sábado, 24 de julio de 2010

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Mi felicidad imaginada

012. Mi felicidad imaginada. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Hay muchas cosas que quisiera conversar contigo. Permíteme hacerlo de esta manera, permíteme conversar conmigo… para llegar a ti. Muchos intentos fallidos de comunicación he hecho, y no porque nos cueste conversar sino porque no hay una oportunidad para hacerlo. Me quedo pensando en quienes sí tienen la posibilidad de platicar todo el día si quisieran y no lo hacen, y yo que quiero no puedo.

Eres mi felicidad imaginada, no sólo porque representas la felicidad que imagino sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz, porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es… imaginar, imaginarlo.

Me pregunto dónde estás, en qué caminos dejan huellas tus zapatos, si sonríes al recordarme. Me pregunto qué lugares visitaste, si almorzaste temprano o más tarde, me pregunto tantas cosas que sólo puedo imaginarme.

Permíteme creer la mentira que prefiere mi cabeza, así puedo mirarte y no sentirte tan distante; para no sentirme tan vacía al ver que a mi alrededor no puedo hallarte.

Eres la luz que ilumina mi camino, aquella que ilumina pero que está a años luz de distancia. No, que no sea años luz, ni meses, ni días… No, eso me separa de mi felicidad, por eso no quiero enfrentar la realidad, darme cuenta que no estoy y que no estás.

Mi felicidad imaginada, porque sólo imaginando puedo ser feliz… Sólo imaginando logro hablar contigo cada vez que quiero. También logro aferrarme en un abrazo cada vez que puedo. Y logro sentirte cada vez que necesito, pero sólo así porque en verdad, no estoy ni estás conmigo.

Y me imagino a tu lado, mirándote con cara de ternura y amando cada fracción de tu rostro, el timbre de tu voz. Puedo vigilar cada movimiento, estar atenta a cada mirada y reacción… entonces sé que estoy contigo y que estás conmigo, aunque sea imaginando.

Callas y me miras, sonríes y genera una gran emoción en mí, me encanta tanto verte sonreír. No digo nada, quiero eternizar el momento pero despierto, una voz, un alguien o algo presente y real me arrebata la imagen, el pensamiento. Y descubro que no eres como ellos: alguien presente y real, sólo estás viviendo en mi mirar y en mi soñar. Respiro, retomo el pensamiento y allí estás de nuevo. Sonrío y nadie sabe por qué, nadie sabe que me hace sonreír tu sonrisa, que me hace soñar tu mirada, que eres más importante que el resto del mundo, que eres el centro de mi Universo.

Eres mi felicidad imaginada, necesito decírtelo. Necesito conversar contigo de alguna manera, así sea hablar conmigo misma y jamás tener tu respuesta. Es mejor hablarte imaginadamente de mi amor, que callarme esto que soy: quien te ama en pensamientos, quien a ti regala su corazón.

Posiblemente seguiré imaginándote, quizás mucho tiempo más, pero quiero decirte que eres el pensamiento fundamental en mi vida, y que si no te imaginara no sería tan feliz como hoy en día, aunque sea imaginativamente.

Eres mi felicidad imaginada,
no sólo porque representas la felicidad que imagino
sino porque tengo que valerme de la imaginación para sentirme feliz,
porque ser feliz es estar contigo, y estar contigo es…
imaginar…
… imaginarlo.
Tú, mi felicidad imaginada. Mi realidad… aún no hallada.

24/07/2010 08:01 p.m.
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viernes, 2 de julio de 2010

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Tú, Dios y yo

011. Tú, Dios y yo. Colección Albor. Waldylei Yépez.docx

En esta noche triste y fría, cuando sentimientos tan profundos me embargan, quisiera volver a escribirte… Sé que dije, la vez pasada, que no volverías a saber de mí, que no volvería a molestarte y en cierta forma lo he cumplido. Sí, tú no sabrás de mí y no volveré a tu vida, pero eso no quiere decir que tú no vuelvas a la mía. De hecho, estás tan presente que dudo que alguna vez, dejé de tenerte dentro de mí.

Me siento en este piso frío y envuelta por luces tenues, apenas logro ver mis letras en este papel mientras mi piel sufre, pues no quiero abrigarme. Hay tanto que quisiera decirte y que no puedo, por eso necesito un intermediario y ése será mi Dios. Sé que él sí puede llegar a donde estás, sé que puede abrigarte… sé que él puede, lo que yo no.

Y así comienzo mi conversación con Dios. No es un rezo, porque olvidé cómo rezar. De niña sabía hacerlo, pero la adultez me sugirió olvidarlo y lo olvidé. Ahora tan sólo sé, hablar con Dios.

Ay querido Dios, siéntate conmigo, ahora necesito un poco de tu tiempo y de tu consuelo. El piso está frío y la noche mucho más. Más helado se pone todo cuando dejas de prestarle atención a las cosas cotidianas que causan estrés, y te centras a pensar en las escenas tristes de la vida, aquellas que desearías que no hubiesen ocurrido jamás.

Hace mucho tiempo, amigo Dios, conocí a una persona maravillosa y única. Se ganó un pedacito de mi corazón y de mi cariño; un puesto muy importante en mi vida; más de algún pensamiento al día, sencillamente le mantuve presente… le mantengo presente. Nos despedimos hace mucho, y sé que tuve culpa, no sé si toda la culpa pero sí fui responsable. ¿Y sabes qué Dios? Le extraño. No sé si valga la pena decirle, mejor no le digas eso. Quizás ya me ha olvidado, aunque yo no lo he podido hacer. Es posible que ya no le importe nada de mí, ¡Y debieras decirle que ya no me importa nada de su persona! Pero es mentira… y Dios no puede mentir ¿verdad? Entonces, si no puedes mentir y a la vez sabes todo, podrás decirme si de su parte ya me echo al olvido… No, mejor no me digas, no quiero saber. No sé si sería peor eso, o las ganas de llorar que me da el recordarle con nostalgia. Le quiero. Pero, ¡no le vayas a decir eso! Quizás no le importe, es posible que hasta se burle de mí, jamás creería que en la distancia me importa tanto, que sigo sus pasos a donde va tan sólo para tener evidencia de que está bien. A veces me hace mal, prestarle toda mi atención y jamás poder hablarle…

¿Sabes Dios? A veces me gustaría pedirle perdón, siento que le fallé y no sé cuánto. Pero tal vez me diga que no importa, y quizás yo sienta que todo este sufrimiento ha sido en vano, o es posible que tan sólo me diga eso porque no le interesa el asunto; porque ya no soy importante; para cortar la conversación simplemente.

Le admiro. Por una y mil razones que quizás no entenderías Dios, pero sí te puedo decir que me enseñó a volar cuando había olvidado que tenía alas, y fue una pieza indispensable en el proceso que tuve acerca de la búsqueda de un propósito; me enseñó a entender las cosas que no entendía, guiándome con cariño… Sí Dios, te hablo de alguien importante para mí, pero quizás de alguien que ya me olvidó. Es grande el dolor que siento al pensar que debo hacerme a la idea de esa realidad. No sé cómo soltar lo único que queda de esa persona, porque aunque sea dolor, tal vez prefiero eso a tener que olvidarle.

¿Puedo abrazarte un poco Dios? Me siento tan vulnerable. Disculpa que me emocione, yo… nada, no importa, nada de lo que diga es importante… Y disculpa pues manché la túnica de Dios con las lágrimas de mi alma. He llorado tanto por esto, que no sé si vale la pena o sólo fui una ilusa de la vida.

Dios, sé que te llamé para que fueses mi intermediario, pero creo que ya no es necesario. Presiento que ninguna de mis palabras tendrá la menor importancia, y no quiero que sean tratadas como una mentira, no quiero que se piense que digo esto tan sólo por decirlo, y que Dios fue tan infame que se prestó para comunicar una mentira, mi mentira. Tú y yo sabemos la verdad Dios, pero vamos a evitar más capítulos tristes, es lo mejor. Así que, puedes volver a tu trabajo Dios, ya no ocuparé más tu tiempo. Pero no te olvides de visitarme después, ya no será para enviarte con un mensaje, sino para que me ayudes asimilar este dolor o quizás para hacerme compañía entre tanta soledad.

Gracias por venir.

Mi Dios es alguien que no mentiría.
Tú, una persona importante en mi vida.
Yo, quizás el recuerdo que dejaste atrás,
atrás, allá atrás… para no volver jamás.
Nunca más.

02/07/2010 8:59 p.m. – 9:05 p.m.
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viernes, 11 de junio de 2010

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Funeral de ilusiones


Fuente Imagen: Google Images

Había deseado expresar estas cosas antes,
pero no lo hice porque no encontré las palabras apropiadas.
Di tantas vueltas a las ideas,
que cuando comencé a escribir,
terminé con algo distinto entre las manos.
Quería expresar mi desilusión por tantas cosas,
deseaba saber si tenemos algún mecanismo creador de ilusiones
porque a mí me gustaría desactivarlo,
sacarlo de mi vida aunque ello significase vivir sin ilusión.
Suena bastante trágico eso de vivir sin ilusión,
pero más allá de eso, considero que sería el camino que yo escogería,
al menos de pena y decepción, jamás sufriría.
Pero fallé en mi búsqueda, y me tuve que conformar con pensar
que si existe algo culpable de ilusiones, no lo podré arrancar.
Y como uno muere en la resignación,
no acepto que mis ilusiones mueran sin antes embriagarlas de alcohol,
pues si van a morir: que lo hagan sin darse cuenta,
que pierdan el panorama gracias a la cerveza,
diluyendo la realidad que da tristeza.
Me sirvo una copa y les doy la bienvenida al funeral de una ilusión,
celebremos, celebremos que al menos tengo una razón para sufrir,
porque más nada me quedó, sólo eso: una razón para el dolor.
¡Pero celebremos! Aquí la única que tiene que llorar soy yo
y no lo hago, prefiero pensar en lo que quedó de mi amor.
¡Ja! ¿A quién engaño? Ése que llamo amor: es otro muerto,
o al menos aún agoniza, no sé si es dolor o si tan sólo era alegría,
si es la razón de mi muerte o si era la razón por la cual viviría.
¿Por qué seremos así? Esperar lo que no debemos…
eso que sabemos que no obtendremos,
no sé, no sé si estoy a los extremos o al medio,
si me quedé en el blanco, o si todo se puso negro.
Un funeral de ilusiones, me temo que apenas comienzan los entierros,
¡Qué broma chico! Acabo de botar mi última lágrima
y ahora es que me queda razón para llorar.
Me da tanta tristeza pensar que éste no será el final definitivo,
que a pesar de que me siento tan mal, vendrán nuevas razones
o mejor dicho, desilusiones…
Si crees que te has salvado, pues olvídalo, apenas comienza aparecer la verdad,
la verdad de la infelicidad, la razón de este, pequeño pero recurrente… funeral.

