Se quedó pensando en que necesitaba hacer algunas cosas en el centro de la ciudad, así que decidió salir muy temprano para que le alcanzara el tiempo. Era un día soleado y mucha gente aprovechó para salir igual que ella. No cabían las personas en las aceras, ni los autos en las calles. El tráfico apenas se movía, todo segundo parecía eterno. Suspiró y decidió mantenerse en el momento presente, total impacientarse no cambiaba en nada la realidad.
Cuando ya estuvo más cerca pidió la parada y se bajó del autobús. Eso le parecía una mejor decisión que esperar a que el tráfico mejorara. Caminó varias cuadras hasta que llegó al primer lugar donde debía llegar, y así fue avanzando con las distintas diligencias. Un rato más tarde entró al Centro Comercial, ahí se compró un helado de vainilla y se puso a mirar las vitrinas. Pasó por un lugar de tienda de mascotas, perfumería, zapatería y al final del pasillo divisó a un amigo suyo que estaba viendo la vitrina de una tienda para bebés. Se acercó a saludar.
–¡Hola! ¡Qué alegría encontrarte!
–¡Hola! ¡A mí también me alegra verte!
Cerca de ellos había un banco donde se podían sentar, y ahí siguieron conversando sobre la vida, el trabajo, lo cara que estaban las cosas y el calor infernal que estaba haciendo afuera.
De repente se dio cuenta que él miraba de vez en cuando la vitrina de la tienda para bebés, pero lo hacía con un dejo de tristeza.
–Son bonitos esos zapatos… son tan chiquititos.
–¿Cómo dices?
Ella señala la vitrina.
–Los zapatos de bebés.
–¡Ah! Sí, son bonitos. También los pantalones marrones, la camisita y el suéter.
Su semblante cambió. Mantuvo su mirada hacia el piso.
–¿Qué sucede?
Él la miró con tristeza.
–Durante toda mi vida me he preocupado por los hijos de mis amigos, por los chicos del barrio, por los hijos de esos chicos y Dios aún no me da la bendición de tener uno propio. Siento que se me está acabando el tiempo. Es duro vivir con este dolor, pero nadie habla de eso. Nadie habla del dolor de querer ser padre y no lograrlo.
–¿Por qué no le preguntas explícitamente qué te falta aprender?
Él la miró muy desconcertado.
–No entiendo.
–Dijiste que Dios no te da la bendición de tener un hijo. ¿Le preguntaste qué es lo que te falta aprender para que eso sea posible?
Él se mantuvo en silencio. Ella le sonrió.
–Hagamos una oración: “Padre, necesito saber por qué aún no veo manifestado esto que tanto anhelo con mi corazón. Quiero a este hijo en mi vida Padre, quiero que venga a mí para darle todo mi amor, quiero ser un buen padre para él. Enséñame lo que debo aprender, guíame y cuando esté preparado para recibir este milagro entonces manifiéstalo en mi vida bajo la Gracia y de manera perfecta, en armonía para todo el mundo. Gracias Padre porque sé que me has escuchado”.
Él sonrió.
–Gracias.
Hablaron un poco más y luego se despidieron con un abrazo.
Para cuando ella regresó a su casa su pareja también había llegado. Lo encontró pensando en qué hacer para cenar.
–Esto de salir a hacer trámites es totalmente agotador.
–Yo me encargo de la cena, ve y descansa un poco.
Ella asintió, pero aunque no era su intención igual se quedó dormida.
Se inició un sueño lúcido donde se vio a sí misma parada en medio de un lugar al aire libre. Miró hacia los lados, a unos metros pudo divisar algunas personas caminando y otras corriendo. Tenía esta sensación de que todos huían, pero no sabía por qué. Caminó un poco hasta llegar al borde del perímetro, y allí encontró un gran portón abierto. Se dio cuenta que no había ninguna cadena ni candado, tampoco había señal de que hubiera sido violentado.
«No puede ser…». Pensó.
Volvió a mirar hacia los lados, y luego decidió avanzar para atravesar aquel portón. Ella trataba de seguir el camino que habían tomado los que se escaparon de aquel recinto. Entonces empezó a ver vestigios de fachadas y logos institucionales, estaban deterioradas y corroídas. Siguió avanzando y entendió que aquello era una especie de jungla donde cada quien era responsable de salvarse a sí mismo.
«Esto no es nada bueno…».
–Mi amor, ya la cena está lista.
Ella dio un salto y se despertó.
–Parece que te asusté, discúlpame.
–¿Ah? No, está bien. No te preocupes.
–¿Tuviste una pesadilla?
Ella se quedó mirándolo por un momento, luego asintió.
–¿Qué viste?
Se tomó un segundo y respiró profundamente.
–Se abrió…
Él la miró sin entender nada.
–Todo se liberó, absolutamente todo. ¿Recuerdas el mito de la Caja de Pandora? Esto es algo así. Se abrió el portón del caos. De lo que vi puedo interpretar que comenzaremos a ver la caída, decadencia y corrupción de las instituciones y personas.
–Bueno, lamento recordarte que vivimos esa realidad desde hace mucho…
–No de la forma en que vendrá. Lo bueno es que así como se liberan las cosas malas, también lo hicieron cosas buenas y precisamente a eso me aferraré: a la esperanza.
–Sinceramente, espero que estés equivocada.
–Yo también.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
005.Scarlat Cap. 5 - El portón del caos.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
13/10/23 18:22
16/10/23 15:42
17/10/23 17:20 - 18:22
18/10/23 16:53 - 17:02
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miércoles, 18 de octubre de 2023
jueves, 28 de septiembre de 2023
Las expectativas que me creé
Había soñado tanto, esperaba tanto, deseaba tanto. Todo siempre fue tanto. Construí ilusiones; planeé escenarios que parecían maravillosos. Únicos. Irrepetibles. Irremplazables. Porque así eras tú. Porque así te veía yo.
Pero las personas son como son, y todo lo demás es sólo una expectativa. Tú eres como eres, y lo que yo veía en ti era sólo una invención de mi mente. Eras como el cuadro que siempre quise ver. Me sonrío. Qué gran ingenuidad es creer que eras como te soñé.
Bueno me encanta soñar, ¿cómo no? Es tan maravilloso pensar que todo puede calzar perfecto. Que podemos ser exactamente lo que el otro busca, lo que el otro quiere. En mi mente fue así todo este tiempo: perfecto.
