lunes, 28 de abril de 2014

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Voy a ser

Fuente Imagen: Google.

004. Voy a ser. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Voy a ser
quien te escribe y te habla de amores,
quien te busca para construir ilusiones,
quien te besa todas las noches.
Voy a ser
el poema inspirado en tus besos,
la canción que te habla lo bello,
la pintura que refleje tus sueños.
Voy a ser
la mirada ansiosa que espera
ver realidad lo que parece quimera,
el amor que busca vivir.
Y seré
quien te ame más que a su vida,
quien te quiera por siempre en su vida,
quien cada noche te espere despierta.
Y seré
la mañana bonita que tengas,
la esperanza que se acrecienta,
el sueño que no quieras se pierda.
Volaré
a donde tenga que ir a buscarte,
a donde nadie es capaz de alcanzarte,
a donde sólo yo sé encontrarte.
Y seguiré
creando para ti ilusiones,
construyendo para ti un futuro
donde tú y yo somos uno.
Voy a ser
quien te despierte con besos al día,
quien te recuerde que eres la luz de su vida,
y que sin ti no sería igual esta vida.
Y seré
quien te escriba en verso o en prosa,
quien te hable de amores y rosas,
quien te diga lo lindo que posas.
Y lloraré
de felicidad por estar a tu lado,
porque me siento feliz en tus manos
cuando me dices: “lo mucho que te amo”.

28/04/14 03:19 p.m. - 03:25 p.m.
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sábado, 26 de abril de 2014

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Enséñame a conocerte

003. Enséñame a conocerte. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Enséñame de primera mano,
enséñame de primera fuente,
enséñame a conocerte.
Enséñame a escribir tu nombre
de manera diferente,
encerrado en corazones
y bailando aquí en mi mente.
Enséñame cómo susurrarte
un “te quiero” por las noches,
un “te pienso” por el día
y un “te amo” cada día.
Enséñame a esperarte,
muy ansiosa, a que llegues,
enséñame a vivir
sin el miedo de perderte.
Enséñame cómo desnudar
mi cuerpo ante tus ojos,
cómo acariciar los poros de tu rostro,
y cómo entender lo que me dicen tus ojos.
Enséñame a besarte de la forma que tú quieras,
a caminar junto a ti en la calle y la vereda,
a escuchar tus lamentos cuando nadie más quiera,
a quererte mucho más de lo que alguien pudiera.
Enséñame a esperarte impaciente en mi cama,
cómo secretamente acaricias la almohada,
cómo te apoderas de mis sábanas blancas,
cómo tu cuerpo expresa lo mucho que ama.
Enséñame de primera mano,
enséñame de primera fuente,
enséñame a conocerte.
Enséñame lo que tú quieres que conozca,
tus maneras y tus formas,
tus palabras y tus bromas,
tu locura y tu deseo,
cómo pronuncias “te quiero”.
Enséñame la mejor forma de decirte “te amo”
y la locura que me producen tus labios,
de lo que soy capaz de soñar
mientras compartimos el mismo caminar.


26/04/14 08:08 p.m. - 08:12 p.m.
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viernes, 28 de marzo de 2014

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El huerto de mi corazón

Fuente Imagen: Google.

