sábado, 22 de octubre de 2011

Classora ubica a Waldylei Yépez en la lista de "Mejores escritores venezolanos de todos los tiempos"

En el día de hoy hemos encontrado la página Classora en español, y nos hemos llevado la grata sorpresa de ver allí a nuestra escritora Waldylei Yépez dentro de la lista en el ranking: "¿Cuál es el mejor escritor venezolano de todos los tiempos?". Imposible aguantarse de comunicarles tal experiencia, y por eso hemos tomado una captura de pantalla donde pueden constatar lo dicho.


Así mismo, le preguntamos a Waldylei acerca de lo que pensaba ella de eso, y esto fue lo que nos respondió:

(Risas) La verdad no me causa más que risa aparecer en ese ranking, lo digo por la pregunta: ¿mejor escritor venezolano de todos los tiempos? Si hay algo que tengo claro es quién soy y el lugar que ocupo en el ámbito literario, y estoy muy lejos del primer lugar en esa pregunta. Sin embargo, y es lo que me alegra enormemente, el aparecer en esa lista demuestra que Waldylei Yépez tiene presencia web, y con eso me quedo... ¡Un saludo!.


De todas maneras, felicidades por ese éxito.

La Red DkX
Continuar leyendo Classora ubica a Waldylei Yépez en la lista de "Mejores escritores venezolanos de todos los tiempos"

lunes, 17 de octubre de 2011

, ,

Carta a un buen hombre

006. Carta a un buen hombre. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

He estado preguntándome qué tan buena idea será escribir una carta, pero no cualquier carta sino una que sea plasmada con el corazón abierto, casi como si en ella dejaras tu vida, como si con cada palabra vaciaras tu alma en letras… Supongo que si la escribiera así, podría llegar a mostrar tanto lo que soy que esta carta sería yo misma, pero con letras como voz y con sentimientos hecho párrafos.
Sigo preguntándome si de verdad es buena idea exponerse así, o si simplemente debería callarme y no expresar lo que pienso, lo que quiero o las cosas en las que creo. Me quedo pensando si de verdad tomarán en serio mis palabras, si alguien tomará en serio lo que digo, o en resumidas cuentas, me gustaría saber si esta carta tendrá un verdadero destinatario… No me malinterpreten, si me permiten unos minutos les explicaré.
En primer lugar, quiero describir quién soy abiertamente y sin dobles caras, para ello puedo decirles que soy una mujer que, muy a pesar de lo malo que ha escuchado y vivido, sigue creyendo en cosas bonitas, pero no una mujer que vive de ilusiones o pensando que el mundo es color rosa. Tampoco soy una mujer que no se da cuenta de las cosas y mucho menos una que se queda de brazos cruzados ante la vida, entonces puedo decir que soy una mujer que no solamente cree, sino que lucha y confía en que el día de mañana será un día mejor y, además les puedo decir que, soy una mujer que cree en el amor. Sobre esto último, y quiero ser bastante franca en esta carta, quiero decir que me parece súper importante creer en el amor, sí, porque muchos no creen en eso aunque a veces finjan que sí. Mi idea nunca ha sido entrar en polémicas, pero insisto en que quiero ser franca, por tanto debo admitir que muchas de mis pares realmente no aman. Dejemos la mentira de que el género femenino en totalidad es amor, eso no es cierto. ¿Y por qué estoy diciendo esto? Porque de la misma manera, es una mentira que el género masculino en totalidad es amor. Existen hombres que no saben qué es amar, pero también existen mujeres que son igual. Repito que quiero ser franca, yo aquí a nadie voy a victimizar y tampoco voy acusar, pero seamos sinceros y vamos asumir la responsabilidad de cada género.
Respecto a los géneros, he crecido en un mundo donde el hombre se impone como el “mujeriego por naturaleza”, y de tal manera resulta “natural su infidelidad”. He crecido dentro del paradigma que indica que la señora, o la esposa, debe “dar por hecho” que su pareja va engañarla de un momento a otro porque “así son ellos”, y por tanto, a todos los hombres terminan llamándoles como animales: perros, ratas, zorros, etc. Crecimos en un paradigma donde el hombre “necesitaba” demostrar su hombría y “debía” aprovechar todas “las oportunidades” estuviese comprometido o no. Crecí dentro del paradigma que impone a la mujer “a ser buena” y quedarse en su casa, pero donde siempre te recordaban “lo perro” que eran los hombres y aún así les enseñaban a los hombres que vivían en tu casa que ellos “debían ser machos” (“Mi hijo va tener muchas novias”, por ejemplo, pero no dicen “mi hija va tener muchos novios” ¿o sí?), entonces de cosas como éstas nació la frase: “todos son iguales”. ¿Cómo no van a ser iguales si las madres les decían a sus hijos que fueran machos? De esto, siempre me he preguntado: ¿por qué la mujer “enseña” a “maltratar” a sus pares? Nunca le he encontrado lógica, y no me vengan a decir que es mentira, estoy bastante aburrida de esa “defensa de género” donde las mujeres dicen que “todas son unas santas” y los hombres dicen lo mismo de sus pares, estoy aburrida de tanta mentira junta, basada en el comportamiento humano de “defender a los de mi grupo (equipo, género, etc.)”. Ya basta. Pero no nos detengamos acá porque de esto no se trata mi carta, apenas estoy contextualizándola para que se entienda el por qué se escribe lo que se escribe, entonces sigamos…
A lo largo de mi vida, también he visto a algunos hombres sufrir y llorar por quienes de verdad amaron, y que después se convirtieron en culpables de que ellos dijeran: “todas son iguales”, y ahora las animales éramos las del género femenino: perras, ratas, zorras, etc. Y aceptemos que “la liberación femenina”, que no es más que el golpe opuesto a las injusticias que se estaban viviendo, trajo consigo movimientos bruscos y extremistas, llevando a subir el índice de infidelidad femenina, porque ahora las mujeres querían “ser iguales” a los hombres. “Y si el hombre siempre ha hecho lo que se le da la gana, ¿por qué la mujer no puede?” Seguramente eso pensarían. Por supuesto, estos no son los temas de discusión en esta carta pero me sirven para poner sobre el tapete varias cosas: si se nos enseña que el hombre es un “perro”, eso socava la confianza y te lleva aceptar cosas que no están bien; si se nos enseña que el hombre “es el malo”, realmente lo vamos a creer; si creemos ciegamente en que “todos los hombres son unos perros”, la posibilidad de creer en la sinceridad de alguno no va ser tanta; si creemos ciegamente en que “todas las mujeres son unas santas”, cuando de verdad un hombre está sufriendo por alguna de ellas, eso nos hace ver como incomprensivas, irrespetuosas, malas… ¿por qué un hombre habría de confiar en nosotras en esos términos? Pero además, ¿por qué una mujer habría de confiar en los hombres cuando “son unas ratas sin corazón”? “El hombre no se enamora” ya perdí la cuenta de cuántas veces me lo han dicho, y siempre me he preguntado si eso es verdad. También he escuchado eso de que la mujer es capaz de decepcionarse muchas veces (confiar y terminar siendo traicionada), mientras que el hombre se decepciona una vez (una vez confía y si lo traicionan ya no confía más) insisto con mis preguntas: ¿eso es verdad? ¿Es verdad que el hombre “no tiene corazón”? No sé por qué presiento que alguien respondería a eso como: “si no tiene, es por culpa de una mujer”, pues si alguien me dijera eso yo le respondería: “entonces seguramente eso le pasó a alguna mujer también, que ya no tenga corazón por culpa de un hombre”. Y ambos tendríamos razón, pero jamás sería una razón absoluta, porque nada es absoluto en esta vida. Y por eso, porque nada es absoluto, es que me atrevo a escribir esta carta.
No sé cuántos buenos hombres habrá en la vida, pero a todos ellos les hago llegar mi respeto y consideración. De todos esos, que espero que existan muchos, yo quisiera escribirle a uno en particular. No me pidan nombre, porque no lo sé, y mucho menos sé cómo se ve pero espero encontrarlo alguna vez. Sí, le escribo al buen hombre del cual me encantaría enamorarme. Tengo todos los antecedentes para no confiar en nadie, porque me dijeron que “todos son iguales”, y aún así yo siento que allá afuera hay un hombre bueno, hay un hombre amable.