Hasta que decidiste ser como realmente eres. Hasta que decidiste dejar de callar tus verdaderas opiniones. Hasta que tuviste la suficiente confianza para quejarte de mí, de lo que digo, del cómo lo digo y hasta de lo que creo. Lo soltaste todo de una vez, y comprendí que habías callado tanto. ¿Por qué todo siempre tiene que ser tanto?
Y entonces hubo un corto silencio. Me miraste y trataste de disculparte. Sé que te diste cuenta de lo que dijiste. Yo sólo me sonreí con un dejo de tristeza en el corazón, porque madurar también es darse cuenta de que la gente dice la verdad cuando está enojada, así que lo que dijiste fue exactamente lo que siempre habías pensado de mí.
No puedo culparte, ¿cómo hacerlo si tu versión perfecta sólo estaba en mi mente? Eres como eres, lo demás sólo fueron cosas que me inventé o las expectativas que me creé.
Waldylei Yépez
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008. Las expectativas que me creé.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
27/09/23 00:52
28/09/23 12:37 - 12:44 -18:31
Fuente Imagen: Google.
lunes, 19 de junio de 2023
Todo lo que me queda de ti
Todo lo que me queda de ti
no es más que un par de cosas.
Un par de caricias imaginadas,
un par de fantasías deseadas.
Me quedan estas ganas de sentirte entre mis brazos.
De bailar en la oscuridad mientras susurro
esas palabras que jamás te dije.
Todo eso que jamás escuchaste de mis labios.
También me quedan estas ganas de ser quien te protege.
De ser quien te cuida.
De ser quien te ama cada día.
Me quedan estas ganas de ser la dueña de tu vida.
Todo lo que me queda de ti
es un par de pensamientos.
Además de un par de sentimientos
clavados hasta el fondo de mi pecho.
Eso es lo que me queda de ti.
Un vacío que jamás se llena.
Un beso que jamás se entrega.
Un amor que ni en sueños se confiesa.
Un amor que así como me acerca,
también me aleja.
Una espera que jamás termina.
Un amor que ha cambiado mi vida.
Todo lo que me queda de ti
es la nada y es el todo.
Es la tristeza aquí en mis ojos...
es el sueño que ya se ha roto.
Waldylei Yépez
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007.Todo lo que me queda de ti.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
19/06/23 15:39 - 15:45 - 15:55
Fuente Imagen: Google.
viernes, 28 de abril de 2023
Leo
Era un día muy frío, yo llevaba las manos metidas en los bolsillos. No podía ver mucho porque había cierta neblina.
«Un poquito de sol no le haría mal al día». Pensé.
De repente vi que ya estaba llegando al edificio donde vivía. Unos cuantos pasos delante de mí iba caminando una chica, un poco cabizbaja; noté que iba al mismo edificio que yo. Por alguna razón me quedé mirándola. Ella trató de sacar algo de su chaqueta, fue entonces cuando se le cayó un objeto, pero no se percató y siguió caminando. Me apresuré y tomé lo que parecía ser un pequeño bolsito, aceleré un poco más el paso y pude alcanzarla. La llamé una vez, y no parecía escucharme porque llevaba audífonos. Así que tuve que tocarle el hombro para llamar su atención. Ella se volteó a verme.
–¡Hola! Se te cayó esto– le dije mientras le mostraba lo que se le cayó.
Tomó el objeto de mi mano, y me agradeció. Nos sonreímos, y yo seguí caminando. Algo me decía que ya la había visto antes, que la había visto salir de uno de los departamentos, y mientras subía las escaleras lo recordé.
«Sí, ella vive unos pisos más abajo de donde yo estoy».
La verdad casi nunca me quedo mirando a las personas, y para ser más franca ni siquiera conozco a mis vecinos. Pero a ella sí la recuerdo, no puedo explicar por qué. Tiene algo muy especial, es… su presencia; un algo que hace que la notes aunque esté en silencio.
Preparé café, y mientras lo hacía no dejaba de pensar en sus ojos, en su expresión. Definitivamente no era un buen momento para ella. Estaba como el día: nublado, sin brillo, sin sol.
–La vida es así, no todos los días son buenos para nadie.
Después de ese día comencé a encontrármela más regularmente, a veces en la escalera, en la entrada del edificio o comprando en lugares cercanos. Sólo eran saludos de cortesía, nunca hablábamos. Lo que sí me daba cuenta era de los días buenos y malos que ella tenía, porque cuando eran días buenos ella brillaba con luz propia; verla era realmente especial, no puedo explicarlo, supongo que es como dicen ciertas personas: una buena vibra.
Un día yo estaba llegando al edificio, y me la encontré en la entrada. Llevaba unas cajas, y parecía realmente complicada con la idea de subirlas a su departamento. La vi ordenándolas una y otra vez mientras yo seguía acercándome.
–¿Necesitas ayuda? Puedo ayudarte sin ningún problema– le dije mientras sonreía.
Ella había estado agachada mientras ordenaba las cajas que seguían en el suelo, al escucharme se levantó y me miró directo a los ojos. Ahí supe que o ése estaba siendo su peor día o era la peor etapa de su vida. Trató de decir algo, pero ya para ese momento yo había tomado una de las cajas del suelo.
–Te sigo– le dije.
Tomó la otra caja y empezó a caminar. Traté de decir algo trivial, pero no estaba interesada en hablar. Así que me enfoqué en ayudarla y ya. Llegamos al departamento y le pregunté dónde debía poner la caja, me indicó un lugar y después me despedí de ella. Fue entonces cuando me habló.
–¿Te gustaría tomar café?
Me sonreí.
–Claro que sí.
Yo no sabía nada de ella, ni ella de mí. Éramos unas completas desconocidas tomando café, así que empecé hablar yo. Le dije que llevaba poco tiempo viviendo en ese edificio, le hablé de mi trabajo y pasatiempos, y hablamos de comida y café. Ella me contó unas pocas cosas, y al despedirnos compartimos nuestros números telefónicos.
Los siguientes días no volví a verla, hasta una noche que regresaba de mi trabajo y la vi a lo lejos jugar con Amush, la gatita del edificio. Me pareció tan tierna aquella escena, y también muy reveladora porque los felinos no confían en cualquier persona, y el hecho de que dejara que ella acariciara su pancita era una prueba de confianza muy grande. Me sonreí, y seguí mi camino. Subí al departamento y me di cuenta que no había comprado pan para la cena, así que tuve que volver a salir. Iba pensando en varias cosas del trabajo, y en algunos otros problemas, cuando de repente ella me salió al paso y casi chocamos en el pasillo. Nos reímos. Le pregunté cómo había estado, y también le comenté que la había visto jugar con Amush. Ella se sonrió. Se hacía tarde y le dije que necesitaba ir a comprar pan.
