sábado, 13 de marzo de 2010

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Camino de espinas

008. Camino de espinas. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Dedicado a Joanna.

Un día estaba en la parada, esperando el transporte para irme a casa, y recuerdo que ese día había tanta gente que tomé la decisión de sentarme en un banco, del Centro Comercial que está al frente, para esperar que gran parte de esas personas se fueran y yo poder tomar mi transporte tranquilamente después, eso me evitaría los empujones de la gente impaciente que quiere montarse en el primer transporte que llegue. Seguro todos hemos vivido un capitulo como ese, pero bueno eso forma parte de las cosas de la vida ¿no? Y ahí estaba yo en el banco, a la sombra y recibiendo una brisa fresca sobre el rostro. Es entonces cuando se sienta a mi lado una chica que llevaba una carpeta, pero más que llevarla en una mano la tenía contra el pecho. Me dije que debían ser documentos importantes. Total no le presté mayor atención y seguí agradeciendo la brisa que llegaba de cuando en cuando.
En un momento dado, viré mis ojos a la dirección donde estaba la chica y me fijé que tenía la mirada ida, miraba sin mirar y además tenía los ojos enjugados. Me preocupé un poco, me dije: « pobre, debe estar pasando un problema ». No hice más, bueno ¿Qué más podría haber hecho? Pero entonces fue ella quien viró su mirada y se encontró con la mía, me dio cosa y me voltee porque no quería que pensara que intentaba entrometerme.

- ¿Alguna vez has sentido que nadie te comprende?-. Dijo.

Me hice la loca, como que la cosa no era conmigo pero sentía que unos ojos me observaban. Me voltee nuevamente.

- ¿Me preguntas a mí? -. Ella asintió.
- Bueno, hay veces en la vida que uno se siente solo rodeado de gente. Pero, creo que sí me he sentido alguna vez de esa manera. ¿Por qué? -.
- He vivido años sintiéndome así -.

Me pregunté si era conveniente seguir esa conversación.
« Hay veces en la vida que necesitamos de un extraño para desahogarnos ». Pensé.
Hice ademán de comentar algo, pero ella comenzó a hablarme. Escuché con atención y a veces realicé algún comentario. Al transcurrir el tiempo entendí lo que ella decía, no todos la comprenderían aunque algunos igual la apoyaran.
Fue entonces cuando decidí escribir su historia, en un intento de que se comprendiera y se viera lo que yo pude ver a través de sus ojos. Hoy, como si fuera mi historia, intentaré llevarte a través de ella, porque sólo así podrás tener una idea de lo que es caminar sobre un camino de espinas, usando las botas de quien sufre y viendo la perspectiva a través de mis ojos. Así comienza, mi:

Camino de espinas

…Ser buenos para algo es la respuesta que muchos buscamos, me incluyo porque vivo esa realidad desde hace mucho. Hoy hablo sola con mi silencio pues tengo el presentimiento de que es el único que logra entenderme o tal vez no lo hace, tan sólo me mira y calla conmigo. Sé que no tiene palabras para mí, lo sé desde hace mucho, quizás lo sé desde siempre pero aún así guardé la esperanza hasta el final creyendo que él sería el único que entendería mi mal.
¿Por dónde comenzar mi historia? ¿Quizás desde el principio? Tal vez sea mejor desde comienzo. Mi nombre es Mariana, aunque mi abuelito me llamaba María Cleopatra porque le encantaba verme enfadada, él sabía que me molestaba esos cambios de nombre. A todo esto, él me acompañó en una parte de mi infancia y luego su voz se perdió en el silencio… Bueno, siguiendo con el cuento…
Crecí siendo una alumna muy aplicada, intentaba seguirle los pasos a mi hermana como me pedía mi papá. Recuerdo lo orgullosa que estaba mi mamá en las graduaciones, la enorme sonrisa al verme recibir mi diploma de bachillerato y además un botón de honor al mérito. Gané un par de becas también. Estaba muy lejos de ser la oveja negra de la familia y eso me enorgullecía, quería que mis padres tuvieran la alegría y se sintieran orgullosos de su hija. Recuerdo que mis notas eran una de las más altas de la clase, y a veces ¡la más alta! Imaginarán la sonrisa que tenía de ver que las cosas me salían bien. En ese tiempo alcance casi todo de lo que me propuse, me esforcé bastante y otras veces me obligaron mis compañeros a esforzarme jaja. Llegué a estar muy metida en las bibliotecas incluso.
Al salir de bachillerato, quedé en una Universidad Pública de renombre. ¡Cuánta alegría! Sería toda una profesional, me parecería mucho más a mi hermana que era mi gran modelo, así comencé mis clases y los primeros parciales. Obtuve varias notas buenas, otras bastante regulares y muchas más pésimas en números. Como era la Universidad, donde para todo eres grande y te representas a ti mismo, mis padres no volvieron a saber de boletines y yo no volví a comentar cómo me iba en los parciales.
Recuerdo una vez que me senté en la mesa a estudiar, la idea era leer y practicar un poco. Mi padre se acercó a donde estaba, miro la mesa y mis anotaciones a través de sus anteojos mientras llevaba en la mano una taza de café. Suspiró y me dio una palmada en la espalda, me dijo:

- Veo que tienes mucho por hacer -. Y dejó la taza de café a mi lado.

Volví a mirar aquel libro lleno de garabatos. Tomé un sorbo y otro más al rato, pero en todo ese tiempo no entendí nada de teorías, sólidos o planos. Me quedaba viendo las figuras, esos dibujitos que no tenía idea cómo sacarlos. Y así muchas veces, me quedaba medio dormida encima de las hojas, donde a lo más anotaba ecuaciones que jamás pude aprenderme y un par de ejercicios de miles que me salían mal.
Muchas veces, cuando sabía que los demás dormían, me ponía a llorar porque no entendía para qué servía toda esa teoría, todo ese libro que no era más que una gran telaraña de ideas. A veces me quedaba mirando sin mirar algunas líneas, y cuando se aparecía algún miembro de la familia me acomodaba en el asiento y fingía leer, tomaba mi lápiz entre mis dedos y esperaba con tanto anhelo que se fueran de ahí. Fingía estudiar en ciertas materias, y podrían pensar que yo era una floja que no quería hacer nada, pero no era eso lo que pretendía porque había cosas que me salían bien, que podía hacerlas pero otras comenzaron a ser un calvario.
Después de muchos intentos fallidos, de buscar asesorías y jamás haber obtenido algo de ello, comencé a desear no estar más allí, en esa carrera, en ese salón de clases. Quería desaparecer. Entre horas de clases me quedaba a solas, sentada en un banco cualquiera con hojas de papel enfrente y un lápiz de grafito, indecisa en si abrir aquel libro o dejarlo para después, entonces comencé a deslizar mi lápiz sobre el papel como pintándolo y así se pasaban los segundos; a veces me daba por mirar los animalillos que corría en el suelo y se detenían un rato, me parecía que podía dibujarlos y eso hacía. Al terminar, y como si le hubiese dicho al animal que ya dejara de posar, salía corriendo y se perdía en el matorral.

- Al menos algo que me salga bien… o casi bien -. Decía mirando el dibujo hecho.

Un día sucedió que escuché una voz masculina.

- ¡Mariana! -. Di un brinco al escuchar aquel grito. - Nosotros vamos a estudiar, ¿Quieres acompañarnos? -. Me decía el compañero de clases.

Comencé a temblar.
« ¿Estudiar? Pero si yo no sé nada… Ellos de seguro han practicado mucho, yo ni siquiera entiendo ni sé escribir esos “garabatos” ». Pensaba.
Me sentí colapsar.

- ¿Entonces? ¿Vienes? -.
- No puedo… -. Salieron de repente mis palabras casi tartamudeando. Él asintió con una sonrisa y se fue.

« ¡Soy una IMBECIL! ¿Cómo diablos voy aprender esos garabatos de los mil demonios si no estudio en grupo? ¿Cómo pretendo salir bien? Pero, ¿Con qué cara llego yo a estudiar cuando se supone que “las cosas que ya sé” no las sé de verdad? ¡BRUTA, BRUTA! ». Me regañaba a mí misma.

De lo mal que me sentía, tomé mis cosas y caminé a casa a pesar de que era lejos, pero quería caminar para ver si se me pasaba lo que me hacía mal. Al llegar me lancé en mi cama a llorar.

« Estúpida, soy una estúpida… No sé nada, no entiendo nada y tampoco quiero entender, quiero llorar y llorar mucho ». Decía entre sollozos.

Escenas parecidas se repitieron hasta el cansancio, terminaba en lágrimas como si las lágrimas pudieran resolver algo… Quizás no resolvían la situación, pero al menos calmaban la ventisca que se había instaurado en el día a día.
Aguanté bastante tiempo hasta que un día comencé a comentar que quería cambiarme de carrera. Nadie dijo nada y ni siquiera me miraron. Investigué entonces sobre las carreras que ofertaban las otras Universidades, no tardé mucho para estar nuevamente en lágrimas: nada de eso me gustaba. Con todo el pesar que puedas sentir, tomé aquel feo libro que me hacía la vida imposible y lo puse frente a mí, más ganas de llorar sentía y con esa resignación que pesa en el alma lo abrí para intentar leer, lo que ya muchas veces había leído sin entender.
Un par de veces más en el futuro volvería a buscar una carrera entre tantas opciones, para terminar tan decepcionada como la primera vez. Para terminar acudiendo al mismo libro del cual me intentaba deshacer.

Viví rodeada de muchos comentarios, tanto buenos como malos. En tantos años me formé la “fama” de ser una persona capaz y perseverante, pero aunque la gente lo repitiera hasta el cansancio yo dejé de creerlo. Eso de capaz y perseverante no lo encontraba dentro de mí pero quizás un día lo había sido, cuando fui una buena estudiante que comprendía las cosas y podía presentar con éxito un examen, pero eso había quedado tan lejos en el pasado. Comencé acumular derrotas y me etiqueté como una derrotada. Me dije: no puedo, y me lo creí.
- Pero, ¿Por qué no puedo? ¿Ah? Antes fui una buena alumna, obtuve altas notas y era parte del orgullo de mi familia pero ahora me siento como si fuera la más fracasada. ¡Ay! Pero, ¡No! Y ¡No! Ya basta de decirse que no puedo hacer las cosas, porque yo creo no ser tan bruta. Tengo que dejar de decirme que no puedo, debo borrar de mi mente esas palabras. Voy a comenzar de nuevo, ¡voy hacerlo! -. Decía al intentar buscar palabras de aliento.

Muchas veces “intente comenzar de nuevo”, y sí, con nuevos bríos y obligándome al máximo lograba “hacer algo por mi carrera” pero no pasaba mucho tiempo más cuando el desánimo, la desilusión y las ganas de salir corriendo volvían.
Estar en un salón de clases era un “territorio tan hostil”, que apenas aguantaba y a veces no podía. Me salía de algunas clases casi al empezar.

« ¿Para qué estar aquí? ¿Por qué sigo viniendo? ». Me preguntaba y como si hablara conmigo misma, respondía esas preguntas. « Porque no tienes otra opción…».

Con el tiempo vi gente irse de la carrera, creo que esas cosas son más comunes de lo que uno cree. Algunos optaron por trabajar y otros se cambiaron a otra Universidad. Me daban tantas ganas de ser más como ellos, tomar la decisión de irme a otra cosa pero jamás pude, estaba maniatada a algo que no quería y no sabía cómo desatarme. Quería tomar un nuevo camino pero ese camino sencillamente no existía.