A ti, buen hombre…

Lo primero que quiero decirte es: espero que existas. Por alguna razón, sé que existes aunque no sepa dónde y tampoco sepa si algún día voy a encontrarte.
No tengo idea si el día de hoy estás sufriendo por alguien, ni las razones de ese sufrimiento, pero si esa mujer no te respetó, no te valoró ni te amó, créeme que no todas somos iguales aunque, quizás, a estas alturas pienses que sí.
Yo no puedo hablar en nombre de nadie, por tanto, no cometeré el error de decir “las mujeres no somos así” pues yo sólo puedo hablar por mí, de la misma manera que tú sólo puedes hablar por ti.
Desconozco lo que has vivido, no sé si has sufrido poco o demasiado, si te insultaron o si te pegaron, y si te pegaron créeme cuando te digo que no te juzgo de ninguna manera. Sé que muchos se burlan de los hombres que son golpeados por las mujeres, sé que ellos sufren en silencio porque ni la policía les cree. Créeme que más que burla, me gustaría hacer algo para defenderte porque también tienes tus derechos, y como mujer de eso estoy conciente.
Quizás tú tienes razones válidas para no confiar en mis palabras, porque “todas son iguales” así te lo dijeron o así lo aprendiste, pero te invito a que hagamos a un lado eso que nos dijeron y comencemos a pensar en serio. Te dije que yo sólo puedo hablar por mí misma, entonces eso haré y te diré quién soy:
Buen hombre, soy una mujer que, a diferencia de lo que dicen por ahí de las mujeres, no está interesada en los “beneficios económicos” que pueda obtener de un hombre. Soy independiente y siempre he buscado desarrollarme, me gusta valerme por mí misma en todo cuanto sea posible, así soy yo y, al menos, creo que así son las buenas mujeres.
Creo que el respeto y la consideración por el otro son primordiales en una relación, por tanto, me parece inadmisible los insultos y maltratos (físicos, psicológicos o emocionales). Yo sí creo que tienes un corazón, yo sí creo que puedes enamorarte y creo firmemente en que eso merece ser valorado y respetado como corresponde.
Por ahí dicen o dan a entender, que el hombre es un “bruto” y nunca tiene sensibilidad, yo sí creo que hay hombres sensibles y eso no rebaja su grado de hombría, como sí piensan otros del género masculino y femenino.
También por ahí leí algo que decía: “qué horrible se ve un hombre llorando…”, no puedo saber en qué contexto nació tal expresión, pero yo sí creo que el hombre puede y debe llorar cuando lo sienta necesario, el hombre sigue siendo humano. ¿Horrible? Horrible no es que el hombre llore, horrible debe ser la razón por la cual lo hace. Si un hombre se enamora de verdad, y se burlan de él eso es lo que sí me parece horrible, como así mismo cuando es el caso de una mujer que entrega su corazón y lo dañan, eso también resulta horrible. Llorar no es el lujo que sólo se pueden dar las mujeres.
No soy fuerte ni física ni emocionalmente, de hecho soy bastante sensible, pero aún así no le bajo la vista a nada ni nadie, y si tú me necesitaras yo te defendería como fiera, te defendería con uñas y garras, pues así creo que las buenas mujeres defienden lo que aman.
No tienes que ser siempre el fuerte entre nosotros dos, yo puedo serlo de vez en cuando, yo puedo llegar a ser el escudo que busca protegerte. Mis brazos estarán abiertos para ti, podrías arrullarte allí todo el tiempo que quisieras confiando en que nada malo pasará, confiando en que bajo ninguna circunstancia yo te voy a traicionar.
No es tanto lo que tengo para ofrecer, pero si de verdad te hace bien tener mi compañía entonces allí yo estaría.
Desearía que me conocieras tal cual soy, y que decidieras si es lo que quieres en tu vida, porque no puedo prometerte cosas que no podré cumplir; necesito que sepas que yo tengo mi carácter también y defiendo lo que creo y lo que quiero. No puedo prometerte que jamás pasarás un mal rato porque yo no esté de buen humor, soy humana también. Además, no soy sumisa, por el contrario, soy rebelde. Y después de decirte todo esto, te pregunto: ¿es lo que quieres? Siempre serás libre de elegir lo que es mejor para ti.
¿Qué quiero yo? Quiero conocerte, quiero saber si existe un buen hombre para mí. ¿Y cuáles son los buenos hombres? Aquellos que creen en el amor, el respeto y la consideración. Aquellos que saben lo que es el compromiso y lo asumen de corazón, como lo hacen las buenas mujeres. Son aquellos que no juegan, aquellos a los cuales les importa cumplir cuando dan su palabra. Aquellos que saben quién son, y no necesitan demostrárselo a nadie… Aquellos hombres excepcionales, que salen del paradigma de la sociedad que quiso imponerles una concepción absurda, y que hoy en día son lo que ellos son de corazón… buenos hombres.
¿Sabes buen hombre? Sueño con el día en que las buenas mujeres y los buenos hombres reivindiquen a su género, que rompan las reglas estúpidas impuestas por las sociedades estúpidas. Y no hablo de armar conflictos, hablo de lo contrario, hablo de que cada uno de ellos tome la posición que les corresponde y que se respeten entre ellos como iguales y, al mismo tiempo, en lo diferente que somos entre todos nosotros.
Buen hombre, quisiera encontrarte e intentar construir contigo algo verdaderamente bonito, porque sí se puede muy a pesar de lo que digan los demás. No te prometo que siempre estaremos de acuerdo, porque eso no será así pues siempre vamos a tener nuestras diferencias, pero sí te prometo no hacer de tu vida un infierno porque no quiero que mi propia vida lo sea.
Amar es una cuestión de decisión, y si tú eres el hombre que me corresponde y decido amarte, juro que enfocaría todos mis esfuerzos en eso: amarte siempre. Insisto con mi pregunta: ¿es lo que quieres? Eres libre de creer en mis palabras o no, y también eres libre de elegir ser feliz o no.
No te puedo garantizar “la felicidad eterna” a mi lado, pero sí me esforzaría para que ambos estuviésemos bien.

