040. Ángel. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc
Aquellos días que parecen más comunes, son los días que terminan siendo lo contrario. El sonido del viento meciendo unas hojas es único, y al mismo tiempo común. El canto de un pajarillo posado en un árbol es algo que puede catalogarse como “ordinario”, pero no siempre lo que parece ordinario es tal. Incluso lo más simple tiene profundidad, y lo más profundo puede ser tocado por la luz.
Por y para ti, apreciado Josep...
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Aquella calle es una de las más tranquilas de la zona. En una esquina yace el abasto de Don Pepe, allí puedes encontrar todo lo necesario para llenar tu despensa. A Pepe lo caracteriza su sentido del humor y su risa contagiosa. A sus clientes les encanta conversar con él, más que todo cuando se encuentra debajo del árbol que está casi frente a la entrada de su establecimiento. Él dice que no hay mejor sitio para conversar pues llega viento fresco a todas horas.
Un día como cualquier otro, se posó una pequeña ave en las ramas de aquel árbol. Cantaba sin cesar y Don Pepe se quedaba escuchando aquel concierto. Más de uno de los clientes hizo lo mismo, les parecía bonito su canto. Y así pasaron varios días hasta que de repente volvió el silencio, sin embargo el ave seguía ahí en la rama, se movía de cuando en cuando más no cantaba y su cabecita yacía sutilmente inclinada, como si estuviera viendo alguna cosa hacia uno de los lados.
En un momento dado Pepe se quedó absorto en aquella escena, hasta que Ángel, uno de sus clientes, lo hizo despertar al saludarlo. Conversaron un poco y luego el viejo le comentó lo que sucedía con el ave.
- Me gustaría colocarle algo de comida, tal vez se trate de debilidad, no lo sé. Me gusta como canta ese pajarillo, y por alguna razón siento que le pasa algo -. Le dijo.
Ciertamente el viejo Pepe no podría alcanzar aquella rama por sí mismo, y temía enviar a algún chico por miedo que se lastimara al tratar de subir. No pasó mucho para cuando Pepe y Ángel se despidieron, cerraría temprano el abasto pues tenía un compromiso familiar y así ambos se alejaron.
Por alguna razón, Ángel se quedó pensando en aquella avecilla. Él era un joven con bastante destreza, estaba casi seguro que él sí podría subir hasta aquella rama pero había un problema, ya Don Pepe se había ido y no abriría el abasto en todo el fin de semana, así que no tenía sentido volver al lugar donde estaba el ave. Decidió concentrarse entonces en su trabajo, tenía varios encargos que realizar, era un Ilustrador muy hábil aunque lo que de verdad quería era convertirse en Pintor. Durante un rato estuvo entretenido en lo que hacía, pero volvió a recordar al ave y tomó su abrigo rumbo a la calle del abasto. Se hacía tarde y un viento frío acechaba.
« ¿Pero qué estoy haciendo? Debería regresar a casa... No, siento el impulso de ir hasta allá y es lo que haré... ». Pensó.