisa concluyó:
–Que éste sea el cierre de lo desagradable, y que éste sea asimismo el cofre de cristal donde todo lo verdaderamente importante sea preservado. Sea lo que sea que venga de aquí en adelante, que sea el rumbo que debemos transitar. Un brindis en el nombre de los días que ya han pasado y los que vendrán. Que el amor sea la llama que encienda el sol cuando éste quiera apagarse, que engalane a la luna cuando quiera festejar y que saque adelante al fiel luchador de la vida guiándole al paso de los días.
La abrazó muy fuerte para que Gaby nunca olvidara que no estaba sola. Que no importaba las circunstancias pues ella siempre tendría una amiga que le tendería la mano, y la apoyaría en todo momento.
Por la tarde se fueron juntas a un cibercafé. Mientras su acompañante se divertía Chatiando un poco y Googleando (buscando información), Gaby se propuso a escribir una nueva Entrada en su Journal, o Diario, para ese día.
Accediendo a la página http://midiario.vida, usuario: gaby.
Alineación de texto justificada.
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Lo que aprendí
Una costumbre, quizás algo masoquista, del ser humano es la ilusión y, por supuesto, su contraparte la desilusión muchas veces no tarda demasiado en aparecer. No es necesario referirse a un medio en específico, pues existe tanto en el mundo como en el cibermundo, pero la gente los desune porque se supone que al Internet no hay que tomarlo como realidad. Sin embargo, es necio el no hacerlo puesto que, ¿quiénes controlan las computadoras? Si no hay una persona con carne-hueso y corazón detrás, esas máquinas nunca funcionarían y serían como un trasto viejo que sólo estorba sin ninguna función. Así que esto recuerda una realidad lógica, no estás hablándole a una máquina puesto que ella no siente-ve ni escucha, las estás usando a ella para dialogar con una persona real (independientemente de quién o cómo sea esa persona), por tanto, quien está detrás puede sentirse alegre o herida dependiendo de lo que tú le digas, y todo esto suena tan conocido, pero incluso mucha gente lo ignora aún o no les importa.
La gente muchas veces habla como grandes conocedores y sabios, creen saberlo todo cuando en realidad no saben nada. Te dicen: “¡Esto es lo correcto y esto es incorrecto!”. Pero, ¿alguna vez se han detenido a decirte por qué es así? La gente valora en términos de incorrecto y correcto aquello con lo cual ellos están o no de acuerdo. Yo me enamoré por Internet y muchos me dirán y pensarán: “¡Qué tonta! Eso está mal, eso no se puede”, pero en realidad me dicen que está mal porque ellos no están de acuerdo con eso, es su punto de vista nacido de su subjetividad. Pero ellos no están dentro de mí, por tanto, no pueden sentir lo que yo sí.
Yo no soy esa computadora cuya memoria de acceso aleatorio queda vacía al apagarse. Mis sentimientos no tienen un interruptor que tú puedes encender o apagar, tomando también en cuenta que los verdaderos sentimientos casi nunca son modificados ni los recuerdos olvidados.
Quien puede controlar sus sentimientos y usarlos como las piezas de ajedrez en realidad no ama. El corazón no piensa y, por tanto, no hay lógica; es la llamada locura del amor. Me criticarían porque amé a alguien lejano, pero qué triste es saber que amamos a nuestro mejor amigo o amiga y nos sentamos a su lado cada tarde sin poder decírselo nunca. ¿Cuál es la diferencia entonces entre esa situación y la mía? Yo sólo veo una: a mí las distancias me alejan, pero a ellos los aleja la cercanía.
Siempre se conserva consigo aquello que ha tenido más importancia en cada etapa de nuestra vida. Yo amé a este hombre, y aún lo amo aunque hoy yo esté segura de que no me corresponda, pero lo que siento es tan maravilloso que esa verdad ya no me importa. Lo amo sin esperar nada a cambio, lo amo aunque tenga muchas lunas sin saber nada de él. Lo amo por lo que fue cuando estuvo, y por lo que es aunque no esté. Quizás me digas que el tiempo ayudará, pero no sé de cuánto tiempo hablas porque esto no nació ayer aunque el tiempo es la única excusa que puedo tomar.
Hay distintas clases de personas conocidas: aquellos que llamamos los mejores amigos, los amigos que vemos de vez en cuando, los amigos que en algún punto del tiempo dejamos de contactar, aquellos de los cuales olvidamos los nombres, aquellos que no vemos desde la primaria. Cada uno de ellos ocasiona un impacto en nosotros. A veces hay ocasiones en que dejamos de contactar a gente que nos ha parecido valiosa, pero sabemos que cumplieron la función de marcarnos o enseñarnos algo, y nos queda eso de ellas: un recuerdo y una enseñanza.
Gracias por visitar mi diario. Si quieren dejar algún comentario será bienvenido. Cuídense.
Que Dios les bendiga y les conceda muchas protecciones siempre. Que Dios les dé el doble de lo que me deseen a mí.
Pásenla bien.
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¡Hasta luego, Gabriela!
Waldylei Yépez
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