No sé si esta carta tendrá un destinatario final, la verdad es que no sé si exista un buen hombre para mí, pero lo que sí es cierto es que no gastaré mi vida con alguien que no valga la pena, pues sé que no se esforzaría por mí y tampoco me inspiraría a esforzarme por él… una relación así sólo está destinada a morir y eso es justo lo que no quiero.

Busco construir una relación que no esté destinada a morir desde el primer momento.
Busco una relación con alguien que no esté “destinado a engañarme”.
Busco alguien que esté dispuesto a amarme.
Busco a un buen hombre.
Espero a un buen hombre.
Te espero a ti, buen hombre, para poder amarte,
y así poder dejar de soñarte, y sólo soñarte…

16/10/2011 03:37 p.m. – 04:27 p.m.
Continuar leyendo Carta a un buen hombre

lunes, 26 de septiembre de 2011

, ,

Carta a los cielos

Fuente: Google Images.

005. Carta a los cielos. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

El título de esta carta me parece tonto, debería decir: “Carta al cielo”, pero como no sé si existe uno solo, porque hay tantas religiones y creencias juntas, entonces mando la carta a todos los cielos que puedan existir. La razón fundamental es que, al final, no quiero que alguien me diga que la envié al cielo equivocado, porque el “verdadero” era el suyo, el de su propio dios.
La razón de esta carta, porque nadie escribe para no decir nada, es que me puse a pensar que debía visitar el cielo, sí, ¿por qué no? ¿Acaso Dante es el único que puede ir a donde se le antoje? Él sí pudo “visitar el infierno”, entonces yo hoy “visitaré el cielo”. ¿Quién será capaz de decirme que no puedo? ¿O quién me lo va impedir? Defienden tanto el llamado libre albedrío, pero te imponen algunas cosas que no puedes hacer como, precisamente, visitar el cielo para hablar con Dios (sea cual éste fuere). Al parecer los únicos privilegiados que pueden hacer eso son los religiosos, sobre todo aquellos que se la pasan dándose golpes de pechos por los errores que van a seguir cometiendo, porque además tienen la certeza de que su dios va perdonarlos, como si esto fuera una obligación de la divinidad. Lo otro es que ellos “no van al cielo” para hablar con su dios, parece que los rituales y vestimentas que usan son suficientes para tener una “línea directa” con él. Pues yo no tengo rituales ni vestimentas, ni buscaré que otros me hablen de la vida y la muerte, la reencarnación o la resurrección, o como prefieran llamarle a esos temas, por eso iré directamente a tocar la puerta del cielo sin más rodeo, sin intermediarios porque es mejor hablar las cosas importantes con el de más alto rango, sí, iré hablar con Dios. Seguramente no tendré respuestas directas, seguramente mis oídos no escucharán una voz, pero al menos me desahogaré yo pues tengo algunas cosas que comentarle.
Bueno, he tocado la puerta. Uno siempre se imagina que esta puerta es inmensa e imponente, y que lo que habrá después serán nubes y luz… eso es lo que precisamente veo. No logro distinguir la cara de nadie, aunque supongo que lo normal sería buscar los rostros de los amigos y cercanos que ya se fueron allá, o eso es lo que le dicen a uno. No niego que me gustaría ver un par de rostros conocidos ahí, pero la verdad no tengo tiempo de ponerme a conversar con ellos, pues estoy aquí para hablar con Dios. Ahí veo una luz que viene desde arriba, sí, así se lo imagina uno porque así nos enseñaron que era, ya saben que necesitamos una representación gráfica porque nuestro cerebro no puede imaginar aquello que nunca ha visto, por tanto, les aseguro que veo lo que cualquier persona vería, total todos somos iguales ¿o no? Así nos lo han enseñado, aunque “ciertas condiciones aplican” porque a la hora de la verdad: un religioso vale más que yo a los ojos de su dios. Ya, estas cosas no son importantes. Me acerco a la luz, y supongo que es con Dios con quien hablaré ahora. Obvio, no lo voy “a ver” eso sería una blasfemia, porque cómo una pecadora como yo iba a ver a Dios… ¿no?
Y como ya estoy aquí, Dios, te diré un par de cosas:

La verdad comenzaré diciéndote que estoy molesta, sí, la vida me ha parecido tan injusta en los últimos días. ¿Qué quieres que te diga? Hay cosas que le pasan a la gente que no son nada agradables… ¿Sabes? Me gusta hablarte así, como si fuéramos amigos. Lo que pasa es que los tipos de allá “abajo”, porque supongo que el cielo está “arriba”, bueno los tipos de la tierra, te dicen que Dios es cercano pero, al mismo tiempo, no lo eres tanto. ¿Sabes qué más dicen? Que es una virtud tener temor de dios. Básicamente, resulta una estupidez que yo te esté hablando así, yo “debería” tener temor de ti… Eres amor, pero me puedes castigar. ¿Acaso me vas a castigar por venir hasta aquí y hablarte? Insisto en que hay un libre albedrío, yo lo usé para venir y para hablarte como amigo. ¿Eso despertaría la furia de dios? Y si esto es así, entonces a dios no le gusta que use mi libre albedrío… ¿eso es así? Todo termina en una pregunta, así parecen ser las cosas contigo… De cualquier manera, si además de ser todopoderoso también lo sabes todo entonces ya sabías que vendría, y también sabes qué me trajo hasta acá…
Te contaré algo que seguro ya sabes, eso del libre albedrío le trae problemas a las personas. Claro, desde un punto de vista individual qué bueno poder hacer lo que se te plazca, el gran problema es cuando eso de “hacer lo que se te plazca” afecta a otras personas. Y por eso estoy aquí, por eso estoy molesta. He estado preguntándome por qué la vida de alguien desaparece por la acción de otro. Vidas prometedoras, gente joven, ellos “se han ido” porque otros “le quitaron” lo que tenían. En algún punto, hemos sido muchos los que nos hemos preguntado: ¿dónde estabas tú? No es un reproche, no lo tomes como ofensa, es sólo un punto de vista. Sin embargo, en este punto de la vida llego a pensar que esto no es tu responsabilidad. Pero, y aquí es cuando tus grandes seguidores echan sobre tus hombros todo el mal de la humanidad, hay quienes dicen que todo esto pasa porque lo decidiste así, porque necesitabas a esa persona que se fue “junto a ti”, supongo que se refieren a que los necesitabas aquí en el “cielo”. Alguien una vez me dijo que si eso era así, entonces deberías dejar de decidir esas cosas. Insisto que en este punto de la vida, por alguna extraña razón, tengo la certeza de que tú no decides esto.
Allá, en la tierra, existía una chica muy inteligente, que pudo haber sido una gran profesional pero alguien más decidió apagar su vida un día de carnaval. También existía un muchacho que, porque se había convertido en un “obstáculo” para alguien de poder, desapareció del mundo por encargo. Y más recientemente otro muchacho, que cuando estaba trabajando, se le acercaron para robarlo y lo dejaron tendido rogando por su vida en su último aliento. Y así una suma inmensa de casos, por tanto, me es imposible no estar molesta por ello.
¿Sabes? A estas alturas, creo que perdí mi tiempo en venir a verte y tú perdiste el tuyo. Justo en este instante, tengo la plena certeza de que no tienes nada que ver con todo esto y no eres a quien “debo reclamarle” o a quien demostrarle mi molestia.
Te pedí claridad para ver y entender lo que no podía, y terminé soñando con un tsunami… supongo que se trata de la ola gigantesca de preguntas que tengo.
Supongo que es mejor que me vaya, éste no es mi lugar… no aún. Uno pensaría que después de visitarte podría estar con más paz, y no es cierto, no para mí…
Hasta luego, Dios.