- Tener una carrera universitaria es una de las cosas más difíciles de la vida, ya sea porque postulas a una cosa y no te admiten o porque no tienes plata para pagarla. Todo el mundo dice que no es fácil entrar a una Universidad, tener un cupo, pero yo tengo uno en un sitio que no quiero. Cada vez me digo que debería estar agradecida y valorar lo que tengo, que de paso me lo gané con esfuerzo porque a mí nadie me regaló nada, sin embargo, eso que debo valorar es lo que más me hace daño en la vida. No quiero ir a clases, apenas entro me digo: “No entiendo”. De verdad, no me hace bien esta situación -. Le contaba a alguien de confianza.
- Tal vez el fondo de tu problema tiene que ver con tu vocación…-. Me respondió.

« Vocación… ». Me quedé pensando en eso un buen tiempo.

Entonces por iniciativa propia, fui hasta el Departamento de Orientación de la Universidad.

Toc, toc.

- Adelante…-. Contestó una voz femenina. Pasé al cubículo y me encontré con la secretaria.
- Buenas, quisiera pedir una cita con la orientadora para asesoría vocacional -. Me pidió mis datos y llenó una ficha que luego me pasó diciendo:
- Tenemos disponible para ese día -. Tomé la ficha y miré la fecha, tendrían que pasar ¡dos meses! antes de que pudieran atenderme, como si mi martirio no fuera suficiente ya. Resignada agradecí la atención y me retiré a esperar mis dos meses.

Llegó el día y me presenté a la hora y fecha pautada.

- Buenos días -.
- Buenos días, ¿En qué le puedo atender? -. Me respondió una señora, que resultó ser la orientadora.
- Pedí cita para una asesoría vocacional -.
- Pase por acá…-. La seguí y me llevó a una oficina. Comenzó a buscar entre gavetas hasta sacar un libro grande, busco dentro de él y encontró algunas hojas, resultó ser un formulario con preguntas.
- Este es un Test Vocacional, lee las preguntas y resuelve como dice aquí en el libro, a la final se te dará un resultado. Quédate aquí y hazlo -. Me dejó sola en la oficina.

« ¿Qué tan difícil puede ser? Igual no son preguntas de otro mundo, esto trata de las cosas que más se adaptan a mí, a mis preferencias… ». Busqué un lápiz y comencé mi Test esperanzada en que algo bueno iba salir, estaba con profesionales en el área y seguro ellos me ayudarían. ¡Por fin sabría cuál es mi camino!

Pasó un buen rato. Terminé. Miré hacia todos lados y fui en busca de la orientadora. Ella llegó y vio mi formulario, hizo cálculos y me leyó mi resultado.

- ¡Con razón te sientes tan mal aquí! Tú no eres de esta carrera… -.

Esas palabras afloraron mi sentir, pero me aguanté. Ella estaba diciendo mi realidad sin apenas yo mencionarla, yo me sentía terrible en la carrera, ¡quería salir corriendo! Pero cuando ella dijo eso, me sentí esperanzada, ¡alguien me entendía!

- Tu resultado dice eso, esta carrera no es para ti… -. Llevo sus manos al frente y me miro seria. - La solución es irte a otra carrera, yo no sé cómo es el proceso ahora pero debes ir y retírate de la Universidad, porque acá no se realiza cambios entre Facultades, vuelve a presentar los exámenes necesarios y postúlate para otra carrera…-.

Me quedé en las palabras “retírate de la Universidad, vuelve a presentar…”.

- … Eso es lo más que te puedo decir… -. Culminó.

Ya no sabía qué era lo peor, había pensado que iba encontrar ayuda y lo único que confirme es que había una razón para sentirme mal, pero solución ninguna. Agradecí la atención y me retiré. Caminé rápido y me encerré en el baño más cercano de la Universidad, se me enjugaron los ojos e intenté respirar profundamente.

« ¿Que me retire? ¡¿Que me retire?! ¿Y quién diablos me garantiza cupo en otra Universidad? ¿Por qué no me dice que se evaluará mi caso? ¿Por qué no se permite cambios de carreras dentro de la misma Universidad? ¡ES LA MISMA UNIVERSIDAD! ». Me desesperé ante lo que creí injusto pero no lloré. Salí del baño y me fui a casa tan rápido como pude… allá, sí lloré.

Las cosas no pintaban bien: estaba en una carrera que no me gustaba, viendo materias que no entendía y estudiando con libros que me dejaban frustrada, en una Universidad que no me permitía un cambio de carrera entre Facultades incluso. No tenía otra carrera a la cual postular en otra Universidad, ninguna opción me gustaba y antes de salir “de lo malo” a “lo peor” me quedaba sin hacer nada, mientras tanto sufría como una misma desgraciada.

En el día a día, muchas veces amigos preguntaban por cómo me iba, contestaba entonces omitiendo aquello relacionado con la Universidad. Cuando me preguntaban directamente por mis estudios respondía: “Mejor no hablemos de eso” o “no quiero hablar de eso”. Las personas más cercanas sabían que algo importante pasaba, más yo no hablaba de ello, prefería llevar sola mi martirio. A todo esto, debo agregar que poco hablaba de mis problemas académicos o vocacionales, lo hacía en contadas ocasiones con personas muy específicas en algún punto de la historia. Sin embargo, no me sentaba hablar largo y tendido de las cosas que me afectaban emocionalmente, de lo mal que me sentía, de las innumerables ocasiones que lloraba, ni siquiera el hecho de que apenas el mencionar el tema o palabras como “Universidad” o “carrera” activaban cierto desespero e incluso depresión. Mentalmente mi vida se había convertido en un infierno.

Mi vida continuaba, en lo que no estuviera relacionado a estudios, de una manera normal. Salía con amigos, con mis papás e incluso ayudaba a mis primos con actividades de sus clases. Recuerdo una vez que mi prima Amalia me llamó por teléfono.

Rin, rin.

- Alo -.
- Mariana, ¿Cómo estás? Es Amalia -.
- ¡Prima! ¿Qué tal? Todo bien. ¿Y eso que me llamas? -.
- Necesito tu ayuda prima, José me dijo que tú lo ayudaste alguna vez con unas láminas para una exposición. Me dijo que te habían quedado muy buenas -.
-¿Ah sí? -. Intentaba recordar.- ¡Ah! ¡Sí! Aquella vez… ya ni me acordaba…-.
- Prima, ¿Qué posibilidades hay de que me ayudes? Mira, estas láminas tienen que quedar muy bien, son para una exposición muy importante -. Me quedé pensando en la responsabilidad. – Bueno, eso si no tienes nada que hacer de tu carrera…-.

“Carrera”. La alarma se activó, mi mente comenzó a bloquear pensamientos y aunque supuestamente iba hacer una tarea, que no tenía la menor idea de cómo hacerla, preferí irme ayudar a mi prima.

- Te voy ayudar en lo que pueda ¿bien? Nos vemos en tu casa…-.
- ¡Prima te adoro! Yo sabía que podía contar contigo, nos vemos en la casa -. Colgó.

Me alisté y me fui. Llegué a su casa y estaba reunida con un grupo de trabajo, supe entonces que la cosa era importante. Me mostraron unas imágenes y me pidieron realizarlas más grandes. Yo dudé totalmente de aquello, cuando ayudé a José el dibujo que le hice no era algo tan complicado y el resto de la lámina se llenó con diversas frases y letras. Sin embargo, lo que ellos me pedían ahora era dibujar varias láminas, me habían dado incluso una imagen del tamaño de una barajita. Mi prima me miró:

- ¿Crees que puedas hacer el trabajo? Te pagaremos, así que por eso no te preocupes -.

« Yo no creo que pueda hacer esto. Pero, ¿Cómo le digo que no? ». Me sentía observada, todos estaban pendientes de lo que yo diría.

- Podría intentarlo… -. Respondí con duda. Me sonrió y me pasaron los materiales que necesitaría.

De repente me vi envuelta en una enorme responsabilidad a la cual no podía dar respuesta, dudaba y me sentía mal.

« Estas personas están confiando en mí, pero no creo poder hacer esto. Debo decírselos ¡Ay! Estas caras no me están quedando bien, ¡Dios Santo! ». Pensaba a cada rato.

Dude mucho, muchísimo pero aún así hice las láminas. Terminamos casi a media noche.

- ¡Prima! ¡Te quedaron todas espectaculares! -. Exclamaba mi prima.

« Están terribles… aunque no tanto como creía que quedarían ». Pensé.

- Bueno, no es como que lo hubiera hecho un profesional pero intenté hacerlas… -.
- Están buenas, prima. Te voy a contratar para futuras actividades -. Nos reímos.

Una de sus compañeras tenía carro y ofreció llevarme a casa. En el camino íbamos conversando

- Y a ti, ¿Cómo te va en los estudios? -. Preguntó la compañera de mi prima.

« ¡Estudios! Otra vez no, no, no… » .

- ¡Ehmm! Más o menos… -. Le respondí.
- Ella ha tenido ciertos problemas con su carrera, eso la ha atrasado un poco por diversas cosas… -.
- ¿Sí? -. Contestó totalmente extrañada. - ¿Y por qué le ha afectado tanto el asunto de los estudios? -.
- Pobrecita, es que ella es muy sensible… -.

Me sentí como toda una niña vulnerable. Mi prima decía esas cosas, pero realmente no dimensionaba cuánto me afectaba el asunto de la carrera. Si bien ella sabía de los atrasos académicos, no estaba totalmente al tanto de la situación. Bajé mi mirada y me puse cabizbaja, nuevamente la tristeza se hizo presente en mí. Mi prima siguió platicando con su amiga, pero yo me perdí viendo con nostalgia el paisaje que corría detrás del vidrio del auto. Me sentí muy mal.

Llegaba el final de ese semestre y terminé reprobando. Existían reglas dentro de la Universidad, y tenía la sospecha de que habría alguna sanción para mí. Acudí al Departamento de Control Académico y me encontré con la encargada. Le presenté mi caso y pedí su asesoría respecto a los reglamentos.

- Pasa, necesito ver tu situación académica en la computadora para poder responderte tu duda… -. Me respondió.

Pasé y ella se sentó frente a su computador. Me pidió mis datos y consultó los registros.

- A ver, tienes algunas aplazadas acá… -. Sentí vergüenza. - Pero tampoco te ha ido tan mal, acá tienes otras con buenas notas… -.
- Me gustaría saber si se puede aplicar alguna sanción de algo…-. Pregunté.
- Pues la verdad sí, me temo que no podrás inscribirte el próximo semestre… -. Sentí desespero ¡me quedaría fuera todo un semestre! - Lo siento -. Se encogió de hombros.
- ¿Y no puedo hacer nada? -.
- Reglamento es reglamento…-. Pensó un instante. - ¿Tienes algún problema con la carrera? -. Yo asentí. - ¿Qué pasa? -.
- Ya no quiero estar aquí…-.
- Y si es así, ¿Por qué no te cambias de carrera? -.
- Mis padres… -. Hizo un gesto de desaprobación.
- Entonces te piensas quedar sufriendo aquí, ¿Porque tus padres quieren que te quedes en la carrera que no te gusta? Si a ellos les importa tanto, ¿Por qué no vienen a estudiar ellos? ¡Esto es lo que TÚ harás el resto de TU vida! ¡Es TU decisión, no la de ellos! -. No dije nada, me quedé cabizbaja. Después me retiré de la oficina.

A lo largo de todo ese tiempo, amigos me apoyaron diciéndome que tenía capacidades, que ellos sabían que yo podía, que tenía habilidades. Ya no creía en esas cosas y ahora tenía en frente una suspensión. ¿Cómo le iba decir eso a mis padres?
Algunos días después decidí hablar con ellos, se molestaron mucho pero no me dijeron nada. Ellos tenían la costumbre de quedarse callados, pero cuando explotaban realmente lo hacían. Callar sólo resultaba ser una postergación.

