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El Portal de Nochelín. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc
Aquella era una casa sumamente descuidada. Las fachadas no se retocaban desde hacía años atrás, al frente los árboles regaban sus hojas que se unían a las hierbas. Cualquiera diría que era la casa de un mísero, y lo era en cierta forma.
En la entrada, justo por encima de la puerta, un grabado en hierro profesaba el nombre de aquel sitio. Esta decía textualmente: “El Portal de Nochelín”. Precisamente, era ésa la casa del famoso pintor Pablo Nochelín.
Cualquiera podría decir que aquel era un hombre agraciado, o lo había sido. Pasó a la historia como el artista más famoso de su ciudad, además de ser el más joven; pintó gran cantidad de cuadros que le dieron el dinero que poseía pero del cual no hacía ostentación. Por el contrario, sus fachas sólo eran harapos. Muchos dijeron que aquel estaba loco de remate, adicionalmente se había dejado crecer la barba. Era el típico hombre que se había marginado de la sociedad, más esto no había sido así siempre.
El artista era asistido por alguna servidumbre, además era su única compañía en el día, por las noches lo acompañaban sus cuadros y sus pinceles.
Un día la señora Florinda, que era quien hacía todo en la casa, decidió dejar de trabajar producto de su edad, pero le fue muy difícil conseguir una suplente. Trajo algunas chicas pero todas decidían no quedarse al ver el carácter del dueño de la casa. Nochelín no era un hombre fácil de tratar, era un amargado. La señora Florinda había aprendido que mientras menos se le molestara y hablara, era mejor. Ella siguió su búsqueda hasta que llegó a la floristería que Juan Alberto y le planteó su caso, y éste le dijo que conocía a alguien muy buena que podría ayudarla, resultaba ser la hermana de su yerno. Unos días luego, la chica visitó a Florinda en la casa Nochelín y se reunieron en la cocina mientras Pablo, como siempre, yacía encerrado en su estudio.
- Bueno mija, ésas son todas las cosas que tienes que hacer: lavar, limpiar, hacer la comida y llevar cafecito al señor las horas que ya te dije. Por el frente de la casa, no te preocupes, a él poco le importa si se ve bien o mal. ¡Ah! Él es muy estricto con sus cosas, limítate hacer tu trabajo y pasarle lo que él te diga cuando estés en el estudio, mientras menos lo trates mejor, te lo digo porque no es fácil lidiar con él…-. Decía Florinda mientras escribía en una hoja todos los quehaceres del día.
En ése momento, Pablo entró a la cocina en busca de café. Florinda se apresuró a servirle mientras la nueva chica se quedó familiarizándose con la cocina y la ubicación de ollas, vasos, cubiertos y la despensa.
- Señor Pablo, ella es la nueva chica que entrará trabajar mañana con usted -. Le dijo Florinda mientras le pasaba la tacita de café y señalaba a la chica.
- Buenas tardes -. Contestaba ella mientras hacía un gesto de cortesía.
Nochelín la miró algunos instantes y correspondió su gesto. Tomó un sorbo de café y se retiró de nuevo.
- Veo que es un hombre de pocas palabras -. Comentó la chica a Florinda.
- Bela, por eso te digo que sólo te limites hacer lo que corresponde -.
- ¿Por qué es así? -.
- Es una historia muy larga -.
- Casi parece que tuviera ochenta años -. Dijo un poco en tono de burla, a lo cual Florinda la reprendió. Ella apenada por la situación se disculpó.
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