–¿Te gustaría acompañarme? Así podríamos seguir conversando.
Ella asintió.
Fuimos al almacén de la esquina, no había pan pero me dijeron que estaban haciendo y que saldrían en algunos minutos. Nos quedamos esperando, y por mientras conversamos de algunos temas interesantes. Yo estaba encantada, ella tenía ideas y opiniones que me parecían muy acertadas.
«¡Qué genial es esta chica!». No dejaba de pensar en eso.
El pan tardó en salir más de lo esperado, así que terminamos cenando juntas pizza en un lugar cercano. Yo estaba fascinada, estaba aprendiendo tanto de aquella conversación, y sin darnos cuenta los minutos se hicieron horas. Después de aquello, comenzamos a escribirnos regularmente por teléfono, y sólo cuando comenzó a tenerme confianza empezó a hablarme sobre sí misma.
Me contó que era migrante, que había estado moviéndose de lugar los últimos años. Entre sus anécdotas pude identificar episodios de xenofobia, aunque algunos no fueran tan evidentes, como la vez en que quería arrendar un espacio y fue tratada con amabilidad hasta que le pidieron su documento de identidad, ahí podía verse su nacionalidad, y entonces el trato hacia ella cambió. Y así otros episodios que no valen la pena mencionar.
–Cuando salí de mi país tenía grandes expectativas, tenía grandes sueños, y aunque sabía que no iba a ser fácil igual me aventuré a vivir, quería lograr cosas. Admito que soy ambiciosa, así que siempre quiero tener cosas mejores, lograr mis metas. A pesar de todo, aún creo en algunos sueños, aunque otros…– hizo una pausa.
Yo me quedé atenta, sin decir nada para no incomodar. Luego prosiguió.
–Aunque otros ya no sean posibles.
–¿Sueños relacionados con el amor?– me aventuré a preguntar.
Ella apartó su mirada, y se quedó mirando al horizonte.
–Cuando salí de mi país lo hice con mi pareja, y juntas superamos muchas cosas…
«¿Juntas?». Me quedé pensando.
–Pero a pesar de haber superado tanto, y de haber entregado tanto amor, llegaron los problemas más grandes, a eso se sumaron los de mi trabajo y familia. Empecé a colapsar mentalmente, y poco a poco caí en una espiral de autodestrucción.
Cuando dijo eso empezaron a encajar muchas cosas para mí, ahora entendía sus días sin brillo, y aquel otro día en que concluí que no estaba en su mejor etapa. Se lo conté, le conté lo que vi en sus ojos aquel día en que la ayudé con las cajas. Ahí me dijo que llevaba meses con terapia, que le había ayudado mucho y también el apoyo de sus amigos.
–Me alegra que hayas estado acompañada en ese proceso tan doloroso.
–Bueno no ha sido fácil enfrentarlo, ni eso ni otras cosas. Si ya es muy duro enfrentar la vida siendo mujer, ¿te imaginas lo que lo complica el que además seas lesbiana? Lidiar con la xenofobia, y además con la homofobia. Lidiar con un trabajo irrespetuoso con tu horario laboral, hora de almuerzo, horas extras; además de hacinamiento, malos tratos, explotación laboral. O en lo emocional, situaciones complejas como que tu pareja se refiera a ti como “amiga” porque sus conocidos y empleadores son homofóbicos. O que después de amar tanto, de entregar tanto, de aguantar tanto… te traicionen.
Me quedé callada, no sabía qué decir.
–Nunca abandoné a nadie, no merecía que me abandonaran. Siempre fui leal, no merecía una infidelidad. Hoy me parece tonto haber sido tan generosa, haber entregado tanto incluso causando un perjuicio para mí misma con eso.
–No sé qué decir. Bueno… sí puedo decir algo. La verdad me causa una completa admiración que hayas enfrentado todas esas cosas, es decir, que hayas tenido la fortaleza para enfrentarlo. De verdad, tienes todo mi respeto y admiración. Eres muy genial…
Ella se ríe.
–No, es en serio.
Se voltea a mirarme.
–Nunca había conocido a una persona como tú. Tan fuerte, tan valiente, tan valiosa. Tal vez sea cosa de aprender a equilibrar, pero no creo que tu forma de amar sea tonta. Cualquier persona que valga la pena desearía tener eso que tú das en su propia vida. Amor, generosidad, protección. Te he escuchado hablar y he leído tus mensajes, tus opiniones, y eres sumamente sabia. Sí, tal vez esa sabiduría nace de todo eso difícil que has vivido. Es un privilegio conocerte; ver la persona que eres hoy; saber que fuiste tan fuerte que le ganaste la batalla a tus propias sombras. Es maravilloso verte brillar.
Ella se sonrió.
–Todos tenemos que lidiar con nuestras propias oscuridades, y es muy duro cuando es sólo eso lo que ves cuando te miras a ti misma. Así que entiendo bien tu proceso, y me alegra que no hayas estado sola al enfrentarlo. También me alegra saber lo mucho que has avanzado, y sé que has avanzado porque es sólo cosa de mirarte para darse cuenta que ahora brillas más que antes, por eso sé que estás sanando o que ya estás sana. Eres una guerrera, y no sólo eso, eres un ejemplo de fortaleza, lo eres para mí.
Hice una pausa antes de continuar, y mirando al horizonte proseguí.
–Hay muchas cosas que suceden y que jamás nos enteramos, pero que no nos enteremos no quiere decir que no ocurran. ¿Sabes? Yo también he estado en mi propio proceso, enfrentando mis propias sombras aunque no las mencionara, y quiero decirte que para mí tu presencia ha sido muy importante. He visto tu valentía, el coraje de levantarse cada día y seguir adelante aunque en verdad no quisieras seguir adelante… ¿o me equivoco? Muchas veces te miraba de lejos, cabizbaja, siempre con los audífonos puestos aferrada a la música. Viviendo días grises y días negros, pero seguías caminando, seguías sin rendirte. Y yo pensaba: ¡Qué fuerte es esa mujer! ¡Qué valiente! Desearía ser como ella…
En ese punto me emocioné, y me callé un instante para que no se me quebrara la voz.
