jueves, 19 de julio de 2007

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Mi pequeño viaje

Quizás una de las cosas que hoy en día nos causa gran gratificación es sentarnos a mirar atrás para darnos cuenta cuánto hemos aprendido, los obstáculos que hemos superado, las alegrías encontradas después de un gran esfuerzo. Ver que nuestros problemas pasados, en estos momentos, no representan un inconveniente tan grande como cuando estuvimos enfrentándolos la primera vez.

Supongo que todo se compone de ciclos. Los empezamos y los cerramos, para abrir otros ciclos en nuestra vida.

En mi caso particular, hoy me toca cerrar un ciclo muy importante para darle paso a otro que seguramente será mucho más importante, donde se vendrán más y más retos, pero como se diría por aquí: “¡Yo misma soy!, véngase lo que se tenga que venir que aquí estamos para enfrentarlos”.

Con este ciclo también se cierra la Colección Mi Respuesta, así que “Mi pequeño viaje” resulta ser el último texto de esa colección.

Aprovecho para extender mi agradecimiento a Eduardo Sandoval por ser mi editor, mi guía. Gracias a su paciencia, comentarios y cariño muchos textos tomaron forma pues supo dirigirme y darle sentido a muchas ideas espontáneas.

Sinceramente, ¡Muchas Gracias!


021. Mi pequeño viaje. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

En toda visión, en cada sentimiento o cualquier objeto

siempre podrás encontrar Su Energía allí dentro.

Sí, aquí donde se alzan los más bellos picos de nieve,

acá donde las montañas se apoderan del relieve

y más allá de los ríos, hasta incluir lo que siempre he llamado: mío…

No importa qué pueda tratar de escribir sobre éste u otro paisaje. Nunca podría plasmar la maravilla que representan o lo que hacen sentir. No soy capaz de describir nada, pues comienzo con una idea y termino con otra entre las manos. Quizás lo más acertado sería compararlo con lo que soy a tu lado. Pero ni así. Lo único que puedo considerar cierto es que, en mi Cuerpo Sutil, quedará siempre grabado este pensamiento, sentimiento o visión, los cuales seguramente revivirán en las venas del viento cada vez que añore este instante y cada vez que ansíe volver a verte.

A pesar de todo esto, permíteme intentar mostrarte otras formas. No usemos palabras, ellas jamás te dirían la absoluta verdad. Tampoco creo que mis ojos puedan transmitirte con fidelidad lo que trato de decirte, pues las miradas también tienen su propio lenguaje. Por ahora sólo sígueme, pero no vayas delante ni vayas detrás, debes ir siempre a mí lado, debemos acompasarnos, puesto que no eres ni soy más, somos igual.

Déjame traerte a mi pequeño viaje. Déjate llevar. Confía en mí. Déjame mostrarte que nunca habrá distancias y que me tendrás en tus brazos con sólo quererlo. Yo te enseñaré a verme detrás de la ausencia, delante de la soledad y de lado a la verdad.

Donde quiera que me leas, donde quiera que me pienses: yo estaré allí. Permíteme mostrártelo.

No pienses que habrá alguna interrupción. Tampoco temas, nadie te vigila.

Tus ojos no podrán verme si tu mente no lo permite. Espera, no trates de poner mi imagen en ella, deja que yo surja de la nada. No pienses en la frase: “ojala estuvieras aquí”, es mejor que digas: “que bueno que estás aquí”. No pongas sutiles barreras, yo estoy aquí y soy real y tangible.

Cierra los ojos, por ahora no los necesitarás pues lo esencial se siente aunque no se vea. Ahora sólo escúchame. Sí, estoy a tus espaldas y puedo susurrarte al oído tantas cosas, aunque muchas de ellas ya las sabes. Siente la calidez de mi aliento sobre tu oreja. No pasa nada, déjate llevar.

Siéntete en el pico de la inmensidad. No tengas miedo, no hay forma de que caigas del cielo. Nada podrá arrebatarte el momento. No, aún no digas más.

Deja que la brisa fría se apodere del entorno. De tu piel yo seré un escudo y su capa. Te daré todo el abrigo y la calidez de mi pecho. Siente cómo me adhiero a tu cuerpo.

Por favor, abre tus ojos. No, no pronuncies mi nombre, sólo siente mis dedos que se pasean en tus labios, esos labios que tanto han añorado los míos.

Por Ley, te conviertes en lo que tu mente enfoca, y por ello mismo, siempre vas a dónde se evoca. Cuántas veces te he sentido. Son innumerables las ocasiones que te he pensado. Pero esta vez ha sido diferente, pues has sido tú quien me ha traído hasta ti. Quizás porque me necesitas tanto como yo te he necesitado. Tal vez porque muchas veces me soñaste a tu lado.

Pon tu mano sobre la mía. Puedes sentir mi calor. Y seguramente, puedes sentir mi temblor. Entrelaza mis dedos. Siente el palpitar del silencio.

Sólo puedo quedarme tanto como tú me permitas.

Me gustaría saber si has soñado conmigo. Si abrazando a una almohada has pensado que puedo ser yo. Si enfocando tus ojos a una foto, has acariciado mi rostro. Si has presenciado un atardecer y anhelaste que yo allí este. Si me convertiste en letras para leerme una y otra vez.

Gracias por ser lo que eres. Por ti aprendí a traspasar los duros muros de las distancias y las ausencias.

Eres un sueño que ha vivido para mí, y soy un sueño que ha vivido para ti. No importan los planos, los kilómetros ni el tiempo. No hay espacio cuando lo que manda es la Magna Luz del Corazón, ésa Luz que nunca falla.

Háblame cuando estés durmiendo. Suéñame cuando estés despierto. Abrázame cuando tengas frío. Acaríciame para sentirte mío.

Cuando sólo el silencio sea el que hable, visualízame.

Cuando creas haberme perdido, léeme.

Si crees que soy tu Otra Parte, búscame.

Y cuando me tengas tan cerquita, como ahora, bésame.

Piénsame, para no sentirme sola.

Espérame, ésa será mi razón de lucha.

Quiéreme, ése será mi escudo para nunca dejarme vencer.

Y, por último, Ámame hasta que ya no puedas, y cuando lo hagas me sentiré viva dentro del viaje que representa mi vida. Me sentiré plena. Me sentiré la Mujer más Feliz y Serena, puesto que te amé y me has amado, que te quise y me has querido, que tu corazón se ha encontrado conmigo.

Gracias por ser el acompañante que siempre quise en mi camino, por ser el sueño que se ha convertido en realidad, y aquel instante que me ha hecho sentir viva donde la Princesa se hace Reina, y la Niña se gradúa de Mujer al amanecer.

07/07/07 08:32 p.m. - 09/07/07 05:00 p.m. - 09/07/07 05:28 p.m. - 10/07/07 12:56 p.m.

14/07/07 05:05 p.m. - 14/07/07 05:24 p.m.

15/07/07 12:16 p.m. - 19/07/07 01:45 p.m.

19/07/07 02:00 p.m.
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viernes, 6 de julio de 2007

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No más

020. No más. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

No sé qué pienses en torno a este tema,
quizás discutirlo hasta este de más,
pero necesito desahogar
lo que llevo por dentro y no me deja respirar.
Posiblemente he criticado muchas veces
pero si era a ti, preferí no decir más
para evitarme algún conflicto
y no pelearme contigo.
Pero hoy las cosas han cambiado,
si era tu idea decepcionarme o desilusionarme
… lo has logrado.
Tus crueles actos y palabras,
las criticas descabelladas
han abierto un agujero en mi pecho
y aunque me aguanté tanto tiempo
prefiero decir: ya no más.
Ya no más de tus migajas de cariño,
más ha sido tu daño hecho verbo
que tus buenos tratos conmigo,
más ha sido tu desprecio
que los detalles que has tenido.
A ti parece no importarte nada ni nadie
aunque a veces finges soñar conmigo,
y a pesar de los recuerdos
todo se ha perdido,
y no lo digo con rabia, ni con tristeza
para serte franca, lo digo con alivio.
Ya no temo perderte amor,
o tal vez deba decirte amigo,
quizás sea mejor decirte: desconocido
porque ya no te quiero,
ya no te pienso ni tampoco sueño contigo.
No planeo herirte sinceramente,
pero sabes que detesto fingir
no sé cuántas veces conmigo has fingido,
sólo puedo decir que yo fui real,
cada palabra dicha fue sentida en el alma
y aunque ahora poco valga
quiero decirte que te adoré,
que te quise y de ti me enamoré,
puedes ponerlo en duda
ese será tu problema,
por mi parte no mendigaré más tu amor
porque no me importa, ni vale la pena,
lo que alegra al alma buena
es sentirse querido
y no niego que durante instantes lo fui contigo
pero nada vale aferrarse a lo pasado
cuando ahora te miro a los ojos y no siento nada,
cuando sólo vacío hay donde hubo luz,
donde hay más puñaladas que cuentos de hadas.
No, ya no temo perderte
puedes irte y que tengas suerte.
Amigo, desconocido o como te llames
me alegró conocerte,
no sé qué será de tu vida mañana
sólo puedo recordar que fuiste mi gran amor ayer,
que hoy por mi puerta un extraño pasa
y que ahora se siente tranquila toda mi casa.
Mi mente no se pregunta: ¿Será que le gustará?
simplemente ahora digo: ¡Se ve genial!
no sé por qué siempre necesité tu visto bueno
para cosas que poco te importaban,
supongo que era una especie de respeto
o ligarte de alguna manera a mi mundo y a mis sueños.
Ya no temo tus miradas de rabia
por mí, puedes hacer lo que se te de la gana,
poco importan tus comentarios vanos
lo que importa es que trabajen mis manos.
¿Habré sido muy directa?
¿Acaso seré yo la mala en todo esto?
Mejor es no decir lo que tú me has hecho,
sólo puedo aclarar que mi corazón has maltrecho.
Si te vas o te quedas, a mí me da igual
ya por encima de mí no pasarás,
mis caricias ya no tendrás,
mis detalles, mis te quiero: ya no más.

Ya no temo perderte
porque ya no te pienso,
ya no temo
porque me das igual,
ya no
porque no te extraño
ya no
…porque no te amo…

05/07/07 06:48 p.m.
06/07/07 12:53 p.m.
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lunes, 4 de junio de 2007

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Yo te propongo

019. Yo te propongo. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

A menudo me recuerdas a alguien.