Trabajé en cosas simples en el período que comprendía ese semestre, seguí ayudando a mi prima Amalia con láminas, sencillas y más elaboradas, que hacía tanto para ella como para sus compañeros. En algún punto, comencé a tomar eso de dibujar láminas para exposiciones como mi gran pasatiempo. En una de esas, conocí a mi amigo Gilbert que luego me llevaría a conocer a Juan David, este último era un chico que vendía pequeños cuadros en el boulevard al centro de la ciudad. El chico tenía talento para la pintura, eso era innegable; le compré un par de cuadros que pondría en mi habitación. Me parecía muy bueno lo que hacía.

- ¿Tú estudiaste para lograr hacer esto? -. Le pregunté un día.
- La verdad no, pinto desde pequeño y con los años he logrado hacer esas cosas. Sí, he leído revistas y cosas así, pero nunca estudié una carrera digamos -. Sonreía.
- Que bueno es dedicar tu vida a lo que realmente te gusta… -.
- ¿Y a ti te gusta aquello a lo que te dedicas? -. Preguntó y la sonrisa desapareció de mi rostro.
- No… no me gusta -. Le contesté.

Tiempo después volví a visitar su puesto en el boulevard, y en broma le dije que me tenía que enseñar hacer esas cosas tan espectaculares que él hacía.

- ¿Te gustaría pintar? -. Me preguntó.
- No haría algo como tú, tan bueno digamos, pero aunque sea lanzaría colores por todos lados -. Reímos. Sin embargo, no volví a su puesto en un buen tiempo.

Terminó el semestre, comenzaría el siguiente y yo volvería a la Universidad. Debo admitir que me entusiasmaba la idea, comencé a pensar que lo mejor era lo que ya tenía seguro, así que nada estaba haciendo al pensar irme a otra parte. Varias veces escuché decir:

- A veces no es lo que uno quiere, sino lo que se puede…-.

Yo pensaba que aquello era cierto, yo no quería la carrera en la que estaba pero era eso lo que se podía. No había oportunidad de entrar a otra carrera, en primera no tenía cupo y en segunda no sabía a dónde podía irme. En ese tiempo ya estaba un poco más tranquila, me habían servido esos meses fuera de la Universidad para ordenar mis ideas y darme cuenta que era importante sacar esa carrera, tenía que pensar en mi desarrollo como profesional y además me ayudo tener a alguien con quien conversar: mi novio. Él me apoyaba y aunque no entendía por qué tanto sufrimiento de mi parte, siempre intentó comprender lo que me pasaba y no me dejaba sola, eso hizo la diferencia.
Cuando le comenté que volvería a la Universidad, no le gustó mucho porque sabía que yo no quería esa carrera en el fondo. Le reclamé y le dije que me dolía que fuera el único que no me apoyara en esa decisión, mis padres y otros amigos me daban su apoyo mientras que él me decía que no le parecía buena la idea. El pobre por fin cedió, a la final lo que quería era que yo estuviera bien y me apoyaría en la decisión que tomara. Y así volví a comenzar…

¡Estaba lista! ¡Enfrentaría al “enemigo” con todas las fuerzas! ¡Allí estaba haciéndome la fuerte! Estudiar y estudiar. Cuánta emoción cuando en algunos parciales salí bien, pero era en las materias que yo sabía podía enfrentar, y estuvo más calmado ese semestre pero al siguiente nuevamente decaí. Volví a toparme con esos libros tan horribles, formulas y cosas. No lo soportaba.

« Odio esta carrera… si sigo así, me voy a morir… ».

Entre esos días, un familiar estuvo de visita en la casa. Conversamos de mis atrasos académicos y yo le decía que me quería cambiar de carrera.

- No tienes necesidad de cambiarte, lo que tienes que hacer es terminar esa carrera y después te pones a estudiar lo que te guste o te de la gana. ¿Cuál es el problema? Yo conozco a un muchacho que sacó muchos cursos y varias carreras, a él lo que le gusta es estudiar y ya no es un muchachito. Si él pudo, ¿Por qué tú no puedes hacerlo? Mira, él sacó no sé qué cosa industrial, después se lanzó a estudiar mecánica, después agarró y se fue por algo de gerencia… Ni siquiera eran carreras similares, y él pudo sacarlas. Tú saca tu carrera así no te guste, porque después con eso trabajas y te pagas una carrera privada si es eso lo que quieres. Todo esto eres tú misma que te bloqueas, porque tú eres una muchacha que es capaz e inteligente, lo que a ti te tiene estancada eres tú misma con tus cosas. Cada rato repitiéndote que no puedes, obvio que no vas a poder. Esto que estás pasando es por tu misma actuación. ¡Termina tu carrera! -.

Me quedé sin decirle nada y me puse a dudar.

« ¿Será verdad? ¿Será que yo misma he causado todo esto? ¿Será que de verdad puedo sacar esta carrera, y que por mis imbecilidades me he bloqueado? ¿Será que contesté mal ese Test Vocacional? ». Me llené de dudas, muchas dudas.

Ya no estaba segura de nada. Comencé a vivir entre dos fantasmas, uno que me decía que era yo quien debía poner de mi parte y el otro que quería salir corriendo de esas clases. ¿Era un problema vocacional o no lo era? ¿Por qué para otros era más fácil abordar el tema y tomar una decisión? ¿Por qué la carrera para mí representaba un infierno? Y si era por el hecho de retirarme de la Universidad, entonces ¿Por qué no lo hacía? Pensando en estas cosas un día me quedé hablando conmigo misma.

- Ese Test Vocacional me dijo que yo no era de esa carrera, y me lo han confirmado todos los Test que encontrado por Internet desde entonces, por tanto no es posible que yo me haya equivocado en todos. ¿Por qué no puedo simplemente irme? Porque no puedo soltar lo que es seguro así como así, yo sé que no es tan fácil entrar a una Universidad, jamás podría pagar una carrera privada tampoco. ¿Qué pasa si me retiro y no puedo entrar a otra carrera? Me quedaré sin nada, además de que no sé a dónde irme. Yo no quiero ser como una persona que saca todas las carreras del mundo, quiero sacar la carrera en la cual me sienta bien, eso es lo que haré para toda la vida y por ello debe ser algo que me guste, o al menos que pueda soportar. Y esto no puedo soportarlo… -.

Nuevamente comencé a descuidar las asignaciones, en su lugar me concentraba en las cosas que más me gustaban como estar en la computadora, ver películas y dibujar, que de un tiempo para acá me ayudaban a no pensar en los problemas que tenía.

- ¿Cómo te va en las clases? -. Preguntaba mi padre a veces, o mi madre.
- Ahí más o menos, no muy bien -.
- ¿Y has pensado en hacer cursos para ayudarte? -.
- Claro… -. Y hasta ahí llegaba la conversación.

De casualidad, volví a pasar por el puesto de Juan David “el pintor”. Me saludó y me preguntó por qué no había vuelto, y qué había pasado con la iniciativa de las clases de pintura. Yo le dije que aquello era una broma nada más, pero él me dijo que se había entusiasmado con la idea y que si de verdad quería, él podía enseñarme todo cuanto había aprendido. Entonces me entusiasmé yo y quedamos de reunirnos algunos días. Yo necesitaba materiales para esas clases, sólo tenía el dinero que había ahorrado ya que pues no le pediría a mis padres para comprar lo que necesitaba. Decidí gastar mis ahorros y me compré muchos colores, pinceles,… todas esas cosas necesarias y además libros que explicaban técnicas. Me gustaba dibujar, a esas alturas ya dedicaba mucho tiempo a mis propios dibujos y aquellos que otros me mandaban hacer, así que ahora estaba enfocada en la pintura, quién sabe si algo bueno podría salir de ahí. Así comenzaron las clases. Hice varias pinturas que colgué en mi cuarto y fue hasta entonces que mis padres se dieron cuenta que su hija se estaba convirtiendo en artista, que tenía mi cuarto lleno de dibujos y colores.

- ¿Cómo compraste estas cosas? -. Preguntó mi padre señalando los colores y libros.
- Con el dinero de mis ahorros… -. Dije tímidamente. Su rostro se endureció.
- ¿Gastaste el dinero de tus ahorros en estas tonterías? ¿Me estás diciendo que gastaste el dinero que era para comprar tus libros de la Universidad en esto? -. Señalaba con desprecio. - ¿Dónde diablos tienes la cabeza? -. No aguanté su mirada, comencé a mirar el piso.
- No son tonterías… -. Dije en voz muy baja, sé que él no me escuchó. Tomó los colores que tenía, los miró con desaprobación y los tiró sobre la mesa nuevamente. Miró con decepción y se fue…

Cerré la puerta y me lancé sobre la cama a llorar, de cuando en cuando golpeaba la cama con mi puño una y otra vez. Nadie me entendía.
Días posteriores retomé los libros y mi carrera, como quería mi padre. Guardé los colores, las pinturas, los pinceles y hasta mis propios cuadros, todo lo puse en una caja y lo arrinconé… al olvido.

Dejé de hablar de mis problemas vocacionales con mis amigos, sabía que estaban cansados de escuchar siempre lo mismo. Aún sentía el apoyo de mi novio, eso lo agradecía. También dejé de comentar cosas en mi casa como: “quiero cambiarme de carrera”. Con bastante dificultad aprobé ese semestre que estaba en curso. Pero al siguiente las cosas se fueron de mal a peor, y una nueva suspensión amenazaba mi estadía semestral. Acudí entonces a la Dirección de Carrera que me correspondía, quería confirmar los posibles cambios de carrera entre Facultades y me volvieron a repetir lo que tiempo atrás me dijeron en Orientación. Salí frustrada de aquella oficina.
Al finalizar ese semestre lo reprobé, una nueva suspensión se presentó. Cuando inició el siguiente, mis padres veían que yo no asistía a clases, me llamaron para hablar y recuerdo que estaban en la cocina.

- ¿Por qué no estás asistiendo a clases? -.
- Porque me suspendieron de nuevo… -. Se endurecieron sus caras.
- ¡Tantos sacrificios que nosotros hacemos por ti chica! -. Exclamo mi madre.

Allí estaba la estocada final, sentí morir al escuchar los reproches.

- ¿Y ahora? ¡Claro! ¿Cómo vas a salir bien si te la pasas dizque dibujando, o metida en ese pedazo de computadora? ¡Eso mata las neuronas! -. Dijeron otras cosas y yo me fui a mi cuarto, a seguir llorando porque esa había sido mi vida: una vida entre lágrima y lágrima.

Retomé los dibujos y la pintura, eran cosas que me gusta hacer y me ayudaba a no pensar en que el tiempo pasaba y yo sin futuro profesional aún. Un día hice una pintura, basada en otra ya hecha por Juan David que era mi mentor en estas cosas, y alguien vio la obra en el boulevard, se interesó tanto que preguntó cuánto costaba. Miré a Juan David y él le dijo el precio de su propia obra, la original, y el señor dijo que se la llevaba pero tomó la que yo pinté, pagó y se fue. Me quedé boquiabierta, pensé que había sido un error y Juan David me dio el dinero de la venta.

- Es tu pintura, es tu ganancia… -.
- Pero, pero a él le gustó TU pintura y se llevó la mía… -.
- No, a él le gustó la idea de mi pintura pero pintada según TU mano -. Sonrió.

Me sentí tan contenta. Además, Juan David me ofreció que podía exhibir mis obras en su puesto del boulevard.