–Y eso hice. Traté de ser de la forma en que yo te veía. Porque al final no somos sólo sombras, también tenemos nuestras luces, pero sólo podemos verlo si estamos con la mente en calma. Hoy sé que ambas estamos mejor, pero quería que supieras que, en mi caso, tú tienes mucho que ver con eso. Así que gracias. Gracias por no rendirte. Sé que, aunque no lo sepas, eres y serás una figura importante para otras personas. Para mí lo has sido. Gracias.
Aquel fue un momento muy emotivo, no dijimos nada más.
Días más tarde nos comunicamos de manera extendida por mensajes. Le conté que había visto la película que me recomendó, y que me había reído mucho. Ésa era otra característica de ella, era muy divertida. Podía estar contando algo y, de repente, sacaba unas frases muy buenas. Por ejemplo, una vez me contó que vio una pelea entre conductores en la calle.
–Yo iba de lado de la ventana en el autobús, y veo a este segundo conductor con cara de “Señor, dame paciencia”, pero el Señor no le dio paciencia…
–Pero el Señor no le dio paciencia…– yo no podía parar de reír.
En otra ocasión me dijo que ella era un poquito vanidosa porque era Leo. Yo no tenía idea de cómo habíamos llegado a hablar de astrología, y mucho menos sabía sobre los signos del zodiaco. Pero me parecía muy divertido cuando ella expresaba con todo orgullo que era Leo, que su signo la representaba muy bien. Y yo pensé que el tema astrológico llegaba hasta ahí, pero no.
Un día se estaba quejando de su jefe, que esto y que lo otro, y de repente exclamó:
–¡GÉMINIS TENÍA QUE SER!
Yo me reía, no tenía idea qué pasaba con el signo de Géminis, o por qué le causaba tanto rechazo, pero alguna cosa debió haber hecho Géminis para impulsar su enojo. Vaya usted a saber.
Algunas semanas más tarde me fue a visitar a mi departamento. Estaba muy contenta, con muchos planes y sueños. Me contó que se había presentado una oportunidad increíble, y que pronto se mudaría.
–¡Qué gran noticia! ¡Estoy muy contenta por ti!
Ella sonreía. Claro, sabía que como todo en la vida iba a tener desafíos importantes, pero se sentía lista para seguir avanzando.
–Sé que te va ir muy bien en todo lo que emprendas, en todo lo que quieras conseguir. Eres muy perseverante, muy capaz, y muy fuerte. Yo te admiro tanto. Espero, de verdad espero que encuentres lo que tanto anhelas, aquello que te haga feliz porque mereces ser feliz.
La abracé muy fuerte y le dije:
–Gracias por tanto, y por todo. Tal vez algún día nos volvamos a ver. Te deseo todo lo mejor del mundo. ¡Que te vaya muy bien!
Aquel se configuraba como el final de este episodio de su vida, porque el final de la historia no es. Yo diría que es un final de episodio feliz, porque a pesar de todo el dolor, de todo el sacrificio, ella ahora es una nueva y mejorada versión de sí misma.
Aprendió tanto de todas las experiencias vividas en los últimos años. Se reencontró consigo, se reconstruyó, resignificó sus experiencias de vida y se hizo más sabia. Volvió a creer en sí, recuperó su seguridad y autoestima, aprendió empatía y desarrolló su intuición.
Hoy sabe lo mucho que vale, y sabe lo que realmente merece. Estoy segura que se esforzará por construir con firmes cimientos aquellos sueños en los que todavía cree, y estoy segura que en el camino también la alcanzarán otros sueños que aún no sabe que llegarán.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
006.Leo.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
26/04/23 16:38 - 21:14
27/04/23 15:48 - 16:23 - 17:05
Fuente Imagen: Google.
viernes, 31 de marzo de 2023
Como ave que renace
Y de repente escuché unas quejas de dolor.
Miré en esa dirección y sólo vi una oscuridad suprema.
Volví a escuchar el quejido,
un quejido envuelto en las penumbras, envuelto en las tristezas.
Me adentré en aquel bosque desolado,
y fue cuando la vi en el suelo malherida.
Me acerqué y me senté a su lado tendiéndole mi mano.
Luego abrí mis brazos, y en silencio me quedé junto a ella.
Estaba muy golpeada, estaba destrozada.
Pude ver y vivir su proceso interno.
Sentí su desesperanza, y sentí su frustración.
Su dolor también fue el mío, y su tristeza era mi tristeza.
No le tuve miedo a las sombras, aunque fueran gigantescas.
Mi mayor temor fue que ella se rindiera,
que me soltara la mano y cayera en las tinieblas.
Sabía que el abismo le acechaba,
también sabía que si ella caía, me arrastraría consigo.
Pero aunque me arrastrara consigo, no iba a soltarla.
Ella era parte de mí, y sola no iba a dejarla.
Creía en ella con todas mis fuerzas.
Creí en su poder, en su magia y su grandeza.
Creía que se salvaría a sí misma, porque sólo ella podía hacerlo.
Creía en que volvería alzar el vuelo,
en que surcaría el más alto de los cielos.
Porque así estaba destinado, porque Dios no se iría de su lado.
Y un día empezó a sanar. Empezó a creer. Empezó a soñar.
Y aunque aún estaba oscuro, yo podía ver su brillo.
Yo podía ver su luz.
Y entonces el amanecer llegó.
El sol volvió aparecer, y sus heridas estaban sanas.
Expandió sus alas y me sentí tan orgullosa, tan emocionada.
Empezó aletear de nuevo, y entonces alzó su vuelo.
Pero éste era un vuelo distinto, porque ahora ella era distinta.
Como ave que renace surgió desde la más profunda oscuridad,
y con luz propia iluminó su camino, su andar.
La vi volar libre, sana y serena.
Admiré su capacidad de resiliencia.
Voló, y los girasoles giraron para verla.
Yo también me quedé contemplando su grandeza.
Sabía que volvería a ser ella,
la valiente, la guerrera.
El modelo de fortaleza que me hace creer que sí puedo,
aunque yo sienta que no pueda.
El modelo de resiliencia que me recuerda que la luz no se va,
aunque la oscuridad nos acecha.
Mi maestra de vida que con sólo estar,
me enseñó todo y más.
Gracias por permitirme acompañarte en tu camino,
tu presencia y enseñanza ha cambiado mi destino.