Allí yace en tu forma de expresar, o tal vez en tus ideas. La manera de mirar al mundo y su bullicio, o quizás lo que reflexionas.

Casi parece que sé todo de tu vida, y sin embargo, no conozco ni un detalle de ti.

Pareciera que te comprendo, o quizás que te acompaño y que tú me acompañas.

Siempre me recuerdas a alguien, me recuerdas a mí.

No sé cómo expresarme, pero sé que eso no importa, igual me comprenderás. ¿Cómo lo sé? No podría decirte, no podría explicarte.

Hoy te propongo que veas más allá de lo que conoces.

Porque soy más de lo que los demás ven.

Mírame.

Y Descúbreme.

Yo te propongo que te querré el día de hoy, desde el alba a la aurora. Porque para mí no hay mañanas, ni hay ayer, sólo existe el hoy. YO TE QUIERO HOY.

Yo te propongo mostrarme tal cual soy, y aceptarte tal cual eres. No me importa que te guste el amarillo, o a mí me guste el verde. Me da curiosidad saber que da aquella mezcla. Me da curiosidad saber qué has de pensar, si tan solo es una loca idea o si puede ser verdad.

Yo te propongo escuchar todo cuanto tengas que decir. Háblame de tus virtudes y tus faltas, no te juzgaré. No condenaré tus errores. Porque no quiero que condenes los míos.

Yo te propongo ser el pilar que te sostiene cuando crees derrumbarte. Ser la mano que te libera de la amenaza sombría. Ser el compás que acompaña a tu son. Ser la guardiana de tu corazón, porque tengo tanto para darte y para decirte, mientras tú tienes todo lo que yo quisiera mío.

Yo pudiese proponerte tantas cosas…

Como hacer de esta noche majestuosa.

Quitarme el traje que cubre mi piel, y mostrarte el que cubre mi alma.

Abrir mis puertas y cerrar mis ojos. Conocerte poquito a poco.

Hablarte con suavidad.

Susurrar un: Te Quiero.

Hacerte conocedor de mis más profundos secretos.

Déjame descubrir quién eres mientras descubres quién soy.

Déjame sanar cualquier herida

que pueda haber en tu corazón.

Ven, enamórame.

Ven y descúbreme

mientras me seduces.

26/05/2007 03:19 p.m. 28/05/2007 08:20 p.m. 29/05/2007 02:19 p.m. 04/06/2007 09:41 p.m.
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Migajas de un poeta

018. Migajas de un poeta. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

 A los pies de la majestuosa Cúpula de Constantino, nacía la Plaza de la Piedad. Las calles y paseos adjuntos estaban construidos con piedras grises debidamente talladas. Un monumental Obelisco yacía al centro de una vieja, seca y olvidada fuente. Todo el mundo conocía la plaza por ser la zona de espectáculos callejeros, algo de mercado negro y casa de vagos que dormían sobre los bancos.

Un personaje bastante conocido allí era el chico apodado “El Poeta”, quien rimaba algunos versos en busca de alguna limosna. A veces las conseguía, sin embargo, la mayoría de la gente le gritaba:

« ¡Deja esa tontería de poeta! ¡Vete a trabajar! Bueno para nada…».

Él ni caso les prestaba. Además, se decía que ya tenía un trabajo llevando encargos por la ciudad y que las limosnas solo eran para seguirse ayudando.

 Vivía aquí o allá, era un joven de la calle, pero esto le gustaba pues decía sentirse libre como las aves.

Cierto día, mientras yacía en pleno repertorio en La Piedad, se quedó mudo e inmóvil de golpe. Quienes lo rodeaban se miraron unos a los otros, se preguntaban si aquello formaba parte de la actuación. Entonces el poeta despertó de su letargo y dijo:

 “¡He visto un ángel!”.

Algunos habían mirado en la dirección que aquel chico veía, ante los ojos de esos curiosos se posó la figura delicada de una linda chica. Sus harapos revelaban su humildad y su mirada la inocencia. Tenía más o menos la edad del poeta.

Cuando sus ojos se tocaron ambos quedaron inmóviles. Ella se sonrojó, le sonrió y se retiró. Él estaba pasmado ante aquella presencia, tanto así que no pudo correr tras de ella para averiguar dónde vivía.
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domingo, 29 de abril de 2007

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Mi Maestra y su Discípula

017. Mi Maestra y su Discípula. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

« ¡Yo lo he hecho todo solo, a mí nadie me ha ayudado en nada! ». Alguien gritó.

Di un pequeño brinco de susto al escuchar aquello; el grito me sacó de mi letargo pues venía entretenida pensando… en nada, supongo que simplemente caminaba. Iba por la calle de Las Piedras, rumbo al lugar donde trabajaba, cuando aquel chico salió furioso de su casa. Aunque yo tenía corta edad podía reflexionar con madurez. « ¿Será cierto que podemos hacer algo, a pesar de que absolutamente nadie nunca nos de una mano? ». Y a partir de ése punto del camino, hasta llegar a la casa donde yo limpiaba, pensé en la veracidad de su argumento.

Pero como todo pensamiento es por momento, al arribar a mi destino dejé aquellas reflexiones de lado y me puse a realizar mi cometido.

Mi madre era la que originalmente trabajaba en aquella casa, pero hubo una época que por distintas razones no pudo asistir, en su lugar fui yo voluntariamente para ayudarla a no perder el empleo. La señora Emilia se opuso porque era aún una chiquilla, pero le expliqué la necesidad y mi voluntad de trabajo; no muy convencida me dejó laborar una semana pensando que desertaría, pero para su sorpresa yo regresaba al trabajo siempre.

Ella era una señora adulta muy elegante. Blanca con ojos color café, cabellos cortos dorados y una sonrisa espectacular. Yo pensaba, muy cariñosamente, que ella era mi linda abuelita, pero por supuesto no se lo decía. Tenía dos hijos que no vivían con ella pero que siempre habían estado al pendiente.

La casa tenía una gran biblioteca, llena de muchos libros de distinta índole. Ella le llamaba: “El Baúl del Conocimiento”. Pocas veces yo entraba allí, cuando ella me dejaba y estaba presente; era celosa con sus “reliquias” en letras, decía que todo libro era importante porque de todos se aprendía. Así que los trataba con sumo cuidado.

Un par de años más tarde, vino una joven chica a la casa. Habló con la dueña en el estudio un buen rato. Al despedirse le dijo: Hasta luego Maestra, y se marchó.

« ¿Maestra? » pensé. No sabía que era una maestra, pero debí suponerlo por todo cuanto leía y estudiaba.

Ése mismo día mi madre se reincorporaba a su trabajo, y pues yo tenía que salir de su puesto. Me despedí de la señora Emilia y agradecí el tiempo que me dejó laborar a su lado. Lamentaba aquello, por alguna razón le había tomado cariño a aquella mujer aunque la había contemplado más tiempo en silencio que lo que hablábamos.
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domingo, 22 de abril de 2007

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Alma Gemela

016. Alma Gemela. Mi Respuesta. Waldylei Yépez.doc

En nuestro día a día, vivimos en una constante búsqueda: los mejores libros, conocimientos, senderos, personas,… Y la más ligada al sentimiento: El Alma Gemela, o más conocida como “la media naranja”.

Cuenta la historia que cuando ocurre un eclipse de sol, es porque él encuentra a su par, y que cuando se unen forman el todo. Algunos dicen que los eclipses poco ocurren, pero te digo que todos los días ellos se forman aquí en la tierra, es sólo que los más llamativos se realizan cada tanto tiempo sólo como símbolo y recordatorio.

Se dice que en el principio lo masculino y femenino: era una sola alma, pero que luego se separaron con el fin de que cada uno tuviese la oportunidad de buscar su evolución, pero con la promesa de que algún día se volverían a unir.

Ahora, luego de tantas vidas que tomamos cada día, de eso que algunos otros llamamos vivencias y con el coraje que posee aquel que busca la verdad, tomamos el tren con miras a ése horizonte: unirnos con nuestra otra mitad. Dicen que cuando posees una necesidad, inmediatamente el universo crea la solución junto a ella, por tanto si sientes necesidad, quieres y esperas a tu par: es porque ése par existe en el mundo, puesto que si no existiera no tendrías necesidad de ella, por eso hoy más que nunca siento la fuerte convicción de que estás allí, así como yo estoy aquí para ti.

No quisiera expresarme con estas simples palabras, siento que mereces mucho más. Si te hablo a ti, es porque le hablo a mi alma en ti, por eso quisiese escribir lo mejor y plasmar allí mi corazón, no aquel que reside en lo físico, quiero mostrarte el corazón de mi sentimiento o quizás la parte más pura de mi propia alma, que es también tuya, tu alma en mí. Hemos sido Uno, y seguimos siendo Uno aunque marchemos en cuerpos distintos, tengamos mentes propias y caminemos bajo diferentes cielos.

Yace mi alma al desnudo, sin máscaras ni caretas. No me osaré a prometer lo imposible, sin embargo no dejaré de prometer entregar todo cuanto tengo. No hago alarde de una fuerte retórica pues las palabras no te darán más de lo que yo podría incluso sin ellas.

Me gustaría hablarte de mí. Me gustaría escuchar sobre ti. Pero sobre todo me encantaría esperar a que descubrieras todo cuanto soy, pues soy más que un nombre y tú más que una ilusión.

Te amo aún sin conocer tu rostro; apenas al imaginar el sabor de tus manos y el calor de tu mirada. Me entregaría con ojos cerrados a tu ser. Tomaría de tu aliento un sorbo de vida y de tus brazos la protección.

No quiero toparme con un alma equivocada, no quiero el simple deseo pues este muere al ser satisfecho o al ser olvidado. Quiero toparme contigo, tú mi amada alma gemela. Para poder besar lo sutil de tu ser. Para ser el puerto donde tus sueños puedan anclar, donde las más hermosas flores puedan germinar.

Tengo celos, siento celos al pensar que otra puede estar ocupando mi lugar, que me pueda arrebatar mi otra mitad, que me pueda alejar de mi verdad. No es con celos como quiero amarte, es egoísta ese sentir, además tú eres libre y mi amor no será una cárcel para ti.

Sin embargo, conozco la verdad: aquello que es mío no puede alejárseme ni me puede ser robado; aquello que no es mío, ni lo quiero ni lo necesito.