002. El huerto de mi corazón. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Por lo general, somos bastante cuidadosos con lo que sembramos en cada uno de nuestros huertos. Por supuesto, somos aún más cuidadosos cuando se trata del huerto del corazón porque sabemos que esa sección es realmente delicada, el abono que se usa es sumamente especial y que no faltará las hierbas malas que querrán entrometerse para rodear las siembras, quitándoles espacio y nutrientes.
Hace un tiempo atrás, llegaron hasta mi puerta unas semillas muy hermosas, me dijeron que eran perfectas para sembrar y que de ellas recibiría grandes frutos. Me sentí tan entusiasmada al conocerlas, que me enamoré de ellas y quise ponerlas en algún buen lugar. Caminé entre los huertos que tenía y no me entusiasmaba en plantarlas. Había puesto tantas expectativas en ellas, que un lugar ordinario no podían tener. ¿Cuál es el mejor lugar? ¿Dónde podría sembrarlas para que pudieran crecer sanas y fuertes? ¿Dónde estaba la mejor tierra y recibirían el mejor abono? Y pues el lugar idóneo era ése: el huerto de mi corazón. Corrí hasta allá, y mientras me acercaba sonreía más y más, estaba feliz porque sembraría en mi corazón las mejores semillas que jamás conocí, y las colocaría con el mejor abono llamado amor, y las regaría día tras día con gotas de cariño y ternura. ¡Era imposible que aquellas semillas no crecieran sanas y fuertes! Le pondría todo mi empeño, mis más preciados recursos y toda mi atención. Y así lo hice, las puse en el centro del huerto, en el centro de mi corazón y las cuidé con mucho amor y muchas gotas de cariño y ternura.
Esperé paciente y nada ocurría, yo no entendía lo que pasaba. Me rascaba la cabeza intentando dilucidar aquel tema: ¿Será que le falta abono? ¿Será que le faltan más gotas? Pero había hecho todo lo que podía, y aun así no pasaba nada. Algo tenía muy claro, aquellas no eran semillas que yo conociera de antemano, por eso no sabía si esperar que apareciera una pequeña flor, o si se aparecería algún árbol frutal porque me comentaron que recibiría grandes frutos. Yo tenía experiencia con árboles frutales, con verduras y hasta había visto nacer las flores, pero en este caso estaba desconcertada porque la verdad no sabía qué esperar, las semillas sí eran raras para mí, no se parecían a nada de lo que yo hubiese conocido antes. Semanas después pasó un vendedor de semillas, le comenté mi problema y no me supo responder, pero sí me llegó a decir que quizás debía esperar más tiempo porque tal vez aún se están afianzando las raíces a la tierra del corazón, pero que no cabía duda que el abono del amor haría que un día saliera a la luz. Me conformé con su respuesta, igual seguía muy entusiasmada. Le dediqué mucho de mí a ese pedacito del huerto, llegué hasta cantarle canciones y, de tanto cariño y ternura, llegué amar aquellas semillas que ahora eran parte de mí, parte del huerto de mi corazón.
De tantos quehaceres, estuve ausente de mis huertos algunos días. Cuando regresé comencé a revisarlos uno por uno, dejé para el final al huerto de corazón porque quería pasar más tiempo con mis semillas especiales, esas semillas a las que tanto había aprendido amar. Sin embargo, por varias razones, no pude pasar esa tarde por el huerto del corazón así que suspendí mi visita hasta el día siguiente.
Cuando regresé al día siguiente al huerto, divisé que algunas semillas cerca de la puerta habían crecido, que unos pequeños árboles frutales se estaban haciendo cada vez más grandes y muy contenta revisaba cada uno de ellos. Luego me tocó pasar al centro del huerto, y mientras me movía tarareaba una canción hasta que me detuve en seco, con horror divisé que el centro del huerto estaba repleto de hierba mala. Exclamé: “¡No puede ser!”. E inmediatamente me preocupé porque sabía que la hierba le estaría quitando espacio y nutrientes a mis amadas semillas. Me puse manos a la obra, y comencé a arrancar estas hierbas pero me daba cuenta que me costaba sacarlas, entonces decidí explorar sus raíces y con sorpresa me di cuenta que eran profundas. Tuve una sospecha, pero la aparté de mi mente. Me dije: “Debo sacar estas hierbas antes de que afecten a mis semillas, el árbol frutal necesitará este espacio… bueno, supongo que será un árbol frutal”. Intenté muchas veces y sí arrancaba pero pedazos superficiales, realmente me costaba llegar a la raíz y comenzaban a dolerme las manos, de hecho, ya tenía unos raspones a lo largo de mis dedos. Me senté un instante, pensé en que esa no era cualquier hierba y temí. Me levanté y fui al centro del espacio donde estaba toda esa hierba amontonada, por un ladito comencé a escarbar lo más que pude, esperaba encontrar indicios de alguna raíz como la de árbol frutal pero por más profundo que indagué no encontré nada. Entonces fue cuando lo acepté: había sembrado con mi propia mano hierba mala en el centro del huerto, había traído al enemigo hasta mi corazón, el propio Caballo de Troya que escondido bajo el disfraz de unas lindas semillas golpeaba desde el interior. Me sentí frustrada, engañada, dolida y me critiqué castigándome a mí misma un millón de veces en apenas unos minutos. Tenía un enorme problema y lo sabía, estaba a merced de una hierba que tenía libre acceso al huerto y podría destruirlo todo allí adentro de mi corazón.