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
005.Como ave que renace.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
29/03/23 21:37
30/03/23 17:31 - 18:00 - 18:20
Fuente Imagen: Google.
lunes, 27 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 4 - Inframundo
Ella caminaba por una calle muy concurrida con vendedores ambulantes a los lados; aquello se había convertido en un improvisado terminal de autobuses hacía poco tiempo. Miraba y miraba como buscando el autobús que necesitaba, pero no lo conseguía. Siguió caminando y entró en un gran estacionamiento subterráneo; pensó que tal vez el autobús que necesitaba podría estar adentro, pero se encontró con la entrada a un gran edificio de departamentos. Se dio cuenta de su error, y empezó a buscar la salida. De repente, sintió la extraña sensación de que mientras más avanzaba más escaleras encontraba, pero no la salida hacia la calle con autobuses.
Ella estaba perdida dentro de aquel gran edificio, que ahora parecía más un laberinto. Los pasillos eran bastante amplios, se podían ver muchas personas que interactuaban entre ellas, niños jugando en las escaleras… una vecindad. Se cansó de caminar, de subir y bajar escaleras, así que decidió acercarse a un grupo de niños que estaban jugando con una pelota. Le preguntó a uno de ellos por la salida, y le comentó que había estado mucho rato buscándola y no la encontraba. Este niño de tez morena vio una oportunidad de negocio, le dijo que él tenía un mapa en papel que le había dado su mamá y que ahí ella podría encontrar la forma de salir del edificio, pero que ella debía comprarle el papel con el mapa. Lo pensó un poco, pero ya había estado el suficiente tiempo como para darse cuenta de que aquello era una locura de puertas, pasillos y escaleras, y si lo que necesitaba era una especie de “mapa” pues lo compraría. Sacó un billete.
–Está bien. Te compro el mapa.
El niño, que no tendría más de ocho o nueve años, tomó el dinero y le pasó el mapa. Luego regresó a jugar con sus amigos mientras ella veía que el mapa señalaba bajar escaleras y atravesar puertas muy específicas. Siguió las indicaciones, y en poco tiempo regresó a la calle con vendedores ambulantes y autobuses. Estaba tan contenta, pero recordó que no había agradecido al niño por su ayuda. Sintió que eso había sido muy desconsiderado, así que volvió a entrar al edificio para buscar al niño y agradecerle, total con el mapa que había comprado podría volver a salir.
Ya de nuevo adentro encontró al niño con sus amigos, pero la vista había cambiado un poco y ahora podía ver a muchas otras personas, incluso desde un nivel superior como de segundo piso. Lo que ella no entendía es que esas personas en el piso de abajo caminaban como en círculos, como si estuvieran en un laberinto infinito donde también buscaban la salida, pero abajo no estaba lo que buscaban aunque no lo supieran. De ese lado vio a otro niño, esta vez era un niño más chiquito de unos seis años con ojos claros y tez blanca. Intercambió un par de palabras con ella, luego se sonrió y le dijo:
–Yo sé que nunca voy a salir de aquí. Es que soy malo, realmente soy muy malo.
–¿Cómo vas a ser malo? No, tú eres súper lindo. Puedes ser muy bueno, lo sé– replicaba ella.
Y en eso algo pasó. Este niño y el resto de las personas cercanas a él dieron un paso atrás. Todos tenían cara de miedo, incluso el niño morenito que le había vendido el mapa y otros adultos que también estaban cerca. Ella no entendía qué los estaba asustando tanto, hasta que dio media vuelta y vio a una mujer parada mirándola muy seria.
–¿Qué haces aquí?– le dijo aquella mujer.
Ella no entendía por qué todos estaban tan aterrados. Sí, la señora parecía la vigilante del edificio, una figura de autoridad eso quedaba claro, pero no era para tanto. Y entonces fue cuando miró hacia donde estaba la salida del edificio, y ésta desapareció ante sus ojos. Aquella gran puerta se volvió una pared sólida, y ya no había forma de salir de ahí. En ese momento entendió, la vigilante era tan poderosa que por eso le temían.
Bueno se resignó. ¿Qué podía hacer? La vigilante estaba molesta porque ella había roto las reglas, estaba en un lugar donde no debía porque entró sin permiso a ese edificio. Luego se culpó, ya había logrado salir pero regresó por querer ser agradecida, craso error. La puerta de salida ya no existía más, así que tampoco le era útil el mapa. Estaba a merced de la vigilante, porque si había hecho desaparecer la puerta era probable que pudiera hacerla aparecer de nuevo. El problema es que la vigilante estaba muy molesta, aunque en verdad sólo se viera muy seria.
Ella no contestó la pregunta de la vigilante. Decidió usar otra estrategia, como esperar a que se diera cuenta de que ella no era una mala persona, y pues intentó hacerse la amigable.
–¿Sabe? Ese uniforme de vigilante es demasiado gris. Tal vez con un poco de color naranja se vería mejor.
La vigilante se sentó en una silla sin dejar de mirarla. Ella siguió dando ideas para el uniforme, parecía algo muy tonto pero estaba logrando su cometido, estaba logrando un poco de su empatía… y ahí despertó.
Las cortinas seguían cerradas, pero la luz del día entraba igual a la habitación. Se escucharon unos pasos y luego una voz masculina:
–Ya despertaste. Buenos días.
Él se acercó a abrazarla.
–El desayuno está casi listo– le dijo.
Se levantó y ya en la cocina se percató de que la mesa estaba puesta. Él tenía listo el pancito tostado, el café y sólo faltaba terminar de armar la ensalada de frutas que le estaba preparando. Ella se sentó y se quedó mirándolo. Ellos habían tenido diferencias importantes en los últimos días, eso era innegable, pero seguían unidos porque los actos de amor entre ambos siempre habían sido más que sus diferencias. Habían sido capaces de aprender de sus errores, de hablar con mucha sinceridad, y de tener la voluntad y el deseo de seguir adelante. Dicen por ahí que el conflicto es inherente al ser humano, y saber tratar con eso es fundamental para llevar a buen puerto cualquier objetivo.
–¿Qué sucede?– preguntó él cuando se dio cuenta de que ella lo miraba.
–Nada– ella se sonrió.
Él se sentó y empezaron a desayunar. Le preguntó si había logrado descansar bien, o si había tenido sueños o pesadillas.
–Ya que lo preguntas. ¿Sabes? Tuve un sueño muy extraño.
Empezó a contarle todo el tema del edificio, de haberle comprado el mapa al morenito, de haber salido y vuelto a entrar, de las personas caminando como en círculos buscando la salida que jamás iban a encontrar (aunque ellas no lo sabían), del niño rubio diciendo que él era realmente malo y que sabía que no saldría de ahí, del terror que sintieron por la vigilante, de la puerta que desapareció y se reía de sí misma con eso de ser amigable hablando del uniforme de vigilante y el color naranja.