Por eso sé, que si eres y soy tu mitad nos encontraremos más pronto de lo que pensamos. Por lo pronto, déjame empezar diciendo que te amo…

22/04/2007 09:40 p.m.
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viernes, 30 de marzo de 2007

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Yo Soy

015. Yo Soy. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

Hoy es un día maravilloso, porque tú estás aquí.

Este aire que respiro me llena de vitalidad.

Esta brisa que acaricia con ternura mi rostro me hace entender que soy parte de la Madre Naturaleza y ella es parte de mí.

El Sol disipa el frío que hiela mis manos, estas manos que representan el trabajo de cada día.

Hoy soy una nueva persona, no hay dolores del pasado ni temores del futuro.

Este es mi presente, el instante más importante porque yo elijo lo que será y se hará.

Yo Soy Uno con el Todo, y el Todo es Conmigo.

Soy Hijo del Amor Universal.

Soy lo que he decidido Ser.

Soy Alegre.

Soy Próspero.

Soy lo que Soy, Soy el que Soy.

Actúo bajo mi propio criterio. Respeto las libertades de todos y los Amo porque somos Hijos de mi Padre.

Doy Gracias por estar rodeado de todas estas personas maravillosas y únicas.

Doy Gracias por poseer estos alimentos. Doy Gracias por todos mis recursos.

Bendigo a quiénes me rodean. Bendigo a cada Ser del planeta. Bendigo a mi Padre y a mi Madre, mis Hermanos y Familia. Yo Te Bendigo y Me Bendigo.

Hoy es un día maravilloso, tú estás conmigo y yo puedo sentirte.

Puedo sentir tu apoyo, puedo sentir tu mano que me guía, puedo ver con claridad mi sendero.

Padre he aquí tu Hijo, Hijo he ahí tu Padre.

Tú eres parte de Mí y Yo parte de Ti.

Yo Soy La Divina Presencia Individualizada.

Yo Soy Sabiduría.

Yo Soy Firmeza.

Yo Soy Templanza

y Soy Constancia.

Yo Soy Amor primeramente y segundamente.

Soy lo que elijo Ser, y elijo Ser Mejor que ayer.

Obtengo lo que por derecho me corresponde.

Hoy me siento más Feliz.

Hoy mi cura será reír.

Hoy es un día maravilloso, hoy será un día maravilloso…

Así es y así será.

27/03/2007 03:48 p.m. – 30/03/2007 08:20 a.m.

Agradecimientos a Eduardo y Lilian por la revisión preliminar del texto.

Versión en inglés: I Am.
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martes, 27 de marzo de 2007

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¿Me conoces?

012. ¿Me conoces? Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

¿Quién soy? Es la pregunta que te hago. Quizás quieras contestar con un nombre y un número de identificación. - ¿Acaso es tan simple? -. Puedes decir que sabes más sobre mí respondiendo que: tengo tantos hermanos, los nombres de mis padres, la calle donde vivo, el año en que me gradúe, que en algún lugar has anotado mi número telefónico,... Entonces tú me dices: sí, te conozco y sé quién eres. Y luego te vuelvo a preguntar: ¿Y sabes que hay aquí, dentro de mi corazón? Si puedes responderlo, entonces sabré que sí me conoces hasta donde te lo he permitido. A ésa pregunta podrías contestar que es mucho más fácil todavía: que hay sentimientos, emociones, un lugar especial para mi familia y mis amigos, recuerdos de un viejo amor y lo demás como el resto del mundo. Parece una respuesta lógica y suficiente, pero no es lo que yo espero de ti. Cambiaría entonces la conversación y dejaríamos atrás aquellas “tontas” preguntas. Sin embargo, por esto mismo no te he preguntado nada aún, sólo confirmaría lo que he temido, aquella verdad implícita, el hecho de que: aún no me conoces.

¿Acaso no ves que me escondo de todos, pero a ti no niego nada? ¿Que para la gente soy fuerte, pero que ante ti me muestro tal como soy? Y aún así no me ves ni te das cuenta. Ante ti he abierto todas mis puertas y pasas de largo. Te he regalo el trabajo de mis manos, la ilusión de mi mente, el suspiro que se traba en mi pecho y la lágrima que va creciendo aquí dentro… y aún así no me ves, no me conoces.

No te has detenido a ver mi mundo o mi carencia, y mucho menos mi esencia, sólo has tropezado en mi sendero y tal vez no te interese ser el pilar de mis anhelos. No te has detenido a visualizar los tesoros de mi isla pues quizás: no perteneces a la misma. Has seguido la búsqueda de otra tierra. Pero ya no importa, sigue tu camino marinero, ojala tu barco velero desembarque en la isla de tu correspondencia.

Te pregunto una última vez: ¿Me conoces?, y quizás digas: ya no lo sé, pensé que sí pero ya no lo sé, y cuando lo digas quizás te diré: Me mostré sin reservas y con libertad pero no te corresponde descubrir mi verdad, tal vez no es el momento o tú no eres el hombre que espero.

Si tú a mí no me conoces, entonces yo tampoco podré conocerte. ¿Tan pequeña será mi suerte? O se equivocaron mis ojos o lo hizo el corazón, lo cierto en todo esto es que: tú no me quieres como una vez lo hice yo.


En el mundo viven mundos, se sueña mundos y hay mundos que caminan. Lo que hay dentro de toda mujer: es un mundo, una isla aún no descubierta.

Ella se mostrará cuando sea el momento correcto. Pero mientras, puedes hacer como los conquistadores: intentando viajar cautelosamente para descubrirle.

No intentes enumerar lo que puede haber dentro de Ella, pues aún te quedarías corto; no trates de llegar al final del infinito sólo vívelo y vive dentro de lo que se te obsequia. Si es la ruta correcta y eres el conquistador correcto la tierra abrirá de puerta en puerta todos sus secretos, pero si no es así, si no eres cortés en tu búsqueda podrás llegar a la orilla de la playa pero lo más valioso será conservado en las montañas.

Si tan sólo el mundo de la mujer se fusionara con el mundo del conquistador en equilibrio, sin que uno le quite al otro, obtendrían mejor beneficio. Dar sin esperar a cambio, cuando eso pasa el mundo de mujer dará absolutamente todo y el conquistador le retribuirá. Como dice la frase: “Concede y se te concederá”. 

03/03/2007 10:00 p.m. - 27/03/2007 02:21 p.m.
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martes, 20 de febrero de 2007

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El Silencio de una Mujer

011. El Silencio de una Mujer. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

Por y para: mi protector.

Hace algún tiempo comprendí qué quería decir la palabra -secreto-. Ése día supe que con ella vive -la agonía-. Vivir en agonía por un secreto es aterrador; amar en secreto muchas veces es común y morir en secreto… es la vida de un infeliz.

 Cierto día iba con mi mejor amiga de paseo. Hablamos de todo aquello de lo que hablan las mejores amigas: de compras, artículos de belleza, descuentos y rebajas, de otras amigas y de chicos. Después de algunas risas sonoras llegó su novio, que es también mi mejor amigo. Es decir, mi mejor amiga es novia de mi mejor amigo. Una situación bastante poco común, por lo general, eres amiga de la chica o del chico, o si conoces a los dos: terminas cediendo hacia uno de los bandos. Sin embargo, no era tan fácil para mí puesto que no podía elegir a uno, siempre debía apoyar a los dos. En las discusiones, es obvio que, yo no estaba presente pero es infinitamente conocido que luego, siempre, se acude con una amiga para desahogar la rabia o la tristeza, y esto era de parte y parte, a la final los dos me buscaban para que les escuchara, te podrás imaginar qué hacía yo cuando me contaban: "Es que él (o ella) tuvo la culpa por esto y esto…" entonces yo les decía (cuando podía) - yo no sé, no sé -. Pero cuando las cosas eran más fuertes me quedaba callada sin hacer nada como una pared, lo que a su vez resulta devastador cuando buscas que te apoyen y qué es lo que pasa: nada, no lo hacen.

Recuerdo que ése día por la tarde fuimos a ver una película, éramos un grupo numeroso puesto que habíamos quedado de acuerdo. Posteriormente, comimos helados y nos fuimos a casa de otro amigo donde compartimos algunas bebidas y bocadillos. Ya había pasado la media noche cuando cada uno se fue retirando a sus respectivas casas. Mi mejor amigo tenía auto y se comprometió a llevarme puesto que no tenía cómo irme, así que nos montamos los tres: mi amiga se sentó adelante con él, como corresponde, y yo en los puesto de atrás. De repente, sacaron a relucir una situación poco grata entre ellos mientras yo guardaba silencio, pero sabía que esto podría llegar a ser un problema realmente. Me sentí fuera de lugar, pensé que si querían discutirlo lo mejor hubiese sido cuando yo no estuviera, pero me di cuenta que por un momento se habían olvidado de ése pequeño detalle: yo estaba ahí, y se formó el problema que ya presentía. Mi silencio se hizo mucho mayor y desvié mi mirada hacia el suelo, sólo pensaba: « ojala lleguemos rápido, quiero salir de aquí ». El paisaje iba rotando por cada ventana, me dispuse a ojear lo que aparecía por el lado izquierdo mientras mantenía mi mente un poco ocupada tarareando alguna canción, entonces presentí una mirada pero aún así seguí con la vista clavada en la ventana. Mi amigo había mirado por su retrovisor y al verme recordó que no estaban solos, debió hacerle alguna seña a mi amiga puesto que cambió su conversación tan rápido que fue demasiado obvio, por suerte ya casi llegábamos. Al bajar me despedí de ellos como si nada, como si no hubiese escuchado nada o como si no hubiese estado allí, les dije que les vería al siguiente día y me despedí.
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jueves, 1 de febrero de 2007

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Antes de que muera la noche

010. Antes de que muera la noche. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

¿Cuál será el mejor momento para amar? ¿Será después del trabajo? No sé. No quiero entrar a discutir sobre teorías, sobre razones ni circunstancias. Sólo tengo mi propia creencia: el mejor momento para amarte es ahora, en este momento.

Yo quiero que la luna y las estrellas me regalen su luz en este instante sin sol, y que ésta: pequeña y tenue, entre por la ventana y nos descubra uno frente al otro, sí, así como estamos ahora mirándonos a los ojos.