- ¿No has pensado en estudiar acerca de esto? -. Me preguntó.
- ¿Cómo? -. Le dije totalmente extrañada.
- Que si nos has pensado en estudiar algo como Artes… -.
- ¡Oh! ¡Ehmm! No… -. Me encogí de hombros.
- Deberías pensarlo, tienes talento para esto… creo que por aquí va tu vocación -.

“Vocación” se encendió la alarma mental. Esa era otra palabra que me tenía traumatizada jaja, pero más que algo que me paralizara era algo que quería tener más claro, quería saber para qué exactamente era buena.

Le hice caso al comentario sobre Artes y me puse a investigar al respecto, la carrera se ofertaba en la ciudad y la gran casualidad era que pronto se iniciaría el Proceso de Admisión donde podía postularme. Leí el Pensum de Estudio y me pareció abordable, comenzó mi intensa investigación al respecto y ésta se veía mil veces mejor que seguir en el sitio donde estaba.
Le comenté a un amigo acerca de este cambio y terminó diciéndome:

- Bueno, que estudies Artes no te garantiza que termines siendo un Picasso, eso tienes que tenerlo en cuenta -.
- Lo sé, y no es un Picasso lo que quiero llegar a ser precisamente…-.
- Por otra parte, yo te recomendaría terminar la carrera que ya empezaste y después hacer ésta si te gusta -.

« No, no, no, no, ¡no! ». Pensé.

- Creo que no, así no va la cosa. He sufrido mucho con esta carrera como para quedarme en ella, me voy a cambiar y lo voy hacer ya mismo, ahora -.
- Siendo la cosa así, que has sufrido tanto, entonces me parece bien que tomes una decisión al respecto -.

Comenté con entusiasmo esto de la nueva carrera a mi novio y un par de amigos más, se pusieron contentos al verme sonreír. Me apoyaban en este nuevo camino.

Después de unos días, comenté en casa la decisión de postular a la carrera de Artes.

- ¡¿Vas a dejar tu carrera por irte a ser una SIMPLE “ARTISTA”?! -. Fue la respuesta que recibí. No lo podía creer. Había sufrido tanto para encontrar el camino con el cual pudiera sentirme bien y pasa esto…

Me encerré en mi cuarto. Me senté en la cama y desde la pared me miraba la foto de mi abuelo, que me llamaba María Cleopatra cuando era niña para que me enojara. Fui y tomé la foto entre mis manos.

- ¡Ay abuelito! No sabes cuán difícil ha sido todo esto, bueno seguramente sí lo sabes -. Decía entre sollozos. – Un día frente a tu foto prometí que iba culminar esa carrera, te lo prometí y no pude cumplirlo, rompí mi promesa porque me estaba haciendo tanto mal. Yo sé que comprendes el por qué no pude cumplirte. Y ahora cuando por fin veo una luz en el camino, las cosas no dejan de ser difíciles. Tengo tantas heridas en mi corazón…-. Mis lágrimas no dejaban de caer, mientras mis dedos acariciaban la foto como si pudiera tocarlo a él, por último lo apreté contra mi pecho como si pudiera abrazarlo. Me sentía tan sola en ese instante, nadie sabía el infierno por el que pasaba.

Me armé de valor y presenté los documentos para la postulación a la carrera de Artes. Si tenía que comenzar sola el camino, lo iba hacer. Los resultados estarían disponibles en unos meses más.

Fue entonces cuando llegó el semestre en que debía reincorporarme, a la carrera de la cual quería salir. Mi admisión en la otra Universidad aún no se hacía efectiva, y ante el miedo de no poder entrar allá decidí inscribirme en el semestre de reincorporación.

- Es que no entiendo Mariana, tu sitio no es ése y lo sabes. Yo siendo tú ni siquiera me inscribiría de nuevo, es más me hubiera retirado hace tanto tiempo de esa carrera -. Me decía mi novio.
- Sé que no me comprendes, sé que nunca habrías actuado en la manera en que yo lo hice pero tenía razones válidas para no irme de la carrera antes. Yo no podía salir de una cosa que no me gusta, hacer otra que tampoco me gustaba. Yo no quería tener una carrera tan sólo por tenerla, tampoco quería buscarme un trabajo que no me llenara o me aportara algo de utilidad. Pude haber actuado como otros, pero no soy así. Si me reincorporo ahora no es porque quiera, sino por miedo de quedarme sin nada…-.
- He allí el problema, es que ya no tienes nada. No has avanzado casi y tú lo sabes. Tener o no tener ese cupo es prácticamente lo mismo. Yo espero que los resultados de Artes estén pronto y así salimos de esta duda, así podrás comenzar en lo que es más como tú -. Me sonrió y lo abracé.

En ese momento llegó mi papá.

- Buenas…-.
- Buenas noches -. Le contestamos.
- Mariana, tú comienzas clases pronto… por ahí vi unos avisos de unos cursos, aquí tienes los teléfonos para que llames y así puedas sacar esas materias que te dan problemas. Aquí tienes -. Y me dio un papel con números telefónicos. Me quedé fría.

Se fue mi papá y me quedé mirando aquel pedazo de papel. Comencé a temblar y miré a mi novio con ojos enjugados.

- ¿Cursos? ¿Asesorías para las materias? -. Le dije casi tartamudeando.
- Ellos no pueden ver la realidad como es, no pueden dimensionar lo que te está pasando… Quizás si les hubieses hablado claramente, tendrían mejor conocimiento de lo que estás pasando -.
- Es que ni siquiera puedo hablar del tema, me dan ganas de llorar y se me hace un nudo en la garganta -. Mi voz se quebró. Él abrió sus brazos y me abrazó.
- Todo resultará, ya verás, ya verás…-.

Meses después se dieron a conocer los resultados de admisión, estaba admitida a la carrera de Artes. Lloraba de la emoción, por fin comenzaría un nuevo camino lejos del “ambiente hostil” en el que estuve por años.

Recuerdo que llegué a casa ese día y comenté lo de admisión con alegría, no esperé que me dijeran nada y me fui a mi cuarto. Días posteriores, cuando iba pasando por la cocina escuché que mis padres hablaban con mi hermano.

- Es que ustedes no la pueden obligar a algo que no quiere, a ella nunca le ha gustado esa carrera, nunca le ha gustado -. Decía mi hermano.
- ¿Y qué va hacer con esa carrera? Lo mismo que con esta otra… -.
- Pero ella quiere estudiar, ella quiere estudiar y den gracias por eso -.

Me devolví sobre mis pasos y me quedé encerrada en mi cuarto.

« ¿Y qué va hacer con esa carrera? Lo mismo que con esta otra… ». Recordaba.

- ¿Cómo van a decir eso? Si quiero empezar esta carrera es porque tengo entusiasmo de sacarla adelante. ¿Por qué no me apoyan? No creen en mí… -. Me dije y tomé mi almohada para abrazarla. Me puse triste.

A pesar de todo, decidí seguir adelante.

Llegó el día de las inscripciones en mi nueva carrera. Había mucha gente, pero yo estaba entusiasmada y con mucho ánimo. Es entonces cuando me doy cuenta que hay conflictos con las inscripciones de nuevo ingreso, por sabotaje no nos dejaban inscribir y nos tuvieron todo el día ahí en la cola hasta pasando hambre. Ya bastante tarde nos dijeron que habían suspendido las inscripciones. Regresé a casa bastante frustrada, pero encontré el apoyo de mi novio y eso me reconfortaba.
Al día siguiente regresé, y el proceso de inscripción se llevó a cabo aunque existieron varias demoras. Cuando por fin vi mi planilla de inscripción firmada y sellada, sentí un gran alivio. Salí de la nueva Universidad y caminé, pensaba en todas las cosas que habían pasado. Caminé y caminé para reflexionar, manteniendo siempre contra mi pecho la carpeta con mis documentos, donde se encontraba esa planilla firmada y sellada con la cual empezaba mi nuevo camino.
Llegué entonces a la parada del Centro Comercial, y decidí descansar un poco sentada en el banco. Seguí pensando en tantas cosas, hasta que sentí que alguien me observaba y miré hacia mi izquierda, fue cuando me topé con unos ojos que miraban los míos, pero después dejaron de hacerlo de súbito. Supe entonces que esa persona se había dado cuenta de mi letargo y de mis ojos enjugados. Le dije:

- ¿Alguna vez has sentido que nadie te comprende?-.

Sé que se hizo la loca, como que la cosa no era con ella.

- ¿Me preguntas a mí? -. Me dijo después de vacilar un poco. Y asentí.
- Bueno, hay veces en la vida que uno se siente solo rodeado de gente. Pero, creo que sí me he sentido alguna vez de esa manera. ¿Por qué? -.
- He vivido años sintiéndome así -. Le dije.

Y le conté mi historia porque ahora sí estaba preparada para hablar, aunque fuera con una extraña de la cual jamás sabría nada, porque a veces en la vida necesitamos de un extraño para desahogarnos

Camino de espinas
Es el camino que hoy he dejado muy atrás,
senda que no volveré a pisar.
El nuevo camino, no sé qué podrá deparar
pero: “Caminante no hay camino, se hace el camino al andar”.

13/03/2010 04:58 p.m. - 05:46 p.m. - 09:51 p.m. - 10:19 p.m.
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martes, 9 de marzo de 2010

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Detrás de mis palabras se encuentra tu mirada...

Fuente: Google Images

Detrás de mis palabras se encuentra tu mirada...

Para decirme no sé qué cosas,
para hablarme de tantas otras
y ahuyentar miles de estrofas.

Se han marchado los tiempos muertos
que se llenaron de tanto incierto,
que no son más que mil lamentos,
detrás, detrás de ti ya no hay más tiempos.

Detrás de ti van mis palabras,
de este tiempo y tu fantasma,
que ya no sabe de qué me habla.

Tantas cosas invaden este momento,
no te enamora un cielo tierno
y ya no sé qué estoy sintiendo,
se va, se va despacio, el tiempo lento.

Sé que miras lo que yo escribo,
sé que sabes lo que yo digo
desde el más verde al amarillo,
se va deprisa mi fiel cariño.

Sé que ya sé lo que tú dices,
desde el silencio mis cicatrices
que se abren al escribirte
de lo profundo de mis raíces.

Ya no sé si soy la luna
o si estoy dentro de una cuna,
si he crecido para olvidarte
o seguir detrás, como este instante.

No sabes que miro, no sabes que te sigo a todas partes,
leyendo lo que a otros les contaste,
creyendo saber lo que en verdad pensaste.

Siento mil puñaladas
al leer lo que a otros no importaba,
al creer que de mí tú te expresabas
con las más filosas palabras.

Decidí dejar de seguirte,
¿para qué remover las cicatrices?
¿para darme cuenta que no existes?
que la unión ya la perdiste.

Cuán mal me siento a la espera de tu carta,
no es más que espera, no es más que nada,
no es más que aquella la imaginada,
son las palabras nunca expresadas.