No sabía por dónde empezar, lo que tenía claro era que debía limpiar el huerto de esas raíces que se estaban adueñando de todos los nutrientes, y eventualmente eso afectaría a todas las plantaciones. Muchos temores pasaron por mi cabeza, llegué a pensar que si las raíces habían llegado a los árboles frutales de los alrededores, podrían llegar a sacarlos de la tierra, no quería ver morir todo mi trabajo, no quería ver morir el huerto, no quería ver morir mi corazón. Toda esta situación comenzaba a dolerme mucho, era un dolor profundo el que sentía cuando recordaba todo lo que había hecho y dado a esas semillas, tantas ilusiones, tantas expectativas… lo que menos esperaba era que golpearan de esta manera todo lo que había soñado, y que ahora parecía el peor error que cometí. Admito que, en muchos largos ratos, me la pasé llorando al pie de aquel montón de hierba. Me sentía tan engañada, tan tonta de haber confiado y haber dado lo mejor de mí sabiendo que aquellas semillas eran nuevas, que no las conocía realmente, pero me dejé llevar por la ilusión. Lloré tan amarga y profundamente, lloré como nunca antes había llorado.
Poco a poco comencé mi trabajo, eran muchas las raíces que debía retirar pero debía hacerlo con cuidado, no es lo mismo remover cualquier tierra que hacerlo con la tierra base del corazón. El corazón es frágil, es delicado, cualquier mal movimiento le ocasiona daños irreparables. Sabía que el huerto sufría cada vez que intentaba arrancar aquellas raíces, y yo sufría con él. Me topé con raíces tan profundas y duras, que me llevó varios días poder moverlas un poco; estaban tan aferradas a la tierra que, por Dios bendito, el dolor que propiciaba sacar las raíces era realmente insufrible.
Me tomó muchos meses poder avanzar realmente con aquella limpieza. Mis manos estaban destruidas, con raspones y pequeñas grietas. No podía creer que cuando sembré aquellas mágicas semillas les di todo lo mejor de mí, y la tierra de mi corazón las acogió sin condiciones ni limitantes, pero al mostrar su verdadera naturaleza, las semillas sólo fueron maleza que ocasionó el peor daño que mi corazón y yo misma había sentido antes.
Por fin llegó el día, porque no hay plazo que no se cumpla, donde me enfrenté a la última de las raíces, el último poquito de hierba mala que quedaba. Fue la peor de las raíces, ya saben que justo cuando el trabajo parece acabarse te encuentras con la peor parte. Mis manos estaban tan dañadas, habían sufrido tanto, desde el dolor a la sangre, que me costaba siquiera halar un poquito la raíz faltante. Lloré de desesperación, lloré de miedo porque no quería prolongar mi trabajo un día más, ya no soportaba remover y remover el producto de aquellas semillas, producto que nada bueno me había dejado. Dedicar meses de tu vida a sacar tanto dolor de tu corazón, es algo realmente terrible.
Me sentía desesperada, a veces quería rendirme y dejar esa raíz ahí, pero otras recordaba que si la dejaba brotarían más y mi trabajo de limpieza de meses se habría perdido. Hasta que, en un momento de gran valentía y coraje, expuse mis dedos y mi corazón al peor dolor, el dolor final, cuando tomé con determinación aquella última raíz y usé toda mi fuerza para arrancarla. Sentí como que todo el huerto daba un profundo grito, y aunque lo escuché gritar no solté la raíz y seguí halando, sabía la dimensión del daño que estaba ocasionado removiendo aquella raíz, pero también sabía que sería peor si la dejaba. Halé y halé con fuerza hasta que pasó, sentí que la tierra soltaba la raíz o la raíz soltaba la tierra para dejarla libre, y un último esfuerzo lo hizo posible: la maleza había sido retirada.
Abrí mis ojos y miré en mi mano la última raíz de dolor, adherida a ella grandes pedazos de mi corazón que se habían desprendido también. Lloré, lloré mucho. Todas mis ilusiones, todas mis expectativas, todo el amor que había puesto, las canciones que había cantado, la ternura y la atención, los esfuerzos, y posteriormente la decepción, la tristeza y el dolor, el engaño y la traición, todo eso estaba en mi mano representada con la raíz de una semilla que había amado tanto, que después había odiado y que ahora simplemente se había ido, y ya no podía dañarme más.
Mire el centro de mi corazón, el centro de mi huerto, y comprendí con horror el gran, profundo e inmenso agujero, el inmenso vacío que había quedado. No sabía qué hacer, tenía un enorme hueco en el corazón, ¿cómo se arregla eso? La forma era rellenarlo, entonces usé el abono de amor, sacos y sacos de amor hasta que pude tapar o llenar aquel vacío en el corazón. También decidí regar esa sección con muchas gotas de cariño y de ternura, además de protegerla y prestarle mucha más atención. Por ahora, sabía que no era bueno sembrar nada allí, así que dejé “descansar” esa sección hasta que fuese momento de sembrar de nuevo, pues sabía que llegaría el momento de volver hacerlo pero esta vez sería más precavida.
El huerto de mi corazón fue inocente, fue generoso y amó incondicionalmente, ésa es su naturaleza y no ha de cambiar aunque se haya equivocado con algunas semillas, eso lo sé. Por eso no dejaré de sembrar a pesar de todo el dolor padecido, al contrario, a partir de ahora sembraré mejor, y amaré las semillas que merezcan ser amadas y apartaré de mi huerto aquellas que sea necesario apartar. De eso se trata la vida, de aprender, de sembrar y de amar. A veces, aparecerá la maleza pero para eso aprenderemos a limpiar…

