viernes, 15 de abril de 2011

, ,

A la mujer que amo

022. A la mujer que amo. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Dedicado a la Mujer, criatura maravillosa -al igual que el Hombre-, que el Universo creó.

Hoy he decidido sentarme a escribirte, algunas pocas palabras nada más, y no sé si al final me salga bien esto. Sé que no soy como tú, tú tienes ese don para expresarte de una manera que a mí me llega a conmover, y eso que no soy un experto en la lectura. No sé cómo lo haces. A veces me has arrancado lágrimas de emoción, sí, para algunos quizás les suene mal porque “los hombres no lloran”, pero vaya que yo sí he llorado mucho en tu regazo. Ante ti soy el ser más vulnerable que jamás conocí, o que jamás creí ser, pero a pesar de ello no tengo miedo, a pesar de parecer “una presa fácil” no tengo miedo, porque muchas veces has podido hacer mil cosas conmigo y, en vez de eso, tú siempre me has protegido. Cuando me siento como un niño, justo como ahora mismo, siempre me has cuidado con amor, pudiéndome refugiar entre tus brazos. Me haces sentir un niño pequeño, y a la vez el hombre más grande y más seguro que tampoco pensé que podía ser. No sé cómo haces posible estos milagros, cómo es que has sembrado este sentir dentro de mi corazón. Yo, que jamás hablé de sentimientos y amor tan profundos con alguien más, ahora eso es todo lo que llena mi vida: este amor profundo que siento por ti. Te has convertido en mi vida, realmente ha sido así.
Alguna vez leí algo, en donde se recomendaba, que lo mejor era salir con una chica que leyera, pero también decía que mejor que eso era: salir con una chica que escribiera. Recuerdo que yo sonreí, me dije a mí mismo: “Yo amo a una chica que escribe”. No dejo de admirar la manera cómo te expresas, el cómo haces para dejar tan marcado a un lector, el cómo haces para que se identifique… La verdad, creo que nunca sabré cómo lo haces.
¿Sabes? Me da vergüenza enseñarte esta carta, sé que a lado de las letras que puedas escribir esto, que he escrito, no tiene ningún valor, es decir, mis palabras jamás serán tan bonitas como las tuyas… Todo esto son simples letras, pero vaya que es inmenso el sentimiento detrás de ellas.
Sé que no puedo describir aquí la cabalidad de tu belleza, lo suave de tu piel y lo hermoso de tu sonrisa al amanecer. Despertar contigo y dormirme junto a ti, vaya que es lo más maravilloso que me tocó vivir. No puedo describir el lenguaje que toma mi cuerpo cuando tú estás cerca, quizás no me creerías si te digo que mi cuerpo puede reconocer tu presencia, más rápido de lo que mi mente procesa. Es como si mi cuerpo completo pudiera comunicarse con el tuyo, en un lenguaje que sólo ellos conocen, incluso cuando ni siquiera se están tocando.
Cuán suave y apasionados pueden ser los besos de tus labios, esos besos que son vida para mí. Un solo beso tuyo y quedo como activado, siento recorrer la sangre viva por todo mi cuerpo, y tocarte es lo que más quiero… Tu cuerpo, me enloquece. Tu sensualidad, me desborda. Tus montañas tibias, me apasionan.
Hay muchas cosas que me gustan y que valoro de ti. Me has hecho sentir como tu “príncipe azul”, pero además supiste darte cuenta de que los “príncipes” también buscan a su “princesa”, y tú eres todo cuanto yo pudiera querer de una “princesa”. Me has enseñado tantas cosas, y has respetado lo que soy pues lo que yo he cambiado de mí es porque yo quise hacerlo, jamás me pediste que lo hiciera. Muchas veces me he preguntado: “¿Cómo es que me aguantas?”, la verdad no tengo respuesta, entonces te lo pregunto y sólo me respondes que me amas. Ese sentimiento embarga mis entrañas.
Vivo contigo un amor a plenitud, en una relación donde puedo sentirme yo mismo. ¿Cómo puedo agradecerte todo lo que haces por mí? ¿Cómo le agradezco al Universo esta bendición que trajo a mi vida? Te aseguro que nadie podría amarte, así como te amo yo… Así, como yo te amo.
Eres una mujer increíble, maravillosa, la más hermosa de las personas. Tú me valoras por lo que soy, porque lo que soy va más allá de lo que hay en mis bolsillos o entre mis piernas, tú valoras mi alma y corazón. ¡Cuán feliz me siento, amor!