Detrás de tus palabras hay tantas heridas,
más de las que te hice,
las que tú me hiciste un día,
las que me haces todavía,
desangrándome hasta la agonía
al punto de convertir mi dolor... en poesía.
Waldylei Yépez
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miércoles, 3 de marzo de 2010

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Levantemos Chile

007. Levantemos Chile. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

En medio del desastre en el cual se encuentra,
un hombre se sorprende y lamenta,
ve perder sus pertenencias.
Mira hacia un lado y no halla a sus hermanos,
sus compañeros, amigos o familiares más cercanos.
Mira hacia el otro y la desolación encuentra,
¿Dónde están los autos? ¿Dónde está la acera?
¿Dónde está la gente? ¿Dónde está la escuela?
Todo en eso ya perdido y vagando en pensamientos,
siendo victima del tiempo y del destino incierto,
moviendo los escombros que ha dejado el suelo roto,
moviendo los escombros que llenan de pena el rostro
ve surgir del barro el color de su bandera,
blanco, rojo, azul y en medio aquella estrella,
la levanta y extiende para que todos vean
que aunque rasgada y con barro, yace viva su bandera.
Se ha quedado con lo puesto
pues el resto se lo llevó el viento,
se ha quedado sin nada material,
se lamenta, es cuando encuentra la verdad,
el viento no pudo arrancarle lo más importante,
sí la rasgó y le dejó un hueco grande,
pero su bandera sigue viva, ¡sigue viva! ¡que aguante!
Y esa tela que en sus manos extiende
es más que tela lo que allí asiente,
es más que tela lo que allí vive,
son dieciséis millones los que adelante siguen.
Levantemos la bandera que las circunstancias han golpeado,
vamos a coser donde se ha rasgado,
limpiemos lo que el barro ha ensuciado.
Mi bandera representa al mar, el cielo y los patrios,
a las cumbres de los Andes y al Océano,
en nombre de todo eso la levanto.
Levantemos la bandera, ayudemos al hermano,
levantemos al país que hoy, más que nunca, necesita de tu mano,
la bandera sigue viva, ¡sigue viva! ¡que aguante!
que se extienda a su largo y a su ancho,
que se extienda porque está viva, ¡porque está viva mi bandera! ¡que aguante!

De las más importantes luchas, salen vencedores los grandes,
y a pesar del desastre que la rodea, la bandera sigue viva…

¡sigue viva! ¡que aguante!


Bruno Sandoval
Foto: Roberto Candia

03/03/2010 4:18 p.m. Por y para todo el pueblo chileno.
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sábado, 13 de febrero de 2010

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Llueve en Santiago

006. Llueve en Santiago. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Amor mío, quisiera escribirte esta noche una carta con las palabras más maravillosas que puedan existir, pues eso es lo que mereces: lo mejor, lo maravilloso. Pero no sé si pueda, no hay palabras nuevas en mi mente que describan mejor lo que hay en mi corazón. Ya te he dicho todo cuando he podido decirte y aún así siento que me falta tanto por expresar, es que esta emoción que vive dentro de mí es más grande que lo inmenso, y hasta más infinito que el mismo infinito.
He aquí amor mis palabras, sé que no son las más lindas del mundo, sé también que no podré hacer una oda como la que dijo mi padre, la oda a la marraqueta, como Neruda escribió al agave, pues sé que no soy poeta pero mi corazón es de letras. Y esta chica de letras quiere decirte tantas cosas, y al mismo tiempo sé que ya sabes lo esencial porque mi sentimiento es invariable.
Mi adorado tesoro, veo a través de mi ventana un cielo poblado de estrellas, y no puedo dejar de sonreír al imaginarte en medio de ellas, porque tú eres mi estrella en el firmamento. Esa luz que ilumina mis noches, las oscuridades que me envuelven. Tú, luz que me guía cuando yo pierdo mi rumbo, cuando mi visión se ve empañada quizás por las circunstancias o quizás por mis lágrimas.
Hoy el cielo está completamente despejado, sin embargo sé que llueve… que llueve en Santiago, y no es que caigan gotas de agua, no existe sólo una lluvia porque también existen lluvias de amor. Llueve cariño, llueve recuerdos, llueve mi amor.
Llueve pero lo hace plácidamente, es una lluvia que envuelve. Danzan entonces mis recuerdos con mis nostalgias, y caminamos en mi mente cerca de la pileta, sí de ese mismo parque que tú recuerdas.
Se alza el Pacífico ante mis ojos, se impone el mar a su antojo y nos encuentra abrazados en medio de la majestuosidad de un día de enamorados. Son las tierras de Neruda, el poeta que siguiendo las huellas encontramos.
Recorriendo kilómetros de la mano, descubriendo en cada paso el camino al ir a tu lado. Descubriendo el mundo, abriendo puertas, caminando entre nieve, piedras y tierra, rocas, sal y arena. Caminando contigo, caminando sin ti y a la vez envuelta por ti.
Llueve, mucho llueve… Llueve sonrisas ante la lluvia de recuerdos. Llueve en mis ojos ante la llovizna de nostalgia.
Una Catedral imponente, un lago majestuoso en medio de la nieve… tantos recuerdos de una tierra ajena que llevo presente.
Llueve en Santiago, llueve letras que palpitan, llueve un amor profundo que ni la distancia evita. Llueve más allá de la vista, llueve en el corazón que mi amor grita.

Allá al sur del sur,
llueve un amor.
Llueve en Santiago,
rayitos de sol,
Te Amo Mucho, mi amor…

13/02/2010 9:20 p.m. - 10:34 p.m.
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sábado, 30 de enero de 2010

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La Ciudad de Papillon

005. La Ciudad de Papillon. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

« Papillon: que en francés significa mariposa »

La vida no debería ser como es. Esas son las palabras que repito de un tiempo para acá. Ahora más que nunca, estoy segura que creo en utopías irrealizables. Irremediablemente eso me causa pesar, pero es una realidad y la acepto. Si alguien pudiera escuchar mis pensamientos creería que estoy loca, por suerte nadie se puede meter en tu cabeza aunque intenten mirar profundamente en tus ojos. Lo que siempre hago es esquivar miradas como ahora mismo que voy en el autobús del mundo, ¿Cómo más podría decirle a este cachivache viejo con cuatro ruedas y puestos para muchas personas? Aunque al parecer a los conductores se les olvida que el espacio es limitado, aún así siguen montando gente en las paradas, y ese “¡un poquito para atrás por favor!” como si uno pudiera subir a un segundo piso, o lanzarse encima de los demás pasajeros para que ellos estén contentos. Y qué me dicen de ese ajetreo final para bajarse: “en la esquinaaaaaa”, “venga saliendo…” te responden. ¿Cómo diablos te mueves cuando el cachivache viejo ni siquiera se ha detenido? Y para completar, si no te apuras en bajarte pues arrancan cuando tienes una pata en la acera y otra en el autobús. Es toda una aventura esto de vivir la vida… Pero bueno, yo seguiré pensando en las cosas del mundo y a los taxistas los dejo para otro día.
Increíble ver a través de las ventanas a niños en medio de la calle pidiendo dinero, con sus ropitas desgarradas y todos sucios. A veces hasta andan con su mamá, creo yo que es su mamá, y ella con otro bebé en brazos pidiendo dinero. Aún recuerdo las promesas del Gobierno cuando decía que el Presidente iba resolver esa realidad. “No quedará ningún niño en la calle” y todos aplaudían, yo me pregunto: ¿Por qué hoy en día veo a ese niño a través de esta ventana? ¿Acaso esa no era la realidad que se iba resolver hace mucho tiempo atrás? “Hechos y palabras” como dicen por ahí.
Otra noticia que anda corriendo son las manifestaciones de estudiantes. Cuentan que destrozaron bienes públicos y privados, también dicen que están luchando contra las cosas que el Gobierno hace mal. Algunos los creen héroes porque luchan por la democracia, así dicen.
De todas las cosas que pasan, ya no sé en qué creer. Me he desilusionado mucho de la gente, de cómo se manejan las cosas. Me he dado cuenta que cada quién actúa según sus propias intereses, o los intereses de su grupo. Se suponía que aquello resulta obvio, pero no eran tan obvio para mí hasta hace poco…
Una de las cosas que he comprendido es que la política va ligada en todo, y que por tanto van existir al menos dos bandos. También comprendí que la situación de estudiantes va dirigida por ideales políticos (de uno de los dos bandos cuando convenga). Y que se aplica el Principio de Correspondencia, uno de los Principios Universales de la Metafísica, tanto para una Ciudad como dentro de un Recinto Universitario: “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. Para comprender esto lo pondré como un ejemplo.
Imaginemos que nuestro Recinto Universitario es la Ciudad de Papillon, nuestra ciudad. Su Rector sería nuestra máxima autoridad, por tanto, nuestro Presidente.
¿Qué haría nuestro Presidente (Rector) si los bienes públicos (o privados) se ven amenazados (o destrozados) en una protesta del pueblo (estudiantil)? Pues actuaría como cualquier autoridad, intentaría imponer el orden y dependiendo a los daños causados e identificación de los responsables levantaría cargos (expedientes, investigaciones) que podrían incluso terminar con multas o cárcel (expulsiones del Instituto). Así es, actuarían exactamente igual lo único que los diferencia es el rango de acción.
Otro ejemplo que podríamos citar es el caso de los desligamientos de responsabilidad. Unos aclaman que el Presidente es y será el responsable de absolutamente todo lo que ocurra, porque él es la cabeza del poder. Así dicen que el niño que veo a través de mi ventana es su total y completa responsabilidad, porque él dijo que iba resolver ese problema. Que él debe estar pendiente de que se cumplan las cosas. Entonces volvamos al Recinto Universitario:
El Rector (Presidente) siempre está metido en “cosas muy importantes”, por tanto si en una de las Facultades surge un problema con el Sistema de Computación (unos niños de la calle), él dirá que le pregunten al responsable de dirigir esa Facultad (Gobernador). Luego éste dirá que deben preguntarlo al Director de Sistemas (Alcalde), y por último, se responderá que se les dio la orden a los Técnicos de Sistemas (Consejos de Vecinos). En resumen, quien esté a la cabeza del poder no sólo delegará tareas sino responsabilidades (cuando no debería ser así) porque no se estará dispuesto a aceptar cosas que él “no maneje”. El Presidente no aceptará la responsabilidad de un niño en la calle porque para él “alguien más a cargo” debe o debió hacerlo, lo mismo aplica para el Rector quien no aceptará la responsabilidad de que un Sistema de Computación no funcione porque para él “alguien más a cargo” debe o debió hacerlo. Por tanto, ¿Cómo se le exige a un líder que asuma la responsabilidad de todo, cuando el resto de los líderes (que se lo exigen) tampoco están dispuestos hacer lo que ellos mismo piden?
Cada quién actúa según sus propios intereses y los de su grupo… Muy a pesar de que los líderes se dan cuenta de quién o quiénes son los que fallan dentro del sistema, optan por no hacer nada porque esa persona “es de su bando”. Optan por callarse las deficiencias y dejar las cosas “exactamente tal cual como siempre se hicieron”. Optan por “no ganarse enemigos”, optan por decir “déjalo así”.
En las calles de las ciudades y entre pasillos de clases se nota el surgimiento de dos bandos al menos, cada uno en representación de las toldas políticas. Vemos discriminación de parte de grupos adeptos al Gobierno en curso contra sus Opositores, y en viceversa, vemos discriminación de grupos Opositores contra quienes sean adeptos al Gobierno. Discriminación, violencia física y verbal. Lo mismo que en Recintos Universitarios, exactamente igual pero a “pequeña escala”.
Se dice no a la violencia, se trata de malhechores aquellos que hacen protestas y dañan bienes de Recintos Universitarios, pero se les llama a expresarse en contra de Gobierno y se les tilda de héroes, siempre y cuando dañen otros bienes que no sean los de la Institución, porque se vale defender la democracia pero no destrozar nuestras cercas. Violencia es violencia sea del bando que sea, sea por defender lo que sea.
A veces escucho hablar a las personas en la calle, o aquí mismo en el autobús, y por una parte dicen que el pueblo debe unirse en armonía, paz y amor, y por otro lado salen insultando a las personas del otro bando y “clamando violencia”, eso es ser inconsecuente. No se puede odiar a muerte a alguien (e incluso desear su muerte) y después salir a decir que servirás a Dios con amor. Bueno, a mí parecer esto no se puede, pero he comenzado a creer que el comportamiento humano es más inconsecuente de lo que la misma gente es conciente.
Así como el Gobierno tiene Opositores, las Autoridades de los Recintos Universitarios tienen Opositores. “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba” reza el Principio, ¿Acaso no se nota, de verdad, el parecido entre un Territorio y una Universidad? ¿Se nota que el Gobierno es sólo un reflejo de lo que sucede dentro de las Instituciones? ¿Se nota que lo que tanto criticamos nosotros también lo hacemos? ¿Y todavía usted se pregunta por qué tienen el Gobierno que tiene? ¿Se pregunta cuándo las cosas van a cambiar? ¿Por qué no se pregunta cuándo NOSOTROS vamos a cambiar?
Esta es la Ciudad de Papillon, la Ciudad de la Mariposa que aún no se convierte en Mariposa, ¿Y sabe por qué? Porque aún no se ha dado paso un verdadero desarrollo. Se tiene la capacidad de ser una muy bonita Mariposa pero se seguirá esperando el día en que nos convirtamos en eso. ¿Pesimista? Quizás, pero cómo no serlo cuando tengo gente que me empuja porque quieren pasar, porque tengo más quejas en mis oídos que buenas nuevas, cuando yo misma puedo ver el deterioro de la Ciudad de Papillon.
Ojala un día esta Ciudad le haga honor a su nombre, por ahora yo seguiré con lo poco que me queda de mis ideales de justicia y mis utopías. Y si al terminar de leer esto usted se dice: “es verdad, ellos tienen que cambiar” entonces será otro golpe mortal para un buen ideal, y esté seguro que mis esperanzas (las últimas que me quedan) en su manos no las voy a dejar. Y si usted es de la consigna de Respeto y Libertad, acuérdese que no vive solo en medio de esta ciudad, y que otros se verán afectados del cómo usted pueda actuar. También acuérdese que las personas tienen razones para creer lo que creen así usted no lo entienda, y que si esa persona no piensa igual que usted no es porque sea “bruto” tan sólo es diferente a usted.