Waldylei Yépez
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miércoles, 26 de mayo de 2010

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Presiento

Fuente Imagen: Google Images
Hoy en día he tenido el miedo de preguntarme a dónde vamos,
o qué es lo que somos.
Yacemos ante la vida como un par de árboles de profundas raíces,
con una base estable y firme, aferrada a la dura roca.
Creímos entonces que si nuestros tallos eran fuertes
y nuestras ramas estaban unidas,
la caída no estaría presente en nuestras vidas.
Creímos entonces que permaneceríamos así, unidos
por el tiempo de los tiempos.
Pero olvidamos un detalle,
nos asentamos justo frente al abismo,
y además olvidamos que el tiempo erosiona,
tanto a la piedra como a la roca,
y fue así, que por culpa del mismo tiempo,
nos fuimos acercando al abismo,
o el abismo se nos vino encima.
Hoy en día he tenido el miedo de preguntarme a dónde vamos,
porque presiento que las oscuridades nos acechan,
porque la erosión del tiempo jamás se detendrá
y un día terminaremos cayendo,
como han caído los más grandes árboles.
Presiento...
Que caeremos al abismo que se impone al frente,
que olvidaremos cuando antes estuvimos juntos
y trabajamos para profundizar raíces,
pero las raíces no podrán mantenernos de pie cuando la erosión llegue.
Cederemos, quizás tú primero o tal vez yo,
se deslizará nuestra base y quizás un día
alguien recordará lo que fuimos, o tal vez no.
Presiento que el tiempo regresivo comenzó,
que la dura roca en su ceder, ya empezó,
y que muy pronto diremos: el cariño terminó,
y este poema, que entre tristezas se escribió,
se romperá, cuando culmine... lo que fuimos tú y yo.
Waldylei Yépez
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sábado, 22 de mayo de 2010

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Hay tanto que quisiera llorar

Fuente imagen: Google Images

Cuánto me gustaría poder escribir con lágrimas este instante,
pero no aquellas que recorren el rostro
sino de esas que duelen y ensombrecen el aura,
pero sobre todo, de aquellas que asesinan al alma.

Lo sé, suena terrible… pero así de terrible es mi tristeza a veces.

Podría llenar esta página de las más bellas realidades,
y más de uno se emocionaría al encontrarlas,
pero más que hablar de la belleza,
yo quiero hablar de la nostalgia.

Es hermoso encontrar al amor y pasear con él.
Vestir con tonos rosas nuestra realidad.

Pero, ¿Hasta dónde nos lleva la tristeza cuando el amor no está?
Tristeza y nostalgia, mucha soledad.

Hoy quisiera encontrarme con tu rostro amor,
quisiera aferrarme a ti y decirte cuánto te he extrañado.
No ha sido, no han sido fáciles todos estos días en los que no has estado,
en los que te he buscado enloquecidamente.
Duele tanto no estar para ti y que no estés para mí,
duele esta nostalgia que incluso mata.
Duele… hay tanto que quisiera llorar…

Hay tanto que no sabría decirte,
no sabría expresarte este temor mío,
porque temo perder la esperanza.
No estoy, no estás: no estamos,
y al mismo tiempo seguimos juntos,
no sé hasta cuándo,
no sé si hasta mañana o fue hasta ayer,
hay tanto que no sabría decirte...

Pero, aunque no sepa por dónde empezar,
quiero comenzar a llorar, y con eso mi dolor expresar,
sé que no será agradable ver el rostro de mi sufrir,
pero ya no puedo con esto que he llegado a sentir...

Hay tanto, hay tanto...
Es mucho lo que yo... quisiera llorar...

Waldylei Yépez
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sábado, 8 de mayo de 2010

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Madre

010. Madre. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Para una madre maravillosa: Olga.

Si algo maravilloso caracteriza a la vida es que existen cosas inexplicables, cosas a las cuales no les encontrarás respuesta y otras tantas que ni siquiera podrás describir con palabras. Una de esas cosas majestuosas es el Amor, con el cual las palabras sobran y al mismo tiempo faltan, porque no hay manera de llevar a palabras aquello que corresponde sentir a través de las emociones. Otra de las cosas indescriptibles es la Madre y no porque no sepamos lo que es, sino que es tan grande que cualquier cosa que podamos decir siempre será incompleta, pueden ser millones de palabras las que escribas o digas y aún así sólo las emociones comprenden a cabalidad lo que la Madre significa, nunca las palabras.

Próximamente será el Día de la Madre, para algunos no pasa de ser un día comercial donde los medios de comunicación te dicen que si quieres de verdad a tu mamá debes demostrárselo comprándole un juego de vajillas, una nevera o cocina nueva. Y sí, bajo la perspectiva de labores en el hogar seguro que le será de utilidad, pero ¿Eso es todo? Para algunos otros este día significa darle una tarjeta a la madre, donde se le desee feliz día y al final la firma de quien la obsequia; para otros se entiende que es el día en que visitarás la casa materna para comer en familia, y con ello celebrar. Sin embargo, más allá de la ropa, las sandalias, las vajillas, las tarjetas y la visita, ¿Qué es lo que significa este día? El significado de las cosas siempre es subjetivo, significa lo que cada quien considere que significa, que posiblemente no es lo que debería significar, pero incluso esta comparación es subjetiva porque depende de cada persona (perspectiva, personalidad, entorno). Entonces como todo significado es subjetivo, yo daré mi propia opinión que puede ser distinta a la de usted señor lector.

Como preámbulo me gustaría comentar específicamente sobre la Madre. En primera si nuestra Madre no existiera, ni usted ni yo estaríamos encontrándonos en esta conversación ahora, simple y sencillamente porque no existiríamos. Hemos nacido de la “combinación” de dos personas, donde una de ellas es apta para conservarnos en su interior y permitir con ello nuestra formación física. Esa persona cedió, amablemente y por amor, su cuerpo para que el nuestro pudiera crearse al paso de los meses. Permitió que usted y yo tuviéramos cerebro, extremidades y corazón; actualmente se habla mucho del derecho que tiene la mujer sobre su cuerpo, y que por ello ella tiene la capacidad de decidir si le da o no la oportunidad de nacer a la personita que lleva dentro. Si usted está leyendo y yo escribiendo, entonces agradezcamos que nuestras madres decidieran darnos la oportunidad de vivir este instante ahora. No solamente porque tomaran una decisión, sino porque gracias a su cuerpo: nosotros tenemos el nuestro. Gracias a los cuidados que ella se dio así misma, como una buena alimentación, fue que su proceso de gestación concluyó satisfactoriamente, y que dicho proceso fuera satisfactorio es que nosotros tenemos lo que tenemos: la vida.

Pasamos entonces a la etapa donde se nace, donde se es pequeño y vulnerable, donde una simple gripe se puede convertir en un grave problema pulmonar que acabaría con la pequeña vida, pero entonces llega el ángel guardián llamada Madre, quien se desespera por hacer algo para curarte. Te da remedios, te baña, te viste… cuida de ti, no le importa levantarse tres mil veces por noche, su prioridad es saber que tú estás bien, y si es de hacer sacrificios pues se hace sin pensar que lo son. Y así pasan los años y siempre eres la prioridad para ella, si no hay dinero para darte tu leche entonces se hace lo necesario, hasta se pide prestado o ella misma deja de comer para dártelo a ti. Se presentan las preocupaciones porque hay que comprarte un uniforme, los zapatos, los útiles escolares, los juguetes,… Posteriormente será el celular, el computador, los objetos de moda. Si el hijo lo quiere o lo necesita entonces se hace el sacrificio de conseguirlo. Y si ella se compra algo para ella, como un televisor, un celular o un computador nuevo, pero el hijo lo quiere usar entonces ella se lo cederá incluso hasta decirle que lo deje para él así a ella le guste mucho, pero como el hijo es lo más importante ella nunca le negará algo que puede darle y mucho menos si lo tiene a la mano. El hijo puede acabar el saldo del teléfono celular una y otra vez, y aunque ella pueda hacer un comentario al respecto, jamás le negará el celular aunque sepa que se gastará todo el dinero. Si el hijo necesita algún dinero, ella no mirará a los lados sino que se lo prestará de inmediato si existe la posibilidad. Cocinará para él lo que más le gusta, seguirá comprándole cosas… Sencillamente no dejará de ser su niño, aunque sea todo un adulto, para ella. Se preocupará cuando llegue tarde a casa, llorará si no sabe nada de él, se quedará callada incluso cuando él le diga cosas feas, y a pesar de todo siempre perdonará cualquier ofensa. La Madre es generosa con sus hijos.

Tristemente la reciprocidad en el trato no se cumple siempre, y muy a pesar de que el hijo le deba su vida a la Madre (que ella haya hecho tanto o haga tanto por él) puede actuar con mucha ingratitud. Así vemos hijos que no hablan a su madre, sino que le gritan. Que se sirven de ella, pero no le sirven a ella. Que son capaces de gastar el saldo del celular, pero jamás prestarle un mensaje del de ellos. Que esperan que toda la ropa esté limpia, porque si ella aún no lava es inaceptable. Que no les importa llegar tarde a casa aunque ella se preocupe, es problema de ella si se queda despierta pues él no tiene la culpa de su decisión. Que le piden dinero “prestado” a la madre, pero jamás se acuerdan que era prestado entonces o hacen mucho rollo para devolverle el dinero o simplemente no lo hacen, total no estamos hablando de un tercero sino de la madre y ella no los va demandar o algo así ¿verdad? Y llega la época del noviazgo, la pareja sube de prioridad y la madre queda después, al punto que la palabra del novio o novia tiene más peso que la palabra de la persona que te da la vida. Y los amigos también suben de prioridad, de allí parte que se es más generoso con ellos que con la progenitora, claro los amigos hay que mantenerlos porque se pueden ir pero la madre siempre va estar, así que no hay por qué preocuparse tanto de ella ¿verdad? Después del noviazgo llega el matrimonio, hay que hacer vida de pareja y visitar la casa materna muy de vez en cuando porque hay tantas cosas por hacer que ya no me queda tiempo. Ya no tengo tiempo para la persona que siempre me cedió el suyo. Y aquí es cuando el Día de la Madre queda como el compromiso, ese día hay que acordarse de que tenemos una Madre, quizás no lo recordamos el resto del año pero no hay problema porque gracias a Dios el calendario tiene un día para ello. “¿Dices que yo no me acuerdo de mi madre? ¡Mentira! ¡Yo siempre la visito en su día! ¿Qué mejor regalo que una vajilla nueva? ¿O una nevera?” Pero resulta que en alguna ocasión su mejor regalo fuiste tú, de hecho sigues siendo tú a pesar de tus gritos, de tus respuestas inapropiadas, de tu ingratitud, de tu indiferencia, de tu decisión de poner a otros por sobre ella, de que la visita que le prometiste no la cumpliste, de que te llevaras a tu casa el televisor que había comprado para ella, de que le dejaras una gran deuda en el teléfono, que nunca le hayas devuelto un dinero, que nunca te diera ganas de llevarla a algún sitio a pesar de que tenías un auto y todo lo demás que ella te perdonó, cosas de las cuales ya se olvidó, esas mismas cosas que jamás te va reprochar porque siendo tú su hijo no lo verá como una falta. Sin embargo, lo mismo no pasa contigo y comienzas a enumerar las cosas que “mi mamá no debió hacer”.