28/03/14 08:29 p.m. - 08:43 p.m.
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Carta a un amor perdido

Fuente Imagen: Google.

001. Carta a un amor perdido. Colección Fuerte y Valiente. Waldylei Yépez.docx

Extraño amigo, viejo y olvidado amor,

Hoy ya no recuerdo lo que me hacían sentir tus palabras, ya no recuerdo cómo se sentían tus manos al acariciarme, se ha ido tu tono de voz y la influencia de tu mirada. Pero se quedaron conmigo varios recuerdos, algunos ya borrosos como viejas fotos, deterioradas por el implacable paso del tiempo. No sé por qué hoy me he acordado de ti, o de lo poco que me queda en la mente sobre ti, y he repasado capítulos de nuestra vida en común, sobre todo aquellos donde hoy sé que pude haber actuado mejor.
Es increíble cómo el sentimiento, las buenas emociones, las caricias, todo eso desaparece y sólo te queda en la cabeza las imágenes más feas y las palabras más crueles, sobre todo las que ocasionaron más daño. Pienso en ti y revivo eso. De verdad, ya no me acuerdo de cómo sonreía cuando estaba contigo. Me parece tan triste. Trato, trato de acordarme de los episodios bonitos, y salta la peor de tus miradas, la peor de tus palabras que sin siquiera contener una ofensa grosera, destrozó mi corazón y mi amor volvió quimera.
Pero no escribo ahora para recordar lo mejor o lo peor de la vida que construimos, y que después destruimos. Escribo quizás con nostalgia, o mejor dicho con frustración porque repasando capítulos, como ya dije, sé que pude haber actuado mejor si tan sólo hubiese tenido el conocimiento que tengo hoy.
Dicen por ahí que a veces conocemos a la persona correcta en el momento equivocado, y he llegado a pensar que es cierto, que éramos los correctos que se conocieron en el peor momento. No tuve la preparación necesaria cuando te conocí. Mi ingenuidad, mis ideas y arrebatos nos ocasionaron mucho daño. Tus silencios, prepotencia y cobardía mataron lo poco que tenía y que te había dado, convirtiendo este amor en un amor desgraciado.
Hoy sé que no era tan grave lo que hacías y que no me gustaba. Hoy sé que eran muy pocas razones para pelear o discutir, que podía llegar a ser más tolerante con tus defectos y más flexible con mis ideas de cómo debían ser las cosas. Pero lo aprendí muy tarde, lo aprendí después de que este amor quedó en abandono, después de que se desangró y se volvió desamor. Quizás no te amé lo suficiente, quizás tenía tanta seguridad de que me pertenecías que por eso mismo te perdí… nos perdimos.
A veces siento que hoy soy capaz de ser lo que necesitabas, justo hoy cuando ya no lo necesitas. Tuve que vivir para darme cuenta que no tenía la suficiente experiencia para valorarte y verte mejor en aquel momento, pero hoy ya no importa nada de esto y, de hecho, es mucho lo que ya no recuerdo, tan sólo sé que un día creí que podíamos tener una gran relación y me he preguntado si hoy, si te hubiese conocido hoy, habría funcionado. Tal vez no, jamás lo sabré.
Extraño amigo, no sé quién eres hoy. Viejo y olvidado amor, ni tan olvidado porque por algo te escribo yo.
Un día tuve un gran amor, de lo bonito sólo recuerdo que pensaba que podría funcionar. De lo malo, recuerdo más y aun así días como hoy me pregunto qué pensarías de esto que soy, no de lo que fui porque ya no soy exactamente así. Me pregunto si habría funcionado si te hubiese conocido hoy, supongo que ya no importa la respuesta pues total si todo acabó, ¿para qué preguntar esto si ya no existe nuestro amor? ¿Por qué no dejar que el paso del tiempo mantenga nuestro adiós? O ¿para qué preguntar por algo que el adiós ya mató?

27/03/14 08:27 p.m. - 08:37 p.m.
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sábado, 21 de diciembre de 2013

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Comportamiento Humano: El Código Humano II

Imagen: Alonso Espinoza (pixeltool)

005. Comportamiento Humano: El Código Humano II. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

« El comportamiento humano se puede representar con funciones o como algoritmos, una serie de pasos finitos que empiezan en un punto y terminan en otro. Estos pasos pueden ser ejecutados por una o cientos de personas a la vez, con las mismas acciones, las mismas reacciones, los mismos argumentos, las mismas quejas en distintas situaciones e incluso espacios geográficos ». Recordaba.