Esta es la Ciudad de Papillon, si hoy no logras darte cuenta de cómo ES y no trabajas para transformarla… jamás podrás verla como DEBERÍA SER…

30/01/2010 12:50 p.m. - 1:39 p.m.
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domingo, 10 de enero de 2010

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Ausencias

004. Ausencias. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Se abre la puerta y entra en la habitación. Justo en medio un cómodo mueble y frente a él una mesita y una taza de café. Se sienta apenas en la orilla, como cuando te sientas por un instante breve porque volverás a levantarte pronto. Junta sus manos y cruza sus dedos entre ellas y mira al frente.

- Quizás te resulte rara la manera en que me presento ahora ante ti. He irrumpido en tu habitación, en tu vida, así como otras muchas personas lo han hecho. Han virado la manija y han entrado, como yo, se han sentado aquí un instante, otros ni siquiera se han sentado y algunos otros, contadas personas, se han sentado cómodamente en esta habitación creyéndose dueños y señores de ella, de la habitación de tu vida. Muchas son las personas que van y vienen, algunos se quedan más tiempo que otros como ya dije. No recuerdo en qué momento llegué a ti, llegué aquí, y a estas alturas ni siquiera debería aparecerme nuevamente pero lo hago, una vez más, quizás para sentirme un poco mejor por volver a tocar un instante tu vida, porque algo me dejó la vez pasada o quizás fui yo que dejé algo olvidado aquí en tu habitación, la habitación de tu vida. Y si ni siquiera te acuerdas de mí, o de verdad nunca me has visto, no importa, yo no me quedaré más tiempo del preciso ni dejaré algo nuevo en ti, tan sólo soy la persona que camina a tu lado por la acera alguna vez y que quizás nunca más volverás a conseguirte. Dejaré de lado el hecho de que no me conoces, tal vez, y me concentraré en mi objetivo porque de verdad se me acaba el tiempo -.

Toma un pequeño sorbo de café tibio que aún reposa sobre la mesa.

- Yo fui la persona que te dijo que te amaba, que te quería o te extrañaba, aunque hoy no lo recuerdes. O quizás soy la persona que tuvo para ti alguna vez las palabras indicadas para una situación. Es difícil saber exactamente qué fui yo para ti, porque también podría decirte que te cedí mi puesto en aquel taxi, quizás fuiste tú quien me lo cedió a mí, o tú mencionaste aquellas palabras para mí. Justo hoy ya no lo recordamos o quizás sí, porque por algo estoy aquí. Por algo me aparezco en tus recuerdos, por algo te apareces en los míos. No sé quién dejó su huella a quién. Pero si estoy aquí, irrumpiendo tu vida nuevamente, es porque has sido tú quien dejó huella en mí. Mi gran pregunta es si yo dejé algo en ti, si dejé algo que te recordara mi nombre o mi rostro.
¿Sabías tú que es terrible extrañar el pasado? ¿Sabías que duele cuando se aleja alguien que dejó huella en tu vida? Quizás para eso vine, para reprocharte tu silencio y tu ausencia y reprocharme la mía, porque también fui responsable de esa distancia en alguna proporción.
Entiendo que hay cosas que se quedan en el pasado, y que yo en muchas ocasiones también me quedé en el pasado, es probable que sea por ello que no me recuerdes pues borraste mi presencia de tu vida.
Me convertí en el ausente o tú lo hiciste. Así se quedan nuestras habitaciones, nuestras vidas, con tan sólo un mueble y un poquito de café tibio, porque se llena todo de ausencias: ya no estoy y ya no estás.
Esos recuerdos de cuando jugábamos de niños. Las veces que me acompañaste camino a la escuela. Los regalos compartidos en navidad. Todo ha quedado tan atrás.
Sobrevivimos a las ausencias de las personas que dejaron en nosotros un profundo impacto, vemos pasar años tras años y a veces sufrimos mucho por ello. Aunque hay ocasiones en que por quienes sufrimos, jamás sufrieron por nosotros -.

Mira hacia atrás, hacia la puerta que le espera y vuelve su mirada hacia delante.

- ¿Recuerdas el por qué separamos nuestros caminos? A veces me digo que existieron buenas razones y otras veces que tan sólo me hubiera gustado hacer caso omiso a ellas. No he dejado de recordarte…-.

Se abre suavemente la puerta por causa de la brisa, voltea y mira con pesar.

- El paso del tiempo jamás perdona. Es el tiempo quien se lleva las presencias que yacen en silencio y las convierte en lo que somos ahora: sólo ausencias. Estás y estarás presente en mi pasado, y algunas veces te traeré al recordar quién fuiste para mí, porque tú también visitaste la habitación de mi vida y dejaste algo de ti allí: una palabra, un gesto, un cariño. Y se quedó guardado porque no hay forma de sacar lo que dejó tu presencia en mi vida, aunque ahora sólo tenga de ti tu ausencia.
Te dije que si no me conocías no importaba porque no dejaría nada, pero eso no es verdad. Quizás ya no recuerdes quién fui pero ahora acabo de tocar nuevamente tu vida, me recordarás como ese visitante que llegó para hablarte del pasado que no recuerdas, y tomó café tibio contigo y quedó la huella de su mano en esa taza, dejó su huella en tu vida… tal vez esto último era lo que pretendía, dejar algo en ti un instante antes de resignarme al olvido. El olvido me espera en tu puerta…-.

Toma nuevamente la taza de café con pena, con pesar y se le hace un nudo en la garganta. Vuelve a poner en su sitio la taza sin dejar de yacer cabizbajo.

Ausencia es la que vivo,
ausencia es lo que sos.
Si el olvido llama a tu puerta
dile: “ya se fue”, dile que no estoy.
Y si el tiempo abre la puerta
y el olvido me lleva con terror
recuerda mi lamento, recuerda mi dolor,
recuerda a quien con llanto nunca te olvidó
ni supo decir adiós…

10/01/2010 03:56 p.m.


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Cada amanecer es un fin


Fuente imagen: Google Images

¿Recuerdas cuando estuvimos juntos?
Me decías que ese tiempo te hacía bien,
pero al pasar los días, todo cambió.

Cuando te abrazaba me sentía muy bien,
te protegía cuando sentías miedo,
como cambian las cosas:
ahora soy yo quien tiene miedo.

Eras mi compañía perfecta,
y ahora me he quedado sola.
Me dejas de un momento a otro sin avisar,
sin prever lo mucho que te iba extrañar.

Te culpo de dejarme sola.
Yo te necesito tanto.
Te extraño tanto.

Que irónica es la vida
cuando a cada amanecer es el inicio de otros,
pero cada amanecer para mí tan sólo es un fin.

Porque muero cuando amanece,
cuando sale el sol y no estás aquí,
porque me dejaste
y ya no tengo mi compañía perfecta.

Yo yacía muriendo cuando otros nacían,
yo me voy muriendo sin mirar el tiempo.

Yo me voy muriendo... desde tu silencio.
Waldylei Yépez
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domingo, 3 de enero de 2010

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Mi yo pasado, mi yo presente y tú