Madre es Amor, todos los días son para vivir el Amor y, por tanto, todos los días deberíamos acordarnos de nuestra Madre, lo que ella hizo y sigue haciendo por nosotros. No se trata de un día de un calendario, porque el calendario no se va acordar de lo que ha hecho ella. No se trata de un objeto material, porque lo que le debemos no tiene precio alguno. Un regalo no está de más, pero eso no lo es todo. Y un día del año no es suficiente para quien nos ha regalado todo su tiempo. En eso deberíamos sentarnos a pensar.

Recordemos una cosa más, nuestros hijos aprenderán de nuestras acciones, por ello si somos ingratos con nuestros padres, ellos lo serán con nosotros después y recogeremos lo que habremos sembrado.

Sepamos sembrar entonces y disfrutemos de este hermoso día, porque el día de la madre es el día que hemos llegado a la vida. Gracias Madre por darme la oportunidad de vivirla. ¡Feliz Día!

08/05/2010 10:42 p.m.
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miércoles, 5 de mayo de 2010

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Carta a mi suegra

Fuente imagen: Google.

009. Carta a mi suegra. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

“A veces suceden cosas extrañas, fuera de lo ordinario, que producen bruscos movimientos en nuestra vida abriendo así la posibilidad de cambiar el parecer que ya tenemos sobre el mundo. Por supuesto, esto depende de la decisión que tomemos, ya que al final sólo nosotros podemos elegir lo que es mejor para nosotros mismos. Aprender siempre es una opción, podemos tomarla o no.”

Terminaba de escribir esas líneas cuando se aparece ante mí una chica de veintitantos años. Se presenta y me pregunta si yo soy “la chica que escribe”. Le contesté en tono de broma que a veces escribía, sobre todo cuando me veía obligada ante los exámenes de la Facultad y reí. Entonces me mostró unas impresiones que había hecho, me preguntó si era la autora y asentí.

- He estado buscándote… -. Me dijo.

Me preguntó si tenía tiempo para platicar y le dije que sí. Se sentó entonces a mi lado, pero en ese sitio no había banquitos así que terminamos ambas sentadas en el piso.

- ¿Cómo hiciste para encontrarme? -. Pregunté.

- No me fue fácil, pero digamos que seguí muchas “señales” que me trajeron a esta Facultad -.

Yo no sabía qué pensar.

- Vine hasta aquí porque necesito tu opinión acerca de algo que es importante actualmente para mí -.

- ¿De qué se trata? -.

- Quiero contarte una historia… -. Comencé a escucharle atentamente. - Hace unos años atrás, en mi último año de secundaria, conocí a una muchacha que para efectos de esta conversación llamaré Carla. Ella se veía muy buena persona, con aires de ingenuidad, y además muy inteligente. Trabajamos juntas en muchas ocasiones ese último año, y cierto día estando trabajando en mi casa conoció a mi hermano Anselmo. Ambos se hicieron amigos y terminaron enamorados, después se hicieron novios a escondidas. Siempre me mantuve al margen de las cosas. Más que una amiga para Carla, yo siempre fui su compañera de clases y jamás le hablé a él de ella o viceversa, mi pensamiento era de dejar que ellos vivieran su noviazgo y yo totalmente apartada del asunto. Ella se ilusionó tanto con él que planeó un futuro a su lado incluso, aún siendo menor de edad. Creo que la chica aún creía en príncipes azules. Lo que ella no sabía era que mi hermano se iría a otra ciudad a estudiar su carrera, y tampoco sabía la clase de arpía que quería tener como suegra…-.

- ¿Arpía? ¿Hablas de tu madre? -.

- Sí, hablo de mi madre -. Quedé totalmente desconcertada. - Ella no iba permitir que por nada del mundo su hijito se enredara con cualquier “ofrecida”, porque él tenía un “futuro prometedor” y toda mujer que pudiera encontrar seguro sería una “regalada” sin valor. De alguna manera, ella supo que Carla y Anselmo se veían, y aunque ya sabía que ella era mi compañera de clases, al enterarse de su interés por Anselmo la etiquetó de “loca” (regalada) y en su “enemiga”. No iba permitir que “esa mujer” dañara el futuro de su querido hijo -.

- Ehmm, no es por nada… pero tu mamá es una mujer un tanto “especial”…-.

- Muy “especial”… Llegó a convencer a Anselmo para que se fuera antes, meses antes de comenzar su carrera, con tal de que no viera a Carla… -.

- Espera, espera… -. Le dije. - ¿Por qué me cuentas estas cosas a mí? Apenas llevo minutos viéndote y me cuentas toda una vida… ¿Por qué yo? Me desconcierta totalmente. No sé, tengo la impresión de que estas cosas sólo las dices a las personas de más confianza, no a la primera que vez en la calle. No dices hola qué tal, para luego contar toda la tragedia de una vida…-. Aquello me parecía una exposición demasiado violenta de información que a mí no me competía saber.

- Tú misma has dicho que a veces necesitamos de un desconocido con quién desahogarnos, alguien que no nos conozca para poder comentar todo sabiendo que esta persona en verdad no sabe exactamente de quién hablamos, no emitirá un juicio, ni siquiera conocerá los rostros… -. Con esas palabras me calló totalmente, al menos ya sabía que sí había leído alguna publicación.

- Está bien, continúa… -. Asintió.

- No lo dejó tan siquiera despedirse de ella, temía que “esa mujer” pudiera “engatusarlo” y hacer que él “renunciara a su futuro”. Hay que admitir que él era incapaz de enfrentarse a su madre, y seguía sus órdenes sin poner trabas. El día después que Anselmo se fue (o que ella hizo que se fuera), Carla llegó a mi casa toda sonriente y yo la atendí, no sabía cómo decirle que Anselmo se había ido a otra ciudad. Con un aire de ingenuidad me preguntó que si mi madre estaba en casa, yo me extrañé y pensaba: “Si la conocieras de verdad, ni preguntarías por ella”. Me dijo: “le escribí una carta a mi suegra”. Por dentro pensaba: “¿Suegra? Si esa mujer no te puede ver ni en pintura”. Aún recuerdo cuán animada estaba, después sacó la carta y me la leyó porque quería mi opinión sobre ella. Intenté advertirle sobre mi madre, pero precisamente iba saliendo y se encontraron en la puerta. Carla intentó saludarla con una sonrisa, y ella “se la comió viva” diciéndole tantas cosas empezando por su culpabilidad al querer “perjudicar a su hijo” hasta llamarla “loca”. La insultó bastante feo y la pobre salió corriendo, me quedé reclamándole a mi madre el que no tenía derecho a decirle esas cosas a esa pobre muchacha. Cruzamos algunas palabras y me fui corriendo por la misma vía de escape de Carla, al doblar la esquina la vi parada cerca de un basurero y estaba quemando la carta que iba destinada a “su suegra”, la miraba consumirse poco a poco hasta que lanzó el papel en llamas al piso donde terminó de quemarse y prosiguió su camino. Decidí no seguirla, la pobre ya tenía bastante con la insultada que se había llevado y saber que mi hermano se había ido, porque mi madre se lo dijo a gritos. No volví a saber de ella -.

- Qué triste y qué rabia con tu mamá, ¿Cómo es posible que se haya comportado de esa manera? Es totalmente reprochable -.

- Lo es. Aún pienso en Carla y me da tristeza, ella iba con la mejor de las intenciones y se consiguió a una arpía… -.

- Sí. Ahora, yo no podría decir nada al respecto, además son cosas que pasaron hace años ¿no? -.

- Sí, sí. Hace algunos años, pero el asunto que me trae a ti no es la situación tan terrible que protagonizaron estas personas, sino la carta de Carla…-.

- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? -.

- Resulta que ese día antes de salir a recibirla yo estaba estudiando unas cosas de un curso, como a mí me cuesta mucho retener las clases teóricas me valía de una grabadora para grabar toda la clase y después escucharla una y otra vez. Ese día yo llevaba mi grabadora en la mano, y no sé cómo pero puse a grabar instantes antes de que Carla comenzara a leer y terminó a la mitad de los insultos de mi madre. Me di cuenta horas después, y al escuchar la carta una y otra vez me dio mucha rabia al punto de que busqué a mi madre y molesta la obligué a escuchar la carta, y después la hice responsable de amargar a una chica idealista, porque con su actitud lo único que había conseguido es que Carla se decepcionara de esa visión bonita que tenía. La he culpado todos estos años de ello. Necesito que escuches la carta, después de tanto tiempo aún la llevo conmigo… -. Buscó la grabadora y la hizo andar, me pidió escuchar con atención.

Al acabar de escuchar no hice comentario alguno.

- Todos estos años me he preguntado una y otra vez si Carla seguía siendo así, o se habría decepcionado tanto hasta convertirse en una arpía como “su suegra”. Porque, lamentablemente, tendemos a cerrarnos cuando nos vemos heridos por culpa de nuestra ingenuidad. Comenzamos a ver culpables en todos lados, nos volvemos “realistas” y contemplamos al mundo con su cruda realidad, el idealismo se acaba, la ilusión se convierte en desilusión. Me pregunto si Carla encontró a esa suegra que tanto quería, o si la descarga de mi madre dañó la figura de que “la buena suegra sí existe”. Me he hecho tantas preguntas…-.

- A menos que sea Carla quien responda, no tendremos certeza de qué fue lo que pasó en realidad…-.

- Eso es cierto. ¿Sabes? Yo siempre fui de ser “realista” ante las cosas, el príncipe azul no existe y mucho menos la suegra que es buena. He tenido muchos problemas con la mía, es una arpía igual que mi madre porque aún es así con su nuera actual, porque mi hermano se enamoró en esa otra ciudad e incluso se casó y cada vez que puede mi madre “se la come viva” diciéndole un montón de cosas, o habla de ella a sus espaldas con sus amigas… Y es probable que lo mismo me pase a mí, que mi propia suegra hable a mis espaldas y eso es terrible… Creo que, a pesar de todo, alguien debe ser diferente en este mundo, Carla lo era al menos. Me niego a pensar que era la única… ¿Tú qué crees? ¿Te has encontrado con una persona así? -.