Y “bajé” de aquella visita con la misma frustración con que subí, con las mismas preguntas y con la misma molestia. Quizás debió ser así…

Quizás Dios no estaba preparado para hablar conmigo,
quizás yo no estaba preparada para escucharlo a él.
Quizás todos los que se fueron
estén felices en su cielo,
mientras yo lucho contra lo que no veo,
mientras yo lucho contra lo que no entiendo.
Les digo adiós a ellos porque no me queda de otra,
les digo adiós aunque el corazón se destroza.
Adiós amigos y familiares cercanos,
que estén bien en ese cielo… en ese cielo lejano.
Aunque “la ida” a mí me parezca que fue muy temprano… demasiado temprano.

26/09/2011 04:41 p.m.
Continuar leyendo Carta a los cielos

sábado, 24 de septiembre de 2011

, ,

Llegué a pensar que debía escribir algo para una despedida

Fuente: Google Images.

Llegué a pensar que debía escribir algo para una despedida,
pero jamás creí que me despediría de ti.
Se suponía que debía hacerlo hace un mes,
pero no lo supe hasta hace horas, como tres.

Sí, llegué a pensar que debía escribir algo para una despedida.

Esta noche he rememorado muchas cosas,
y no creí que esto terminaría así.
No pensé que otros tuvieran que llevarte rosas,
y no creí que tendría que llorar por ti.

Llegué a sentir que algo quizás ocurría,
pero jamás que se tratara de que te irías.
Lloro desconsoladamente en un rincón oscuro,
quizás porque mi alma yace al desnudo,
y todo mi rostro está empapado
al saber que ya no estás a nuestro lado.

No sabía cómo decirte,
no sabía cómo despedirme,
entonces te escribí estas líneas
aunque quizás no sea suficiente para una despedida.

Te quiero mucho, hermano.
Ahora, con nuestro padre, estarás a su lado.

Un día le escribí al Halcón y al Albatros,
pero no sabía que hoy a ti te escribiría.
Ojalá allá descanses y seas feliz,
y que cuides de tus hijos
como tu padre cuidó de ti...

Como nuestro padre, cuidó de ti...

* A tu memoria querido hermano.
Waldylei Yépez
Continuar leyendo Llegué a pensar que debía escribir algo para una despedida

lunes, 12 de septiembre de 2011

, ,

Blasfemia literaria

Fuente: Google Images.

Hoy será el día en que, diga lo que diga,
será lo que yo diga.
Hoy será el día en que, aunque diga lo que diga,
mis ideas no van a ser vencidas.

Porque hoy no usaré palabras de otros,
ni compraré expresión a antojos,
porque aprendí que las letras se copian
pero no valen más si te las copias.

Por eso quizás yo tenga mejores formas,
mejores formas de expresarme,
pues teniendo un poquito de tu apoyo:
"el chorrito de agua
se convierte en un arroyo".

Hoy decidí que no buscaré poemas para ti,
ni le creeré a nadie que otros escribirán mejor,
creeré que si tengo algo que decir
seguro preferirías que lo dijera yo,
pues yo también sé hablar de amor
y puedo describirte al sol.

Digo que quizás, tal vez, podría ser,
yo no necesitase a Neruda
para declararte un pensamiento,
o hablarte de la grandeza del firmamento.

Sólo necesito algunas cosas,
y para ello no requiero saber demasiado,
como dicen por ahí: "ser mucho literario",
pues lo literario no siempre es lo soñado.

Porque no creo que Baudelaire
diría lo que digo yo.
Y si Neruda leía a Quevedo,
¿a quién le importaría eso?

¿Será que si leo a Góngora
las cosas me saldrán mejor?
¿Mallarmé pondría las letras
a tus pies?

Blasfemia literaria,
quizás eso puedo ser,
quizás eso quiero ser...

Y qué importa
si la luna parece torta,
lo que importa es lo que siento ahora,
y que quizás a nadie más le importa.

Insisto que no sé quién es Víctor Hugo,
insisto que no leí la Ilíada,
desconozco el oxímoron
o que la metáfora es marrón.

Sólo digo que quizás,
y sólo quizás un tal vez podría ser,
yo pudiera escribir al revés
y lograría decirte lo que eres para mí.

A lo literario
le regalaré un desacato,
porque tantas reglas
ya me aprietan los zapatos.

Sé que muchos querrían matarme ahora,
que blasfemo de las letras,
no creo que sabiendo
quién es el Quijote,
me sienta más grandote...

Insisto que muchos querrán matarme,
insisto que digo lo que no quieren que diga,
pero quizás tal vez podría ser
yo sea el más ordinario de la clase entera,
pero si tú eres mi apoyo
no me tocará el enojo.

Estoy diciendo que podrías salvarme,
estoy diciendo tantas cosas
sin siquiera inspirarme.

Todas estas letras son mi blasfemia,
sin palabras vulgares,
y aún así me hacen volar como aves,
no permitas que las palabras se traben.

Y es que lo escrito pertenece al pasado,
el siglo de oro murió hace ya tanto,
pero antes de que me digan:
"esto es lo peor que pudieses haber escrito",
te diré lo que quiero:

Quizás, quizás si me miras a los ojos
yo podría ser mejor,
tú eres mi apoyo,
mi dulce mar,
mi buen arroyo.

Y antes de que me echen de aquí,
diré que no necesito de palabras de otros,
no permitiré que Neruda te hable por mí
porque yo tengo mis propias palabras
y mis propios enojos.

Al olvido las dulces palabras de amor,
con mis propias palabras te hago mi declaración...

Sí, así de "vulgar" escribo yo
y aún así sé describir al sol
y escribirte: amor...

Y escribirte... mi amor.

Waldylei Yépez
Continuar leyendo Blasfemia literaria

sábado, 10 de septiembre de 2011

, ,

El Halcón y el Albatros

Fuente: Twitter.

Hacia arriba,
hacia el cielo,
muy allá,
sobre el mar,
donde las olas perseverarán
y el silencio te envolverá.