–Claro, todos estaban muertos…
–¿Todos estaban qué?– preguntó ella muy extrañada.
–Estaban muertos, todos estaban muertos, por eso no podían salir de ahí ni tampoco se daban cuenta que estaban en un laberinto sin salida.
Ella se quedó boquiabierta.
–¿Por qué te estás metiendo en esos lugares?– preguntó él.
–¡¿En cuáles lugares?!
–Estabas en el Inframundo.
Ella abrió grande sus ojos.
–Iii… ¿Inframundo? Me quieres decir entonces que la vigilante… por eso ellos le tenían tanto miedo.
Él asintió.
–Ella es el… el Cancerbero. El vigilante del Inframundo. Por eso estaba tan molesta cuando me dijo: “¿Qué haces aquí?”.
–Por supuesto, su trabajo es que nadie entre y nadie salga del Inframundo, y tú una persona viva fue y se metió allá sin que se diera cuenta. Realmente tienes mucha suerte de que te haya dejado ir.
Ella se quedó callada.
–¿Y si no te hubiera dejado salir? ¿Cómo hubiese podido rescatarte yo?
Ella se encogió de hombros. Sabía que él le estaba llamando la atención con esa última pregunta.
–Yo no elegí ir a ese lugar. No elegí romper las reglas, ni tengo ninguna mala intención. De hecho, por eso intenté ser amigable, pero mostrando respeto por la figura de autoridad. Esperaba que en algún momento se diera cuenta de que no es que yo haya querido portarme mal, o que haya querido desafiarla. Entré ahí muy inocentemente.
–Tal vez por eso te dejó salir.
–Creo que lo más loco de todo este sueño es darme cuenta de que el Cancerbero… el poderoso Cancerbero… es una mujer.
Waldylei Yépez
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004.Scarlat Cap. 4 - Inframundo.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
26/02/23 19:01 - 19:42
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lunes, 20 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 3 - Aaryth
«Hola primita, ¿cómo estás?».
Así empezaba el mensaje de texto que le había enviado Aaryth esa tarde. A ella le encantaba que él le escribiera porque ellos tenían muchas cosas en común, a pesar de su diferencia de edad. Una de esas cosas en común eran los sueños.
Ella siempre supo que su primo tenía un nivel de madurez mayor, en comparación con los chicos de su edad. Él siempre le decía que le gustaba “filosofar sobre la vida” con ella, refiriéndose a las conversaciones y reflexiones que hacían. La cercanía y confianza entre ambos les permitió hablar con mucha seriedad sobre las señales del Universo, el proceso de los sueños premonitorios y algunas de sus consecuencias.
«El futuro no está totalmente escrito» le había dicho ella un día. «Hay cosas que se escriben y no se pueden modificar, a eso se refiere esa famosa frase de que: “Lo escrito, escrito está”. Pero, por otra parte, la gran mayoría de las cosas sí son modificables. ¿Por qué? Porque los sueños son tendencias de futuro, son proyecciones de aquello que puede pasar. Imagínate un cuaderno abierto, puedes ver ambas páginas, entonces imagina tu mano con un lápiz sobre la primera de ellas y proyecta tu lápiz imaginariamente sobre la otra página. Cuando comiences a escribir en la primera, en la segunda el lápiz también se irá moviendo en paralelo, pero adelantado en el tiempo con un trazo apenas visible. Esa historia apenas visible es la proyección, la tendencia de futuro. El acto de “escribir” en esta escena se refiere a la toma de decisiones, las consecuencias de cada decisión que tomamos es lo que va “escribiéndose” en la segunda página».
A ella le gustaba mucho conversar con Aaryth porque siempre mostraba mucho interés por los sueños, y poco a poco sus propios sueños se volvieron más frecuentes. En apenas algunos años alcanzó un nivel de certeza enorme, siendo capaz de ver situaciones y personas involucradas de manera nítida, cosa que ella no siempre había podido lograr porque ella veía símbolos que necesitaban ser interpretados.
La última vez que ella había soñado con él le dijo que lo había visto en casa de la abuela, que él acababa de regresar de un paseo con compañeros y que en ese paseo él se había caído sobre matorrales y que le habían picado algunos bichos. De repente, él se quedó sin poder respirar, probablemente causado por una alergia a alguno de esos bichos, y corrió junto a su madre a un centro asistencial. Varios familiares llegaron al área de urgencias donde lo estaban atendiendo, ahí estaba la mamá de Aaryth sentada en una silla de ruedas, y apareció un bebé. La última escena mostraba a Aaryth salir de urgencias sintiéndose mejor.
Por supuesto, cuando ella se despertó de ese sueño le escribió a su primo, y ese mismo día por la noche él le había respondido que él había planificado una salida con ex compañeras de estudios, pero que se enfermaron de una gripe muy fuerte y se canceló el plan; una de ellas tuvo que ser nebulizada; y comentó que le iba a escribir a una de las compañeras, que tiene una bebé, para saber cómo estaba. También ese día su mamá casi se cae. En otras palabras, la tendencia de futuro sí se había cumplido, pero en este caso el símbolo o la conexión con los involucrados era el propio Aaryth, es decir, sobre él se plasmaban los hechos futuros.
Se podría decir entonces que lo que hace distinguir las predicciones de Aaryth de las de su prima es que Aaryth puede llegar a ver nítidamente todo, y ella mayoritariamente ve símbolos. Por eso en las ocasiones en que su primo le decía que había tenido un sueño con ella, era cuando más prestaba atención porque sabía que se manifestaría rápido. Él se había convertido en su fuente de información confiable.
Y efectivamente, después de ése: «Hola primita, ¿cómo estás?», vino el «tuve un sueño contigo». Seguidamente le relató una escena con varias acciones, pero la conclusión final era el peor escenario para su relación actual. La proyección que se estaba escribiendo era el fin de todo.
Después de conversar con su primo, ella dejó el celular a un lado y miró a lo lejos a su pareja que estaba reparando algunas cosas en la casa. Respiró profundo. Recordó que los días anteriores habían tenido algunas discusiones, pero las cosas se habían calmado. ¿Podría llegar de repente algo tan serio como para acabarlo todo? Y si era así, ¿qué cosa podría ser?
«Sólo puedo esperar». Se dijo así misma.
Y nuevamente la certeza de Aaryth llegó, sólo se necesitó dos días para que iniciara una gran discusión en la casa.