- Yo no puedo saber cómo es cada persona en el mundo, pero si Carla era así es probable que otras personas, aunque sea un poquito, lo hayan sido o lo sean. Creo que aún los idealistas existen… o por lo menos, quiero creerlo…-.

- ¿Puedo hacerte una petición? -.

- Dime -.

- Publica la carta de Carla, intenta que la gente vea cómo era. Yo no sé si aún es así, pero al menos lo fue. Quizás algunos se burlen, pero si existen personas que fueron o son así, a ellas les llegará su carta. Tal vez muy en el fondo de mi ser se guarde un poquito de eso, probablemente por ello guardé esta grabación tantos años. Y así, aunque no exista nadie más como Carla, al menos espero que un día ella sepa que yo la mantuve presente, y que sus palabras son el único hilo que me queda del idealismo que casi se perdió en mí. Que me aferro a sus palabras para seguir creyendo. Dile eso, por favor -.

Asentí y la chica se levantó de su asiento. Me extendió su mano y se retiró. Me quedé con una extraña sensación pero cumpliría con mi palabra. He aquí la carta a mi suegra:

Querida suegra,

En primera me gustaría decirle que lo de “querida” es muy real, que no se trata de un formalismo cínico o por intentar ser diplomática, que no se trata de que tan sólo pongo esa palabra para que esta carta se vea “más adornada”. La belleza de una carta reside en sus sencillas palabras que han salido del corazón… la presente, ha salido de mi corazón ¿Cursi? Posiblemente, pero así soy.

Nunca antes me había enterado de que alguien le escribiera a su suegra, quizás muchas personas han escrito una carta como ésta y después la han guardado.

¿Por qué una carta? Porque no encuentro otra manera de conversar con usted por ahora, pero me gusta pensar en el momento en que ambas podamos sentarnos hablar como amigas. Sí, como amigas. Y no de esas amigas en palabras, que no están cuando uno más las necesita sino de las buenas amigas que sí se encuentran.

Amigas, pero no una amistad condicionada o condenada acabar cuando mi relación con su hijo acabe, de ser ése el caso. Porque aunque yo hoy quisiera una relación perdurable, y esté comprometida a ello, su hijo sigue siendo libre para decidir cuál es su felicidad y con quién. Si comenzamos condicionando hoy nuestra amistad, no sería una amistad real. Comúnmente a una amiga no se le habla en términos de usted, sino que se tutea, yo preferiría seguir con el usted porque es lo que me nace hacer, es muestra de mi profundo respeto y consideración. Admiro su fuerza y fortaleza de madre, admiro a las madres que como usted dan todo de sí por sus hijos. Desearía tener su temple cuando a mí me corresponda ejercer ese papel. Desearía estar cerca para observar y aprender de esos rasgos que le caracterizan, y de los cuales yo carezco porque aunque no deseo cambiar mi personalidad que es propia, también es cierto que puedo tomar actitudes que me convertirían en un ser más completo, porque la vida es un constante aprendizaje.

Me gustaría conversar y pedirle flexibilidad, porque aunque seamos amigas no somos iguales, por ello no cocinaré, no lavaré ni plancharé como usted lo haría para su hijo, pero eso tampoco implica que haga todo mal. Por el contrario, más que una critica destructiva, lo que necesito es de su enseñanza, de su buena voluntad y sé que siendo amigas eso se puede lograr, porque las amigas se comprenden. Lo que corresponde al cariño es cariño, a la buena voluntad es buena voluntad y al respeto el mismo respeto. Siendo buenas amigas, sabríamos estas cosas sin siquiera decirlas muchas veces.

Un deseo probablemente demasiado idealista, es que mi suegra me vea como una hija. No le pediré eso, puesto que no lo soy. Pedirle ese nivel de comprensión está fuera de lugar, sin embargo, no miento al decir que el respeto hacia usted es el mismo que siento hacia mi madre. Es verdad lo que escribo.

¿Cómo ser grandes amigas si aún hay mucho que conocer? Eso lo sé perfectamente, no es mi intención presentarme hoy con esta carta y pensar que ya somos las más grandes amigas, mi objetivo es decirle que tengo toda la disposición, que allí está mi mano tendida en señal de amistad que se verá fortalecida en el tiempo, si así ha de ser, a través de la interacción constante. Es por medio del compartir que conocemos a las personas.

No pido una plena confianza, eso es algo que se gana con el tiempo, pero sí pido un voto de confianza que me permita demostrar lo que soy en verdad. Pido no evaluar con premura porque la prisa nos hace equivocarnos, y las amigas se hieren cuando se dicen cosas feas de las cuales se pueden arrepentir luego y este mensaje también va para mí.

Mi poca experiencia de vida y mi falta de conocimiento no me dejan ver ni comprender muchas cosas que es probable usted sí sepa, como aprendiz podría presenciar esas clases sobre la vida y no habría tanta cosa que criticarme, por el contrario, hay mucho que enseñar.

Con tristeza he visto escenas de suegras y nueras que se pelean, se tratan con cinismo, se saludan casi “con el beso de Judas” porque ambas ni se pasan… Eso no lo quiero para nosotras, para mí es muy importante una buena relación con usted, indispensable.

Amo a su hijo y lo respeto mucho, esto también es verdad.

Ahora mi pregunta es: ¿A usted le gustaría ser mi amiga? Sabré esperar por su respuesta.

Con cariño, su nuera.

05/05/2010 06:36 p.m. - 06:58 p.m. - 08:04 p.m.
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sábado, 13 de marzo de 2010

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Camino de espinas

008. Camino de espinas. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Dedicado a Joanna.

Un día estaba en la parada, esperando el transporte para irme a casa, y recuerdo que ese día había tanta gente que tomé la decisión de sentarme en un banco, del Centro Comercial que está al frente, para esperar que gran parte de esas personas se fueran y yo poder tomar mi transporte tranquilamente después, eso me evitaría los empujones de la gente impaciente que quiere montarse en el primer transporte que llegue. Seguro todos hemos vivido un capitulo como ese, pero bueno eso forma parte de las cosas de la vida ¿no? Y ahí estaba yo en el banco, a la sombra y recibiendo una brisa fresca sobre el rostro. Es entonces cuando se sienta a mi lado una chica que llevaba una carpeta, pero más que llevarla en una mano la tenía contra el pecho. Me dije que debían ser documentos importantes. Total no le presté mayor atención y seguí agradeciendo la brisa que llegaba de cuando en cuando.
En un momento dado, viré mis ojos a la dirección donde estaba la chica y me fijé que tenía la mirada ida, miraba sin mirar y además tenía los ojos enjugados. Me preocupé un poco, me dije: « pobre, debe estar pasando un problema ». No hice más, bueno ¿Qué más podría haber hecho? Pero entonces fue ella quien viró su mirada y se encontró con la mía, me dio cosa y me voltee porque no quería que pensara que intentaba entrometerme.

- ¿Alguna vez has sentido que nadie te comprende?-. Dijo.

Me hice la loca, como que la cosa no era conmigo pero sentía que unos ojos me observaban. Me voltee nuevamente.

- ¿Me preguntas a mí? -. Ella asintió.
- Bueno, hay veces en la vida que uno se siente solo rodeado de gente. Pero, creo que sí me he sentido alguna vez de esa manera. ¿Por qué? -.
- He vivido años sintiéndome así -.

Me pregunté si era conveniente seguir esa conversación.
« Hay veces en la vida que necesitamos de un extraño para desahogarnos ». Pensé.
Hice ademán de comentar algo, pero ella comenzó a hablarme. Escuché con atención y a veces realicé algún comentario. Al transcurrir el tiempo entendí lo que ella decía, no todos la comprenderían aunque algunos igual la apoyaran.
Fue entonces cuando decidí escribir su historia, en un intento de que se comprendiera y se viera lo que yo pude ver a través de sus ojos. Hoy, como si fuera mi historia, intentaré llevarte a través de ella, porque sólo así podrás tener una idea de lo que es caminar sobre un camino de espinas, usando las botas de quien sufre y viendo la perspectiva a través de mis ojos. Así comienza, mi:

Camino de espinas

…Ser buenos para algo es la respuesta que muchos buscamos, me incluyo porque vivo esa realidad desde hace mucho. Hoy hablo sola con mi silencio pues tengo el presentimiento de que es el único que logra entenderme o tal vez no lo hace, tan sólo me mira y calla conmigo. Sé que no tiene palabras para mí, lo sé desde hace mucho, quizás lo sé desde siempre pero aún así guardé la esperanza hasta el final creyendo que él sería el único que entendería mi mal.
¿Por dónde comenzar mi historia? ¿Quizás desde el principio? Tal vez sea mejor desde comienzo. Mi nombre es Mariana, aunque mi abuelito me llamaba María Cleopatra porque le encantaba verme enfadada, él sabía que me molestaba esos cambios de nombre. A todo esto, él me acompañó en una parte de mi infancia y luego su voz se perdió en el silencio… Bueno, siguiendo con el cuento…
Crecí siendo una alumna muy aplicada, intentaba seguirle los pasos a mi hermana como me pedía mi papá. Recuerdo lo orgullosa que estaba mi mamá en las graduaciones, la enorme sonrisa al verme recibir mi diploma de bachillerato y además un botón de honor al mérito. Gané un par de becas también. Estaba muy lejos de ser la oveja negra de la familia y eso me enorgullecía, quería que mis padres tuvieran la alegría y se sintieran orgullosos de su hija. Recuerdo que mis notas eran una de las más altas de la clase, y a veces ¡la más alta! Imaginarán la sonrisa que tenía de ver que las cosas me salían bien. En ese tiempo alcance casi todo de lo que me propuse, me esforcé bastante y otras veces me obligaron mis compañeros a esforzarme jaja. Llegué a estar muy metida en las bibliotecas incluso.
Al salir de bachillerato, quedé en una Universidad Pública de renombre. ¡Cuánta alegría! Sería toda una profesional, me parecería mucho más a mi hermana que era mi gran modelo, así comencé mis clases y los primeros parciales. Obtuve varias notas buenas, otras bastante regulares y muchas más pésimas en números. Como era la Universidad, donde para todo eres grande y te representas a ti mismo, mis padres no volvieron a saber de boletines y yo no volví a comentar cómo me iba en los parciales.
Recuerdo una vez que me senté en la mesa a estudiar, la idea era leer y practicar un poco. Mi padre se acercó a donde estaba, miro la mesa y mis anotaciones a través de sus anteojos mientras llevaba en la mano una taza de café. Suspiró y me dio una palmada en la espalda, me dijo:

- Veo que tienes mucho por hacer -. Y dejó la taza de café a mi lado.