La mujer que amo,
no hay palabras para describir
a la mujer que amo.
Podría decir algunas cosas,
como que eres el rostro que ilumina mis días,
el refugio donde me siento protegido.
La voz amable que me hace sentir en un hogar,
ese hogar construido acá en el corazón.
Tú eres la mujer que yo amo,
aquella que me hace temblar,
llorar y hasta, de rabia, patalear,
pues no todo es color de rosa
pero jamás lo gris supera el color,
este amor que es de color brillante.
Ni escritor ni poeta
pero te he escrito en verso,
tú sabes que no son simples palabras,
sabes que esto es lo que, de verdad, yo siento.

Simples y sencillas palabras,
para ti, para la única.
Para la mujer…

A la mujer que yo amo…

De verdad…

Te Amo.

15/04/2011 5:45 p.m.

Este texto fue escrito por Waldylei Yépez
Continuar leyendo A la mujer que amo

sábado, 9 de abril de 2011

, ,

Considérelo

Hoguera de la Inquisición. Fuente: Google Images.

Muy bien, señor sabelotodo.
Mucho sabes de mí, y lo que ven mis ojos,
cómo me siento, y qué tan mal me fue en la vida.

Sé muy bien que tienes la solución,
y que tus palabras no lastiman
por mucho que me digas “bruto”,
porque no lo haces con “esa intención”.

Sé muy bien que tu religión es “la verdadera”,
y que estudiaste en la mejor escuela,
que te llenas la boca hablando de “la palabra de dios”,
y que crees que el asesino será perdonado,
si se arrepiente ante el señor.

Sé que también dijiste que quien insulte al cristo,
pero se arrepienta, será perdonado.
¿Quisiste decir que quién no se arrepienta,
debería ser castigado?
¿Cuál sería el mejor castigo para ti?
¿Una cruzada? ¿O el retornar de la inquisición?
Tú hablas, ¿Pero acaso tienes razón?

Hablas de la palabra de dios,
¿Acaso sabes cuántas modificaciones lleva?
¿Y que esas modificaciones son hechas por humanos?
¿Te has puesto a pensar cuánto corrompe el poder?
¿Será que el poder no corrompe nunca a la religión?

Esto sólo es un recordatorio, señor sabelotodo.

Considera esto:

¿Cuánto dinero mueve la figura de dios?
¿Cuánto poder tuvieron sus representantes?
¿Sabías que el clero se molestó en el siglo XII
porque les prohibieron golpear a los judíos?
“Apalear a los judíos” le llamaban
a la “santa tradición” de Tolosa, en semana santa.

Señor sabelotodo, que se cree “el elegido”.
¿Necesitas creerte más especial que los demás?
¿Ser la luz que brilla en la oscuridad?
¿Ser la salvación del mundo?

¿Qué es para ti la salvación del mundo?
¿La muerte de todas las personas que consideras “malas”?
¿Será por eso que pides con ahínco el fin del mundo?
¿Así de una vez por todas vendrá el castigo del padre,
y demostrará que siempre la tuya era la verdad?

Señor sabelotodo, ¿Por qué escribes tanto del “último día”?
¿Por qué colocas a tu dios amoroso como el peor y más cruel?
¿Te das cuenta que tú mismo te contradices?
¿O no te has dado cuenta de eso?