Hacia arriba
en vuelo alto,
un vuelo incierto
donde ruge el mal tiempo.

El Halcón y el Albatros,
con alas abiertas,
al viento enfrentaron
y con entusiasmo volaron.

Allá se les ve,
allá se les ve volar.
Allá se les ve,
allá se les ve surcar.

Siendo los mejores en su especie,
los mejores en su actuar,
levantando Desafíos
o iluminando Viña del Mar.

El Halcón de Chicureo,
allá en la Colina,
se quedará en el corazón
al igual que su canción.

De los marinos se dice,
se dice que vuelven,
vuelven reencarnados en aves
o convertidos en Diomedeidaes.

Diomedeidaes les dicen,
otros les dicen Albatros
que vuelan entre el azul y amarillo,
navegando, como lo haría Cubillos.

El Halcón y el Albatros
han emprendido su vuelo,
sobre el mar que tanto amaban,
hacia la isla que anhelaban.

El Halcón y el Albatros de Juan Fernández,
ellos que siempre tuvieron un corazón bien grande,
se despiden de la tierra,
se despiden hacia el cielo.

El cielo les recibe,
les recibe iluminado,
porque siempre fueron buenos...
muy buenos hermanos.

El Halcón de Chicureo,
el Albatros del océano,
le dicen adiós al mundo
pero Chile los extraña tanto...

Adiós, buenos amigos,
adiós, buenos hermanos,
ojalá un día emprendan vuelo
y así puedan visitarnos.

Y así puedan visitarnos...

* A la memoria de los Felipe C. (Felipe Cubillos y Felipe Camiroaga) eternos visitantes
de la Isla Juan Fernández.

Waldylei Yépez

Fuente: Google Images.
Continuar leyendo El Halcón y el Albatros

domingo, 24 de julio de 2011

, ,

Álter Ego

Fuente: Google Images.

004. Álter Ego. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Álter ego. (Loc. lat.; literalmente, 'el otro yo').

Llovía a cántaros. Desde el sofá, podía ver el choque de las gotas con el vidrio de la ventana. Sobre el techo también sonaba la caída del agua. Yacía recostada sobre aquel mueble, mientras la rodeaba ese sonido de lluvia. Pensaba en que si no estuviera lloviendo, estaría sumida en un gran silencio.
A veces cuando uno está solo, así como ella estaba, optamos por hablar como locos y comentar de todo un poco, pues bien eso hacía ella. Se veían moverse sus labios mientras miraba hacia el techo, como si estuviera hablando a alguien allá arriba. De repente algunas muecas aparecían en su rostro, otras veces era expresión de molestia y otras sonrisas, es que eso hacemos: dramatizamos lo que contamos. Y resulta que, en instantes como esos, repasamos incluso nuestra propia vida alegrándonos o reprochándonos alguna que otra acción, y claro está que agradecemos que nadie nos escuche.

- ¡Qué cobarde eres! -. Se oyó un reproche.

Ella se levantó sorpresivamente, quedando apenas sentada en aquel sofá.

- ¿Por qué cobarde? -. Intentó defenderse mirando hacia el otro mueble, justo el que estaba cerca de aquella ventana con gotas de agua.

La figura humana, en aquel mueble, se inclinó un poco hacia delante, lo suficiente como para que su rostro se pudiera observar al exponerlo a la luz que entraba por la ventana, luz de luna que acompañaba aquella agua que caía del cielo.

- Eres incapaz de decir todo esto, decirlo frente a la gente. Incapaz de reclamar lo que te molesta. Siempre te callas, y esperas a estar sola para expresar tu rabia… Eres una cobarde -.
- No seré como tú, siempre impulsiva. No seré como tú, yo prefiero evitarme problemas, evitar que la gente pueda hablar de mí, evitar discusiones pues eso es lo que se debe hacer… -. Le contestó.
- ¿Es lo que se debe hacer? -. Aquella figura se sonrió apenas. - Sé que te das cuenta de que lo que dices no es cierto. ¿Por qué te da tanto miedo expresarte? -.

La chica evadió la mirada de aquella que le hablaba, y en vez de responder tomó una cobija que tenía cerca y se arropó. Se acostó nuevamente, esta vez de medio lado y se quedó mirando al piso.

- ¿Por qué sufres haciendo lo que no quieres? ¿Por qué aceptas sufrir cuando sabes que no es lo que mereces? -. Seguían las preguntas, pero ella no contestaba nada.

Mientras estaba aún arropada, la otra figura se levantó de su asiento y se acercó a un espejo que estaba cerca. Se miró en él.

- Durante toda la vida te has callado un montón de cosas, y las veces que no lo has hecho es porque yo actúe por ti. A veces me pregunto: ¿Cómo podemos ser tan distintas si compartimos el mismo rostro? Y otras veces me da rabia que seas tú quien se imponga, y no me dejes actuar realmente como me gustaría actuar… -.
- ¡¿Y PARA QUÉ?! -. Saltó del sofá la chica y se puso de pie. - ¡¿Para qué quieres ser tú quien hable?! ¡¿Para herir a las personas?! -.
- ¡¿Herir a las personas?! -. Le respondió la otra. - ¿Quién es la que está tirada en el sofá hablando consigo misma? ¿Quién es la que se pone a llorar porque la empujan hacer cosas que no quiere? ¿Quién es la que se calla cuando la insultan? ¿Quién es la que grita interiormente cuando lo externo le hace daño? ¿Ah? ¡Dime! ¡¿QUIÉN?! -. La mirada se le endureció.

La chica, después de saltar fuera del sofá, terminó sentándose nuevamente en él con esa actitud de derrota, actitud representada claramente por su cabeza y mirada baja.

- No me gusta cómo es mi otro yo -. Le dijo aún cabizbaja.
- Yo podría decirte exactamente lo mismo -. Le contestó firmemente su otro yo.
- Sé que a veces debería ser más como tú -. Decía entre sollozos. - Pero… a veces es mejor ser como soy, aunque me postergue a mí misma… -.
- ¿Aunque sufras? ¿Aunque tus anhelos sean pisoteados? -.
- Tú no lograrías entenderme, no puedes ver las cosas como yo las veo…-.
- No, no puedo ver las cosas como tú pero puedo sentir tu sufrimiento, tu frustración, tu molestia, tu rencor, por tanto, sé que deberías defenderte, o al menos dejarme a mí hacerlo. Tú y yo sabemos que hay que detener el ataque externo, que no mereces o no merecemos que nos impongan cosas -.
- Lo siento, pero prefiero tener una guerra interna contigo que tener una guerra con los demás… -.
- ¡NO ENTIENDES QUE LA QUE SE ESTÁ HACIENDO DAÑO A SÍ MISMA, ERES TÚ! ¡RAYOS! -. No se aguantaba la rabia.

La chica calló.

De repente, se escuchó una voz en otra habitación, alguien la llamaba. Se levantó asustada de su asiento, mientras que la otra estaba enfurecida y dijo:

- ¡Ahora sí! ¡Le voy a decir todo lo que me toca decirle y gritarle! -.