- ¿Qué haces? -. Le preguntó una voz femenina.
- ¿Eh? -. Lo hizo salir de su letargo. - Revisaba unas cuantas cosas en los libros -.
- Siempre te la pasas metido en la biblioteca…-.
- Uno puede aprender muchas cosas si lo quiere…-.
- El grupo de clases ha planeado una fiesta, ¿te interesa unirte? Igual ya es bastante tarde… -.
- Prefiero quedarme un poco más, pero gracias por la invitación -. Ella asintió y se fue.

« Es tarde, pero aún me quedan un par de horas antes de que cierren ». Pensó.

Un rato después miró su reloj. Volvió la vista al libro que tenía entre manos, pero lo miraba sin mirar pues realmente no estaba leyéndolo.

« El comportamiento humano se puede representar como una función matemática… ». Llegaban palabras a su mente.

Apoyó el libro sobre la mesa, se quitó los lentes y cerró unos instantes sus ojos para descansarlos un poco.

- He pensado tanto en eso… -. Susurraba. - Pero siento que algo falta… necesito saber qué es lo que me falta…-.

Tomó de nuevo sus lentes y el libro.

- ¿Es interesante lo que lees? -. Escuchó que alguien le hablaba. Subió su mirada.
- ¡Oh! Es usted, el señor del parque que me habló del comportamiento humano hace tiempo atrás… -.

El recién llegado se sonrió y se sentó frente a él.

- Dicen que cuando uno tiene preguntas, el Universo siempre manda las respuestas -. Le dijo.
- Quizás tenga razón. Ha pasado algún tiempo desde que nos vimos la primera vez, y he visto entre el comportamiento de la gente que conozco lo que usted dijo, pero siento que falta algo y no sé qué es… Su fórmula, sé que funciona pero no en todos los casos, ¿por qué? -.

El hombre se sonrió.

- Porque no está completa -.
- ¿Cómo? ¿Eso quiere decir que, en el fondo, el comportamiento humano no se puede representar con una fórmula? -. Se sentía decepcionado, era mucho tiempo el que había pasado pensando en el tema.
- Dije que no estaba completa, jamás dije que no se podía completar -.
- ¿Cómo se puede completar? -.

Aquel hombre tomó lápiz y papel, y luego le dijo:

- Habíamos dicho que las cosas funcionaban así:
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martes, 3 de diciembre de 2013

Waldylei Yépez en el artículo "Lo mejor de la pluma nacional" en la Revista Dominical del diario Últimas Noticias (Venezuela)

Click aquí para ver el artículo de Adriana Boccalon en la Revista Dominical del diario Últimas Noticias de Venezuela, en el mismo se menciona a Waldylei Yépez en la lista de "Lo mejor de la pluma nacional" basada en la lista de los mejores escritores de Venezuela en Classora.


¿Eres seguidor o seguidora de Waldylei Yépez? Vota por ella en Classora a través de:


¡Gracias por tu apoyo!

Red DkX
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lunes, 18 de noviembre de 2013

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Valiente

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004. Valiente. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Ella, una gran amiga, una gran mujer.
Ella, persona de fe que nada teme.
Ella, la que mucho ha luchado por lo que cree.
Hoy me propuse escribir sobre ella,
pero no hay forma de definir lo que es,
pues es tan capaz, sincera y valiente,
es tan amiga, generosa, obediente.
Hace mucho tiempo que la conocí,
y de ella mucho aprendí,
sus decisiones no siempre comprendía,
pero nunca cuestioné el coraje que en ella había.
Su fortaleza siempre mostró sin dudas,
y la generosidad de su corazón también,
la bravura en batalla jamás le faltó
y su fe jamás le falló.
Son tantas cosas las que me ha enseñado,
joven mujer victoriosa,
para quien no existen derrotas.
Me enseñó que no importa el tamaño del reto,
sino la voluntad y el hacer lo correcto.
Hoy me propuse escribir sobre ella,
pero no hay forma de definir lo que es,
pues es tan capaz, sincera y valiente,
es tan amiga, generosa, obediente.
Quizás es valiente la palabra que la podría definir,
valiente, y mucho más que eso podría decir,
no importa cuál sean los comentarios,
ella se mantiene luchando.
Valiente mujer que todo lo puede,
valiente mujer que todo lo da.
Tu amistad, un lindo tesoro,
tu bondad, tu amor y lealtad.