Considera esto,

Si tú eres la luz contra la oscuridad, ¿Por qué la llamas para que venga?
¿Por qué insistes con “el último tiempo”?
¿Por qué te causa tanto agrado que otros sean castigados?
¿Necesitas que el mismo rey de reyes te elija?
¿Que te felicite por tu gran labor de “amor”?
“¡Que sean castigados los que insultan al rey!”,
¿Y que te den una corona por ser un “santo”?
Si tus palabras son de amor, ¿Por qué insultas
a quien piensa distinto a tu dios?
¿Por qué es tan difícil razonar el libro sagrado?
¿Porque odias que tu contrario te gane y tenga razón?
¿Porque es más fácil aceptar como siempre han sido las cosas y ya?

Muy bien, señor sabelotodo.

Si usted se cree santo, yo no lo sacaré de ahí.
Si cree tener la verdad, no le impondré la mía.
Pero dejemos algo claro:

Ni usted es el más especial del mundo,
ni su religión es la única y original,
ni siquiera es la más vieja,
y tampoco es la más santa.
Su religión lleva acuestas muchos muertos,
pues su base es un charco de sangre,
y no, no importa que Messori pida que se “olviden los errores pasados”,
porque eso no le devolverá la vida a la gente.
Eso no le devolverá la dignidad a quienes se la quitaron
y tampoco deshará la crueldad de violaciones contra niños desamparados.

La próxima vez, señor sabelotodo,
que quiera defender a su religión haciendo alarde de “su pureza”,
vea los libros de historia,
estos no se escribieron así porque “fueran ateos” sus autores,
se escribieron así porque así fue la historia… por mucho que a usted no le parezca.

Considérelo… Todo esto es parte de la “verdad”,
que no es la suya ni la mía, señor sabelotodo, pero no deja de ser verdad.

Waldylei Yépez

"Máquinas de maldad" (Inquisición) Fuente: Google Images.
Continuar leyendo Considérelo

lunes, 4 de abril de 2011

, ,

Confieso que no he vivido

Fuente Imagen: Google Images.

“El futuro no me devolverá el tiempo perdido del pasado”.
Así reza el epitafio que tiene mi sueño,
ese sueño muerto de hace algunos años.

A diferencia de Neruda,
que dice que ha vivido,
yo confieso que no he vivido.
Mi problema es que el tiempo no se detiene,
y no hay forma de que vuelva a empezar mi camino…
Sí, confieso que no he vivido.

Confieso ante ustedes, mis amigos, que me he mentido
creyendo que podría volver a empezar ese sueño perdido,
pero no fue así.
Me he aferrado a lo perdido tan profundamente,
que alcanzar otros sueños no me es suficiente.
Sí, se puede volver a empezar
pero siempre empiezas otros sueños…
Nunca los que ya han muerto…
Y yo quiero ese sueño muerto,
quisiera poder revivirlo,
alcanzarlo y concluirlo,
pero jamás será así
porque lo que muere: muerto queda.

¡Ay, mis queridos amigos!
Me he convertido en un lago de lágrimas
que miran con horror el pasar del hoy.
¡Cuán cobarde fui!
No hice nada cuando pude,
y ahora sólo me lamento cuando puedo.

De nada me sirven los aplausos y las felicitaciones de hoy,
yo quería que todo esto pasara ayer.
Debí superar cada etapa de mi vida cuando correspondía,
pero no fue así.
Mi reloj se ha atrasado en años.
Veo a mi alrededor y todo avanzó, menos yo.
Es ahora cuando doy mis primeros pasos,
nadie sabe cuánto dolor me causa mi fracaso.
Fracasé,
lo hice aunque hoy haya alcanzado otras metas.
Fracasé,
aunque de mi dolor sólo yo sepa.

Confieso que soy infeliz,
no importa que mi rostro una sonrisa tenga.

Confieso que no he vivido,
y que me embarga
una tristeza agria
y muy amarga.

Confieso que no me alegra alcanzar otras cosas,
lo que quería ya lo perdí
hace mucho tiempo atrás.

Mi reloj se ha atrasado en muchos años ya.

Confieso que no he vivido,
a diferencia de Neruda.
Confieso que he perdido…

Todo lo que una vez quise,
todo lo he perdido.

Mi reloj se ha atrasado,
y ya no hay ninguna forma de adelantarlo.