Pero cuando se disponía a caminar rumbo a la puerta, la chica la detuvo diciéndole:

- ¡No! ¡No puedes hacer eso! -.

Se volvió a escuchar la voz en la otra habitación, pero esta vez era más un grito que un llamado.

- Cálmate, por favor… -. Le suplicó la chica a su otro yo, mientras sus lágrimas caían.

Su otro yo tomó una respiración profunda.

- Nuevamente hago lo que tú decides, pero llegará un día en que ya no te haré más caso. Has estado condenándonos al sufrimiento todo este tiempo, ya no más. Hoy me callaré nuevamente, pero no lo haré siempre -. Caminó de nuevo hacia su mueble y allí se quedó mientras la chica salió de aquella habitación.

Desde un frío rincón,
desde un frío salón,
el álter ego y yo
somos uno y somos dos.

Desde un frío rincón,
desde un frío salón,
todo se acumula,
sí, todo se acumula…

Mucho es lo que puede aguantarse,
pero la injusticia cansa,
y es cuando viene la reacción,
y es cuando viene la venganza.

Mucho es lo que nos podemos callar,
hasta que nos hagan hablar.

Somos como somos,
pero el entorno también influye.
Somos como somos,
y debemos expresarnos.

Somos como somos,
y mucho podemos callarnos,
pero para siempre
no vamos a poder aguantarnos.

Exprésate ahora que puedes.
Expresa lo que realmente eres.

Exprésate, antes de que tengas que gritar.
Exprésate, la solución a veces no es callar…

24/07/11 5:59 p.m. - 6:39 p.m. - 10:07 p.m.
Continuar leyendo Álter Ego

jueves, 14 de julio de 2011

, ,

El quiebre de las ilusiones

Fuente: Google Images.