003. Mi yo pasado, mi yo presente y tú. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Yo quisiera entender tantas cosas, prever para no sufrir y poder apartarme del tiempo como si aquello fuera posible. Tan sólo ahora puedo sentir el roce, la música, el canto de mi piano en esta habitación tan clara y tan oscura. Mi pesar, el decaimiento se hace palpable con cada respiro, en mi aliento yace la tristeza y la agonía de un tiempo anterior que jamás dejé ir y que revivo una y otra vez. Vivo aferrada a mi yo pasado, vive conmigo mientras ese yo re-vive pensando en lo que ya pasó, en lo que me pasó.
Aún puedo ver a mis espaldas ese día, esa hora. Mi yo pasado sonreía al verte, es la única sonrisa que recuerdo de mi yo pasado, porque para mi pasado ya no existen otras sonrisas anteriores, se encargó de culparte de su última sonrisa y de su única razón de pena, razón a la cual se aferró hasta el punto de abatirse terriblemente por ti.
Y aquí estamos, yo en mi viejo piano tocando la canción más triste que pueda porque es así como logro traerte a mí, como logro traer mis recuerdos, y miro aquella escena donde mi pasado sonriente te abre la puerta y tú entras con la sonrisa que despierta mi sonrisa, mi sonrisa pasada. Te posas a un lado de la ventana y tu sonrisa desaparece de tu rostro, me hablas, me dices muchas cosas que ya ni recuerdo muy bien, lo que más recuerdo es que fue la conversación más triste del mundo. Por donde llegaste, te fuiste y me dejaste allí sin comprender nada, volteé y ya no estabas, volteé y él se fue. Corrí hacia el mueble y lloré desconsoladamente y aún lloro mientras toco el piano, lloro sin lágrimas porque se me acabaron ese día. Detengo bruscamente la música al golpear el piano una y otra vez con fuerza, con coraje. Y al levantarme de mi asiento, allí veo a mi yo pasado seguir sufriendo en el viejo mueble del lamento.
Intento entonces consolar a mi pasado diciéndole que pare de tanto sufrimiento, y me responde que eso es lo que es: sufrimiento, le replico diciendo que no, que mi pasado soy yo y me dice entonces que eso es lo que soy: un sufrimiento con corazón. Me quedo perpleja, había una parte de mí que me decía que yo tenía un corazón que sufría pero que yo no era un sufrimiento en sí, más dudaba de aquello al ver a mi yo pasado, mi pasado sí era de un sufrimiento en si mismo. Mi pasado dejó de mirarme a los ojos pero no se apartó de mí. Aún se podía escuchar la melodía impregnada en la habitación y volvía una y otra vez el recuerdo de tu adiós. Y te culpé, porque si mi pasado era un sufrimiento ahora y por ende yo, eso había ocurrido por tu culpa, porque me convertí en lo que tú quisiste que fuera. Me convertí en lo que provocaste, una lágrima, un lamento.
Entonces alguien tocó mi puerta. Mi pasado dio un salto y su corazón se aceleró, se preguntaba si eras tú que habías vuelto porque el pasado vive del ayer, del ayer donde tú estabas y me decías un te quiero. Mi pasado pensaba en términos del ayer, quería que todo fuera como ayer y por eso se rehusaba a mirar los ojos del hoy. Yo no esperaba nada y aún así te esperaba, mi yo pasado y mi yo presente tenían una visión bastante común. Me levanté y abrí aquella puerta, mi pasado corrió detrás de mí, y allí les vimos: un yo y otro yo más. Uno con una expresión más neutra y otro con un rostro de pasado. Les invité a pasar pero el yo nuevo con cara de pasado me dijo que no podría pasar sino hasta mañana, a la llegada del futuro y que entonces se quedaría para no irse. Pero entonces el otro yo me dijo que eso pasaría siempre y cuando yo lo permitiera, y no comprendí.
- Yo mañana seré como yo hoy decida que sea. Yo pasado anuncia un lamento de algo que no quería que pasara, y gracias a eso se convirtió en la tristeza que es pero yo pasado no tiene forma de razonar más allá del ayer, sólo yo presente puede hacerlo y puede darse cuenta que si bien el hecho de quedarse sola fue la causa de su desolación, no es lo mismo estar en sufrimiento que ser un eterno sufrimiento. Si yo pasado controla, yo presente será controlado y yo futuro no será otra cosa distinta. Yo pasado no tiene la fuerza ni voluntad para dejarte. Pudo haber sido causa de quien eres hoy, el pasado en parte es responsable de tu hoy, pero sólo tu hoy será responsable del mañana que aún no nace por tanto el mañana no tiene rostro. Yo futuro puede ser como lo ves en mi rostro, neutral donde tú decidirás cómo será o puede tener la cara del ayer siendo el mañana -.
- ¿Cómo puedo tomar las riendas de mi vida? ¿Cómo hago para tener la oportunidad de decidir cómo seré mañana? -.
- Empieza con quitarte el peso de tu pasado y su tristeza, dile que se vaya con el futuro que él quiere crear y a partir de allí serás libre para decidir como quieres ser hoy, como quieres ser ahora, entonces tu futuro comenzará a escribirse porque tu futuro comienza a partir del hoy. Yo futuro sólo tendrá la cara de yo presente, yo presente es el responsable de elegir cómo enfrentar la vida, si con la cara del yo pasado o su propia cara -.
Era difícil para mí aquello. En las puertas de la habitación de mi vida estábamos: lo que fui, lo que soy y lo que podría ser a partir del camino que tomara.
Despedirme de mi pasado era impensable, a mi yo pasado le debo lo que soy hoy.
Mi yo pasado seguía mirando con su cara de tristeza y esperadote a ti, porque nunca dejó de esperarte ni un instante. Se fue a sentar en el mueble del lamento.
Yo me quedé sin saber qué hacer, mientras los yo del futuro seguían en la puerta esperando entrar en algún momento.
Fue entonces que me acerqué a mi pasado y me senté a su lado.
- Él no volverá -.
- ¡Cállate! -. Me dijo. Mi yo pasado se negaba el mirar los ojos del hoy. Le abracé y lloramos. Te culpamos, dijimos que había sido mentira el mundo papel que construiste y que tan sólo quedo de él las cenizas de otro tiempo. Con amor le dije a mi yo pasado que debía irse, se negó, me rogaba pues no quería quedarse atrás, estar sola. Mi pasado quería quedarse conmigo y yo, no lo negaré, quería quedarme con mi pasado porque si bien tendría una razón constante de tristeza, ya conocía mi pasado y no quería dejarlo ir.
Mi pasado se resistía y yo dudaba de dejarlo, hasta que tomé a mi pasado y lo puse en la puerta junto al yo del mañana con cara de ayer, les pedí que se fueran y cerré la puerta. Me sentí más sola, me había acostumbrado a vivir con mi pasado y en el pasado, ya no tenía a qué aferrarme. Dudé, pensé en abrir nuevamente la puerta pero si lo hacía debía estar conciente que cargaría con mi yo pasado y mi yo futuro que era exactamente igual al primero, ya no era una carga sino dos, no podría con un pasado de sollozos y lamentos y un futuro que me deparaba lo mismo.
Me senté a llorar en el mueble del lamento. Tú me habías dejado, me sentía tan vacía, dependía de ti totalmente. ¿Por qué me habías dicho que te importaba y me habías dejado en agonía un momento después? Te odiaba y al mismo tiempo te necesitaba, quería vivir como antes de ese día, quería que todo estuviera bien y me quedaba pensando en esos instantes contigo, sólo en eso pensaba. Lloré tanto por ti que me dormí entre tanta tristeza.
Me despertó el sonido de la puerta. Abrí y mi yo pasado estaba allí, porque el pasado siempre llama a la puerta. Y la cerré. Había decidido dejar el pasado atrás. Dejé de llorar, dejé de esperarte.
La puerta volvió a sonar, pensé: “Es el pasado que siempre quiere regresar” y no me equivoqué, aunque no conseguí a mi yo pasado esperarme en la puerta sino a ti. Me dijiste: “Volvamos atrás, volvamos a empezar”.

Si hubieras visto mi pasado sabrías cuánto lloré,
si lo hubieras visto, no tendrías la menor duda de que te esperé,
pero has llegado tarde pues para salvar mi presente,
tuve que enterrar mi pasado
y así poder construir un futuro.
Yo no merecía llorar tanto
y aún así lo que recuerdo de mi pasado, es un eterno llanto.
Me pides volver atrás,
no sabes qué significa volver allá.
Volver a empezar, eso hice cuando te dejé atrás.
Mi yo pasado aún anda vagando esperando tu amor,
mi yo presente ya te olvidó.
Y a ti sólo me queda decirte adiós,
por el bien de los dos…

03/01/2010 - 07:54 p.m. - 08:13 p.m.
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jueves, 10 de diciembre de 2009

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Querido hijo

002. Querido hijo. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Hijo mío,

Posiblemente me mirarás con extrañeza al entregarte esta hoja de papel, y al instante no le darás mayor importancia porque se hace tarde y en televisión están dando tu programa favorito. Dejarás la hoja sobre tu mesa en el cuarto y allí se quedará hasta que recuerdes que algo te di, que era un pedazo de papel y que seguramente tendrá algunas palabras, te dirás: “esas cosas de mi mamá” y justo allí lo revisarás para encontrarte con que yo te estoy relatando todo cuanto hiciste antes de llegar a esta línea.
Ojala yo pudiera sentarme contigo y hablar de estas cosas, pero nunca hay tiempo para ello. Así que la única forma es que te escriba, te diga eso que necesito que sepas pero hablándote con amor, porque no hay intención en mí de regaños ni mucho menos.
¿Sabes algo? Te extraño. Sí, te extraño porque hoy en día ya las cosas no son como antes. El tiempo nos cambia, el entorno nos cambia y para mí eso mismo ha pasado contigo: has cambiado. Ya no eres el muchacho de hace seis, ocho o diez años atrás y he intentado comprenderlo, entender que es tu forma de ser ahora y esperar que eso sea lo mejor para ti. Te parecerá raro que te diga que te extraño porque siempre nos vemos, pero hijo mío, estar es mucho más que pedir lavar o planchar una camisa, o buscarme cuando te duele la cabeza o el estomago para que yo te diga lo que debes tomar. Tampoco se trata de un reproche lo que acabo de decir, lo digo con cariño y me encanta ayudarte cuando me necesitas, yo te amo con todo mi ser porque eres mi hijo, pero a veces siento que se te olvida que soy tu madre y que también necesito de tu compañía, de tu comprensión, de tu apoyo para estar bien.
Me costó comprender que un día dejé de ser prioridad en tu vida, que te molestaba que te llamara cuando se hacía tarde porque tú estabas con tus amigos y llegarías a casa cuando quisieras, y no cuando yo te lo pidiera, me costó entender que ahora las palabras de tu novia tienen más peso que las mías, no me cabía en la cabeza que ahora llamar a la novia era indispensable pero llamar a tu madre era opcional, y que ahora te hacía más daño una discusión con tu novia pero en nada te afectaba el no hablar conmigo. Fue muy duro para mí verte cambiar de actitud, darme cuenta que quedar bien con los demás era más importante que quedar bien con tu familia, porque sabías que sin importar nada siempre contarías con nuestro apoyo.
Hubiera deseado que las cosas no cambiaran, sufrí mucho al ver que sí pasó pero al fin he soltado mi sufrimiento, he soltado las cadenas que me ataban a esperar un comportamiento más acorde a lo que yo esperaba de ti.
Hijo mío, el mayor milagro de la vida es el Amor y el Amor es un Manantial que nunca se seca, por ello no se necesita “quitar para dar” porque mientras más Amor se da, más Amor se tendrá para compartir. Mi pensamiento es que no necesitas cambiar de prioridad a las personas, no se trata de que si tienes novia la amaras más que a tu madre o porque ames a tu madre no amarás tanto a tu novia. Tu corazón es suficientemente grande para amar a ambas en equilibrio. Tus amigos son importantes, pero también tu familia lo es. Si puedes hacer tantos sacrificios por tus amigos, también puedes apoyar a tu familia como tu familia lo ha hecho contigo, incluso más que los amigos que tanto defiendes.
Me siento muy contenta de que ames y te amen, que ayudes a otras personas, me encanta ver todo eso que has conseguido y estoy muy orgullosa de ti. Yo te adoro.
Ojala no hayas olvidado lo mucho que yo te amo, y si en algún momento lo hiciste pues ahora mismo te lo recuerdo.
Tu felicidad siempre será la mía. Cuando me necesites ya sabes donde encontrarme, aquí estaré esperando y siempre disponible.
Yo soñaba contigo,
con tu cumpleaños y caminar
y un día dejé de sentirte conmigo
porque tu rumbo cambió en el andar.
Hoy tan sólo sueño que seas feliz,
y que sepas que aquí estaré,
que sepas que aquí estará
el amor de tu mamá…


10/12/2009 07:43 p.m. - 07:56 p.m.
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lunes, 30 de noviembre de 2009

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Eres hermoso, eres real

Fuente imagen: Google Images


Mi vida es bella como la luna,
parece algo precioso si estás aquí.

Algunos ángeles se asoman por mi ventana
para ver en qué me convierto mientras te miro
y mis labios sonríen.

Planeo entre las nubes, entre los cielos.

No importa lo que haga
jamás podré vivir sin ti...

Eres hermoso y eso es verdad
no importa nada, eres real.

Eres bello, es fácil saberlo
pues brillas, resplandeces
y soy feliz.

Pero si miro en mi cara:
hay heridas, hay distancia,
y ese tiempo que no pude estar.

Y si intentara navegar hacia ti ahora
quizás mis pies se cansarían antes de llegar
y lloraré al no poder alcanzarte...

Eres bello, eres real
aunque no pueda estar en tu lugar,
o en los alrededores de la ciudad.

Eres bello, eres hermoso
los ángeles sonríen al ver tu rostro,
ellos pudiendo estar presentes
pero no corro la misma suerte,
pues en mi caso, no importa que tanto haga,
o que tanto sueñe
jamás estoy contigo,

jamás estoy contigo...