15/11/13 09:36 p.m. ¡Feliz cumpleaños Cris!
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sábado, 16 de noviembre de 2013

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Ya no soy aquella

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006. Ya no soy aquella. Colección Renacer. Waldylei Yépez.docx

He visto el hielo al amanecer,
y lo más oscuro al anochecer,
también vi el dolor que palideció
toda mi alma, todo mi amor.
Y después de la agonía que yo viví,
y la tristeza que descubrí,
llegué a ver el sol que revivió,
que revivió mi corazón.
Ya no soy más lo que antes fui,
ya no soy la víctima, aunque también sufrí,
ya nada juega con los latidos,
nada atormenta a mis oídos.
He visto al mundo cambiarlo todo,
cambiar mi paz por ese enojo,
un gran amor por el dolor
y apuñalar mi corazón.
Pero después de tantas cosas,
y de aceptar las mil derrotas,
ya no me voy a resistir
que se vaya, lo que se quiera ir.
Ya no soy más lo que antes fui,
ya no soy la víctima, aunque también sufrí,
no soy aquella que se humilló
simplemente “por un amor”.
Ya no hay excusas que alimentar,
ya no hay palabras ni qué esperar,
sólo en mí, aceptación
y voluntad de ser mejor.
No soy aquella que mucho amó
sin proteger su corazón,
he aprendido que las medidas
evitarán nuevas caídas.
Hoy sólo quiero un sonreír,
y volver a revivir
la ilusión de mucho amar,
sin olvidar amarme más.
No soy aquella,
ésa se fue,
tan sólo queda lo mejor
de lo que fui y lo que soy.
Ésta, ésta soy yo.

15/11/13 06:01 p.m. - 06:19 p.m.
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miércoles, 13 de noviembre de 2013

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Este amor

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005. Este amor. Colección Renacer. Waldylei Yépez.docx

Despierto sobre las sábanas finas
y observo tu cuerpo junto al mío,
siento en mí el amor que nos ha unido,
ese amor que junto a ti me ha traído.
Repaso en mi mente los instantes prohibidos,
los instantes que he pasado contigo.
Allí desnudos frente al espejo,
la lluvia de besos riegan los pechos,
llenan de miel nuestras bocas ansiosas
mientras las manos vagan, exploran.
Este amor me hace sentir como una niña,
tan entregada, y tan inocente.
Este amor me hace sentir toda una mujer,
tan alocada, y tan valiente.
Este amor me hace enfrentar todos los vientos,
al mar, el sol… no importan los miedos.
Este amor sin límites, espacio ni tiempo,
haciendo el amor, somos un cuerpo.
Te veo dormir, te siento tan mío,
me siento feliz de tenerte conmigo.
“Te amo”, he repetido en susurros.
“Te amo de veras”, mientras mi corazón se acelera.
Y sé que este amor es más grande que yo,
tan grande que no cabe en mi corazón,
y no hay palabras que lo puedan describir
ni nada que lo pueda medir.
Te miro, camino por tu piel con mi pensamiento,
eres un cielo maravilloso e inmenso,
en ti no hay nubes negras que pudiera temer,
el sol me calienta con todita tu piel.
“Te amo, lo juro”, repito en mi mente.
“Te amo, te amo de veras”, digo y te mueves.
Y sé que este amor es más grande que yo,
lo llevo aquí dentro de mi corazón,
y es lo más puro que jamás conocí,
es lo más puro que jamás sentí.
Te amo de veras, te amo yo a ti…

13/11/13 09:34 p.m. - 09:44 p.m.
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jueves, 7 de noviembre de 2013

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Carta de una madre a su hijo gay

Fuente Imagen: Google.

003. Carta de una madre a su hijo gay. Colección Terepaima. Waldylei Yépez.docx

Me encontraba esperando en el terminal de buses de la ciudad, mientras las nubes se hacían cada vez más grises y el día se oscurecía. No cargaba ningún paraguas, ni nada que pudiera protegerme del agua si llovía, en esos momentos temí por la integridad física de un par de libritos que llevaba en la mano. No estaban dentro de una bolsa, así que si llovía estarían expuestos a la intemperie y eso me preocupaba. Sí, a veces uno se preocupa por “pequeñas cosas”, así me criticarían los demás, pero ellos no entienden el tesoro que encierran los libros y, por eso, no les da ninguna lástima si alguno se moja o no.
Por fin pude subirme al autobús. Caminé por el pasillo y divisé un puesto, llegué hasta ahí y me senté junto a una señora. Ella ya había elegido el súper puesto junto a la ventana, así que me conformé con el del pasillo. Miré y vi cómo, en la ventana, comenzaban a chocar las gotas de lluvia. La señora parecía estar entretenida mirando aquello, desde que me senté no volteó a mirarme en ningún momento. Comenzó nuestro recorrido sin mayor novedad, pensé que lograría llegar temprano a casa, sin embargo, luego de unos veinte minutos de carretera nos topamos con una horrorosa cola, habían momentos en que el autobús no se movía ni un centímetro.