Él rápidamente subió la voz, y se volvió un energúmeno. Reclamaba diciendo cosas justas e injustas. Ella se defendió y lo atacó con palabras. Fueron algunos minutos en esa dinámica, hasta que él lanzó un ataque de gran calibre y ahí fue como si a ella se le detuviera el mundo. Estaba preparada, podía atacar con igual calibre, pero entonces la advertencia de Aaryth apareció ante sus ojos.
Ya ella no era ingenua sobre el mañana, Aaryth le había dado la llave del futuro y sabía que lo podía modificar aunque esto tuviera un costo, porque todo tiene una consecuencia en la vida. Pero, ¿y si dejaba cumplir la proyección? ¿Si sólo lo aceptaba y dejaba que todo se fuera a la basura? Si tan sólo soltaba lo que con rabia quería gritar, eso sería todo. Entonces, ¿qué debería hacer? ¿Dejaba que la proyección se cumpliera o la cambiaba? ¿Qué hacer?
Él gritó por última vez, y salió de la habitación lanzando la puerta que hizo retumbar toda la casa. Su decisión estaba tomada. Se tragó cada palabra. Por dentro de sí misma había tanto desorden, como si los planetas chocaran entre sí. Sus emociones se manifestaron en su cuerpo en forma de dolor, y en el más completo silencio soltó un grito desgarrador. El costo de cambiar la proyección de futuro, al menos en este caso, era muy alto, pero ella había decidido que fuera así. Aaryth le dio la llave, pero fue ella quien con su libre albedrío decidió interrumpir el futuro que comenzaba a trazarse… para bien o para mal.
Waldylei Yépez
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003.Scarlat Cap. 3 - Aaryth.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
19/02/23 16:59 - 17:25 - 18:23 - 18:34
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martes, 14 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 2 - Yo nunca haría eso
Era la hora del desayuno. Él se levantó de la mesa y se sirvió más café.
–Oye…– le dijo a ella –, el otro día me quedó dando vueltas eso de los sueños que tienes, eso de las señales y cosas.
Se sonrió y se volvió a sentar.
–Es tan raro. Igual me da curiosidad– se ríe.
–¿Qué te da curiosidad?
–Bueno no es que no te crea, pero igual es raro. Es como creer que se puede leer la mano o las cartas. O sea, yo respeto lo que la gente quiera creer, pero… soy incrédulo, es todo.
–Es comprensible.
–Igual quiero saber más– se ríe de nuevo.
–¿Qué quieres saber?
–¿Cómo se dan estos sueños? ¿Tienes que tener “una conexión especial”?
–Yo no puedo controlar lo que veo o a quién veo. Así que, puedo visualizar gente que jamás he visto antes o personas que yo ame o haya amado en el pasado.
–A ver, para poder entender mejor, cuéntame un ejemplo de un sueño que hayas tenido y que te haya sorprendido porque pasó en la realidad.
Ella se quedó pensando un instante.
–Hay un sueño que yo no entendí en su momento, y de hecho lo descarté. En el sueño veía a mi ex salir de la casa apresuradamente; yo quería acompañarlo, pero él no estaba interesado en que lo hiciera. Desde adentro de la casa grité para que me esperara, y al salir de la casa lo vi en un auto muy bonito, pero él no quería que yo me sentara a su lado. Él estaba ignorándome, dejándome de lado como si yo fuera alguien sin importancia, y entonces exigí sentarme adelante porque yo era su pareja; era como si él prefiriera que otra mujer fuera a su lado y no yo.
Ella hizo una pausa para tomar un sorbo de café.
–Yo confiaba ciegamente en él, y le conté ese sueño. Él me respondió: “Yo nunca haría eso” y le creí. Meses más tarde, él me abandonó y me sentí como en ese sueño: echada a un lado, como un estorbo, alguien indeseable dentro de su vida. Pero no me di cuenta inmediatamente de que yo había sentido eso meses antes, hasta que un día así de la nada me acordé de lo que vi/sentí en ese sueño y quedé sorprendida por haber “sabido sin saber” lo que él haría.
–Ehm… ¿y no habrá sido sólo una casualidad?
Ella se encogió de hombros. Untó mantequilla al pancito y siguió desayunando.
–Tú nunca hablas de tu ex– prosiguió con curiosidad –, ¿qué es lo más difícil que has soñado con él? A parte de ese sueño, claro.
Ella se quedó en silencio un instante.
–Cuando se dio el quiebre de la relación soñé muchas veces con él, pero siempre era lo mismo: él alejándose y yo queriendo que estuviera cerca. Pero creo que lo más difícil fue verlo acostarse con otra persona.
Él abrió grande los ojos.
–¡¿El qué?!
Ella lo miraba seria y fijamente.
–¿Me estás hablando en serio? O sea, lo viste… Creo que eso ya es mucho.
–No es algo que yo pudiera controlar. Créeme que habría preferido no saber muchas cosas, y aún así sabía todo… incluyendo sus grandes éxitos profesionales, y también sus tristezas y dolores.
–¿Aún sueñas con él?
–No, un día simplemente ya no supe nada más.
–Entonces podemos decir que un factor que influye en los sueños puede ser una conexión emocional con la otra persona.
–Sin duda.
Él sonreía.
–Oye…– prosiguió con mucha curiosidad –, ¿has soñado conmigo? ¿Te has enterado de cosas de mí?
Se echó a reír.
–¿Realmente quieres saber?
–¡Claro! Tiene algo de divertido todo esto– él permanecía sonriendo.
Ella tomó un nuevo sorbo de café.
–Sí, he soñado contigo…– dijo mientras miraba la taza.
A él le dio mucha más curiosidad.
–Por eso sé…– ella tragó saliva – sé que has pensando en dejarme…
Subió su mirada y se encontró con un rostro totalmente desfigurado. Él tenía los ojos muy abiertos, estaba realmente sorprendido.
–¿Có…? ¿Cómo…?
Ella se quedó mirándolo fijamente. Él estaba descolocado.
Hubo un minuto de silencio en la mesa, luego le dijo:
–Creo que tenemos que hablar.
Ella respiró profundo y asintió.
Waldylei Yépez
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002.Scarlat Cap. 2 - Yo nunca haría eso.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
13/02/23 17:08 - 17:18 - 17:30 - 17:43
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viernes, 3 de febrero de 2023
Scarlat: Cap. 1 - El avión
La Calle 2 Sur está totalmente desolada. Ella sigue caminando con paso firme, pero siempre mirando el suelo. No parece existir algún vehículo en la ciudad, y de todas maneras ella espera hasta que el semáforo peatonal indica que puede cruzar. Sus pasos van rumbo a la Plaza de Armas, un lugar hermoso y también mágico aunque muchos no lo sepan.