Volví a mirar aquel libro lleno de garabatos. Tomé un sorbo y otro más al rato, pero en todo ese tiempo no entendí nada de teorías, sólidos o planos. Me quedaba viendo las figuras, esos dibujitos que no tenía idea cómo sacarlos. Y así muchas veces, me quedaba medio dormida encima de las hojas, donde a lo más anotaba ecuaciones que jamás pude aprenderme y un par de ejercicios de miles que me salían mal.
Muchas veces, cuando sabía que los demás dormían, me ponía a llorar porque no entendía para qué servía toda esa teoría, todo ese libro que no era más que una gran telaraña de ideas. A veces me quedaba mirando sin mirar algunas líneas, y cuando se aparecía algún miembro de la familia me acomodaba en el asiento y fingía leer, tomaba mi lápiz entre mis dedos y esperaba con tanto anhelo que se fueran de ahí. Fingía estudiar en ciertas materias, y podrían pensar que yo era una floja que no quería hacer nada, pero no era eso lo que pretendía porque había cosas que me salían bien, que podía hacerlas pero otras comenzaron a ser un calvario.
Después de muchos intentos fallidos, de buscar asesorías y jamás haber obtenido algo de ello, comencé a desear no estar más allí, en esa carrera, en ese salón de clases. Quería desaparecer. Entre horas de clases me quedaba a solas, sentada en un banco cualquiera con hojas de papel enfrente y un lápiz de grafito, indecisa en si abrir aquel libro o dejarlo para después, entonces comencé a deslizar mi lápiz sobre el papel como pintándolo y así se pasaban los segundos; a veces me daba por mirar los animalillos que corría en el suelo y se detenían un rato, me parecía que podía dibujarlos y eso hacía. Al terminar, y como si le hubiese dicho al animal que ya dejara de posar, salía corriendo y se perdía en el matorral.

- Al menos algo que me salga bien… o casi bien -. Decía mirando el dibujo hecho.

Un día sucedió que escuché una voz masculina.

- ¡Mariana! -. Di un brinco al escuchar aquel grito. - Nosotros vamos a estudiar, ¿Quieres acompañarnos? -. Me decía el compañero de clases.

Comencé a temblar.
« ¿Estudiar? Pero si yo no sé nada… Ellos de seguro han practicado mucho, yo ni siquiera entiendo ni sé escribir esos “garabatos” ». Pensaba.
Me sentí colapsar.

- ¿Entonces? ¿Vienes? -.
- No puedo… -. Salieron de repente mis palabras casi tartamudeando. Él asintió con una sonrisa y se fue.

« ¡Soy una IMBECIL! ¿Cómo diablos voy aprender esos garabatos de los mil demonios si no estudio en grupo? ¿Cómo pretendo salir bien? Pero, ¿Con qué cara llego yo a estudiar cuando se supone que “las cosas que ya sé” no las sé de verdad? ¡BRUTA, BRUTA! ». Me regañaba a mí misma.

De lo mal que me sentía, tomé mis cosas y caminé a casa a pesar de que era lejos, pero quería caminar para ver si se me pasaba lo que me hacía mal. Al llegar me lancé en mi cama a llorar.

« Estúpida, soy una estúpida… No sé nada, no entiendo nada y tampoco quiero entender, quiero llorar y llorar mucho ». Decía entre sollozos.

Escenas parecidas se repitieron hasta el cansancio, terminaba en lágrimas como si las lágrimas pudieran resolver algo… Quizás no resolvían la situación, pero al menos calmaban la ventisca que se había instaurado en el día a día.
Aguanté bastante tiempo hasta que un día comencé a comentar que quería cambiarme de carrera. Nadie dijo nada y ni siquiera me miraron. Investigué entonces sobre las carreras que ofertaban las otras Universidades, no tardé mucho para estar nuevamente en lágrimas: nada de eso me gustaba. Con todo el pesar que puedas sentir, tomé aquel feo libro que me hacía la vida imposible y lo puse frente a mí, más ganas de llorar sentía y con esa resignación que pesa en el alma lo abrí para intentar leer, lo que ya muchas veces había leído sin entender.
Un par de veces más en el futuro volvería a buscar una carrera entre tantas opciones, para terminar tan decepcionada como la primera vez. Para terminar acudiendo al mismo libro del cual me intentaba deshacer.

Viví rodeada de muchos comentarios, tanto buenos como malos. En tantos años me formé la “fama” de ser una persona capaz y perseverante, pero aunque la gente lo repitiera hasta el cansancio yo dejé de creerlo. Eso de capaz y perseverante no lo encontraba dentro de mí pero quizás un día lo había sido, cuando fui una buena estudiante que comprendía las cosas y podía presentar con éxito un examen, pero eso había quedado tan lejos en el pasado. Comencé acumular derrotas y me etiqueté como una derrotada. Me dije: no puedo, y me lo creí.
- Pero, ¿Por qué no puedo? ¿Ah? Antes fui una buena alumna, obtuve altas notas y era parte del orgullo de mi familia pero ahora me siento como si fuera la más fracasada. ¡Ay! Pero, ¡No! Y ¡No! Ya basta de decirse que no puedo hacer las cosas, porque yo creo no ser tan bruta. Tengo que dejar de decirme que no puedo, debo borrar de mi mente esas palabras. Voy a comenzar de nuevo, ¡voy hacerlo! -. Decía al intentar buscar palabras de aliento.

Muchas veces “intente comenzar de nuevo”, y sí, con nuevos bríos y obligándome al máximo lograba “hacer algo por mi carrera” pero no pasaba mucho tiempo más cuando el desánimo, la desilusión y las ganas de salir corriendo volvían.
Estar en un salón de clases era un “territorio tan hostil”, que apenas aguantaba y a veces no podía. Me salía de algunas clases casi al empezar.

« ¿Para qué estar aquí? ¿Por qué sigo viniendo? ». Me preguntaba y como si hablara conmigo misma, respondía esas preguntas. « Porque no tienes otra opción…».

Con el tiempo vi gente irse de la carrera, creo que esas cosas son más comunes de lo que uno cree. Algunos optaron por trabajar y otros se cambiaron a otra Universidad. Me daban tantas ganas de ser más como ellos, tomar la decisión de irme a otra cosa pero jamás pude, estaba maniatada a algo que no quería y no sabía cómo desatarme. Quería tomar un nuevo camino pero ese camino sencillamente no existía.

- Tener una carrera universitaria es una de las cosas más difíciles de la vida, ya sea porque postulas a una cosa y no te admiten o porque no tienes plata para pagarla. Todo el mundo dice que no es fácil entrar a una Universidad, tener un cupo, pero yo tengo uno en un sitio que no quiero. Cada vez me digo que debería estar agradecida y valorar lo que tengo, que de paso me lo gané con esfuerzo porque a mí nadie me regaló nada, sin embargo, eso que debo valorar es lo que más me hace daño en la vida. No quiero ir a clases, apenas entro me digo: “No entiendo”. De verdad, no me hace bien esta situación -. Le contaba a alguien de confianza.
- Tal vez el fondo de tu problema tiene que ver con tu vocación…-. Me respondió.

« Vocación… ». Me quedé pensando en eso un buen tiempo.

Entonces por iniciativa propia, fui hasta el Departamento de Orientación de la Universidad.

Toc, toc.

- Adelante…-. Contestó una voz femenina. Pasé al cubículo y me encontré con la secretaria.
- Buenas, quisiera pedir una cita con la orientadora para asesoría vocacional -. Me pidió mis datos y llenó una ficha que luego me pasó diciendo:
- Tenemos disponible para ese día -. Tomé la ficha y miré la fecha, tendrían que pasar ¡dos meses! antes de que pudieran atenderme, como si mi martirio no fuera suficiente ya. Resignada agradecí la atención y me retiré a esperar mis dos meses.

Llegó el día y me presenté a la hora y fecha pautada.

- Buenos días -.
- Buenos días, ¿En qué le puedo atender? -. Me respondió una señora, que resultó ser la orientadora.
- Pedí cita para una asesoría vocacional -.
- Pase por acá…-. La seguí y me llevó a una oficina. Comenzó a buscar entre gavetas hasta sacar un libro grande, busco dentro de él y encontró algunas hojas, resultó ser un formulario con preguntas.
- Este es un Test Vocacional, lee las preguntas y resuelve como dice aquí en el libro, a la final se te dará un resultado. Quédate aquí y hazlo -. Me dejó sola en la oficina.

« ¿Qué tan difícil puede ser? Igual no son preguntas de otro mundo, esto trata de las cosas que más se adaptan a mí, a mis preferencias… ». Busqué un lápiz y comencé mi Test esperanzada en que algo bueno iba salir, estaba con profesionales en el área y seguro ellos me ayudarían. ¡Por fin sabría cuál es mi camino!

Pasó un buen rato. Terminé. Miré hacia todos lados y fui en busca de la orientadora. Ella llegó y vio mi formulario, hizo cálculos y me leyó mi resultado.

- ¡Con razón te sientes tan mal aquí! Tú no eres de esta carrera… -.

Esas palabras afloraron mi sentir, pero me aguanté. Ella estaba diciendo mi realidad sin apenas yo mencionarla, yo me sentía terrible en la carrera, ¡quería salir corriendo! Pero cuando ella dijo eso, me sentí esperanzada, ¡alguien me entendía!

- Tu resultado dice eso, esta carrera no es para ti… -. Llevo sus manos al frente y me miro seria. - La solución es irte a otra carrera, yo no sé cómo es el proceso ahora pero debes ir y retírate de la Universidad, porque acá no se realiza cambios entre Facultades, vuelve a presentar los exámenes necesarios y postúlate para otra carrera…-.

Me quedé en las palabras “retírate de la Universidad, vuelve a presentar…”.

- … Eso es lo más que te puedo decir… -. Culminó.

Ya no sabía qué era lo peor, había pensado que iba encontrar ayuda y lo único que confirme es que había una razón para sentirme mal, pero solución ninguna. Agradecí la atención y me retiré. Caminé rápido y me encerré en el baño más cercano de la Universidad, se me enjugaron los ojos e intenté respirar profundamente.

« ¿Que me retire? ¡¿Que me retire?! ¿Y quién diablos me garantiza cupo en otra Universidad? ¿Por qué no me dice que se evaluará mi caso? ¿Por qué no se permite cambios de carreras dentro de la misma Universidad? ¡ES LA MISMA UNIVERSIDAD! ». Me desesperé ante lo que creí injusto pero no lloré. Salí del baño y me fui a casa tan rápido como pude… allá, sí lloré.

Las cosas no pintaban bien: estaba en una carrera que no me gustaba, viendo materias que no entendía y estudiando con libros que me dejaban frustrada, en una Universidad que no me permitía un cambio de carrera entre Facultades incluso. No tenía otra carrera a la cual postular en otra Universidad, ninguna opción me gustaba y antes de salir “de lo malo” a “lo peor” me quedaba sin hacer nada, mientras tanto sufría como una misma desgraciada.