- ¡Y yo que quería llegar temprano a la casa! -. Exclamó la señora a mi lado, aun mirando por la ventana.
- Yo también -. Respondí. - Pero parece que no va ser así…-.

Ella se volteó a mirarme, me pareció que sin querer la hice salir de su letargo. Luego hizo otro comentario y yo volví a responder. Así estuvimos unos minutos, después ya estábamos conversando banalidades de la vida… todo se dio como se dan esas conversaciones espontáneas, aquellas que nadie sabe cómo empiezan pero terminas hablando hasta de filosofía. Sí, es una cosa rara.
Yo estaba normal, comentaba y respondía. Pero, de repente, me di cuenta que ella comenzó hablar de problemas personales, o más bien de un problema personal. Entendí que, en esta ocasión, mi rol sería fundamentalmente el de escuchar, pues ella necesitaba sacar todo eso que tenía atragantado. El problema, según ella me comentaba, era su hijo… su único hijo. Él no se portaba mal, no era un delincuente, no era un drogadicto… pero era gay. Habían instantes en que ella lloraba mientras hablaba, otras hablaba como intentando ordenar sus ideas. Yo intentaba no interrumpirla, más bien mis pocas palabras eran para hacerle notar que la estaba escuchando.

- Yo quisiera hablar con él, decirle todas estas cosas. Que me entendiera mi posición, pero sé que no me va entender… -. Me decía.
- ¿Por qué piensa que no la va entender? -.
- ¡Porque él nunca me entiende! No es grosero, no me responde bruscamente, pero no hace lo que yo le digo que haga. ¿Ve? ¡No me entiende! -.
- ¿Sabe? A mí me ha servido mucho escribir, pienso que es un buen método para ordenar ideas. ¿Por qué no le escribe una carta a su hijo? Podría decirle todas estas cosas que me ha dicho a mí. No sabemos si, de verdad, no la va entender o si sí lo hará. Creo que hay que intentarlo aunque sea -.

Sus ojos expresaban desesperación, pero esa desesperación callada, ésa que intentamos ocultar y que nos hace voltear la mirada, como para que no nos sigan mirando el alma porque nos sentimos vulnerables.
Yo no sé si ella escuchó lo que le dije, o si simplemente lo descartó. Lo cierto es que después de eso se quedó callada, volvió a estar absorta mirando por la ventana.
Minutos después hicimos una parada, varios en el autobús se iban a bajar y ella también, me levanté para que pudiera moverse con tranquilidad. Tomó sus cosas y caminó por el pasillo, se bajó del autobús sin siquiera despedirse de mí. Retomé mi asiento. Miré por la ventana y vi cuando le hablaba a un muchacho muy joven, quizás aún no alcanzaba la mayoría de edad. Ya había visto a ese chico, recordaba que iba sentado en el primer puesto y nosotras estábamos casi en los últimos. Medio escuché cuando ella le dijo algo de “tu papá” y supe que él era su hijo, su hijo gay.
El autobús siguió su trayecto, y media hora más tarde yo estaba llegando a mi casa. No podía dejar de pensar en esa señora y su hijo, y en si ella tomaría mi sugerencia.

« Quizás nunca le escriba esa carta, quizás nunca le hable con esa sinceridad con la que me habló a mí… ». Pensé.

Me quedé mirando a cualquier lugar, mirando sin mirar. Hasta que llegó un momento que me dije:

- Quizás ella no pueda escribirla, pero yo sí… -.