Titubea. Toma aire y camina con intención de atravesar la plaza. Pone un pie sobre la acera y siente que unos ojos la vigilan. Intenta no desconcentrarse de su objetivo, y escucha una burla casi a milímetros de su oído. Se hace la valiente y sigue caminando. Sabe que una sombra negra la persigue mientras otras se esconden detrás de los árboles.
Mira con dirección a la Catedral, pero está cerrada. Se siente observada en cada paso que da. Se detiene de súbito, la sombra negra le sale al paso y su corazón se le acelera; no hay nadie a quien pedir ayuda. La sombra se abalanza sobre ella, y la toma fuerte por los brazos. Ella comienza a decir una oración, eso enfurece a la sombra y sigue luchando hasta que despierta.
Abre los ojos. La luz de la mañana entra por la ventana. Se sienta y respira profundo.
–Fue sólo un sueño.
Se levanta y abre las cortinas.
–¿Está todo bien?– pregunta una voz masculina.
–Sí. Sólo tuve un mal sueño...
–Seguro fue por la película de anoche...
Ella asintió y fue por un vaso de agua. Ya en la cocina, se quedó mirando por la ventana mientras recordaba otros sueños con sombras negras.
–Parece que te afectó mucho ese sueño...
–Disculpa, ¿qué me dices?
–Que parece que te afectó lo del sueño.
–¡Ah! No, no éste de manera especial. He tenido peores.
–¿Quieres hablar de eso?
Ella titubeó.
–No creo que sea para tanto...– continuó él.
–Tengo sueños.... a veces tengo sueños que parecen reales, es como si fueran avisos o señales.
La miró incrédulo.
–Bueno los expertos dicen que los sueños no son más que imágenes de nuestro inconsciente. Tu pesadilla fue por la película de anoche, así que no pasa nada; todo está bien.
Ella intentó decir algo más, pero optó por quedarse callada.
–Ya resuelto el problema, voy a bañarme porque se me hace tarde.
Le dio un beso y salió de la cocina.
–Expertos...– dijo ella mientras siguió mirando por la ventana.
Decidió dormir otro rato después que él se fue a trabajar. Los sueños se reanudaron y ella lo sabía. Estaba consciente de que estaba soñando, y que éste no era un “sueño tonto” como ella les decía a aquellos sueños sin razón ni lógica. Ella había aprendido que si lograba estar consciente mientras estaba durmiendo, debía estar atenta a los detalles que se mostraran porque tal vez podría predecir el futuro.
Se miró a sí misma sentada en un avión comercial pequeño. Junto a ella habían otras personas conversando; ninguna cara conocida. Decidió corroborar mirando por la ventana y vio que iban en vuelo. En ese momento la escena cambió y comenzó a ver un mapa de una zona geográfica; ella no fue capaz de reconocer el lugar, pero estaba segura de que el símbolo del avión marcaba un punto no muy lejano de la costa.
«Es un trayecto... punto de origen y destino... pero no tiene sentido, el destino está muy cerca de la costa y no hay tierra ahí... A menos que...».
Abrió muy grande sus ojos.
«El avión va caer».
Dio un salto y se despertó. Llevó sus manos a la cara.
–¿Será que esto va pasar? ¿O será que ya pasó?
Se quedó mirando el techo.
–Aunque pasara yo no puedo hacer nada. No sé de cuál avión se trata ni de dónde.
Respiró profundo y se levantó. El resto del día no volvió a pensar en el sueño.
Por la noche se metió un rato a Internet y le ganó la curiosidad. Empezó a buscar noticias de aviones y se topó con una noticia de accidente. Entró al sitio a leer y vio que la autoridad declaraba un siniestro cerca de la costa, a minutos del momento en que la nave sale del aeropuerto: “se trata de un avión comercial pequeño, por eso el número de víctimas no es más elevado...”.
Ella se llevó la mano a la boca. Luego copió el nombre del lugar de los hechos y buscó ese punto en el mapa de la zona. Era exactamente como ella lo había visto en el sueño, con la única diferencia de que el punto de caída que ella había visto estaba arriba y en el mapa real estaba abajo.
Cerró el sitio y el mapa.
–¿Cómo? ¿Cómo fui capaz de ver la caída de un avión pequeño en otro continente? Pero sobre todo, ¿cómo fui capaz de ver el mapa de dónde cayó antes de que pasara? ¡Dios mío!
Waldylei Yépez
Datos del archivo:
001.Scarlat: Cap. 1 - El avión.Colección Scarlat.Waldylei Yépez.docx
23/11/22 17:19
30/01/23 18:30
01/02/23 16:53 - 17:00
Fuente Imagen: Unsplash.
viernes, 16 de diciembre de 2022
Amaya
Mientras la esperaba me quedé pensando en que he construido una versión de mí que no me hace feliz, y también pensaba en el terror que me da las consecuencias de destruir esa versión.
Miré hacia un lado, y vi a lo lejos que mi amiga se acercaba. Al llegar se dio cuenta que las cosas no iban bien conmigo.
—¿Qué pasa?
Empecé a titubear. Mi mente me dice que hay cosas que se deben callar, pero ella insiste.
—¿Sabes? Estoy agradecida por tener personas como tú a mi lado. Siempre has sido una amiga maravillosa.
Me detuve un momento.
—Entiendo que tal vez no quieras seguir hablando conmigo después de lo que te voy a decir, pero necesito sanar esta angustia que siento.
En ese momento me empecé a cuestionar: ¿No estaré ya muy vieja para estas crisis de identidad?
Los segundos parecían eternos.
—Sólo dilo...
Levanté la mirada y lo solté.
—Estoy enamorada de ti...
Sentí como si algo se hubiese roto. Luego proseguí.
—Has sido una gran amiga, gracias por eso.
No fui capaz de mirarla a la cara.
—¿Puedo preguntarte algo? —, me dijo.
Asentí.
—Si soy tan maravillosa, ¿por qué me estás dejando ir tan fácilmente?
La miré confundida. Ella me miró, y luego me sonrió.
Waldylei Yépez
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004.Amaya.Colección Resignificando.Waldylei Yépez.docx
15/11/22 21:16 - 22:44
13/12/22 17:48 - 17:59 - 18:04
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