Confieso que no he vivido…

Waldylei Yépez
Continuar leyendo Confieso que no he vivido

viernes, 1 de abril de 2011

, ,

El cuadro que nunca pintaste

Fuente Imagen: Google Images.

021. El cuadro que nunca pintaste. Colección Albor. Waldylei Yépez.doc

Es hermoso ver la mañana desde tu ventana. ¿Alguna vez alguien te lo dijo? ¿Alguna vez alguien se sentó aquí y contempló la mañana que llega hasta tu cama? Yo nunca te lo dije ni podría decírtelo ahora, porque jamás me escuchas.
Ha pasado tanto tiempo desde que hablamos, he contado los meses en los cuales desapareciste de mi vida y aún así me imagino en medio de los espacios donde vives… como si aún pudiera estar en ellos…
Disculpa si la subjetividad hace que cuente la historia a mi manera, pero es que recordarla a tu manera me causa mucho daño. Aunque debo admitir que cuando hablo de tu versión, sólo se trata de una suposición porque no dimos tiempo siquiera de que me reclamaras algo… aunque lo poco que dijiste, fue suficiente reclamo para mí.
Le tuve miedo a tu amor, lo admito. Tenía muy poca preparación para una confesión como ésa. Intenté entonces tomar distancia, y mírame ahora: tan distante de ti… Cumplí el objetivo sin quererlo, sin quererlo ya. Me reprocho haberte fallado, haberte dejado a solas con tu soledad cuando buscabas mi compañía.
En serio… Qué linda se ve la mañana desde tu ventana. Desearía regresar el tiempo atrás, realmente fuiste importante para mí y lo sigues siendo, aunque ahora yo sólo sea una persona más que camina sobre el mundo… y a quién ya no miras pasar.
He visto algunos de tus cuadros, siempre tuviste talento para eso. Tus dibujos, tus pinturas son tantas ya. También sé que hay cuadros que nunca has pintado, conozco de uno que dejó de hacerte ilusión hace mucho. Recuerdo que, cuando aún hablábamos, me preguntaba si alguna vez me pintarías a mí… Sí, suena mal que yo lo diga, pero es que yo veía que pintabas a otros y yo quería tener ese privilegio también. Llegué a querer que pintaras lo que veías en mí, ahora pienso que ya no ves nada en mí y que por eso no lo pintaste nunca.
No soy más que recuerdos, un fantasma sonámbulo que no quiere dejar tu entorno, el último suspiro de una historia pasada y acabada. Admito que no quiero dejarte, aunque fui yo quien se fue primero; me aferro a ti, aunque sé que ya no te importo.
Qué linda se ve la mañana desde tu ventana. Hace poco vi pasar a tu gato, ése que tiene nombre de galleta y que es tan consentido que jamás duerme si no es contigo, lo he visto en varios de tus dibujos también. Admito que ese gato es un buen compañero, nada parecido a mí que cuando pude huí. Huí de ti… No sabes cuánto me cuesta sincerarme, pero sé que es esto lo que piensas así que tampoco es una sorpresa.
Desearía que pudieras escucharme, desearía ser más que la imaginación de alguien, de alguien que imagina venir a visitarte. De alguien que se imagina viniendo a pedirte perdón, tu perdón. De alguien que desearía que todo fuera como antes, porque sí te quiso… porque sí te quiero.
Qué linda se ve la mañana que llega hasta tu cama a despertarte, desearía que yo fuera lo primero que vieras al abrir tus ojos y no ese árbol que reposa del otro lado de la ventana, porque en verdad no estoy aquí y porque tú no estás allá donde realmente estoy.
Soy el cuadro que nunca pintaste, aquel rostro que jamás dibujaste y que probablemente tu mente borró. Fui todo lo que ya no soy, y soy todo lo que nunca fui… lamento que ya sea muy tarde para eso, para ser lo que ya no te importa que sea…
Soy el cuadro que nunca pintaste, la historia que no dibujaste.

01/04/2011 04:01 p.m. - 04:21 p.m.
Continuar leyendo El cuadro que nunca pintaste