En el día a día, muchas veces amigos preguntaban por cómo me iba, contestaba entonces omitiendo aquello relacionado con la Universidad. Cuando me preguntaban directamente por mis estudios respondía: “Mejor no hablemos de eso” o “no quiero hablar de eso”. Las personas más cercanas sabían que algo importante pasaba, más yo no hablaba de ello, prefería llevar sola mi martirio. A todo esto, debo agregar que poco hablaba de mis problemas académicos o vocacionales, lo hacía en contadas ocasiones con personas muy específicas en algún punto de la historia. Sin embargo, no me sentaba hablar largo y tendido de las cosas que me afectaban emocionalmente, de lo mal que me sentía, de las innumerables ocasiones que lloraba, ni siquiera el hecho de que apenas el mencionar el tema o palabras como “Universidad” o “carrera” activaban cierto desespero e incluso depresión. Mentalmente mi vida se había convertido en un infierno.

Mi vida continuaba, en lo que no estuviera relacionado a estudios, de una manera normal. Salía con amigos, con mis papás e incluso ayudaba a mis primos con actividades de sus clases. Recuerdo una vez que mi prima Amalia me llamó por teléfono.

Rin, rin.

- Alo -.
- Mariana, ¿Cómo estás? Es Amalia -.
- ¡Prima! ¿Qué tal? Todo bien. ¿Y eso que me llamas? -.
- Necesito tu ayuda prima, José me dijo que tú lo ayudaste alguna vez con unas láminas para una exposición. Me dijo que te habían quedado muy buenas -.
-¿Ah sí? -. Intentaba recordar.- ¡Ah! ¡Sí! Aquella vez… ya ni me acordaba…-.
- Prima, ¿Qué posibilidades hay de que me ayudes? Mira, estas láminas tienen que quedar muy bien, son para una exposición muy importante -. Me quedé pensando en la responsabilidad. – Bueno, eso si no tienes nada que hacer de tu carrera…-.

“Carrera”. La alarma se activó, mi mente comenzó a bloquear pensamientos y aunque supuestamente iba hacer una tarea, que no tenía la menor idea de cómo hacerla, preferí irme ayudar a mi prima.

- Te voy ayudar en lo que pueda ¿bien? Nos vemos en tu casa…-.
- ¡Prima te adoro! Yo sabía que podía contar contigo, nos vemos en la casa -. Colgó.

Me alisté y me fui. Llegué a su casa y estaba reunida con un grupo de trabajo, supe entonces que la cosa era importante. Me mostraron unas imágenes y me pidieron realizarlas más grandes. Yo dudé totalmente de aquello, cuando ayudé a José el dibujo que le hice no era algo tan complicado y el resto de la lámina se llenó con diversas frases y letras. Sin embargo, lo que ellos me pedían ahora era dibujar varias láminas, me habían dado incluso una imagen del tamaño de una barajita. Mi prima me miró:

- ¿Crees que puedas hacer el trabajo? Te pagaremos, así que por eso no te preocupes -.

« Yo no creo que pueda hacer esto. Pero, ¿Cómo le digo que no? ». Me sentía observada, todos estaban pendientes de lo que yo diría.

- Podría intentarlo… -. Respondí con duda. Me sonrió y me pasaron los materiales que necesitaría.

De repente me vi envuelta en una enorme responsabilidad a la cual no podía dar respuesta, dudaba y me sentía mal.

« Estas personas están confiando en mí, pero no creo poder hacer esto. Debo decírselos ¡Ay! Estas caras no me están quedando bien, ¡Dios Santo! ». Pensaba a cada rato.

Dude mucho, muchísimo pero aún así hice las láminas. Terminamos casi a media noche.

- ¡Prima! ¡Te quedaron todas espectaculares! -. Exclamaba mi prima.

« Están terribles… aunque no tanto como creía que quedarían ». Pensé.

- Bueno, no es como que lo hubiera hecho un profesional pero intenté hacerlas… -.
- Están buenas, prima. Te voy a contratar para futuras actividades -. Nos reímos.

Una de sus compañeras tenía carro y ofreció llevarme a casa. En el camino íbamos conversando

- Y a ti, ¿Cómo te va en los estudios? -. Preguntó la compañera de mi prima.

« ¡Estudios! Otra vez no, no, no… » .

- ¡Ehmm! Más o menos… -. Le respondí.
- Ella ha tenido ciertos problemas con su carrera, eso la ha atrasado un poco por diversas cosas… -.
- ¿Sí? -. Contestó totalmente extrañada. - ¿Y por qué le ha afectado tanto el asunto de los estudios? -.
- Pobrecita, es que ella es muy sensible… -.

Me sentí como toda una niña vulnerable. Mi prima decía esas cosas, pero realmente no dimensionaba cuánto me afectaba el asunto de la carrera. Si bien ella sabía de los atrasos académicos, no estaba totalmente al tanto de la situación. Bajé mi mirada y me puse cabizbaja, nuevamente la tristeza se hizo presente en mí. Mi prima siguió platicando con su amiga, pero yo me perdí viendo con nostalgia el paisaje que corría detrás del vidrio del auto. Me sentí muy mal.

Llegaba el final de ese semestre y terminé reprobando. Existían reglas dentro de la Universidad, y tenía la sospecha de que habría alguna sanción para mí. Acudí al Departamento de Control Académico y me encontré con la encargada. Le presenté mi caso y pedí su asesoría respecto a los reglamentos.

- Pasa, necesito ver tu situación académica en la computadora para poder responderte tu duda… -. Me respondió.

Pasé y ella se sentó frente a su computador. Me pidió mis datos y consultó los registros.

- A ver, tienes algunas aplazadas acá… -. Sentí vergüenza. - Pero tampoco te ha ido tan mal, acá tienes otras con buenas notas… -.
- Me gustaría saber si se puede aplicar alguna sanción de algo…-. Pregunté.
- Pues la verdad sí, me temo que no podrás inscribirte el próximo semestre… -. Sentí desespero ¡me quedaría fuera todo un semestre! - Lo siento -. Se encogió de hombros.
- ¿Y no puedo hacer nada? -.
- Reglamento es reglamento…-. Pensó un instante. - ¿Tienes algún problema con la carrera? -. Yo asentí. - ¿Qué pasa? -.
- Ya no quiero estar aquí…-.
- Y si es así, ¿Por qué no te cambias de carrera? -.
- Mis padres… -. Hizo un gesto de desaprobación.
- Entonces te piensas quedar sufriendo aquí, ¿Porque tus padres quieren que te quedes en la carrera que no te gusta? Si a ellos les importa tanto, ¿Por qué no vienen a estudiar ellos? ¡Esto es lo que TÚ harás el resto de TU vida! ¡Es TU decisión, no la de ellos! -. No dije nada, me quedé cabizbaja. Después me retiré de la oficina.

A lo largo de todo ese tiempo, amigos me apoyaron diciéndome que tenía capacidades, que ellos sabían que yo podía, que tenía habilidades. Ya no creía en esas cosas y ahora tenía en frente una suspensión. ¿Cómo le iba decir eso a mis padres?
Algunos días después decidí hablar con ellos, se molestaron mucho pero no me dijeron nada. Ellos tenían la costumbre de quedarse callados, pero cuando explotaban realmente lo hacían. Callar sólo resultaba ser una postergación.

Trabajé en cosas simples en el período que comprendía ese semestre, seguí ayudando a mi prima Amalia con láminas, sencillas y más elaboradas, que hacía tanto para ella como para sus compañeros. En algún punto, comencé a tomar eso de dibujar láminas para exposiciones como mi gran pasatiempo. En una de esas, conocí a mi amigo Gilbert que luego me llevaría a conocer a Juan David, este último era un chico que vendía pequeños cuadros en el boulevard al centro de la ciudad. El chico tenía talento para la pintura, eso era innegable; le compré un par de cuadros que pondría en mi habitación. Me parecía muy bueno lo que hacía.

- ¿Tú estudiaste para lograr hacer esto? -. Le pregunté un día.
- La verdad no, pinto desde pequeño y con los años he logrado hacer esas cosas. Sí, he leído revistas y cosas así, pero nunca estudié una carrera digamos -. Sonreía.
- Que bueno es dedicar tu vida a lo que realmente te gusta… -.
- ¿Y a ti te gusta aquello a lo que te dedicas? -. Preguntó y la sonrisa desapareció de mi rostro.
- No… no me gusta -. Le contesté.

Tiempo después volví a visitar su puesto en el boulevard, y en broma le dije que me tenía que enseñar hacer esas cosas tan espectaculares que él hacía.

- ¿Te gustaría pintar? -. Me preguntó.
- No haría algo como tú, tan bueno digamos, pero aunque sea lanzaría colores por todos lados -. Reímos. Sin embargo, no volví a su puesto en un buen tiempo.

Terminó el semestre, comenzaría el siguiente y yo volvería a la Universidad. Debo admitir que me entusiasmaba la idea, comencé a pensar que lo mejor era lo que ya tenía seguro, así que nada estaba haciendo al pensar irme a otra parte. Varias veces escuché decir:

- A veces no es lo que uno quiere, sino lo que se puede…-.

Yo pensaba que aquello era cierto, yo no quería la carrera en la que estaba pero era eso lo que se podía. No había oportunidad de entrar a otra carrera, en primera no tenía cupo y en segunda no sabía a dónde podía irme. En ese tiempo ya estaba un poco más tranquila, me habían servido esos meses fuera de la Universidad para ordenar mis ideas y darme cuenta que era importante sacar esa carrera, tenía que pensar en mi desarrollo como profesional y además me ayudo tener a alguien con quien conversar: mi novio. Él me apoyaba y aunque no entendía por qué tanto sufrimiento de mi parte, siempre intentó comprender lo que me pasaba y no me dejaba sola, eso hizo la diferencia.
Cuando le comenté que volvería a la Universidad, no le gustó mucho porque sabía que yo no quería esa carrera en el fondo. Le reclamé y le dije que me dolía que fuera el único que no me apoyara en esa decisión, mis padres y otros amigos me daban su apoyo mientras que él me decía que no le parecía buena la idea. El pobre por fin cedió, a la final lo que quería era que yo estuviera bien y me apoyaría en la decisión que tomara. Y así volví a comenzar…

¡Estaba lista! ¡Enfrentaría al “enemigo” con todas las fuerzas! ¡Allí estaba haciéndome la fuerte! Estudiar y estudiar. Cuánta emoción cuando en algunos parciales salí bien, pero era en las materias que yo sabía podía enfrentar, y estuvo más calmado ese semestre pero al siguiente nuevamente decaí. Volví a toparme con esos libros tan horribles, formulas y cosas. No lo soportaba.