Quiero llevarte a un mundo que es invisible y que nadie conoce. Quizás pienses que loca puede parecer mi idea, pero quiero que me acompañes; es un lugar mágico que mi corazón inventó y que mi mente ayuda a mantener, pero quiero que entiendas que puedo tratar de describirla con mil detalles pero no tendrá valor si tu corazón no me sigue.

Déjate llevar, déjame llevarte a donde nadie más puede entrar. Déjame sacarte de ésta realidad en este cuarto, déjame disipar tus pensamientos para que nada distraiga tu atención en mí y en mis palabras. Sólo escúchame, escúchame tan atentamente como lo harías al teléfono. Sé que ahora sólo parezco una ilusión en la noche, pero ¿Acaso una ilusión podría hablarte como yo? No estoy, y aún así estoy. Me voy y aún así me quedo.

Toma mi mano y cierra los ojos, vayamos juntos de paseo. Quiero que comiences a mirar pero sin los ojos, mira desde adentro, mira mientras el latir va creciendo. Mira la hierba y el río que suena. Que lindo es el mar que a lo alto vuela.

Siente la brisa que choca con tu rostro, siente mis palabras en mil y un susurros. Siente cómo caminan en silencio mis dedos y cómo mi aliento llega hasta tu cuello.
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miércoles, 24 de enero de 2007

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Dumbar

013. El Escriba. DUMBAR. Mi respuesta. Waldylei Yépez.doc

Cada día es una gran aventura en la vida, ya sea porque este llena de pequeñas cosas hasta llegar a las vivencias un poco más arriesgadas. De las virtudes de la misma -varios concordaran conmigo al decir que- el ejercer con placer una profesión es un sueño alcanzado. Muchas de las carreras llegan a ser honoríficas, y en ésta lista contamos con el periodismo sin lugar a dudas. Por otra parte, las aventuras de un corresponsal son innumerables como las de nuestro amigo Jorge Dumbar; nos pasaríamos mucho tiempo hablando de él y su trabajo, pero quien les relata tiene interés en contarles una vivencia muy particular dónde chocan dos sueños, sí, dos sueños.

Nuestro amigo, un joven corresponsal de unos treinta y tantos años, trabajaba para un reconocido periódico de su ciudad. Su espíritu emprendedor -y quizás un poco de ego- lo habían llevado a luchar por obtener reconocimiento, aunque él muy particularmente le llamaba: Respeto a su trabajo. Tenía una muy buena esposa y un par de niños consentidos. Su vida era exitosa si nos ponemos a compararla, pero él sentía que aún no alcanzaba algo realmente “admirable”, quería tener una experiencia nueva en su labor y se postuló como participante de un reportaje especial que se realizaría en el extranjero. Fue seleccionado junto al resto del equipo y partirían en un par de días, no tenían una fecha de regreso pero esto a él no le importó mucho en ése momento.

Al regresar a casa, su rostro poseía un no sé qué de jovialidad; su esposa Ana - que era muy perceptiva como la mayoría de las féminas - lo notó de inmediato y supuso que algo había ocurrido, sin embargo, no quiso decirle nada hasta que él quisiera comentarlo.

El, a la hora de la cena, le dijo con gran orgullo a su familia que iba hacer un reportaje especial en el exterior, que pasaría algún tiempo fuera pero que descuidasen pues les recompensaría con muchos regalos al volver; su esposa quedó atónita, jamás se había imaginado que su esposo se fuese de viaje así nomás, y de paso tan lejos. La alegría se mostró en la cara de los pequeñuelos, obviamente, resultado de haber dicho: muchos regalos al volver, y abrazaron a su buen papá. Pero, lo mismo no ocurrió con su mujer, ella yacía inerte y no mencionó palabra alguna.

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martes, 23 de enero de 2007

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Amor de niña, entrega de mujer

014. Amor de niña, entrega de mujer. Mi respuesta. Waldylei Yépez.DarkisX.doc

Hace un momento recordé mi farol en la plaza, ése mismo que cada luna nos arropó con su luz, ésa luz que me hizo verte de una manera distinta, o mejor dicho: de una manera perfecta.

Retrocedí al instante en el que entregué mi esencia y hasta un poco más, reviviendo momentos sublimes y soñadores. Aún me cautiva el hecho de pensar en ti:

Con tu camisa blanca, zapato elegante y aquel cuello sin corbata. Una mirada radiante de ojos mágicos, sonrisa tierna y manos suaves. Tono sonoro y generosa personalidad, tu semblante apacible y tus actos de caballerosidad.  

Por mi parte, no tenía ni quince años como decía tener, aún estaba en edad para buscar golosinas en la bodega, apenas estrenaba mi rumbo hacia la mujer que muy pronto sería.

Me perdí en tus palabras bonitas alejándome de la casita de muñecas, cuando jugaba con mis compañeras a la hora del té; de las comiquitas de la televisión… Y en lugar de todo eso comencé a soñarte despierta yaciendo en el sillón.

Fuiste el astronauta de las lunas en mi pecho; el sol del universo que llevo dentro; pintor de las pecas nacidas en mi vientre y el amante que he soñado siempre.

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viernes, 24 de noviembre de 2006

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Latidos electrónicos

I

Un nuevo mundo: El Cibermundo

Gaby es una chica inteligente que le fascina aprender muchas cosas, sobre todo si se trata de algún aparato electrónico.

Sus padres trataron de enseñarle a manejar todo desde pequeña, pues sus deditos eran inquietos, así que antes de dejar que estropeara la radio, el televisor o el VHS pues preferían enseñarle a manejarlos. En alguna oportunidad fueron de visita a la casa de una tía, y allí la encontraron jugando dominó en el computador; la niña quedó impresionada con lo que veía, y entendió que para jugar su tía apretaba un par de botoncitos en el teclado. «¡Es muy fácil! ¡Quiero jugar!», se dijo a sí misma. Después de un rato, su tía la dejó jugar un par de veces no sin antes advertirle que estaba frente a un computador, y que debía tener cuidado al manejarlo. Fue la única vez que jugó pues su tía pensaba que ella no sabía cómo tratar un aparato de tal complejidad.

En la secundaria le había ido bastante bien, se esforzaba mucho. En un nuevo inicio del calendario escolar una investigación la tomó por sorpresa, no tenía libros ni podía ir a la biblioteca, y entonces alguien le dijo que fuera al Internet que allí aparecía todo como por arte de magia. Ya había escuchado ese nombre antes, de hecho un día pensó en ir a ver una página de un artista que le gustaba, pero se quedó en una simple idea; ahora necesitaba ir a buscar una información, y así lo hizo. Se encontró con una chica que atendía el sitio de conexión a Internet, ella le ayudó con la tarea asignada. Había pre-pagado una hora y todo lo consiguió antes de cumplirla, así que el resto del tiempo podría hacer cualquier cosa, pero ella sólo sabía mover los dos botones que tocaba al jugar dominó. «¿Qué tan difícil puede ser?», pensó. Apretó los botones que ya conocía y nada pasó. «Algo anda mal, no pasó nada. ¿Qué estaré haciendo mal?». Pero no estaba haciendo nada mal, en realidad, no estaba haciendo nada. Miró de reojo a los usuarios a su alrededor, era la única que estaba frente a una computadora y no hacía nada. «¡Debo parecer una tonta aquí!», se enfadó un poco consigo misma, y empezó a espiar qué hacían los demás. Luego pensó: «Tengo que aprender a manejar esto».

Gabriela tenía una amiga que sí tenía computadora, así que le pidió que le enseñara a manejarla. Su amiga le prestó un libro, también le explicó cómo encenderla; no era mucho, pero algo es algo y por algo se empieza. Con paciencia le fue explicando; algunas cosas se le dificultaban, pero era una guerrera y no se daría por vencida. Entre lo que le decía su amiga, lo que preguntaba en el centro de computación y lo que leía en el libro pudo entender muchas cosas, pero lo que más le ayudaba era su entusiasmo en el tema. Había comprendido qué era una carpeta, archivo, icono, acceso directo, barra, menú, propiedades, copiar, cortar, pegar y mucho más.

Pronto vio que la gente a su alrededor le escribía a otras personas, y les preguntó qué hacían o en qué página estaban, le respondieron que estaban chateando. «¡Oh! ¡Yo quiero chatear!». Y como si su compañero le leyera la mente le dijo:

–Si quieres te paso la dirección para que chatees también.

Se escribió con varias personas, y ellas coincidieron en una cosa: todas le preguntaron por su correo o e-mail. De eso ella no conocía nada todavía, y para completar el asunto también le preguntaron por su Messenger. No tardó en consultar a la encargada si le faltaba mucho por aprender, y ésta sonriente le dijo que sí, entonces se pusieron de acuerdo para que le diera asesorías y así poder aprender a utilizar todos los recursos. Sin embargo, la chica le dijo que sólo podía enseñarle la base de todo, y que a partir de allí dependía de ella misma puesto que las nuevas cosas era lo que más abundaba en Internet, y hasta ella misma no las conocía todas.

Día a día Gaby iba aprendiendo sobre lo que eran los foros; que podía usar una webcam con audífonos y micrófono para poder escuchar-ver a su contacto; podía enviar postales; podía crear un Blog o un Fotolog.

Con el tiempo fue conociendo muchas personas, algunas le decepcionaron también. Sin embargo, ella sabía que los errores y los aciertos son característicos de los humanos. Esto no disminuyó su entusiasmo.

Se acostumbró a ir al Internet con algunas amigas. Su mejor amiga luego de cada sesión se quedaba hablando con ella, y pues la veía demasiado contenta en su manera de expresarse sobre algunos chicos que había conocido, así que le dijo:

–Cuidado y terminas enamorándote por Internet, muchos tienen una ciberrelación.

Gaby se negaba a la idea, pero no estaba totalmente convencida.

Aprendió a usar rápidamente el Messenger, pues no era una cosa del otro mundo… aunque sí lo era, era del Cibermundo. Añadió contactos; borró contactos; bloqueó contactos; cambió su nombre para mostrar. Hizo todo cuanto tenía de opción pues era curiosa y deseaba aprender todo cuanto pudiera.