Eres hermoso, eres real...

Waldylei Yépez
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sábado, 24 de octubre de 2009

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Albor

001. Albor. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Escuchaba a lo lejos el leve sonido de unos pasos, de repente era como si pisaran hojas secas sobre el suelo. No veía nada, estaba inmersa entre las sombras de la noche, de la oscuridad palpable. Sus párpados se movían en un intento por mostrar sus ojos, pero ella permanecía sumisa ante su dolor y el miedo de abrirlos para simplemente seguir viendo fantasmas. Se rehusó y prefiero tan sólo escuchar aquellas pisadas que parecía se iban acercando.
Aparecieron entonces los monstruos de sus pensamientos queriendo culparla, queriendo castigarla por los errores pasados: todo lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. Parecía como si el dolor perforara su pequeño cuerpo, como si cada pensamiento fuera una aguja que atravesara sus carnes, su piel emplumada. No podía levantarse, sus alas no respondían, su plumaje comenzaba a doler porque se había convertido en hielo por causa de las ventiscas de la noche. Y allí estaba, tirada sobre el suelo, pobre ave con miedo, pobre pajarillo herido. Creía que su pico era sellado para siempre por el silencio, creyó morir rodeada de fantasmas, de figuras oscuras, en tiempos difíciles.
Fue entonces que sintió un leve toque de calor entre tanto temblor. Su cuerpo por fin era tocado por un rayo de luz, sabía que era luz porque aunque tuviera los ojos cerrados era tanta la iluminación que traspasaba levemente sus párpados, encandilaba porque toda luz tiene esa propiedad cuando rompe los cercos de la noche.
Había algo allí afuera, no era un monstruo o algo que pudiera causar daño porque estas cosas carecen de luz, todo lo que brille con luz jamás puede representar al mal. Además, lo único que rompe las paredes de la noche es la luz, y ella sentía que la noche estaba rota, o se estaba rompiendo. Se emocionó y su pequeño corazón latió, en toda la noche no había sentido su corazón latir, sabía que estaba viva porque le dolía respirar, era tan difícil, estaba en un terreno tan hostil para ella. Jamás la noche había sido tan oscura hasta el punto que ella dejó de verse a sí misma para comenzar a ver tan sólo su sombra.
Y el foco de luz se hizo mayor, ahora el espacio luminoso ocupaba todo su cuerpo, pequeño cuerpo de ave perdida. Sintió tanta esperanza que se llenó de coraje y por fin intentó abrir sus ojos de verdad y le costó, le costó porque el tiempo oscuro se había prolongado tanto que no creía en milagros, no creía que el sol pudiera nuevamente aparecer para darle la bienvenida. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pensó que ya ella era parte de la noche.
Por fin sus ojos se abrieron de par en par y el Sol la iluminó, parecía un Ángel, no lo creía, no podía ser posible… pero lo era. Poco a poco veía como ése halo de luz se expandía y la noche comenzaba a ceder, porque lo oscuro no le puede ganar a la luz, porque lo oscuro no es más que la ausencia de luz y cuando la luz ya no está ausente todo se vuelve cálido, se vuelve cercano, se llena de vida. Sintió una nueva manera de respirar, ya no le dolía, estaba saliendo de ese terreno hostil que tanto le hizo daño, que casi desangra sus sueños, de esa pesadilla que la noche intentó hacerle creer que ella era parte pero no, llegó su Sol para decirle lo contrario. Le recordó que su verdadera vida estaba surcando los cielos, allí donde el silencio no traduce pesar sino reflexión, donde se cierran los ojos no para evitar ver el horror sino para encontrar la paz interior, en el cielo donde la brisa roza tu cara y es algo mágico. Movió sus pequeñas alitas preparándolas para volar, tenía temor de que tanto estar en el suelo hubiese ocasionado que ella olvidara cómo alzar el vuelo, pero su corazón la guiaba y ella entendía que el cielo era el límite, que su sueño de despegar podía ser posible, tenía tanta fe que a pesar de las adversidades comenzó a batir con determinación sus alas y voló, poco a poco iba ascendiendo más y más, su meta era la luz y ella la alcanzaría porque ya no quería estar a merced de la noche. Sentía tanta paz ahora, ya los monstruos que la habían acechado antes no existían. Esa montaña de preocupaciones ya no estaba, tenía un sueño que podía ser realizado y así sería.
Su Sol fue su guía y su fuerza, la esperanza que la hizo levantarse y salir de aquel abismo. Que llenó de colores nuevamente su vida y la motivó para luchar por lo que ella creía. Él marcó el amanecer, el recomenzar porque le hizo creer que a pesar de las sombras, y lo que ellas habían ocasionado, era posible volver a levantarse y seguir adelante, comprendió que posiblemente existirán muchas noches pero lo maravilloso de ellas es que al siguiente día iba ver a su Sol. A partir de allí, el nuevo amanecer estaría lleno de alegrías.
Al levantarse el Albor los monstruos del ayer serán parte del pasado. Jamás la noche podrá opacar la majestuosidad del día. Es probable que conozcas las sombras de la noche porque a todos persigue y a todos alcanza en algún momento de la vida. La diferencia la hace el despertar hacia un nuevo inicio, el sol del nuevo amanecer… Despertar al nuevo Albor.

¡Despierta porque la Luz ha llegado! Y la Luz no se apaga aunque soplen fuertes vientos, porque esa Luz es alimentada por el Poder del Corazón.

Que las sombras de la noche, se queden en la noche.

¡Despierta al nuevo Albor!

Sólo podremos valorar el milagro del nuevo amanecer, si lo hemos esperado desde la oscuridad…

Valió la pena la espera, ya lo verás…

¡Este es tu nuevo Albor!

24/10/2009 06:36 p.m. Por y para ti mi Sol. TAM.
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viernes, 16 de octubre de 2009

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Sigo contigo, sigo sin ti

049. Sigo contigo, sigo sin ti. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

Quizás si me dejo llevar por las olas del mar llegaría algún lugar, contigo o lejos de ti. Tal vez si mis sospechas fueran más que eso podría estar contigo o podría vivir sin ti, pero ni estoy contigo y tampoco estoy sin ti.

Sigo la brisa que roza mi cara, aquella viene directo del océano para decirme cuán lejos estoy o cuán lejos estás. Mordisqueo levemente mis labios recordando tus besos, aquellos que me diste y los que nunca te di.

Te imagino recorrer océanos y mares, olas y arenas, huellas de vida y huellas de tierra pero nada ocurre aunque te espere, aunque en mi intento no desespere.

Y me imagino, me imagino contigo. Te imagino conmigo. Y puedo verte tomando asiento frente a mí, y esa sonrisa cómplice me delata. Estás conmigo, estás aquí.

Levanto mi mano y acaricio tu cara, leve y suavemente pues así siento que debo tratar tu hermosura, la maravilla que representas. Respiro lento para no recordar que el tiempo va pasando, que no se ha detenido aunque tanto lo quisiera. Quisiera… quisiera tanto perderme en la calidez de tus manos, la suavidad de tu boca, la ternura de rozar tu cara con la mía. Sencillamente ternura, eso despierta tu presencia en mi vida. Y quiero tratarte delicadamente, como al cristal más fino, como al diamante de más valor que pueda encontrarse en la vida… así eres para mí.

Me pierdo en este encuentro tuyo y mío, donde respiro a tu medida y formamos la unidad indivisible. Quisiera tanto creer que nada puede separarnos. Me quedo perdida en tu aliento, respiro de ti, respiras de mí. Siento la humedad de tu boca al tocar la mía. No sé si apenas besarte o si besarte con pasión, no sé si será la última vez o si es tan sólo la primera de ellas. Respiro de ti, respiras de mí.

Sigo contigo… Jamás te he dejado en abandono. Quise estar en silencio pero jamás te dejé.

Sigo sin ti… Porque mi cuerpo no te siente. Porque mi boca busca tu boca y no la encuentra. Porque en mi realidad no existes.

Sigo contigo… En cada amanecer y anochecer. No hago otra cosa que pensarte, no hago otra cosa que soñarte.

Sigo sin ti… Porque en este corazón mío tan sólo siento frío, el frío de tu ausencia y la mía pues ya no vivo aquí, vivo allí donde tú estás por eso sigo contigo pero tú no estás conmigo.

Duele ver que tan sólo en mi imaginación mi amor se vuelve realidad, pero la realidad sigue siendo distinta a la imaginación y esto es lo que cada noche vuelvo y me repito:

Veme aquí acostada entre mis sueños, donde tú me dejaste

y te fuiste a navegar al otro lado del mar.

Veme aquí soñando realidades ficticias donde por fin llego a ser feliz.

Veme aquí contando una historia jamás escrita,

porque en mi verdadera historia tú no te encuentras,

porque sólo entre mis sueños encuentro lo que tanto quiero,

pues mi realidad es todo lo contrario, porque en ella:

sigo contigo y a la vez… sigo sin ti.

16/10/2009 10:31 p.m.
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jueves, 13 de agosto de 2009

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Nada de lo que dije que haría

048. Nada de lo que dije que haría. Colección Despierta. Waldylei Yépez.doc

¿Recuerdas las veces que hablamos de mí? Me decías que era muy capaz. También cuando estaba muy nerviosa me hacías sentir que podía llevar las cosas adelante…
Ha pasado tanto tiempo de eso, y cuando cae el sol me doy cuenta que nada de lo que dije que haría he hecho.
¿Recuerdas que cuando me abrazabas me sentía protegida? Ya no me siento así, ya no estoy segura, ahora siento tanto miedo. Ahora cuado me veo a mí misma, me doy cuenta que no fui tan perfecta como tú creíste que lo sería.
¿Recuerdas? ¿Recuerdas lo capaz que era? ¿Recuerdas lo capaz que fui?
Me tomabas en tus brazos y sonreías al verme, tan contenta y orgullosa, tan feliz y resplandeciente.
Y la noche cayó, jamás volviste abrazarme y desde siempre sentí miedo, quería ser como tú querías que fuera, pero nada de eso pasó…
Y cuando cae el sol me doy cuenta que nada de lo que dije que haría he hecho…
Pero aún hablo con tu foto, como si pudiera escucharme, como si de verdad pudiera mirarme, y se desborda la lluvia en mi alma.
Y se quiebra el girasol, las heridas del ave se abren y el mundo de papel se quema en llamas cuando las ilusiones se destruyen, cuando el dolor se afianza y la tristeza prevalece aquí en la noche, a la caída del sol porque…
Cuando cae el sol me doy cuenta que nada de lo que dije que haría he hecho…
Y el ave voló de su nido y las tempestades le acecharon, la oscura noche le hizo parte de ella como quien se sume ante las sombras y nacen las figuras grotescas de las gárgolas. El viento le golpea con esmero y el ave cae al suelo. Busca refugio y las ventanas parecen selladas en aquellas casas. Picotea los cristales pero la ventana no se abre. Se acurruca en sí misma con miedo a la noche, recoge su cabeza y su pico mete entre las plumas, allí espera sin esperar nada, respirando lento respira dolor… allí en las afueras donde las sombras queman y también hielan.
Se repite una y otra vez perdida entre la urbe de su dolor:
“Y cuando cae el sol me doy cuenta que nada de lo que dije que haría he hecho…”
Y su respiración se hace lenta como cuando corres entre oscuridades y te hacen formar parte de ellas…
Así…
Allí…
Como cuando cae el sol,
y te dices que nada de lo que dijiste que harías,
has hecho…
07/07/2009 09:07 p.m. - 27/07/2009 09:46 p.m. -13/08/2009 09:54 p.m.
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