« Odio esta carrera… si sigo así, me voy a morir… ».

Entre esos días, un familiar estuvo de visita en la casa. Conversamos de mis atrasos académicos y yo le decía que me quería cambiar de carrera.

- No tienes necesidad de cambiarte, lo que tienes que hacer es terminar esa carrera y después te pones a estudiar lo que te guste o te de la gana. ¿Cuál es el problema? Yo conozco a un muchacho que sacó muchos cursos y varias carreras, a él lo que le gusta es estudiar y ya no es un muchachito. Si él pudo, ¿Por qué tú no puedes hacerlo? Mira, él sacó no sé qué cosa industrial, después se lanzó a estudiar mecánica, después agarró y se fue por algo de gerencia… Ni siquiera eran carreras similares, y él pudo sacarlas. Tú saca tu carrera así no te guste, porque después con eso trabajas y te pagas una carrera privada si es eso lo que quieres. Todo esto eres tú misma que te bloqueas, porque tú eres una muchacha que es capaz e inteligente, lo que a ti te tiene estancada eres tú misma con tus cosas. Cada rato repitiéndote que no puedes, obvio que no vas a poder. Esto que estás pasando es por tu misma actuación. ¡Termina tu carrera! -.

Me quedé sin decirle nada y me puse a dudar.

« ¿Será verdad? ¿Será que yo misma he causado todo esto? ¿Será que de verdad puedo sacar esta carrera, y que por mis imbecilidades me he bloqueado? ¿Será que contesté mal ese Test Vocacional? ». Me llené de dudas, muchas dudas.

Ya no estaba segura de nada. Comencé a vivir entre dos fantasmas, uno que me decía que era yo quien debía poner de mi parte y el otro que quería salir corriendo de esas clases. ¿Era un problema vocacional o no lo era? ¿Por qué para otros era más fácil abordar el tema y tomar una decisión? ¿Por qué la carrera para mí representaba un infierno? Y si era por el hecho de retirarme de la Universidad, entonces ¿Por qué no lo hacía? Pensando en estas cosas un día me quedé hablando conmigo misma.

- Ese Test Vocacional me dijo que yo no era de esa carrera, y me lo han confirmado todos los Test que encontrado por Internet desde entonces, por tanto no es posible que yo me haya equivocado en todos. ¿Por qué no puedo simplemente irme? Porque no puedo soltar lo que es seguro así como así, yo sé que no es tan fácil entrar a una Universidad, jamás podría pagar una carrera privada tampoco. ¿Qué pasa si me retiro y no puedo entrar a otra carrera? Me quedaré sin nada, además de que no sé a dónde irme. Yo no quiero ser como una persona que saca todas las carreras del mundo, quiero sacar la carrera en la cual me sienta bien, eso es lo que haré para toda la vida y por ello debe ser algo que me guste, o al menos que pueda soportar. Y esto no puedo soportarlo… -.

Nuevamente comencé a descuidar las asignaciones, en su lugar me concentraba en las cosas que más me gustaban como estar en la computadora, ver películas y dibujar, que de un tiempo para acá me ayudaban a no pensar en los problemas que tenía.

- ¿Cómo te va en las clases? -. Preguntaba mi padre a veces, o mi madre.
- Ahí más o menos, no muy bien -.
- ¿Y has pensado en hacer cursos para ayudarte? -.
- Claro… -. Y hasta ahí llegaba la conversación.

De casualidad, volví a pasar por el puesto de Juan David “el pintor”. Me saludó y me preguntó por qué no había vuelto, y qué había pasado con la iniciativa de las clases de pintura. Yo le dije que aquello era una broma nada más, pero él me dijo que se había entusiasmado con la idea y que si de verdad quería, él podía enseñarme todo cuanto había aprendido. Entonces me entusiasmé yo y quedamos de reunirnos algunos días. Yo necesitaba materiales para esas clases, sólo tenía el dinero que había ahorrado ya que pues no le pediría a mis padres para comprar lo que necesitaba. Decidí gastar mis ahorros y me compré muchos colores, pinceles,… todas esas cosas necesarias y además libros que explicaban técnicas. Me gustaba dibujar, a esas alturas ya dedicaba mucho tiempo a mis propios dibujos y aquellos que otros me mandaban hacer, así que ahora estaba enfocada en la pintura, quién sabe si algo bueno podría salir de ahí. Así comenzaron las clases. Hice varias pinturas que colgué en mi cuarto y fue hasta entonces que mis padres se dieron cuenta que su hija se estaba convirtiendo en artista, que tenía mi cuarto lleno de dibujos y colores.

- ¿Cómo compraste estas cosas? -. Preguntó mi padre señalando los colores y libros.
- Con el dinero de mis ahorros… -. Dije tímidamente. Su rostro se endureció.
- ¿Gastaste el dinero de tus ahorros en estas tonterías? ¿Me estás diciendo que gastaste el dinero que era para comprar tus libros de la Universidad en esto? -. Señalaba con desprecio. - ¿Dónde diablos tienes la cabeza? -. No aguanté su mirada, comencé a mirar el piso.
- No son tonterías… -. Dije en voz muy baja, sé que él no me escuchó. Tomó los colores que tenía, los miró con desaprobación y los tiró sobre la mesa nuevamente. Miró con decepción y se fue…

Cerré la puerta y me lancé sobre la cama a llorar, de cuando en cuando golpeaba la cama con mi puño una y otra vez. Nadie me entendía.
Días posteriores retomé los libros y mi carrera, como quería mi padre. Guardé los colores, las pinturas, los pinceles y hasta mis propios cuadros, todo lo puse en una caja y lo arrinconé… al olvido.

Dejé de hablar de mis problemas vocacionales con mis amigos, sabía que estaban cansados de escuchar siempre lo mismo. Aún sentía el apoyo de mi novio, eso lo agradecía. También dejé de comentar cosas en mi casa como: “quiero cambiarme de carrera”. Con bastante dificultad aprobé ese semestre que estaba en curso. Pero al siguiente las cosas se fueron de mal a peor, y una nueva suspensión amenazaba mi estadía semestral. Acudí entonces a la Dirección de Carrera que me correspondía, quería confirmar los posibles cambios de carrera entre Facultades y me volvieron a repetir lo que tiempo atrás me dijeron en Orientación. Salí frustrada de aquella oficina.
Al finalizar ese semestre lo reprobé, una nueva suspensión se presentó. Cuando inició el siguiente, mis padres veían que yo no asistía a clases, me llamaron para hablar y recuerdo que estaban en la cocina.

- ¿Por qué no estás asistiendo a clases? -.
- Porque me suspendieron de nuevo… -. Se endurecieron sus caras.
- ¡Tantos sacrificios que nosotros hacemos por ti chica! -. Exclamo mi madre.

Allí estaba la estocada final, sentí morir al escuchar los reproches.

- ¿Y ahora? ¡Claro! ¿Cómo vas a salir bien si te la pasas dizque dibujando, o metida en ese pedazo de computadora? ¡Eso mata las neuronas! -. Dijeron otras cosas y yo me fui a mi cuarto, a seguir llorando porque esa había sido mi vida: una vida entre lágrima y lágrima.

Retomé los dibujos y la pintura, eran cosas que me gusta hacer y me ayudaba a no pensar en que el tiempo pasaba y yo sin futuro profesional aún. Un día hice una pintura, basada en otra ya hecha por Juan David que era mi mentor en estas cosas, y alguien vio la obra en el boulevard, se interesó tanto que preguntó cuánto costaba. Miré a Juan David y él le dijo el precio de su propia obra, la original, y el señor dijo que se la llevaba pero tomó la que yo pinté, pagó y se fue. Me quedé boquiabierta, pensé que había sido un error y Juan David me dio el dinero de la venta.

- Es tu pintura, es tu ganancia… -.
- Pero, pero a él le gustó TU pintura y se llevó la mía… -.
- No, a él le gustó la idea de mi pintura pero pintada según TU mano -. Sonrió.

Me sentí tan contenta. Además, Juan David me ofreció que podía exhibir mis obras en su puesto del boulevard.

- ¿No has pensado en estudiar acerca de esto? -. Me preguntó.
- ¿Cómo? -. Le dije totalmente extrañada.
- Que si nos has pensado en estudiar algo como Artes… -.
- ¡Oh! ¡Ehmm! No… -. Me encogí de hombros.
- Deberías pensarlo, tienes talento para esto… creo que por aquí va tu vocación -.

“Vocación” se encendió la alarma mental. Esa era otra palabra que me tenía traumatizada jaja, pero más que algo que me paralizara era algo que quería tener más claro, quería saber para qué exactamente era buena.

Le hice caso al comentario sobre Artes y me puse a investigar al respecto, la carrera se ofertaba en la ciudad y la gran casualidad era que pronto se iniciaría el Proceso de Admisión donde podía postularme. Leí el Pensum de Estudio y me pareció abordable, comenzó mi intensa investigación al respecto y ésta se veía mil veces mejor que seguir en el sitio donde estaba.
Le comenté a un amigo acerca de este cambio y terminó diciéndome:

- Bueno, que estudies Artes no te garantiza que termines siendo un Picasso, eso tienes que tenerlo en cuenta -.
- Lo sé, y no es un Picasso lo que quiero llegar a ser precisamente…-.
- Por otra parte, yo te recomendaría terminar la carrera que ya empezaste y después hacer ésta si te gusta -.

« No, no, no, no, ¡no! ». Pensé.

- Creo que no, así no va la cosa. He sufrido mucho con esta carrera como para quedarme en ella, me voy a cambiar y lo voy hacer ya mismo, ahora -.
- Siendo la cosa así, que has sufrido tanto, entonces me parece bien que tomes una decisión al respecto -.

Comenté con entusiasmo esto de la nueva carrera a mi novio y un par de amigos más, se pusieron contentos al verme sonreír. Me apoyaban en este nuevo camino.

Después de unos días, comenté en casa la decisión de postular a la carrera de Artes.

- ¡¿Vas a dejar tu carrera por irte a ser una SIMPLE “ARTISTA”?! -. Fue la respuesta que recibí. No lo podía creer. Había sufrido tanto para encontrar el camino con el cual pudiera sentirme bien y pasa esto…

Me encerré en mi cuarto. Me senté en la cama y desde la pared me miraba la foto de mi abuelo, que me llamaba María Cleopatra cuando era niña para que me enojara. Fui y tomé la foto entre mis manos.