Me levanté de mi asiento y fui hasta mi cuarto. Ahí comencé a escribir…

Carta de una madre a su hijo gay

Tesoro,

No he podido estar tranquila desde la noche en que hablaste conmigo de esa manera tan sincera, y desde entonces el miedo me ha embargado como nunca antes. ¿Sabes? A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos con muchas cosas, con muchos problemas de diversa importancia o gravedad, y en la mayoría de ellos yo siempre sabía qué pasos dar o, al menos, por dónde empezar. Pero ahora me he visto superada, no sé cómo enfrentar tu confesión, no sé cómo enfrentar la realidad de entender a cabalidad que seas gay. Sé que para otras personas puede ser más fácil, o, al menos, eso creo. Para mí no lo es, he pasado casi los cincuenta años que tengo dentro de un paradigma conservador y religioso, lo mismo tu papá y, aunque él no lo demuestre, sé que también es duro y que no deja de pensar en “cómo resolver el problema”, porque así es como lo hemos visto en primeras instancias. No hemos conversado de esto, creo que ninguno sabe bien cómo abordarlo, apenas yo estoy intentado escribirlo siguiendo lo que me dice mi corazón de madre, más allá de las estructuras rígidas mentales que sólo están volviéndome loca, porque no puedo conciliar mi mente con mi emoción. Esta es una experiencia nueva para mí, con decirte que a mi edad jamás pensé enfrentarme a algo tan nuevo, tan desconocido, que se saliera de mi “molde mental” como lo es tener un hijo gay. Creo que tu papá y yo hemos visto el tema de la homosexualidad como “el problema al que se enfrentan los demás, pero no nosotros”, siempre las personas hacemos eso: asumir las cosas como “eso no me pasa a mí”.
Le temo poderosamente a los cambios, con el paso de los años les temo mucho más porque atentan contra la estabilidad que siento, y ahora estoy aterrada. No quiero que cambies, no quiero que nada cambie… ¡No quiero verte vestido de mujer! El sólo imaginarlo me pone mal, me pone mal porque quiero protegerte, no quiero que hagas el ridículo, no quiero que los demás se burlen de ti. Vivimos en una sociedad muy dura, muy cruel que no medirá para insultarte, burlarse y hasta golpearte… ¡Por el amor de Dios! Yo no quiero eso para ti, no he hecho más que llorar de sólo pensar que a “mi niñito” alguien quiera hacerle daño. Sí, mucha de mi negación, mucha de mi actitud de oposición vienen dadas por el hecho de que quiero protegerte, porque yo te amo y quiero lo mejor para ti.
Tu padre y yo crecimos dentro de una sociedad para la cual estaba bien burlarse “de los diferentes”, donde estaba bien crearles apodos ofensivos, chistes ofensivos y hasta canciones populares en clara burla que a todos hacían reír. Nacimos, crecimos y aún seguimos en una sociedad que hace lo mismo… sí, yo sé que tú eres optimista, que ahora la gente lucha por la igualdad, que se han creado leyes y hasta en la televisión pasan marchas por la igualdad, sí yo sé todo eso, pero aun así siento miedo por ti.
¿Sabes? Cuando me confesaste tu verdad, lo primero que pensé fue llevarte al médico, creí que podías estar enfermo, por un segundo creí que “si era homosexualidad estábamos a tiempo para curarla”. Mínimo debíamos visitar a un psicólogo, porque “seguramente” estabas confundido. Pasé días buscando información al respecto, encontraba de todo en Internet, leí libros de psicólogos, artículos en revistas… no sabía dónde buscar la solución al problema. Al final, cuando me decidí escribir esta carta, supe que no había solución al problema, porque no había “un problema”. Lo que hay frente a mí es una realidad, una realidad donde no importa si algo pasa o pasó con tus cromosomas o no, porque esto no se trata de que seas “anormal”, así como una especie de “mutante”, o si fue una medicina la que “te hizo este daño”. Todo esto se trata de que tú seas lo que eres, aunque yo me esté muriendo de miedo pensando en las consecuencias de eso.
En mis intentos de llevarte por el camino del bien, te enseñé las normas religiosas que me enseñaron a mí y a tu padre, te enseñé sobre el pecado, sobre los castigos, sobre lo que supuestamente quiere Dios y el temor que le debemos tener. Te enseñé como me enseñaron y ahora veo lo mucho que sufres por esas normas, que en vez de ayudarte en la vida te están aplastando. Pero, querido, también te dije que Dios es Amor, que Dios es misericordioso y eso es lo que yo creo con todo mi corazón, eso es lo que debes mantener presente de Él. No te sientas malo, no te sientas pecador si no has dañado nunca a tu prójimo, no eres pecador porque seas gay. Como sociedad hemos gritado a los cuatro vientos que todos somos hijos de Dios, pero después decimos en voz baja que se aplican excepciones a la regla; que Dios es Amor, pero que también se aplican excepciones a la regla. Hemos hecho muchas cosas buenas, pero también nos hemos equivocado tanto… Es una lástima que a nadie le importen los gay, hasta que hay uno en la familia o entre los amigos más queridos. Sólo cuando la realidad tocó la mía pude comprender tantas cosas, y eso está haciendo tambalear muchas de mis estructuras rígidas, créeme me da temor. A veces siento que ya estoy muy vieja para estar enfrentando estos cambios tan trascendentales, pero aunque no sepa cómo enfrentar esta realidad o no sepa cómo apoyarte, aquí estoy, aquí está tu mamá.
Tenme un poquito de paciencia, haré mi mejor esfuerzo.
Esta noche hablaré con tu papá, después podremos conversar los tres con más calma. ¿Te parece?
Por último, no olvides nunca lo mucho que te amo, nunca, nunca lo olvides.

Tu mamá

05/11/13 04:15 p.m. - 04:25 p.m. Agradecimientos a E.R. y J.V. por la revisión preliminar del texto.
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