En definitiva, la experiencia de conocer el mundo de las computadoras había dejado gran impacto en Gabriela. Primero empezó con los llamados chats, luego se aburrió de ellos pues encontró el Messenger que le parecía más privado y selectivo. Poco a poco fue conociendo a sus más grandes ciberamigos, y con ellos compartió muchas palabras; hasta fue compañía de alguno que se sentía solo en un momento dado, o se contaban sus problemas mutuamente; entre sí habían encontrado a la persona que, aunque no tuvieran cerca físicamente, sí estaba presente para responder con mucho cariño y amistad. En algún punto sintió atracción o agrado por alguno, pero no pasaba de eso pues era imposible enamorarse de alguien virtual.

En muchas ocasiones ella leía que otras personas decían:

–Esto es Internet, todo es una mentira y ya, es un juego.

Pero ella entonces se preguntaba que si esto era un juego o mentira, ¿cómo era posible comprar o vender? ¿Acaso los bancos se prestarían para estafar a sus clientes? No tenía sentido, o ¿acaso se refería a que lo comercial era real y el trato con la gente era de mentiras? Tampoco tenía mucho sentido eso para ella. Era cierto, había encontrado mucha gente que mentía, pero su intuición le avisaba cuándo estaba en la mayoría de esos casos. «Una mentira sólo sigue a la otra, y hay gente muy despistada que se pierde fácil entre ellas, revelando sin querer el lado más vulnerable por donde todas las demás mentiras caen». Internet entonces era un reflejo de la sociedad, todo cuanto había en la vida real aquí también existía, desde niños inocentes hasta ladrones. Así que empezó a tener más cuidado pues esto no era un juguete.

«Ésta ha sido una gran experiencia, una experiencia de otro mundo». Se dijo a sí misma.



II

E-Heart

Las responsabilidades de Gaby fueron creciendo, ahora estaba recibiendo clases en la Universidad en la carrera de Preescolar. Le encantaba el ambiente, a pesar de que algunos profesores eran un poco mal encarados. En sus ratos libres siguió conectándose a Internet, allí tenía valiosos amigos que quería seguir contactando.

Un día se encontró con la sorpresa de que uno de sus más grandes ciberamigos estaba conectado, no había sabido de él en mucho tiempo. Le saludó de inmediato y se sintió muy contenta al saber que todo le estaba marchando bien; también éste le dijo que andaba acompañado de uno de sus mejores amigos, y que le había hablado de ella (su amiga cibernética). Él tenía que hacer unas diligencias, pero dejó a su amigo hablando con Gaby por mientras. A ella de inmediato le pareció interesante el chico, bastante intelectual, respetuoso y sociable. Pensaron que podían llegar a ser buenos ciberamigos así que se agregaron como contactos. Esa conversación no fue muy larga, pero cada segundo fue significativo. Gaby esperaba volver a encontrarlo conectado algún otro día, pues él tenía algo especial, pero por ahora debía pensar en estudiar para su próximo examen que se acercaba vertiginosamente.

Una grata sorpresa fue encontrarlo conectado al día siguiente. Marcos, que así se llamaba, le saludó muy afectuosamente y se disculpó por irse muy rápido en la conversación anterior. Él estaba cautivado por el trato que recibía de Gaby; ella se esmeraba por prestarle tanta atención como le fuera posible, aunque estuviera buscando información importante para un trabajo. Ella sabía que cada persona es importante, y se le debía prestar la misma atención como si estuviera hablándole en persona.

Con cada día que pasaba el agrado que sentían mutuamente crecía, y a él le empezó a gustar ella. Primero intentó hacérselo saber de forma muy implícita hasta que, en un acto de mucha valentía, se lo confesó explícitamente. Por un momento ella no supo qué hacer; se sintió como una novata ilusionada por las palabras de un Chat, pero esto sobrepasaba todo lo que había experimentado antes al hablar con alguien por ese medio. En algunas oportunidades le habían preguntado si creía que existía el llamado amor virtual, y muy categóricamente respondía que no podía existir algo así puesto que, como dicen las frases, “amor de lejos, amor de tontos” o “amor de lejos, felices los cuatro”. Aunque otros opinaban que si se pudiera llegar a un contacto más físico, como el compartir en persona, sí habría posibilidad obviamente.

La realidad muchas veces le había arrebatado ilusiones, pero ahora estaba frente a la posibilidad de perderse en una de ellas; en una que ella no había ideado con anterioridad, que se había presentado con un gran lazo que decía: “felicidad”… aunque claro felicidad momentánea, pero, ¿qué importaba? Serían instantes que ella disfrutaría, por eso recordó que alguna vez le habían dicho: “El valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que suceden, por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables”. Con esta frase se identificaba, puesto que lo que sentía ahora sería: inolvidable, inexplicable e incomparable.

Y así seguían pasando los días. A veces no se podía conectar porque debía estudiar o estar en clases, otras veces porque no había dinero para el alquiler de un computador. Se encontraron hablando de todo un poco, incluso se habían llamado por teléfono, compartieron fotografías que tenían un significado especial para cada uno; ese mismo día él le expresó que no quería llamarla más “amiga”, y que en su lugar quería llamarle amor. Gaby ya se imaginaba por dónde venía esta conversación y se puso un poco nerviosa. Luego le preguntó si quería ser su novia, entonces Gaby puso una cara de sorpresa y no supo qué hacer; por suerte él no la estaba viendo porque no tenía cámara en ese instante. Unos segundos después su corazón se sintió emocionado, y le dijo que sí… ahora ya eran lo que comúnmente se llama cibernovios.

Por la noche Gaby, mientras supuestamente leía un libro, pensaba en lo sucedido y le parecía algo descabellado eso de cibernovios. Nadie en su entorno aceptaría esto que sentía como real, entonces pensó que no necesitaba ninguna aceptación y que ella viviría su fantasía, era su secreto... su precioso secreto.

Los días siguientes fueron bastante felices, llenos de mucha paz también puesto que él le trasmitía armonía y confianza. Sus conversaciones eran algo envidiable; eran sumamente cariñosos el uno con el otro, tenían tanto apoyo entre sí, cada uno incentivaba al otro a mejorar y se mejoraba a sí mismo. Conversaban de todo, de sus respectivas carreras, familias, situaciones actuales, política, religión, música, arte. En resumen ella sentía que se complementaban bastante bien.

Una de las cosas que más le llamaba la atención de él era su carisma, su responsabilidad, madurez y disciplina aunque en ciertas ocasiones pensaba que estaba hablando con “su propio padre”. En algún punto esto comenzaba a ser restrictivo, pero no pasaba nada, ella tenía paciencia y él se la tenía a ella. Había una ligera diferencia de edad entre ellos, pero no afectaba mucho; cada uno tenía cosas que enseñar al otro y así la admiración entre ambos también creció.

En sus mundos debían enfrentar obstáculos bastante importantes, pero sentían calma cuando podían conversar algunos minutos. Se decían entre ellos: “Las cosas van a mejorar” cuando cada uno lo necesitaba. Eran muy buenos amigos y tenían una conexión fuerte. Era inexplicable pues en ciertas ocasiones ella pensaba algo y, sin decirle absolutamente nada, él se lo respondía; otras veces ella quería comentar algo, pero tampoco lo hacía y él le preguntaba:

–¿Me quieres decir algo?

Desde páginas de postales se enviaban mensajes entre sí, y también regalos virtuales; comentaban de nuevas páginas que habían visitado; se decían lo que habían hecho en el día o lo que iban hacer. La frase que más se mencionaban era: “te quiero mucho”, acompañada de caritas felices, besitos y corazones, además de los guiños (efectos especiales en pantalla) de besos y corazones. Lo que nunca se dijeron fue: “te amo”, quizás porque eso significa más que una ilusión, pero fue algo mutuo.

Cumplieron el primer mes de cibernovios y lo festejaron enviándose mensajes bonitos por correo. Hablaron ese día también, y el resto del día fue bastante normal.

Algunos días más tardes se presentaron algunos problemas. Las situaciones de la distancia que habían permanecido dormidas todo ese tiempo ya no lo estaban, aquí comenzaron los “peros” y desencadenaron un día miércoles cuando temprano los dos estaban conectados con ánimos bastante distintos. Él, que siempre habían sobresalido por su honestidad y sinceridad, fue al grano rápidamente diciéndole que no quería seguir con esto; ella se sintió bastante confundida y, de repente, él ya no estaba conectado. Ella pensó que se había ido y la había dejado así como así. Minutos más tarde apareció de nuevo y pensó que o había tenido problemas con su máquina o ella le dio lástima y se volvió a conectar para saber cómo estaba. De cualquier manera, las cosas siguientes que dijo ya poco le importaban pues lo que la aturdió fue ese: “no quiero seguir con esto”. Un rato más tarde se fue a clases.

Esas palabras seguían retumbando en su mente aunque ella trató de bloquearlas, pero éstas eran más fuertes. Sentía una gran presión en el pecho como si se le fuera a salir el corazón por la boca. De repente le dieron unas inmensas ganas de llorar, pero estaba en plena clase… ¿cómo podía permitirse llorar ahí? No podía. Luchó todo ese día sintiéndose mal y, para completar, sin poder decirle a nadie la razón. Nadie le entendería, era algo tan ridículo o sería algo tan ridículo para la gente… así que se lo tragó todo y se sumergió en el silencio, pero no tendría tanto éxito al siguiente día cuando no pudo más y se echó a llorar en su habitación. No había un hombro en quién apoyarse, no había nada que pudiera hacer porque su corazón yacía entre escombros; se había destrozado sin una razón real… pero sí virtual.

Había muchas cosas que le hacían recordarlo como canciones, poemas, páginas, correos, instantes,... Se castigó diciéndose que era una verdadera imbécil, que cómo se le ocurría enamorarse así, que era demasiado ridícula esa actitud, que si ella sabía que ese tipo de amor no existía cómo era posible que haya caído en ese “error”, que jamás le había visto personalmente, que de seguro tenía novia, que ella había sido un simple capricho, que se había burlado de ella y de lo que sentía, etc., etc., etc.,... Miles de ideas le pasaron por la mente. Allí comenzó su rabia consigo misma y contra él, así se le envenenó el alma y comenzó su guerra pues una parte lo quería y la otra lo odiaba.

Siguió hablándole un tiempo más, pensó que podía controlarse para no sentir nada, pero falló en muchas ocasiones. Las cosas iban de mal en peor pues la desconfianza se había sembrado, y aunque tratara de no ser afectada cuando él le decía: “te quiero” (porque aún lo hacía aunque ella no lo entendiera), ahora parecían puñaladas a traición y muerte. Hasta que un día le escribió un correo donde le decía que ya no le escribiera más, y se olvidara de que ella había existido alguna vez...