003. El quiebre de las ilusiones. Colección Orígenes. Waldylei Yépez.doc

Muchas veces me he preguntado si soy un “ser raro” en el mundo, si sólo pienso en cosas que nadie más piensa o cree posible, o mejor dicho cosas que la gente considera normales y que yo no logro aceptar como tales.
Si tuviera que contar un poco acerca de mí, creo que comenzaría diciendo que mi pasión es escribir y que por eso me convertí en una escritora. Me costó mucho sí el poder serlo, pero teniendo el apoyo de quien sería mi novio y después esposo logré alcanzar ese sueño. Escribí hasta hoy muchos libros, y paseé muchas veces entre los estantes de librerías viendo que mi nombre se leía en los mostradores. Sólo los artistas podrían imaginar a cabalidad mi emoción al ver mis pensamientos como libros, libros que la gente podía adquirir, en definitiva la emoción de ver un sueño de artista hecho realidad.
Mi vida estuvo llena de altos y bajos, obstáculos difíciles y montones de pequeños triunfos que me ayudaban a seguir adelante a pesar de lo malo. Mi familia fue ese pilar fundamental que me sostenía y después ese puesto lo ocupó el amor de mi vida, quien con mucho amor, mucho cariño, mucha ternura y mucho respeto me hacía sentir la mujer más dichosa del mundo. Ese amor maravilloso que embargaba mi vida fue inspiración para muchos textos que escribí y que aún se venden en las librerías. A veces recibo cartas de lectores que me dicen que sienten mis textos como si yo estuviera contando sus vidas, o como si ellos fueran los que hubiesen escrito lo que yo escribí allí.
De mi paso por el mundo de las letras, he logrado comprender muchas cosas, como por ejemplo que uno como escritor siempre escribe aquello que considera real, y logra impregnar en las letras una fuerza tan maravillosa y potente que no existe forma de que a nadie le llegue o toque psicológica o emocionalmente lo que uno escribe, pues siempre existe alguien que resulta conmovido por lo que uno dice. Mis cartas de amor sé que han logrado tocar a más de un lector, y muestra de ello es que me escriban para decírmelo. Pero hoy no vengo a escribir una carta de amor, así que me disculpo por ello en primer lugar, sin embargo les aseguro que resulta necesario para mí escribir lo que escribiré, porque también tengo que hacerles saber que escribir resulta una bendición con su maldición incluida. Sí, es por ello que nosotros, los que elegimos como camino las letras, tenemos la urgencia de escribir lo que sea necesario escribir porque si no lo hacemos: moriremos. Y eso intento, salvar mi vida…
Por ahora no sé por dónde empezar así que seguiré la línea que venía desarrollando, como les decía en mi vida estuvo los altos y los bajos, aunque debo señalar que nunca pasaron tantas cosas graves. Desde mi juventud estuve muy metida en mis cosas académicas, lo que me ayudó a destacar en esa área pero me impidió, según mis amigos, vivir las cosas que ellos sí pudieron vivir en esa etapa. Sin embargo, difiero de lo que dicen mis amigos por la sencilla razón de que no creo haberme “perdido” nada, viví justo las cosas que quería vivir y tomé las decisiones que a mí me ayudaron a ser feliz. Cuando llegó el amor a mi vida, ese amor total y pleno que te hace volar, yo me sentía increíble y no podría describirlo aquí en palabras, pero se puede asociar a lo más hermoso y mágico que se pueda vivir en esta vida. Estuve involucrada en ese noviazgo algunos años y después vino el matrimonio, ese día fue otra cosa… Fue algo espectacular, tenía a un hombre maravilloso a mi lado, un hombre que me ayudó a lograr todos mis sueños, que se portaba genial con mi familia y su familia conmigo era sumamente genial, es que no habría otra forma de decirlo pues ‘genial’ es la palabra acorde. Podrán imaginarse la enorme sonrisa que tenía ese día, la misma sonrisa que me acompañó todos los días siguientes, y no exagero porque sí tenía esa misma sonrisa todos los días. Despertar a lado del hombre que amas, eso no tiene palabras. Justo me despertaba al día siguiente cuando el sol comenzaba a invadir la habitación, y él aún seguía durmiendo, entonces me quedaba mirándolo dormir mientras yo estaba toda enternecida; después él se despertaba un poco, me miraba y sonreía, se lanzaba a darme muchos besos y así nos quedábamos un rato hasta la hora de por fin levantarse.
¿Cómo se siente vivir el amor perfecto? Pues se siente de esa manera: perfecto. Se puede sentir la total comprensión, cosa que es posible con la comunicación fluida, y él conocía todo de mí… hasta el punto de adelantarse a pensar y saber lo que yo aún no había dicho con palabras. Yo compartía todos mis pensamientos, todas mis ilusiones, todos mis sueños, es decir, de verdad compartía todo pero todo de mí… ¡Y qué genial se siente poder hacer algo como eso! Y no, no me sentía vulnerable porque sabía que estaba en las manos más seguras, que ambos éramos uno solo pues hasta ese punto estábamos “conectados”. Mi relación con su familia pues era increíble, había mucho apoyo y mucho cariño.
A veces, por mi trabajo, me tocaba viajar a otras ciudades y vaya que sufría por el hecho de no poder estar cerca de él, siendo apenas una separación de un par de días pero igual sufría mucho. Comprendan, ¡era una mujer enamorada que no quería separarse de su amor ni siquiera unos centímetros! Pero no crean que actuaba como posesiva, en realidad no lo era aunque algunos sí me vieran así, pero mi esposo no malinterpretaba mi actuación, por el contrario, me decía que me extrañaba y que quería que regresara de mi viaje ya mismo, terminábamos riéndonos de todo eso.
Por otro lado, él también viajaba a veces por su trabajo, y entonces era yo quien quería que él regresara ya mismo a la casa e incluso me ponía a actuar como una niña pequeña: “Ven, ven, ven…”. Después reíamos de todo eso.
Un día, cuando él estaba de viaje por un trabajo, decidimos darle una sorpresa llegando justo a aquella ciudad. Mis suegros y yo planificamos llegar al mismo hotel donde él se hospedaba, y convencí a la persona encargada de que me abriera la puerta de su habitación para decorarla y darle una sorpresa cuando llegara, pues a esa hora él estaba trabajando en una oficina. Por fin, me prestaron una copia de la llave y subí con unas cosas que había comprado, después mis suegros me alcanzarían pues ellos se iban a quedar registrándose en la recepción. Llegué a la puerta y la abrí, caminé unos pasos para acercarme y dejar las cosas que llevaba pero quedé inmóvil por lo que vi. Ante mis ojos, el hombre que yo amaba estaba con otra tipa en su cama. Dejé caer las cosas que llevaba en las manos, y fue hasta entonces que ellos se percataron de que yo estaba ahí. Se movió hacia un lado, tomando una sábana para cubrirse y diciendo mi nombre. Yo estaba petrificada. Ella también salió corriendo y no supe a dónde fue. Él, por su parte, titubeaba pretendiendo explicar lo que no podía explicar. En ese momento entraron sus padres a la habitación, y lo primero que vieron fue el rostro de él asustado esperando mi reacción. Yo seguía sin decir nada, pero sus padres salieron de la habitación al sospechar lo que había ocurrido. Pero, de la misma manera como ellos salieron, salí yo sin decir nada. Pude haber roto alguna cosa allí o decirle “hasta el mal del que se iba a morir”, pero nada de eso me salió. Iba bajando las escaleras en shock, no supe cómo salí del hotel y cómo fui a parar frente a una de las playas de aquella ciudad. Recuerdo que estando allí sentada en un banco, llevé mis manos al rostro para cubrirlo y poder llorar como una niña sin consuelo. Lloré por horas. Cuando ya no me quedaban más lágrimas, me levanté de ese banco y busqué la forma de regresar a casa.
El dolor se apoderó de mi vida entonces, y postergué muchos compromisos porque no quería salir. Él no regresó a nuestra casa, por mediación de sus padres y petición mía, se quedaría con ellos. Yo no podía comprender muchas cosas, mi mente asociaba su falta con mentiras y me preguntaba millones de veces el por qué me había engañado, por qué me había hecho creer que todo estaba bien, y aquella “buena comunicación” que siempre defendí no fue más que una mentira muy bien elaborada.
En esos días sus padres me visitaron varias veces, yo no hacía más que lanzarme a los brazos de mi suegra y llorar como una desgraciada. Yo había sacrificado todo por él, incluida mi propia familia, y me sentía la más sola del mundo. Recuerdo que quemé borradores de textos de amor que tenía, incluyendo un poema de amor inédito que había escrito para él y se lo mostraría justo el día que lo vi con otra; lancé a la basura fotos, cartas, estrellé contra las paredes frascos de perfumes que él me regalaba; me quedaba durmiendo en el sofá, después de haber llorado toda la tarde, apretando contra mi pecho las almohadas de aquel mueble. El dolor que se siente sólo se compara con la desaparición física de un ser querido, y vaya que duele cuando es justo el amor el que se muere.
No toleraba ver sus fotos, me recordaban el episodio vivido y sentía asco, asco de pensar que estaba con otra u otras y que después venía a estar conmigo. Recuerdo que comenté eso con una amiga, y ella no hizo más que regañarme y decirme que es obvio que el hombre nunca es fiel, y que su naturaleza es ser mujeriego; que ni se me ocurriera dejar a mi esposo, que no podía “dejarlo libre” para que viniera una estúpida a “quedarse con él”, que como su esposa yo “tenía todo los derechos” y que pensara en permitir que él volviera a la casa y lo perdonara, que ni se me ocurriera “tirar mi matrimonio a la basura”. Yo pensaba para mí misma que yo no era la culpable de eso, que quien había tirado nuestro matrimonio a la basura era él; que no era justificable seguir viviendo con el paradigma de que había que aceptar que el hombre es mujeriego, y no darse mala vida porque tenga sexo con otra persona “porque a la que quiere es a ti”. Muchas mujeres habían perdonado antes a sus esposos porque estos tuvieron sexo con otra persona, pero yo no lo podía hacer. Quizás se trataba de la concepción de cada quien, y que yo por mi parte veía el tema como una conexión emocional-espiritual tal vez demasiado idealizada. Yo nunca había tenido experiencia antes de casarme, y eso es mucho más que una cuestión religiosa sino que se trataba de una decisión mía muy bien argumentada, porque entendía una “unión física” como un intercambio “de energías” que une a las almas y no sólo a los cuerpos. Supongo que por eso esperaba reciprocidad en el tema: una sexualidad exclusiva, pero mi amiga me intentaba convencer de que eso no existía, y que “tenía que ser realista”. Pero el tema físico no era el único problema, yo me sentía engañada, me habían visto “la cara de tonta”, era una cuestión psicológica y emocional también, pero ella intentaba bajarle importancia al error de mi esposo diciendo que “eso no era tan importante”, que él “me amaba a mí porque estaba casado conmigo” y que intentara “ver las cosas con más claridad”. Yo no podía entender cómo era posible que mi amiga me diera esos consejos, esa clase de consejos.
Un par de semanas después del incidente en el hotel, él fue hasta la casa y verlo me causó un gran impacto. Sentía mucha tristeza y dolor, intentaba que mi voz no se quebrara pero hubo momentos en que se quebró de todas formas, y las lágrimas se asomaron delicada y tímidamente sobre mi rostro. Podía ver su tristeza mientras contemplaba de vez en cuando que una lágrima rodaba sobre mis mejillas, podía ver su impotencia al querer acercarse y abrazarme, por eso y muchas cosas más sabía que alguna vez él me había amado de verdad. Sus ojos se enjugaban, de vez en cuando. Supuse que le hacía más daño que no lo insultara, porque dicen por ahí que hace más daño la indiferencia que el mismo odio. Yo no sabía exactamente qué era lo que sentía, a veces lo amaba y a veces lo odiaba, pero otras veces tan sólo era un “desconocido” para mí.

- ¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo te acostabas con ella? -. Me osé a preguntar, de la misma manera que uno se osa a preguntar las cosas que no quiere saber.