- ¡Ay abuelito! No sabes cuán difícil ha sido todo esto, bueno seguramente sí lo sabes -. Decía entre sollozos. – Un día frente a tu foto prometí que iba culminar esa carrera, te lo prometí y no pude cumplirlo, rompí mi promesa porque me estaba haciendo tanto mal. Yo sé que comprendes el por qué no pude cumplirte. Y ahora cuando por fin veo una luz en el camino, las cosas no dejan de ser difíciles. Tengo tantas heridas en mi corazón…-. Mis lágrimas no dejaban de caer, mientras mis dedos acariciaban la foto como si pudiera tocarlo a él, por último lo apreté contra mi pecho como si pudiera abrazarlo. Me sentía tan sola en ese instante, nadie sabía el infierno por el que pasaba.

Me armé de valor y presenté los documentos para la postulación a la carrera de Artes. Si tenía que comenzar sola el camino, lo iba hacer. Los resultados estarían disponibles en unos meses más.

Fue entonces cuando llegó el semestre en que debía reincorporarme, a la carrera de la cual quería salir. Mi admisión en la otra Universidad aún no se hacía efectiva, y ante el miedo de no poder entrar allá decidí inscribirme en el semestre de reincorporación.

- Es que no entiendo Mariana, tu sitio no es ése y lo sabes. Yo siendo tú ni siquiera me inscribiría de nuevo, es más me hubiera retirado hace tanto tiempo de esa carrera -. Me decía mi novio.
- Sé que no me comprendes, sé que nunca habrías actuado en la manera en que yo lo hice pero tenía razones válidas para no irme de la carrera antes. Yo no podía salir de una cosa que no me gusta, hacer otra que tampoco me gustaba. Yo no quería tener una carrera tan sólo por tenerla, tampoco quería buscarme un trabajo que no me llenara o me aportara algo de utilidad. Pude haber actuado como otros, pero no soy así. Si me reincorporo ahora no es porque quiera, sino por miedo de quedarme sin nada…-.
- He allí el problema, es que ya no tienes nada. No has avanzado casi y tú lo sabes. Tener o no tener ese cupo es prácticamente lo mismo. Yo espero que los resultados de Artes estén pronto y así salimos de esta duda, así podrás comenzar en lo que es más como tú -. Me sonrió y lo abracé.

En ese momento llegó mi papá.

- Buenas…-.
- Buenas noches -. Le contestamos.
- Mariana, tú comienzas clases pronto… por ahí vi unos avisos de unos cursos, aquí tienes los teléfonos para que llames y así puedas sacar esas materias que te dan problemas. Aquí tienes -. Y me dio un papel con números telefónicos. Me quedé fría.

Se fue mi papá y me quedé mirando aquel pedazo de papel. Comencé a temblar y miré a mi novio con ojos enjugados.

- ¿Cursos? ¿Asesorías para las materias? -. Le dije casi tartamudeando.
- Ellos no pueden ver la realidad como es, no pueden dimensionar lo que te está pasando… Quizás si les hubieses hablado claramente, tendrían mejor conocimiento de lo que estás pasando -.
- Es que ni siquiera puedo hablar del tema, me dan ganas de llorar y se me hace un nudo en la garganta -. Mi voz se quebró. Él abrió sus brazos y me abrazó.
- Todo resultará, ya verás, ya verás…-.

Meses después se dieron a conocer los resultados de admisión, estaba admitida a la carrera de Artes. Lloraba de la emoción, por fin comenzaría un nuevo camino lejos del “ambiente hostil” en el que estuve por años.

Recuerdo que llegué a casa ese día y comenté lo de admisión con alegría, no esperé que me dijeran nada y me fui a mi cuarto. Días posteriores, cuando iba pasando por la cocina escuché que mis padres hablaban con mi hermano.

- Es que ustedes no la pueden obligar a algo que no quiere, a ella nunca le ha gustado esa carrera, nunca le ha gustado -. Decía mi hermano.
- ¿Y qué va hacer con esa carrera? Lo mismo que con esta otra… -.
- Pero ella quiere estudiar, ella quiere estudiar y den gracias por eso -.

Me devolví sobre mis pasos y me quedé encerrada en mi cuarto.

« ¿Y qué va hacer con esa carrera? Lo mismo que con esta otra… ». Recordaba.

- ¿Cómo van a decir eso? Si quiero empezar esta carrera es porque tengo entusiasmo de sacarla adelante. ¿Por qué no me apoyan? No creen en mí… -. Me dije y tomé mi almohada para abrazarla. Me puse triste.

A pesar de todo, decidí seguir adelante.

Llegó el día de las inscripciones en mi nueva carrera. Había mucha gente, pero yo estaba entusiasmada y con mucho ánimo. Es entonces cuando me doy cuenta que hay conflictos con las inscripciones de nuevo ingreso, por sabotaje no nos dejaban inscribir y nos tuvieron todo el día ahí en la cola hasta pasando hambre. Ya bastante tarde nos dijeron que habían suspendido las inscripciones. Regresé a casa bastante frustrada, pero encontré el apoyo de mi novio y eso me reconfortaba.
Al día siguiente regresé, y el proceso de inscripción se llevó a cabo aunque existieron varias demoras. Cuando por fin vi mi planilla de inscripción firmada y sellada, sentí un gran alivio. Salí de la nueva Universidad y caminé, pensaba en todas las cosas que habían pasado. Caminé y caminé para reflexionar, manteniendo siempre contra mi pecho la carpeta con mis documentos, donde se encontraba esa planilla firmada y sellada con la cual empezaba mi nuevo camino.
Llegué entonces a la parada del Centro Comercial, y decidí descansar un poco sentada en el banco. Seguí pensando en tantas cosas, hasta que sentí que alguien me observaba y miré hacia mi izquierda, fue cuando me topé con unos ojos que miraban los míos, pero después dejaron de hacerlo de súbito. Supe entonces que esa persona se había dado cuenta de mi letargo y de mis ojos enjugados. Le dije:

- ¿Alguna vez has sentido que nadie te comprende?-.

Sé que se hizo la loca, como que la cosa no era con ella.

- ¿Me preguntas a mí? -. Me dijo después de vacilar un poco. Y asentí.
- Bueno, hay veces en la vida que uno se siente solo rodeado de gente. Pero, creo que sí me he sentido alguna vez de esa manera. ¿Por qué? -.
- He vivido años sintiéndome así -. Le dije.

Y le conté mi historia porque ahora sí estaba preparada para hablar, aunque fuera con una extraña de la cual jamás sabría nada, porque a veces en la vida necesitamos de un extraño para desahogarnos

Camino de espinas
Es el camino que hoy he dejado muy atrás,
senda que no volveré a pisar.
El nuevo camino, no sé qué podrá deparar
pero: “Caminante no hay camino, se hace el camino al andar”.

13/03/2010 04:58 p.m. - 05:46 p.m. - 09:51 p.m. - 10:19 p.m.
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martes, 9 de marzo de 2010

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Detrás de mis palabras se encuentra tu mirada...

Fuente: Google Images

Detrás de mis palabras se encuentra tu mirada...

Para decirme no sé qué cosas,
para hablarme de tantas otras
y ahuyentar miles de estrofas.

Se han marchado los tiempos muertos
que se llenaron de tanto incierto,
que no son más que mil lamentos,
detrás, detrás de ti ya no hay más tiempos.

Detrás de ti van mis palabras,
de este tiempo y tu fantasma,
que ya no sabe de qué me habla.

Tantas cosas invaden este momento,
no te enamora un cielo tierno
y ya no sé qué estoy sintiendo,
se va, se va despacio, el tiempo lento.

Sé que miras lo que yo escribo,
sé que sabes lo que yo digo
desde el más verde al amarillo,
se va deprisa mi fiel cariño.

Sé que ya sé lo que tú dices,
desde el silencio mis cicatrices
que se abren al escribirte
de lo profundo de mis raíces.

Ya no sé si soy la luna
o si estoy dentro de una cuna,
si he crecido para olvidarte
o seguir detrás, como este instante.

No sabes que miro, no sabes que te sigo a todas partes,
leyendo lo que a otros les contaste,
creyendo saber lo que en verdad pensaste.

Siento mil puñaladas
al leer lo que a otros no importaba,
al creer que de mí tú te expresabas
con las más filosas palabras.

Decidí dejar de seguirte,
¿para qué remover las cicatrices?
¿para darme cuenta que no existes?
que la unión ya la perdiste.

Cuán mal me siento a la espera de tu carta,
no es más que espera, no es más que nada,
no es más que aquella la imaginada,
son las palabras nunca expresadas.

Detrás de tus palabras hay tantas heridas,
más de las que te hice,
las que tú me hiciste un día,
las que me haces todavía,
desangrándome hasta la agonía
al punto de convertir mi dolor... en poesía.
Waldylei Yépez
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miércoles, 3 de marzo de 2010

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Levantemos Chile

007. Levantemos Chile. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

En medio del desastre en el cual se encuentra,
un hombre se sorprende y lamenta,
ve perder sus pertenencias.
Mira hacia un lado y no halla a sus hermanos,
sus compañeros, amigos o familiares más cercanos.
Mira hacia el otro y la desolación encuentra,
¿Dónde están los autos? ¿Dónde está la acera?
¿Dónde está la gente? ¿Dónde está la escuela?
Todo en eso ya perdido y vagando en pensamientos,
siendo victima del tiempo y del destino incierto,
moviendo los escombros que ha dejado el suelo roto,
moviendo los escombros que llenan de pena el rostro
ve surgir del barro el color de su bandera,
blanco, rojo, azul y en medio aquella estrella,
la levanta y extiende para que todos vean
que aunque rasgada y con barro, yace viva su bandera.
Se ha quedado con lo puesto
pues el resto se lo llevó el viento,
se ha quedado sin nada material,
se lamenta, es cuando encuentra la verdad,
el viento no pudo arrancarle lo más importante,
sí la rasgó y le dejó un hueco grande,
pero su bandera sigue viva, ¡sigue viva! ¡que aguante!
Y esa tela que en sus manos extiende
es más que tela lo que allí asiente,
es más que tela lo que allí vive,
son dieciséis millones los que adelante siguen.
Levantemos la bandera que las circunstancias han golpeado,
vamos a coser donde se ha rasgado,
limpiemos lo que el barro ha ensuciado.
Mi bandera representa al mar, el cielo y los patrios,
a las cumbres de los Andes y al Océano,
en nombre de todo eso la levanto.
Levantemos la bandera, ayudemos al hermano,
levantemos al país que hoy, más que nunca, necesita de tu mano,
la bandera sigue viva, ¡sigue viva! ¡que aguante!
que se extienda a su largo y a su ancho,
que se extienda porque está viva, ¡porque está viva mi bandera! ¡que aguante!

De las más importantes luchas, salen vencedores los grandes,
y a pesar del desastre que la rodea, la bandera sigue viva…

¡sigue viva! ¡que aguante!


Bruno Sandoval
Foto: Roberto Candia

03/03/2010 4:18 p.m. Por y para todo el pueblo chileno.
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