Su carta continuaba diciendo:

“El agua de las manos se escurre y desaparece. Las hojas caen de los árboles, y los instantes se van con el correr del tiempo. Los sueños cambian y vienen otros. Uno debe seguir el camino que le trace su tren de vida, y de tu tren yo me bajé hoy.

En nombre de ese cariño que profesas tener, te pido dejarme ir. No me escribas a partir de ahora, no quiero leer el pasado ni sobre él. Nunca existí, nunca fui nada. Si alguna vez mi pisada dejó una huella sobre la arena, ya se borró. Es duro lo que pido, pero así quiero que sea. Nunca fuimos nada ni seremos nada. No te molestes en dar una respuesta a este correo pues no contestaré. Te pido borrar todo sobre mí: correos, fotos,... En este caso, es mejor borrar un todo que sólo las partes. Después de leer esto también bórralo, no te aferres a un pasado que no vale la pena.

Adiós y hasta siempre”.

No hubo respuesta como ella había pedido, sólo silencio y más silencio.

En una visita a un foro sobre amor y postales, Gabriela leyó que la gente se preguntaba si el amor por Internet existía. Se sorprendió al verlo y recordó su experiencia, lo feliz y triste que había sido, pero no había mucha diferencia con el amor real, el verdadero amor real. Claro ella no lo había abrazado ni besado, pero incluso haberlo hecho no garantizaba nada pues ¿cuántas parejas están juntas y que realmente no se aman? Seguramente muchas, pero aunque esto no garantizara nada igual era importante. Gaby estaba más lejos de lo que realmente fijan las distancias, no quería saber nada de él y al mismo tiempo quería saber si estaba bien. Ese amor le había dado felicidad y le había hecho sufrir, igual que el amor que vivía la gente de su entorno real que sí podían abrazar a sus parejas.

Cada día representa un aprendizaje para todos, y los siguientes le marcarían la mente con tinta indeleble. Había aprendido muchas cosas de las experiencias que tuvo, y entendió que a veces lo que puede ser un juego para unos para otros puede ser más real. Para muchas personas la idea del cibernoviazgo puede ser algo entretenido como un juego, pero ahora ella sabía hasta dónde puede ser verdad o hasta dónde puede sentirse un juego como verdadero. Aprendió y vivió las alegrías y tristezas de un Electronic Heart.



III

Mi Journal de Corazón

Muchas veces Gaby acudió a su amiga para tratar de decirle lo que sentía, aunque también se avergonzaba de lo que pudiera pensar. Pero, ¿qué podría pensar que ella no supiera ya? ¿Que estaba loca? Quizás lo pensara, pero era el momento de hablar porque sólo así enfrentaría su dolor y a través de sus propias palabras entendería otras cosas.

Se sentó frente a su mejor amiga y le dijo:

–Una vez conocí a un ser excepcional. No me importaba su físico, y me gustó mucho antes de poder ver su rostro. No sabía cómo era ni traté de imaginármelo, porque a veces hacemos eso de imaginar y resulta que los rostros o la personalidad no son como uno pensó. No quería idealizar. En ese tiempo estaba entusiasmada con conocer nuevos amigos, y él tenía tantas cosas que siempre busqué en otra persona… ¿Cómo decirlo? Él era un ser especial, y me enamoré de él.

Hizo una pequeña pausa, y luego prosiguió:

–Nunca hubo explicación lógica para lo que sentía, pero sus atenciones y sus palabras hicieron que creciera ese sentir y ya no lo pude controlar. Para la gente con “sentido común” yo pude haber estado “loca”. ¿Cómo iba sentir algo así y por alguien que estaba tan lejos? Ni yo me lo explicaba. La forma como acabó me pareció tan injusta, y me dolió pensar que a él yo no le importaba en lo absoluto. Fue cuando mis pensamientos comenzaron a dar vueltas, y comencé culpándome alegando que yo era una imbécil, tonta. Solita me había enamorado y solita me había estrellado. Poco a poco empecé a sentir desconfianza, dejé de creer en su “te quiero”. Pensé que todo era un capricho, por mantener a “su peor es nada”, y entonces nació mi rencor. Traté de controlarlo, pero los últimos correos fueron contradictorios, y me di cuenta que ya no podía seguir hablándole porque había perdido mi tranquilidad. Así que escribí una última carta, y le pedí que no me escribiera nunca más.

La mirada de su amiga era cálida, no pretendía juzgarla, y ella lo notó. Eso le dio más confianza para seguir con su relato.

–En todo ese tiempo que lo traté hubo momentos sumamente valiosos, en muchas ocasiones me sentía comprendida, apoyada y también presionada. Él esperaba mucho de mí, quizás más cosas de las que yo misma hubiera querido alcanzar. Lo admiraba, yo admiraba al hombre que era, era un ser íntegro con ganas inmensas de luchar, él se esforzaba en forjarse a sí mismo. A veces quise seguir sus pasos, pero éramos distintos aunque varias cosas nos unían. Lo amé como aquellos casos en que un amigo ama en silencio, mientras yace sentado a un lado de quién hace latir su corazón; lo amé como se ama a aquel que no puedes ver, pero que sabes que existe y que puedes sentir; lo amé antes de ver su mirada, de rozar su boca o si quiera estrechar su mano.

Se quedó mirando al horizonte.

–Pasaron los días y yo sólo quería alejarme. Olvidar todo lo referente a esto y de momento olvidé las cosas, pero no porque haya tenido éxito sino porque tenía otros problemas. Y con el correr del tiempo aprendí nuevas cosas, pude crecer otro poquito incluso espiritualmente. Quería ser una mejor persona hasta que vi que no lo lograría si seguía con rencor. Sólo hasta entonces me di cuenta de todo lo que había vivido, y lo responsable que yo también era. Me di cuenta de mis defectos que sé que no puedo remediar tan fácilmente, pero ahora estoy consciente de lo negativo que pueden ser para mí y para mi prójimo.

Hizo una breve pausa mientras pensaba.

–Otra gran verdad que aprendí fue que mientras más quieras alejar algo, más está presente. En todo ese tiempo lo recordé, pero así como él venía con él también venía la carta que le escribí. Así recordaba que le había pedido que nunca más me hablara. En alguna ocasión quería saber cómo estaba él, pero mi propio pensamiento me respondía y decía: “está bien”… con eso me conformaba. Siempre deseé que estuviera bien, que tuviera las oportunidades que tanto quería, que fuera feliz. Ninguno de nosotros es como fue ayer; yo también aprendí algunas cosas, de seguro ahora me equivocaría menos que antes, y mañana tendré oportunidad de equivocarme menos de lo que hago hoy.

Regresó la mirada hacia su mejor amiga.

–Ya no quiero vivir con un rencor que no vale la pena. Sé que me equivoqué, y que tiene todo el derecho de enfadarse por algunas cosas, pero ya no tiene mucho sentido hacerlo porque no se gana nada. Hubo una película que vi, y la escena que más me llamó la atención es cuando la mujer que estaba con el chico, que era su tía, le explica que cuando nos enfadamos con alguien es porque queremos que ellos se sientan tan mal como nos sentimos nosotros, pero la mala noticia es que nada de eso te hará sentir bien nunca. Quizás era eso lo que yo quería inconscientemente. Cada uno vive con un dolor, lo que está terriblemente mal es darle un nombre de persona a ese dolor y es lo que hace casi todo el mundo. Uno de los libros que leí recientemente decía esto y me gustó: “En el amor, nadie puede machacar a nadie; cada uno de nosotros es responsable de lo que siente, y no podemos culpar al otro por eso. Nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie. Ésa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo”.

Hizo un respiro profundo y como si tratara de liberarse de algo dijo:

–Aquí está mi verdad y mi culpa. Lo juzgué, supuse cosas que estaba muy fuera de mí poder comprobar. Yo no estoy dentro de sí, entonces, ¿cómo pude decir o pensar que no eran ciertas sus palabras o su sentir? Ya sólo quiero estar en paz. Tenía como un enemigo a alguien que había significado mucho para mí, y eso es feo. Quiero empezar nuevos ciclos, y tengo el presentimiento de que tendré que comenzar algunas cosas desde cero, pero ya no quiero más resentimientos ni penas. Quiero encontrar a alguien que me acompañe y me apoye. Quiero encontrar un nuevo rumbo, quiero dejar el pasado donde debe estar… atrás. Lo perdono.

Y luego dijo mientras cerraba sus ojos e imaginaba que el chico estaba frente a ella:

–Perdóname. Pues yo también me equivoqué.

Su amiga con una apacible sonrisa concluyó:

–Que éste sea el cierre de lo desagradable, y que éste sea asimismo el cofre de cristal donde todo lo verdaderamente importante sea preservado. Sea lo que sea que venga de aquí en adelante, que sea el rumbo que debemos transitar. Un brindis en el nombre de los días que ya han pasado y los que vendrán. Que el amor sea la llama que encienda el sol cuando éste quiera apagarse, que engalane a la luna cuando quiera festejar y que saque adelante al fiel luchador de la vida guiándole al paso de los días.

La abrazó muy fuerte para que Gaby nunca olvidara que no estaba sola. Que no importaba las circunstancias pues ella siempre tendría una amiga que le tendería la mano, y la apoyaría en todo momento.

Por la tarde se fueron juntas a un cibercafé. Mientras su acompañante se divertía Chatiando un poco y Googleando (buscando información), Gaby se propuso a escribir una nueva Entrada en su Journal, o Diario, para ese día.

Accediendo a la página http://midiario.vida, usuario: gaby.

Alineación de texto justificada.

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Título: Más pares de palabras

Lo que aprendí

Una costumbre, quizás algo masoquista, del ser humano es la ilusión y, por supuesto, su contraparte la desilusión muchas veces no tarda demasiado en aparecer. No es necesario referirse a un medio en específico, pues existe tanto en el mundo como en el cibermundo, pero la gente los desune porque se supone que al Internet no hay que tomarlo como realidad. Sin embargo, es necio el no hacerlo puesto que, ¿quiénes controlan las computadoras? Si no hay una persona con carne-hueso y corazón detrás, esas máquinas nunca funcionarían y serían como un trasto viejo que sólo estorba sin ninguna función. Así que esto recuerda una realidad lógica, no estás hablándole a una máquina puesto que ella no siente-ve ni escucha, las estás usando a ella para dialogar con una persona real (independientemente de quién o cómo sea esa persona), por tanto, quien está detrás puede sentirse alegre o herida dependiendo de lo que tú le digas, y todo esto suena tan conocido, pero incluso mucha gente lo ignora aún o no les importa.