Él se negaba con la cabeza, no quería contestar. Me pedía que no habláramos de eso, pero yo insistía.

- Ocho meses, como ocho meses desde la primera vez que salí con ella -. Por fin respondió.

Cualquier otro quizás no habría respondido, pero así éramos él y yo: nos contábamos todo… mejor dicho, yo lo creí así…

- Hace cuatro meses celebramos nuestro aniversario, y fue un día muy hermoso. Recuerdo que pensé que la vida me había bendecido con una relación perfecta, y resulta que ya llevabas cuatro meses con ella… -. Se me quebró la voz.

Él se acercó a mí arrodillado, y lloró sobre mi regazo pidiendo perdón. Me levanté sacando fuerzas desde donde ya no tenía y le pedí que se fuera, que no quería volver a verlo. Salió cabizbajo de la casa aquel día.
Estuvimos separados desde entonces, y dos meses después me lo volví a encontrar en un evento literario. Justo ese día me entregaron un reconocimiento por la venta de unos libros, apenas di unas cuantas palabras al recibirlo y bajé de la tarima, caminé unos metros y me encontré con él de frente, me felicitó y le di las gracias como se la hubiese dado a cualquier persona. Intentó hacer algún otro comentario pero corté lo que quería decir:

- Estoy contenta de haber recibido esto -. Señalando la placa que me habían dado. - Y recuerdo que hace meses, cuando salió la posibilidad de recibirlo planeé un pequeño discurso de agradecimiento e iba a dedicarlo a alguien que había sido importante para mí entonces… Es una lástima que, hoy en día, no tenga a quien dedicarlo. Hasta luego -.

Y me fui de allí.
Llegué a mi casa y recuerdo haberme sentado en el sofá con el reconocimiento en la mano.

- Qué triste es perder todo aquello que te hacía feliz -. Dije. Puse la placa sobre la mesa y tomé un papel y lápiz.

“Aquí yace la escritora de amor que creyó en el amor.
Aquí yace aquella que creyó en la fidelidad y lo eterno.
Aquí yacen mis propias ilusiones golpeadas, quebradas y muertas.
Aquí yace la escritora. Aquí yace la ilusión.
Feliz, ya no soy. Sonrisas, ya no doy.
El amar, me mató. El amor, me mató…
Hoy ya no creo, ya no creo en el amor.
Aquí yace la escritora que se hundió y del dolor aprendió,
del dolor aprendió: a respirar dolor y nada más que dolor… Sí, eso aprendió”.

14/07/2011 05:37 p.m. - 06:17 p.m.

Fuente: Google Images.
Continuar leyendo El quiebre de las ilusiones

domingo, 3 de julio de 2011

, ,

Gotas de llanto

Fuente: Google Images.

A veces pienso que somos apenas dos gotas de lluvia
que se enfrentan al sol,
intentando no desvanecer ante su calor,
pero muriendo ante el dolor de desaparecer.
A veces pienso que no somos más que un sueño,
un sueño donde nos juntamos para vivir un imposible e inalcanzable camino
que hace flaquear nuestras metas,
porque resulta tan difícil enfrentar lo que enfrentamos a diario.
Son tantas las cosas que pudimos haber sido…
disculpa que hable en pasado ahora,
no puedo evitarlo.
No sé si me estoy acostumbrando a la idea de perderte,
aunque quizás sí,
quizás he asumido la realidad de que te estoy perdiendo
o que ya te perdí.
Somos dos gotas de llanto,
de llanto inminente que no tardará tanto en llegar.
Sé que la música que suena de fondo viene a despedirte,
pero me gustaría tanto no verte llorar
y quizás la única forma es pedirte que te vayas de una vez,
antes de que mi corazón no pueda más el llanto aguantar.
Sé que a futuro me preguntaré por qué renuncié a ti,
por qué renuncié cuando todo indicaba que nos iría bien
y me culparé por cobarde,
me culparé por no esperar aunque resultara difícil
y entonces al reflexionar
me daré cuenta que no quise aquella corta espera
y la cambié por una larga donde jamás llegas.
Es difícil estar sin ti, es difícil esperarte
pero lo será más aún el olvidarte.
Hoy somos dos gotas de llanto,
nada más que eso somos.
Nada más que eso hemos sido.
Me pregunto: ¿Cuál será nuestro camino?
Dímelo tú, no sé cuál sea nuestro destino,
si separarnos ahora
o seguir como seguimos.
Dos gotas de llanto,
más que eso quisiera ser,
más que eso podemos ser,
más que eso ¿tú quieres ser?

Waldylei Yépez

Fuente: Google Images.
Continuar leyendo Gotas de llanto

sábado, 2 de julio de 2011

, ,

Desacuerdos

Fuente: Google Images.

Estas son las cosas que tú haces,
lee y observa cómo de verdad te ves.
Te hago una pregunta: ¿Te crees el mejor?
Déjame decirte que actúas como el peor.
Lee y date cuenta cómo son las cosas,
y por qué muchos no te tratan como rosas.
¿Cómo tratas así a alguien que te trata mal?
Sí, quita la cara de sorpresa y mira la verdad.
Más de uno sabe que tratas mal a quienes quieres enseñar,
y muchos no creen que seas bueno en formar,
lo único que haces bien es maltratar.

Si crees que castigando se puede enseñar,
pues no estoy de acuerdo con el pensar.

Si cree que sus años de experiencia le hacen mejor,
me parece que, a usted, lo hacen peor.
Sí, es verdad, su forma de tratar
es una mala forma de enseñar.
¿Dónde quedó su humanidad?
¿Por qué el formador de formadores
resulta más implacable que cualquier otro?
¿Dónde queda la bondad de su rostro?
¿Dónde fue a parar su parte espiritual?
¿Cree de verdad que con castigo se pueda enseñar?
Debería recordar que para un aprendizaje humano
se necesita el procesamiento mental,
la cognición es importante
pero no su condicionamiento operante.

Si crees que castigando se puede enseñar,
pues no estoy de acuerdo con el pensar.

¿De qué le sirve que le tengan miedo por la nota?
¿Se siente muy bien al tener “poder” sobre los demás?
¿Cree que por ser autónomo en su cátedra
puede joder a los otros?
¿Acaso no le importa que sus estudiantes se puedan sentir mal?
¿Cree que son piedras y rocas irrompibles
y por eso es implacable en su actuar?
Quizás usted piense que hace lo mejor que puede,
pero ¿por qué no le pregunta a los alumnos?
Si es bueno ellos se lo dirán,
y si es malo debería usted cambiar.
Si hoy fue un mal día, no lo pague con ellos,
ellos no tienen culpa de lo que le pueda pasar.

Si crees que castigando se puede enseñar,
pues no estoy de acuerdo con el pensar,
vaya pensando en cambiar su metodología de enseñar,
porque el aprendizaje humano es mucho más,
mucho más que un puto condicionamiento,
y ésa… ¡sí es la verdad!…

Waldylei Yépez

Fuente: Google Images.
Continuar leyendo Desacuerdos