La gente muchas veces habla como grandes conocedores y sabios, creen saberlo todo cuando en realidad no saben nada. Te dicen: “¡Esto es lo correcto y esto es incorrecto!”. Pero, ¿alguna vez se han detenido a decirte por qué es así? La gente valora en términos de incorrecto y correcto aquello con lo cual ellos están o no de acuerdo. Yo me enamoré por Internet y muchos me dirán y pensarán: “¡Qué tonta! Eso está mal, eso no se puede”, pero en realidad me dicen que está mal porque ellos no están de acuerdo con eso, es su punto de vista nacido de su subjetividad. Pero ellos no están dentro de mí, por tanto, no pueden sentir lo que yo sí.

Yo no soy esa computadora cuya memoria de acceso aleatorio queda vacía al apagarse. Mis sentimientos no tienen un interruptor que tú puedes encender o apagar, tomando también en cuenta que los verdaderos sentimientos casi nunca son modificados ni los recuerdos olvidados.

Quien puede controlar sus sentimientos y usarlos como las piezas de ajedrez en realidad no ama. El corazón no piensa y, por tanto, no hay lógica; es la llamada locura del amor. Me criticarían porque amé a alguien lejano, pero qué triste es saber que amamos a nuestro mejor amigo o amiga y nos sentamos a su lado cada tarde sin poder decírselo nunca. ¿Cuál es la diferencia entonces entre esa situación y la mía? Yo sólo veo una: a mí las distancias me alejan, pero a ellos los aleja la cercanía.

Siempre se conserva consigo aquello que ha tenido más importancia en cada etapa de nuestra vida. Yo amé a este hombre, y aún lo amo aunque hoy yo esté segura de que no me corresponda, pero lo que siento es tan maravilloso que esa verdad ya no me importa. Lo amo sin esperar nada a cambio, lo amo aunque tenga muchas lunas sin saber nada de él. Lo amo por lo que fue cuando estuvo, y por lo que es aunque no esté. Quizás me digas que el tiempo ayudará, pero no sé de cuánto tiempo hablas porque esto no nació ayer aunque el tiempo es la única excusa que puedo tomar.

Hay distintas clases de personas conocidas: aquellos que llamamos los mejores amigos, los amigos que vemos de vez en cuando, los amigos que en algún punto del tiempo dejamos de contactar, aquellos de los cuales olvidamos los nombres, aquellos que no vemos desde la primaria. Cada uno de ellos ocasiona un impacto en nosotros. A veces hay ocasiones en que dejamos de contactar a gente que nos ha parecido valiosa, pero sabemos que cumplieron la función de marcarnos o enseñarnos algo, y nos queda eso de ellas: un recuerdo y una enseñanza.

Gracias por visitar mi diario. Si quieren dejar algún comentario será bienvenido. Cuídense.

Que Dios les bendiga y les conceda muchas protecciones siempre. Que Dios les dé el doble de lo que me deseen a mí.

Pásenla bien.




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¡Hasta luego, Gabriela!




Waldylei Yépez



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010.Latidos electrónicos.Colección Mi respuesta.Waldylei Yépez.docx
12/08/06 09:02 p.m.
24/11/06 08:35 p.m.

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jueves, 23 de noviembre de 2006

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Mi respuesta

Levántate Juan era la melodía que nos despertaba cuando éramos niños. Con cada gallito nuestra labor era ir a la escuela para aprender, mientras tú dormías cansado.

Desde temprano estaba sobre la mesa el desayuno con el café que tanto nos gustaba. A la hora del recreo, allá en la escuela, me ilusionaba con que me llevaran la merienda como al resto de los niños, pero mamá debía trabajar también así que nunca estuvo de ese otro lado de la cerca.

Del trabajo de costura muchas veces comimos, y tantas otras veces extrañé que tú estuvieras en la mesa, en la comida en familia que siempre fue incompleta. Entendía tus razones pues están en mis zapatos, en mi bolso y en mi cena; están en la bicicleta que me armaste, y en la nueva blusa y camisa que nos compraste.

Critiqué tus manías, tus defectos y tus faltas. Critiqué tantas cosas y con mi rebeldía te desafiaba. Peleé porque tenías autoridad para castigarme, pero no tiempo para abrazarme. Igual admiraba tu firmeza y de ti aprendí a tener coraje.

En los cumpleaños siempre faltaste. No me enseñaste a pasar la avenida, no me levantaste cuando caí con patines; me regañaste por cosas tan tontas, pero te alegraste con todas mis notas.

¿Cuál es tu razón de luchar? Fue la pregunta que me hizo la vida, y hoy entre estas letras plasmo mi respuesta…

Aunque el trabajo y el tiempo te alejaron, lo que me impidió verte, aprendí a conocerte y hoy soy lo que soy gracias a ti. Reconocí tus virtudes que resaltaban entre tantos fallos. Viví tu presencia plasmada en tus instantes. Vivimos un tiempo que, aunque corto, quedará eternizado mirando nuestras fotos. De ti adquirí tu templanza, tu valor y tu espíritu jovial. De ti aprendí a levantarme, a empezar y a continuar.

Por ti aprendí a escribir, por ti aprendí andar, por ti tengo la vida y pensando en ti a los problemas le encuentro una salida.

La meta de mi viaje es por ti, junto a ti.

Qué no haría yo para retribuirte todo lo que nos diste,
cada sacrificio, lágrima y cada esfuerzo.

Qué no haría yo para darte el tiempo que pasó y que nos alejó,
pero que al mismo tiempo nos unió.



Waldylei Yépez



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sábado, 14 de octubre de 2006

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Última charla II

Se cerró la puerta a sus espaldas. Había salido del despacho con bastante prisa, pero ahora el mundo se le había detenido y no marchaba su reloj.

«¡Entra! ¡Entra y dile que lo amas! ¡Evita que él firme! ¡Evítalo!», le decía una voz dentro de su cabeza. «Yo lo amo con todo mi corazón, pero no es justo que comience a mendigarle amor. Él ya no me ama pues si lo hiciera no firmaría, o, por lo menos, me hablaría acerca de nosotros, pero no lo hace. Fui una estúpida pensando que esa noche romántica serviría para algo, aunque sí sirvió… para dar una idea de lo loca que puedo estar. Cumplí mi palabra, ahora es libre».

Amanda siguió su camino hasta las escaleras y comenzó a descenderlas. Se obligaba a dar cada paso; persuadía a su mente para que pensara que irse era lo mejor, pero su corazón no le escuchaba. Al salir miró la calle y los autos se movían lentamente, muchas cosas ya no tenían mucho sentido.

Al frente de aquel edificio estaba un parque, caminó hasta él y buscó un banquito donde sentarse del otro lado del lago. Se sentó y esperó. Su mirada permanecía baja, miraba la grama y miraba sus manos; los sonidos los percibía como lejanos, muy lejanos; el viento movía sus cabellos debajo de aquella sombra del árbol, y las hojas también eran mecidas.

Pasaron minutos, pero parecían horas.

–¡Así que aquí estás!–, se escuchó una voz masculina. –Te estaba buscando, sentí que estarías cerca y a lo lejos te vi. ¿Puedo sentarme?

Ella asintió. Él se sentó mirando al horizonte. Amanda permaneció en silencio.

Transcurrieron algunos minutos. A lo lejos se veía jugar a los niños, un señor vendía helados y algunos estudiantes repasaban sus apuntes.

–¿Por qué? ¿Por qué la cena? Es todo lo que quiero saber.

–¿Qué caso tiene ahora, Carlos? Ya eso no tiene ninguna importancia.

–Pues aún así, quiero saberlo–, le dijo mirándola a los ojos.

–Está bien. Ya nada nos ata y puedo expresarme, aunque no importe ni un comino lo que diga o deje de decir. Cuando sentí que te había perdido busque mil y una cosa que pudiera hacer para que me perdonaras, pero todo lo que encontré fue una profunda: nada. Lo único que tenía a mi alcance, y que valía más, era mi amor. Quería tener una oportunidad de demostrarte lo que aún sentía, pero me rechazabas y me despreciabas por haber estado con otro hombre. Fue muy difícil para mí mirar tus ojos en aquellos momentos–, y volteó su mirada hacia el lago para evitar los ojos de Carlos. –Eres un hombre orgulloso, cualquier cosa que hiciera jamás tocaría tu corazón y así pasó ¿no? Todo aquel teatro quedó como una locura, pero disponía del único ambiente que pudo haberme ayudado: el inicio, sin ser nada no pudo haber existido traición alguna y ése era el pensamiento que quería alejar: traición. Me amabas, pero por un momento lo olvidé. Me odiaste y eso marcó el resto de mi existencia. Es gracioso, por un instante creí que habías cedido, pero no fue así. Por un instante creí que tu amor podría perdonarme, como yo lo hice otras veces, y que no ibas a dejarme sola como yo nunca lo hice.

–Yo nunca tuve nada con mi secretaria–, le confiesa. –Pero sí se lo propuse alguna vez, y me rechazó.

Amanda sintió rabia y celos, pero se contuvo.

–Yo también me equivoqué, pero lo que tú hiciste jamás podría perdonarlo. Es más normal que un hombre traicione, pero su mujer no. El pensar que ese hombre te había tocado como yo lo hice me puso muy mal; el pensar que había estado dentro de ti era devastador... ¡Eras mi esposa! ¡Mi mujer!

–Es sólo machismo, tú no entiendes.

–¿Qué se supone que debo entender?

–Tú no estabas para mí, tú estabas en tu trabajo, en tus deberes, tus asuntos y tu vida. Llegabas y querías un masaje, pero nunca me preguntaste si yo necesitaba uno. Si yo quería una pequeña muestra de afecto simplemente estabas muy cansado para regalarme una caricia. ¿Desde cuándo no íbamos a un parque a caminar? ¿Desde cuándo no visitábamos un cine? ¿Cuándo fue la última vez que me compraste una rosa? ¿Cuándo fue la última vez que realmente me hiciste el amor con amor? ¿Cuándo tu trabajo se encargó de hacerte olvidar cómo tocarme? ¿Cuándo tus besos pasaron a ser obligación? ¿Crees que no me fijaba cómo mirabas a otras chicas? ¿Me creías tan idiota y ciega? Durante mucho no dije ni hice nada, total yo era la señora y la señora no se rebaja a dar espectáculos de celos; la señora es la de la casa, la fiel, la que “entiende” que el marido debe trabajar hasta tarde todos los días del mundo. La duda de la secretaria sólo fue la gota que derramó el vaso. No creas que eras al único que miraban; tuve propuestas así como tú propusiste a esa secretaria, pero no las acepté. La primera sí me escandalizó tengo que admitirlo, bueno es que no esperaba que tu mejor amigo me propusiera tal cosa.

–¿Cómo?–, Carlos la mira sorprendido. –¿Por qué estás diciendo eso?

–Sólo estoy diciendo la verdad. No tengo por qué mentir. Como esposa me callé mucho, pero como ya eso es tiempo pasado se acabó; quieres la verdad entonces tendrás la verdad.

–Si tanto te obstinaba que yo no te prestara atención, si eras y eres tan libre de hacer lo que piensas y actuar como más te beneficie, ¿por qué entonces no me dejaste?

–Por la misma razón por la cual te casaste conmigo, a pesar de saber que yo no le caía bien a tu familia.

–Son dos situaciones muy distintas, yo me casé porque te amaba y ellos no tenían derecho de decirme qué debía hacer o sentir.

–Yo aguanté todo porque te amaba y me repetía: él también lo hace.

–¿Lo hiciste por despecho?

–Sí–, y volvió su vista a los chicos que jugaban con una pelota. –No fue tan diferente de tus aventuras: salías con alguien y ya. Pero lo que más te molesta y le molestaría al mundo es que fue una mujer la que fue infiel. Eso me vuelve una cualquiera ¿no?

Transcurrieron unos instantes hasta que ella terminó diciendo.

–Ya debo irme, debo buscar mi equipaje y llegar temprano a la estación de autobuses–, se levantó y tomó su cartera.

Carlos no dijo nada. Ella empezó a caminar, pero luego de un par de pasos él la llamó:

–¡Amanda!

Ella se volteó.

–¿Aún me amas?–, y se levantó de su asiento.

Ella lo miró a los ojos, él parecía ansioso por saber la respuesta aunque levemente se le notaba. Se tomó el tiempo para responder, acomodó su cartera en el brazo.

–No–, sólo eso dijo, se volteó y se fue al cuarto que había alquilado.

–¡Yo tampoco!–, dijo él subiendo el tono de voz para que ella pudiera escucharlo a pesar de los pasos que ya los separaban.

Amanda llegó a una residencia sencilla. Fue al cuarto donde estaban todas sus cosas, no podría llevárselas de una vez así que tomó las maletas con el contenido más indispensable y acomodó bien todo lo demás. No sabía si enviaría a alguien después o si dejaría todo eso para que el dueño lo vendiera cuando viniera a desalojarla a fin de mes.

Sobre la cama colocó la blusa y los pantalones que se pondría luego de tomar una ducha. Después se sentó en silencio mientras miraba las cajas en un rincón que contenían fotos, libros y otras cosas. Miró su reloj y vio que se hacía tarde, se metió rápidamente al baño y luego se arregló. Antes de maquillarse tomó unos minutos para desahogarse llorando un poco, mientras mantenía sus manos tapando sus ojos. Se calmó y terminó de ordenar todo. Agarró sus maletas y miró una última vez aquel cuarto que le había servido de refugio algunos días, aquellas cuatro paredes la habían visto llorar en horas la misma cantidad de lluvia que cae del cielo en un día.

Abrió la puerta mientras mantenía su mirada baja y enfrente de ella estaba él, subió su mirada bastante sorprendida.

–¿Qué haces aquí?

–Te seguí. No te vayas.

Ella se extrañó por ese último comentario, y él notó la expresión en su rostro.

–Es que...–, él titubea un poco. –La persona que lleva el caso dijo que aún había algo que se debía arreglar, y que nos necesitaba cerca para convocarnos.

–Mira se está haciendo tarde y pronto oscurecerá, yo debo irme porque mi autobús va partir y no pienso perderlo–, le dijo con un poco de rudeza. –Si ella me necesita para lo que quiera yo después le diré mi nueva ubicación. Si es por la partición de bienes, ya tienes el poder firmado y no entiendo por qué tanto pero. Así que, yo me voy y hablamos cuando tenga tiempo, ¿bien? Adiós.

Se alejó rápidamente, tomó un taxi y se fue a la estación.

La tenía inquieta ese comentario pues significaba tener que verlo de nuevo. Para ir a la estación debía pasar por el frente del parque, y, por ende, por aquel edificio así que le pidió al taxista parar unos minutos mientras ella se aseguraba de lo que Carlos le había dicho. En ese momento venía de salida la encargada de su caso, la detuvo unos instantes disculpándose por la molestia que pudiera causar.

–Usted me había dicho que con las firmas quedaba todo listo.

–Pues sí, con su firma y la de su esposo quedarán separados. ¿Sabe? Me alegra lo que han decidido, creo que es una oportunidad que deberían aprovechar. Hoy iba tener un record de cinco divorcios, pero no llegué al número y eso me alegra.
Amanda se extraña y no entiende lo que le ha querido decir. Su acompañante se da cuenta de que ella no ha entendido nada.

–¿Ya usted habló con su esposo?

–¿Mi esposo?–, le dice más confundida que nunca.

–Pues sí. Mientras él no firme seguirá siendo su esposo.

Amanda se quedó paralizada, su corazón empezó a latir muy rápido y sentía que se le iba salir. Quería contestar algo, pero sólo titubeaba, hasta que por fin dijo:

–Debo irme... gracias por todo.

Ya estaba oscuro. La noche había llegado con una noticia que ella quería escuchar horas antes, pero ahora ya no sabía qué hacer. Se subió al taxi y el chofer le preguntó que si aún quería ir a la estación de autobuses, ella lo miró como pensando y le dijo:

–Sí, por favor, lléveme lo más rápido que pueda sino perderé mi autobús.

El autobús salió a la hora programada.

Carlos llegó bastante fatigado a casa, había sido un día muy complicado. Tomó un baño y se preparó unos emparedados. Se fue hasta la sala y encendió el televisor, estaban pasando noticias en un canal y en los otros una programación aburrida; pensó en ver una película, pero no tenía ánimos; ni siquiera quería ver un partido de fútbol. Llovía a cántaros. Apagó la TV y el teléfono móvil. Dejó lo que quedaba de su emparedado en la mesa, tampoco acabó su jugo. Se acostó en el sofá con el brazo en su frente mientras pensaba. Se levantó súbitamente y tomó algo que estaba sobre la mesita, después se volvió acostar en la misma posición mientras sonaban algunos truenos.

Fue entonces cuando escuchó unos ruidos en el jardín del frente. Se levantó a investigar y miró por la ventana, luego fue hasta la puerta y salió al porche mientras veía el espacio donde estaban los pequeños arbustos. Allí estaba ella en medio de la lluvia. Se volteó hacia él y él comenzó a caminar al sitio. Las gotas no tardaron mucho en empapar su ropa.

–¿No te dijo tu mamá que mojarse de esa manera podría causarte un resfriado?–, le sonreía.

Ella lo miraba mientras sonreía también.

Pausadamente fue extendiendo su mano hacia el rostro de él, y lo recorrió con la yema de sus dedos desde la altura de los ojos hasta los labios.

–He dicho tantas cosas, pero no he dicho lo más importante y lo más difícil–, Amanda le decía mirando sus ojos. –Me equivoqué, nos equivocamos. Y sé que quizás no merezca tu perdón, pero quiero decirte que yo sí te perdono–, sus lágrimas se mezclan con las gotas de lluvia. –El orgullo nunca me dio la felicidad, esos momentos me los dio el amor. Yo te amo, pero aceptaré lo que tú decidas. Me quedaré o me iré si tú me lo pides. Perdóname.

Luego ella se acerca a él y lo abraza colocando su cabeza sobre su hombro. Se queda muy quieta mientras siente el calor de su pecho. Ésa, quizás, sería la última vez que lo abrazaría así que tardó unos instantes antes de soltarlo.

Lo volvió a mirar y suspiro ya resignada, el silencio le daba a entender cuál había sido su decisión. Pensó en regresar a la habitación alquilada y, por la mañana, se iría en el primer autobús. Se alejó un par de pasos y le dio la espalda. Antes de comenzar su marcha, se quedó mirando una rosa que estaba en el piso: la lluvia era despiadada con ella, pero era fuerte y no se dejaba quitar sus pétalos tan fácilmente; se mantenía luchando a pesar de las circunstancias. Amanda pensaba que ella debía hacer lo mismo, sonrió y miró al frente donde la esperaba un nuevo rumbo, una nueva lucha... una nueva vida. Con toda la firmeza y decisión que podía tener en ese momento se preparaba para dar ese primer paso, pero antes de que pudiera despegar el pie del piso se escuchó la voz masculina que le decía:

–Yo también te amo... y te perdono.

Un relámpago violento se llevó todas sus ideas y pensamientos, la dejó en blanco. La lluvia seguía rodando por su rostro y cuerpo. Se volteó y él seguía mirándola con una sonrisa. Él extendió su mano con el puño cerrado, ella se acercó un paso hacia él, abrió el puño y allí estaban: sus anillos.

–Hasta que la muerte nos separe, ¿cierto?

–Sí, hasta que la muerte nos separe.

Cada uno puso el anillo al otro, luego se abrazaron y se besaron.

Amanda le dijo que era mejor entrar a la casa, sino por la mañana los dos estarían muy resfriados. Prepararon chocolate y ella terminó vistiendo una camisa de él.

–Tengo que decir amor que te queda muy sexy mi camisa. Deberías ponértelas más a menudo.

–La verdad son cómodas así que lo pensaré.

–Te amo.

–Y yo a ti.

–¡El que llegué de último al cuarto, limpia la casa!

–¡No! ¡Eso es trampa! ¡Ven acá!



Waldylei Yépez



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